La Pareja Perfecta De Mi Esposa

Al entrar a la oficina, su secretario y asistente caminaron tras ella.

—¿Qué sucedió jefa? Estaba muy preocupado, creí que te desmayaras a media junta.

Dijo Carlos, su asistente muy preocupado. 

Su secretario Jonathan en silencio le acercó un vaso con agua y tomó los documentos de sus manos. Isabel accedió a sus atenciones y sonrió sin ganas con un agradecimiento débil. Se quitó los zapatos y se sentó en su silla mientras se masajeaba la cabeza con ambas manos. Al verla, se miraron entre ellos y decidieron respetar su silencio. 

Carlos entró a la pequeña sala de descanso que estaba junto a su oficina y le llevó ropa limpia. Ella estaba tan agotada fisica y mentalmente, que se reclinó en su silla y cerró lentamente los ojos e involuntariamente los recuerdos llegaron a ella de una manera bastante extraña.

«—Isabel, iré a otro país… no podremos vernos muy a menudo, tienes que cuidarte

mientras yo no esté, ¿De acuerdo?

—¿No puedes quedarte? No quiero que te vayas John. Eres… mi mejor a… amigo.

—¿Quieres quedarte conmigo para siempre?

—¡Si!

Respondió ella sin un atisbo de duda y llena de seguridad. 

—Entonces, cuando crezcas, te pediré ser mi esposa, ¿Te parece bien? Así, no

tendremos que separarnos por el resto de nuestras vidas.

—¡Sí!

Respondió ella con emoción y ojos brillantes. 

—Isabel, ¿realmente quieres casarte conmigo?

Preguntó Jhon, con algo de sorpresa y aprensión. 

—¡Claro que sí! ¡Mientras pueda estar contigo, lo haré!

—Entonces, ¡Debes esperame!.»

Todos esos recuerdos estaban originalmente borrosos en la memoria de Isabel. Había pasado tanto tiempo, que penosamente incluso, hasta había comenzado a olvidarlo.

Cuando hoy vio a John, todos esos recuerdos volvieron a ella vívidamente. Y no pudo evitar recordar ese beso que dejó caer sobre su frente.

«—Isabel, esta es una promesa, no puedes dejar que nadie la borre, ¿de acuerdo? ».

Ese beso cuando eran prácticamente niños, no podía significar nada, ¿verdad?. Sin embargo, a medida que crecía, esa promesa, la acompañó parte de su juventud.

No pudo evitar pensar, ¿Qué ha sido de esa adolescente?

También recordó cuando en algunas ocasiones se preguntaba si volvería a verlo en esta vida. Con algo de melancolía, Isabel abrió lentamente los ojos, sin querer dejarse atrapar nuevamente por los recuerdos.

Ya era imposible que ella y John pudieran tener ese tipo de relación. Fue sólo una broma de la infancia, como jugar a la casita.

¿Cómo podría eso ser una propuesta real?

Agotada y soltando un gran y pesado suspiro, con un gran esfuerzo, se cambió, les dio instrucciones, se refrescó un poco lavando su cara y comenzó a maquillarse, su expresión a su percepción parecía la de una anciana, pero hizo todo lo posible para verse impecable.

 Al salir, ambos hombres se sorprendieron al ver su sonrisa profesional y su actitud “fresca”.

—Iré a comer con el nuevo abogado. Volveré en dos horas.

Ambos asintieron en acuerdo y en cuanto ella se fue, volvieron a sus labores con algo de preocupación.

—Ese hombre es peor que terrible.

Dijo Carlos con un puchero sin poder contenerse. Jonathan solo negó en silencio y comenzó a trabajar en los documentos.

—Y ese hombre peor que terrible te puede dejar sin trabajo y sin oportunidades para el futuro si te escucha.

Carlos puso una cara fea de inmediato y guardó silencio.

 *********

John al verla sonrió, desde hacía mucho tiempo anhelaba estar a solas con ella, pasar el tiempo e incluso…

Inmediatamente reaccionó al darse cuenta del rumbo de sus pensamientos y notó por el retrovisor  a Mariano, que con una expresión no disimulada de irritación, la veía a la distancia. Con algo de enojo reprimió su sentir, y, deliberadamente la saludo con profesionalismo en cuanto estuvo cerca, algo que la confundió por un momento.

