El rastro

La sangre bañaba el cuerpo de Darius. Gemidos de dolor salían de los cuerpos ensangrentados que permanecían encadenados a la pared del sótano. Se negaban a darle respuesta a cada una de sus preguntas. Preferían morir que revelar la verdad. Sin embargo, el alfa no se daba por vencido, de una u otra forma iba a tener lo que quería. No iba a poder vivir mientras Kara estuviera atrapada y vulnerable por el embarazo. Podía ir de clan en clan para averiguar a cuál pertenecían, pero podía llevar más tiempo que no disponía. Le angustiaba que descubrieran que tenía a los dos secuaces y se la llevaran mucho más lejos como había dicho uno de ellos.

—¿A qué clan pertenecen? —exigió, mientras le apretaba con sus garras, el costado izquierdo al que menos herido estaba.

—N-no tenemos… un… clan —respondió el hombre entre jadeos.

—¿Me estás diciendo que son lobos errantes que casualmente secuestraron a mi compañera? —preguntó con sarcasmo, aun sabiendo que no era cierto.

—Sí —respondió el mismo hombre
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