La oscuridad de la noche había caído sobre la jungla y el clan parecía envuelto en las sombras del inframundo. A medida que Darius se acercaba a la casa que compartía con su mate, una sensación inquietante recorría su espalda. Un escalofrío cargado de miedo se apoderó de su cuerpo y los vellos de sus brazos se erizaron. Darius caminó más rápido, deseoso de llegar a los brazos de su compañera, quería asegurarse que todo marchaba bien con ella. Estaba llegando a la puerta cuando escuchó que lo llamaban a sus espaldas. Se giró y sintió alivio al ver que se trataba del líder de los ancianos, pero de inmediato su ceño se frunció cuando vio que caminaba con uno de sus pies casi arrastras.—Finnian, ¿qué sucedió? —preguntó, cuando se acercó al anciano y vio que tenía más heridas en el cuerpo.—Alfa, ha ocurrido una desgracia —respondió Finnian, con la voz temblorosa.El ceño de Darius se frunció mucho más, no quería otro problema que lo apartara de los brazos de su amada. Sin embargo, no pod
El rostro de Darius perdió el color y su corazón dio un salto dentro de su pecho al ver la escena que estaba frente a sus ojos. El charco de sangre que manchaba el suelo de madera lo obligaba a investigar lo que tanto temía. Un escalofrío recorrió su espalda cuando los pasos de sus guerreros resonaron en el silencio opresivo de la cabaña. Fuera, el viento que aullaba entre los árboles solo traía incertidumbre sobre el alfa. Tenía que verificar que, si era o no la sangre de su compañera, sin embargo, no podía caminar. Su cuerpo congelado se negaba a obedecerlo.—¿Desea que lo haga yo, alfa? —preguntó uno de los guerreros deteniéndose a su lado.—No —respondió Darius de inmediato.No era una tarea que él quisiera hacer, pero como compañero de Kara podía detectar si la sangre pertenecía a ella. Al guerrero le iba a tomar un tiempo más largo. Obligándose a caminar, se agachó junto a la mancha rojo vino, pasó un dedo en el líquido viscoso, lo llevó a la nariz y olfateó llenando sus fosas n
Lágrimas rodaban por las mejillas de Kara mientras esperaba lo inevitable con los labios apretados. Estaba casi segura que en algún momento no iba a poder luchar más. Los brazos que la inmovilizaban por detrás le agarraban sus propios brazos para que no pudiera moverse. La respiración grotesca que sentía en el cuello era como una burla, el hombre respiraba como si fuera mucho trabajo sujetar a una embarazada. Frente a ella, seguía Eira, intentando poner el recipiente dentro de su boca. En sus ojos se podía ver la determinación para lograrlo.—Abre, Kara —ordenó Eira, enfadada por sus esfuerzos infructuosos—. Si no es ahora, será otro día, pero el alfa Rohan no va a dejar que este bebé nazca.Kara se negó a abrir los labios, se negaba a claudicar. Si abortaba, sería porque la obligaban a hacerlo, ella nunca iba a aceptar de buena gana. Luchó contra el agarre del cazador y para su sorpresa logró que el aflojara un poco sus brazos. La esperanza volvió a embargarla, si seguía luchando era
Kara no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que salieron de la cabaña, pero sabía que pasaba de la media noche cuando vio a lo lejos las primeras casas de la manada Wolheart. Se veía un lugar tranquilo y sus habitantes permanecían dentro de sus casas. La tenue luz que emitía la luna le decía que gritara por ayuda. Sin embargo, no le dio tiempo de abrir la boca. Rohan le pasó una cinta alrededor, dejándola sin voz. También puso cintas en sus brazos, amarrándolos detrás de la espalda. Le dio una mirada de odio a su captor, pero él ni siquiera la miró a la cara. Con la misma rapidez con que usó las cintas, la empujó para esconderla entre los asientos. Kara rodó los ojos, sin entender por qué lo hacía. El auto era oscuro y desde el exterior no se podía ver nada. Además, si el auto pertenecía al hijo del viejo alfa, nadie iba a detenerlo para preguntarle a quiénes llevaba con él.Pasaron por el pueblo, envueltos en un aire de tensión. Recorrieron las calles iluminadas hasta llegar