«No puedo permitir que esta basura se haga ideas equivocadas por mi culpa»

Ella por su parte, también estaba emocionada, sinceramente, se hizo una imagen en la que se trataban de la misma manera que antes, no obstante, se sintió ridícula al ver que John le abría la puerta del asiento trasero con una sonrisa superficial y profesional.

Por una fracción de segundo, ella se quedó sin palabras, no obstante, reaccionó de igual manera y subió de una manera recatada. Solo al estar en el auto y ya en marcha, de reojo lo miró algo herida.

«No sé qué demonios esperaba»

Era más que obvio, ella ya era una mujer casada y él trabajaba para la familia de su... 

Esposo... 

Sabía perfectamente que lo merecía, si para John esa promesa había significado mucho, probablemente con lo vengativo que era se lo recordaría en algún momento, solo ella sabía la soledad tan profunda que sintió y el alivio que le provocó el sentir algo por alguien más que él, aunque no fue tan profundo, esperaba sinceramente que él viviera bien y feliz sin remordimientos.

Mientras iba perdida en sus pensamientos, no se percató de que su expresión algo herida no pasó desapercibida para John, que en ese momento dejó de prestar atención al camino, se sentía tan furioso con esas basuras que la molestaban, resentido con ella por haberlo olvidado tan facil y con su madre que no lo había dejado ir tan fácil, al punto que cuando volvió, ya era demasiado tarde.

Al reaccionar estaban por estrellarse contra otro auto, volanteo,  por lo que Isabel se movió bruscamente en su asiento, haciendo que con una mueca, contuviera un ligero gemido involuntario de dolor, miró nerviosamente a John en el frente, esperaba que no hubiera escuchado, los moretones en sus piernas se podían disimular con las medias y faldas un poco más largas, pero había ocasiones en las que el dolor era tal, que no podía contener sus quejas. Se revisó rapidamente y se cubrió todo lo que pudo tratándo de parecer tranquila, le rezó fervientemente a todos los dioses que conocía para que John no lo hubiera notado. 

No obstante, este apretó los dientes y el volante lleno de rabia tratando de contenerse de gritarle que reaccionara e ir a matar personalmente al bastardo que la lastimaba. Pero la conocía bastante bien, sabía que si él destapaba todo tan descaradamente y la "humillaba", aunque solamente quisiera ayudarla, ella se alejaría y jamás querría volver a verlo debido a la vergüenza o cometiera una estupidez. 

Ese era uno de los finales más fatales que imaginaba y que se negaba por todos los medios a conseguir, de lo contrario, no tenía la más mínima idea de lo que sucedería con él después, ni ella misma tenía idea de la cantidad de vidas que había logrado mantener todos esos años.

Pese a sentir que casi podría escupir sangre debido a la rabia, se controló por todos los medios posibles. 

Solamente ella era merecedora de toda su paciencia, amor, poca cordura y apoyo. Sabía perfectamente que no habría nadie más que ella en su vida. Con todo el remolino de amociones que llevaba cada uno en sus mentes, llegaron al lugar, ella se veía como una fuerte y hermosa mujer de negocios, segura de sí misma. Y él, como un atractivo, altivo y dominante hombre de negocios. 

La pareja era tan llamativa, que mas de unos cuantos le dedicaron una que otra mirada mientras pasaban. 

Al final, para quién viera la escena, simplemente se trataba de una comida de negocios cualquiera, cualquiera, menos Mariano. Que al llegar a la empresa, fue a la oficina de Isabel, pero sus empleados le informaron que había ido con el nuevo abogado a comer. Hasta ese momento había recordado que su madre le había pedido darle un recorrido para que se familiarizara con él y la empresa.

Puso los ojos en blanco y de mala gana decidió ir a alcanzarlos. Sin embargo, una idea cruzó por su mente, si Isabel se ofreció a llevarlo debía ser por algo ¿No? Sabía que era una mojigata, pero quería estar seguro de cualquier modo.

No obstane, al verlos entrar al restaurante; la ira burbujeó desde lo más profundo de su ser. 

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