El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Axel se encontraba en su despacho revisando documentos. El sonido firme de la puerta al abrirse lo sacó de su concentración. Allí estaba su asistente, que se veía visiblemente preocupado.—¿Qué ocurre Donovan? —preguntó al verlo alterado, porque si algo tenía el hombre es unos nervios de acero.Pero antes de poder hablar, un hombre vestido impecablemente con un maletín en mano, se paró detrás de él.—Señor Thorne, soy el abogado de la señora Alicia Thorne —anunció, manteniendo su voz neutral, pero con un matiz de determinación—. Estoy aquí para presentarle los papeles de divorcio.Axel levantó una ceja, apoyándose en el respaldo de su silla de cuero negro.—Déjalo entrar —ordenó.El abogado abrió su maletín, extrajo unos documentos y se los tendió. Axel comenzó a leerlos en silencio. A medida que pasaba las páginas, su mandíbula se tensaba, sus ojos se oscurecían y un aire gélido parecía llenar la habitación.Finalmente, Axel soltó una car
La brisa del refugio era cálida esa mañana, acariciando los árboles con un murmullo que acompasaba la serenidad del lugar. Alicia estaba sentada en la terraza de la cabaña, con una libreta en las manos. Había pasado la noche planeando un proyecto, por primera vez en mucho tiempo, la hacía sentir viva. Sus ideas fluían con naturalidad, como si cada palabra que escribía fuera un paso hacia la tranquilidad que tanto anhelaba.Mientras tanto, en la ciudad, Axel Thorne se encontraba en su despacho, con una expresión oscura que no lograba disimular. Sobre la mesa había un informe detallado: la salida de Alicia con Iván, acompañada de fotografías que mostraban a ambos caminando juntos por los jardines del refugio. La tensión en su mandíbula era evidente mientras repasaba las imágenes una y otra vez.—Samuel —llamó con un tono que helaba la habitación.Su asistente entró de inmediato, percibiendo el aire cargado de emociones contenidas.—Señor Thorne, ¿en qué puedo ayudarle?Axel no apartó
Axel frunció el ceño al leer la notificación en su teléfono. Era un mensaje de la aplicación espía que había instalado en el celular de Alicia, informándole que ella acababa de enviar un mensaje a través de la app de citas.Su mandíbula se tensó, mientras leía el mensaje que Alicia le había enviado al tal “Saúl”. Aunque el mensaje era inocente, el simple hecho de que ella estuviera buscando conocer a alguien más lo llenó de una mezcla de ira y miedo que no podía controlar."No puedo permitir esto", pensó, su mente ya maquinando formas de intervenir. Pero una parte de él, una voz que sonaba sospechosamente como la de su hermana Stella, le advertía que estaba cruzando una línea.Mientras tanto, en el refugio, Alicia esperaba nerviosamente una respuesta de Saúl. Cuando su teléfono vibró, no pudo evitar sonreír al leer."Hola, Alicia, me alegra que respondieras. ¿Qué te parece si charlamos un poco? Me encantaría saber más cosas sobre ti. ¿Tienes esposo, novio o definitivamente eres solte
El sol brillaba alto sobre el refugio, derramando su cálida luz sobre los jardines perfectamente cuidados. Guillermo y Stella caminaban juntos por los senderos serpenteantes, compartiendo risas y pequeños secretos que habían empezado a construir entre ellos.Guillermo llevaba una canasta de picnic en una mano, mientras que con la otra, entrelazaba la de Stella, marcando un ritmo relajado. Había algo en la forma en que se miraban, un código no hablado que había comenzado a formarse con el tiempo. La confianza entre ellos creció como un árbol joven, frágil, aunque lleno de promesas.Se detuvieron junto a un lago cristalino, donde Guillermo extendió un mantel sobre la hierba. Stella se sentó, su vestido ligero ondeando con la brisa, y observó a Guillermo mientras colocaba los alimentos. Había una ternura en sus gestos, en la forma en que cortaba las frutas y le servía con cuidado.—¿Siempre eres así de meticuloso? —preguntó Stella con una sonrisa burlona, mientras aceptaba un pedazo de
