Un Deplorable Intento De Sumisión

Desde que su madre le dijo que Isabel se había ofrecido a llevarlo, se irrtó bastante, no conocía a John personalmente, pero sus padres, parecían llevarse bastante bien, por lo que pese a ser algo molesto, le hizo caso a las amenazas de su madre y decidió entablar una relación de negocios aceptable con él, no obstante, no esperó ver la gran "interacción" de esos dos en el estacionamiento. 

 Vió la escena de ella encontrándose con él(en su mente), sus expresiones y sonrisas eran brillantes y había un cariño no disimulado entre ellos. Cosa que le revolvió el estómago en el momento.

Apretando los dientes, decidió seguirlos y se enfureció cuando el auto estuvo por accidentarse. 

«Maldito imbécil, ¡llevas a mi esposa!»

Al bajar del auto ambos seguían sonriendo y mirándose entre ellos como si no existiera nada más en el mundo. Ella sonreía como nunca la había visto, ni siquiera cuando supuestamente había estado tan enamorada de él. Se estacionó rápidamente, y cuando volvió a verlos ella se había quitado el saco y su blusa blanca se delineaba perfectamente a su cuerpo con su falda formal, ya sea cosa de la casualidad o deliberadamente, John llevaba un traje que casi parecía a juego.

Rechinó los dientes nuevamente y cuando estaba por acercarse, recordó las palabras de su madre.

«Ese mocoso servirá como un chivo expiatorio en el futuro, lo necesitamos intacto hasta entonces»

Obviamente, no podía hacer nada en su contra mientras su madre lo necesitara. Además, de que le daría a Isabel el lujo de creer que alguien estará con ella por un tiempo, y la acabará al arruinar por completo a esa basura. Podría ser algo un poco tosco, pero mientras ella estuviera hundida en la miseria, no pensará en idioteces, nadie en esta vida, podia hacerlo comer una pérdida. 

Jamás sería la burla de nadie, ni permitiría que ella se alejara, sí, era molesta e irritante en ocasiones, parecía una viuda de luto la mayoría del tiempo y era bastante aburrida, pero era suya, y si no era suya, no sería de nadie más. 

 Sin poder sofocar la gran rabia de su pecho, decidió mejor alejarse por el momento, y decidió regresar a la empresa. Debía hacer algo mientras tanto, en un futuro inmediato.

Después de una extraña y relajante comida rememorando algo de los viejos tiempos y hundiendose en la paz que hacía mucho tiempo no sentía, Isabel se sintió mucho mejor que hacía una horas, regresaron a la empresa sin inscidentes y al separarse en el elevador, Isabel se dirigió a su oficina, John siempre había sido una parte vital en esa fase complicada de su vida.

En sus más bellos recuerdos estaba él, por lo que al verlo de nuevo, pensó que tal vez era algo del destino o un karma por ser tan ambiciosa, no obstante, en ése momento fue lo que parecía ser un equivalente a la luz en medio del abismo. 

 Con una sonrisa entró a su oficina para seguir con su trabajo, pero en cuanto abrió la puerta, una irritante voz familiar la hizo bajar de golpe de su nube. 

—¿Cómo te fue en tu “comida”?

Preguntó Mariano sarcásticamente mientras la barría de pies a cabeza con la mirada

Ella frunció el ceño y sintió que se le revolvía el estómago de solo verlo, pero ya más tranquila y con la cabeza fría trato de controlarse aún sin poder ocultar su desagrado del todo, solo camino a su escritorio y trato de pasarlo. 

Mariano con los dientes apretados al ver su expresión, sintió algo parecido a una exploción de vinagre en la garganta. La sujetó firmemente de la mano y acercó su nariz a su cuello. Ella se estremeció por la acción y lo miró confundida. 

—Parece que no te acostaste con él. 

Ella sin palabras y completamente indignada, lo empujó y le dio una fuerte bofetada. 

¡PAS!

—¡Eres un imbécil! ¡¿Acaso crees que soy un ser tan despreciable como tú?! 

Mariano la sujetó de la mano que lo acababa de golpear y con la otra la abofeteó con fuerza, la tomó de la cintura y se acercó a ella lentamente con una tétrica sonrisa mientras le habló al oído  en voz baja y amenazante.

—Esta, es la primera y última vez que te atreves a tocarme.  

—¡Mmmm!  

Un feroz y agresivo beso la silenció, y, a pesar de tratar de alejarse, Mariano la sostuvo con más fuerza y comenzó a emocionarse aún más debido a su resistencia.  

Mariano era un mujeriego nato, al conocer a Isabel y desarrollar cierta amistad, notó su fácil “manejo”, y, que además, era inteligente y muy hermosa.  

Un perfecto ornamento para su familia. Cumplía perfectamente las exigencias de su madre y... también las suyas.  

Sus manos viajaron por sus muslos envueltos en la ligera falda, ella trató de soportar el dolor con todas sus  fuerzas, mientras sus desesperados intentos, fueron solo estimulantes para encender aún más la lujuria de Mariano.  

—Tú... me amas, ¿no es así?  — Dijo él suavemente mientras le dedicaba una seductora y confiada sonrisa.

Como si le hubiera arrojado un balde de agua fría, Isabel se detuvo en seco.  

¿Amor? ¿Acaso sabía lo que eso significaba? ¿O simplemente se estaba burlando?  

 Una terrible sensación de náuseas se apoderó de ella. Mucho tiempo se jactó de ser lista e inteligente y, al final, en la etapa más importante de su vida, la habían jugado por completo.

  Había sido terriblemente estúpida.  Mariano, no prestó atención a sus lágrimas. Simplemente hizo lo que quiso, mientras Isabel lamentaba su momentánea estupidez... 

Desafortunadamente para ella, estaba comenzando a creer que se merecía lo que le estaba pasando. Sabía que si intentaba pelear, como siempre, ella sería la que terminaría peor, por lo que trato de enviar su mente al lugar más lejano que pudo y dejó que hiciera lo que quisiera. 

Al terminar, ella se negó a verlo siquiera y entró rápidamente al baño. Mariano no se molestó en abrir, solo se acercó a la puerta y con una sonrisa satisfecha y un tono burlón le habló. 

—Quiero que vayamos juntos a casa desde hoy. Si te atreves a irte por tu cuenta  habrá repercusiones. Aunque si tienes muchas ganas de tenerme encima de ti toda la noche, no me opondré. 

Isabel se cubrió los oídos con ambas manos y horrorizada negó mientras jadeaba. Mariano frunció el ceño y volvió a hablar con un tinte de irritación.

—No te escuché, querida. 

Ella desesperada por que se fuera de una vez, le gritó con lo que aparentaba ser una voz molesta.

—¡No me iré m*****a sea!

La satisfacción se esfumó en un instante. Apretó los dientes y estaba por abrir la puerta, sin embargo, su teléfono comenzó a sonar.

Era su amante.

Jezabel. 

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