Kara estaba cansada de las amenazas, todos presumían de poder acabar con Darius, pero a la hora de la verdad, ninguno tenía el poder suficiente para matarlo. Con la adrenalina todavía corriendo por sus venas y la valentía en auge dentro de su cuerpo, blandió el cristal frente al extraño y lo cortó en el pecho. La mirada llena de desdén que él le dedicaba se le desdibujó del rostro. Al igual que Rohan, se sorprendió de que ella se atreviera a enfrentarlos.—Puedo luchar contra ustedes, no les tengo miedo —declaró ella, inyectándole a su voz una firmeza que en realidad no sentía—. Me están subestimando, pero ya ven, les he provocado daño mientras que yo sigo ilesa.Detrás de ella se escuchó la risa de Rohan. A pesar de que el alfa estaba herido y al principio se enfadó, ahora estaba encantado con la actitud que Kara había tomado. Se acercó a ella hasta quedar una distancia lo suficientemente buena para que ella no pudiera cortarlo con el cristal que no dejaba caer de su mano.—Esta Kara
El sol comenzaba a aparecer por el horizonte, arrojando rayos de luz sobre la manada. Los pasos de los guerreros que acompañaban a Darius resonaban en la plaza del clan. Estaban de regreso luego de pasarse toda la noche buscando el rastro que los llevaría a donde se encontraba Kara. Estaban de vuelta con las manos vacías; sin embargo, el alfa caminaba decidido a hacer que el traidor, que permitió que se llevaran a su compañera, pagara por ponerse del lado del enemigo.Los pocos miembros del clan que ya estaban despiertos giraron sus miradas hacia ellos. Estaban al tanto de que el líder de los ancianos lo mantenían recluido en su casa mientras esperaba a un juicio de parte del alfa. El silencio acompañaba a la pequeña comitiva. Tener que castigar a uno de los miembros de su clan era algo que Darius detestaba, pero estaba determinado, la traición no era tolerada entre su gente.En la puerta de la casa del anciano se encontraban dos guerreros de guardia. Con una inclinación de cabeza le
«¿Este embarazo es la confirmación de que soy la elegida, Diosa?». preguntó Kara mentalmente a la diosa luna, mientras se frotaba el vientre en una leve caricia delante del espejo. «¿Estás bendiciendo con un hijo el amor que Rohan y yo sentimos el uno por el otro?» Una sonrisa de felicidad dividió los labios de Kara. En ese instante se sentía la mujer más feliz del mundo. Nada podría oscurecer su alegría. Todo gracias a la Diosa que le había revelado su embarazo en un momento en que se sentía abrumada por el gran día. En unas pocas horas sería coronada como la Luna de la manada y estaba segura de que muchos miembros estarían en contra. Ella misma había tenido dudas, se preguntaba una y otra vez que tenía de especial para tener el favor de la Diosa Luna. Le había dado por compañero a un alfa y no a cualquiera, era la mate del alfa Rohan de la manada Luna Roja. Había crecido entre burlas por su aspecto, no era la loba más hermosa de la manada, ni siquiera estaba entre las más bonitas,
Kara esperaba que Rohan comenzara a reír y le dijera que era una broma. Que lo que estaba sucediendo era parte de la ceremonia. Era solo una prueba de la manada para comprobar cualquier elemento que necesitaran y que ella no lograba entender. Sin embargo, el alfa permanecía en silencio. La miraba sin emociones reflejadas en el rostro. En sus ojos no lograba ver al compañero que visitaba su cama cada noche.Decepcionada, Kara estaba a punto de marcharse, pero un carraspeo llamó su atención. La mujer que permanecía al lado del alfa la miró con una sonrisa irónica antes de comenzar a hablar.—He estado ausente por un tiempo, por algo que no es de tu incumbencia. Es comprensible que mi amor tenga las necesidades de un hombre. Pero no esperaba… —La mujer hizo una pausa, miró a Kara de arriba abajo con un claro desdén. Luego continuó con un tono cargado de sarcasmo—: Su gusto ha disminuido muy rápidamente. Debe haberme extrañado tanto que ya no elige la comida. Pero eso es bueno, también me