Alicia recorría los pasillos de la villa buscando a Stella. Había notado que algo no estaba bien desde que regresaron, pero Stella había evitado conversar con ella, cuando lo más que le gustaba era ir hasta a su dormitorio y pasar rato hablando.Cuando llegó a la habitación de Stella, encontró la puerta ligeramente entreabierta. La imagen que vio le encogió el corazón. Stella estaba sentada en el borde de la cama, con las manos cubriendo su rostro y los hombros temblando ligeramente. Alicia entró con cuidado, cerrando la puerta tras de sí.—Stella, ¿qué ocurre? —preguntó suavemente, acercándose y colocándole una mano en el hombro.Stella levantó la mirada, sus ojos hinchados y rojizos. Intentó esbozar una sonrisa, pero el esfuerzo fue en vano.—Nada, Alicia. Solo estoy cansada. No te preocupes por mí —respondió con voz entrecortada.Alicia frunció el ceño, sentándose a su lado.—Sabes que puedes confiar en mí. Si algo te está haciendo daño, quiero ayudarte.Pero Stella negó con la cab
El restaurante estaba bañado por una suave luz cálida, y el murmullo de las conversaciones llenaba el ambiente de una tranquilidad sofisticada. Guillermo estaba sentado frente a Stella, quien sonreía mientras hojeaba el menú. El brillo en sus ojos hacía que el corazón de Guillermo latiera con más fuerza. Disfrutar de momentos así con ella era todo lo que deseaba.Habían arreglado sus diferencias ese mismo día. Apenas salió Andrea, fue y le tocó la puerta del dormitorio, pero como no quiso abrirle, se subió por el balcón y como también tenía esa puerta cerrada, le habló desde el otro lado, con una sinceridad que terminó tumbando las barreras que Stella había construido.—Andrea es solo una parte de mi pasado, Stella —comenzó, su voz cargada de emoción—. No significa nada para mí. Terminé con ella casi dos años, cuando estaba en el ejército. Apareció en mi vida de forma insistente y terminé teniendo una relación con ella. Era la hija de un general, y cuando nos descubrieron, él me amen
Guillermo se quedó viendo la fotografía sin siquiera poder parpadear. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía el teléfono. En la imagen, el niño miraba a la cámara con una sonrisa inocente. Era imposible negar el parecido. Su mente se nubló por un instante, y sin darse cuenta, cayó sobre el banco del parque, abrumado por la revelación.Andrea, que lo observaba con una sonrisa triunfal, aprovechó el momento para inclinarse hacia él.—Este es Matías. Tiene un año con casi tres meses. Nació de nuestra relación antes de que mi padre nos separara. Te he estado buscando para decírtelo, y mi padre ahora está de acuerdo con nuestra relación, por eso ahora las cosas son diferentes. Él está dispuesto a darnos su bendición.Guillermo sintió que le faltaba el aire. Las palabras de Andrea golpeaban su mente como un martillo, pero también una duda comenzaba a crecer en su interior.—¿Y qué esperas de mí, Andrea? ¿Que lo deje todo y corra a casarme contigo?Andrea se acercó a él y lo miró
Stella permaneció de pie frente a Guillermo, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión que mezclaba tristeza y resignación. Sus ojos, vidriosos, pero firmes, lo contemplaron como si ya hubiera tomado una decisión definitiva.—Vete, Guillermo. Ella tiene razón en algo —dijo con una media sonrisa que no alcanzó a iluminar su rostro—. Yo he aprendido que ningún hombre puede darte la felicidad. Eso es algo que una tiene que encontrar por sí misma. Y en este momento, no tengo tiempo para estar en medio de conflictos. Debo pensar en mi salud y tranquilidad, además, no puedo poner en riesgo a mi hijo, él es ahora y siempre será lo más importante en mi vida. Adiós.Guillermo dio un paso hacia ella, su mano extendida como si intentara detener lo inevitable.—Stella, por favor, escúchame. Esto no es lo que parece. Andrea no significa nada para mí. No tienes idea de mis sentimientos…Stella negó con la cabeza, su sonrisa ahora cargada de amargura.—Sé perfectamente lo que he visto,