La Inaceptable Urgencia De Dulzura

Mientras miraba la puerta molesto, chasqueó la lengua y salió de ahí para responder, se sentía tan indignado y molesto que no quiso "perder más el tiempo" en ese lugar.

—¡Hola cariño! ¿estás ocupado?

Preguntó ella con una voz melosa y complaciente, su enojo se volvió irritación al compararlas nuevamente. 

«¿Por qué demonios Isabel tiene que ser tan molesta?»

—Claro que no hermosa, ¿qué pasa…?

Mientras se alejaba, Carlos hizo una mueca de desagrado. 

—Tsk, cínico. 

Mientras tanto, Isabel mientras se lavaba furiosamente la cara y el cuello, cerraba los ojos con fuerza y se repetía las mismas palabras como un mantra. 

“Solo un poco más, solo un poco más….”

Y Mariano que selectivamente se le olvido cualquier otra cosa, se quedó debajo de las escaleras a hablar con Jezabel. Sin disimular un poco lo que hablaba y creyendo que estaba relativamente solo, practicamente estaba teniendo sexo telefonico. 

El secretario de John, entró a la oficina con un semblante oscuro. No dijo nada pero John lo conocía bastante bien. 

—¿Pasó algo? 

Preguntó mientras se quitaba los lentes y lo miraba directamente. Ethan suspiró y se sentó toscamente en el sillón haciendo un puchero. 

—Oye, sé que tienes tus motivos, pero, ¿no es mejor trabajar en tu propio edificio? 

John frunció el ceño y algo molesto decidió regresar a su trabajo. Él tenía un objetivo al aceptar quedarse en ese lugar, quería verificar la situación de Isabel, si ella estaba en problemas, estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en sus manos por ella, luchaba todos los días tratando de mantener eso en su cabeza, aunque muy en el fondo, sabía perfectamente cuales eran sus verdaderas intenciones. Por obviedad, no le bastó ni medio día para tomar una decisión.

Entendía a Ethan, más por su linaje y su preparación, pero en un principio aceptó estar con él en su cruzada, así que ya no le quedaba otra opción. 

Samanta solo sabía una parte de lo que John era realmente, solo lo que él le había “permitido”;  para ella, ambos eran estudiantes que habían recibido el apoyo de sus padres y eran de una clase media baja, John solo era hijo de un padre divorciado e Isabel solo venía de una madre y padre mediocres.

Mientras todo estuviera en orden no habría problemas para ellos, y si Samanta o Mariano hacían algo en su contra, entonces lo pagarían. 

Ethan no dijo más al ver su reacción, simplemente guardó silencio, él con tal de tener una “gran aventura” aceptó todo lo que le dijo su primo sin chistar, por lo que quejarse en ese momento ya estaba tristemente de más. 

«Este lugar se vuelve cada vez más molesto…»

Después de “trabajar” Mariano bajó al estacionamiento. Estaba por irse, cuando vio salir a John y dirigirse a su auto, inmediatamente recordó que le había “pedido” a Isabel ir con él a casa. 

Mientras apretaba el volante, veía a John con una mueca de disgusto. Tal vez se veía algo atractivo, serio y algo destacable, pero no más que eso, ¿a que mujer le gustaría un tipo tan aburrido? No obstante, al ver salir a Isabel su respuesta fue contundente.  

Ambos se veían iguales. 

De no ser porque estaba casada con él y su madre era su ídola de toda la vida, dudaba de que en algún momento le hiciera “una mala pasada”. Pero él mejor que nadie, sabía lo mojigata que podía ser, pero no podía dejar de lado sus ya "comprobadas" sospechas, y pensó "no hay nada peor que sentir que tienes algo con todo tu corazón y perderlo drásticamente". Así que con cierta mueca de burla miró a las dos personas. 

—No importa lo similares que puedan ser, si uno no es libre serán lo suficientemente estúpidos como para rendirse. Pero, no toleraré ningún riesgo...

Isabel subió al asiento trasero y Mariano hizo una mueca. 

—Sube aquí. 

Dijo señalándole el asiento junto a él. Ella puso una expresión de desagrado mientras torcía la boca.

El asunto con Jezabel estaba lo suficientemente oculto e incluso le "suplicó"  encarecidamente que lo mantuviera en secreto para no "herir a su hermana" sabía la rivalidad que existía unilateralemnte entre ellas, lo cuál era lo más emocionante en esa relación, Jezabel se sentía tan poca cosa y menospreciada, que era capaz de arrastrase a sus pies con tal de que la mirara un poco, era hermosa, sensual y perfecta en la cama, no había nada que él le pidiera que ella no hiciera, por lo que de alguna manera, mantenerla cerca era una manera de auto consolarse y vengarse por la arrogancia y frialdad de Isabel.

No on¿bstante, también la conocía bastante bien, si ella llegara a enteraarse, las repercusiones serían catastroficas de alguna manera, él mismo no entendía por que, pero en el interior setía que era como caminar sobre hielo delgado. Cada vez se sentía lo suficientemente seguro de que ya sospechaba algo, no obstante, ¿no ya habría hasta explotado? Isabel la odiaba lo suficiente como para hacer una buena escena en la oficina. 

Sin embargo, si lo sabía. ¿Por qué estaba tan tranquila?

Aunque para él mismo estaba llegando a un nuevo nivel de incomodidad, estaba llegando al punto en el que no quería alejarse de esa emoción retorcida, tenía a ambas hermanas en la palma de su mano.

 Al inicio pudo sentir algo de remordimiento al haberse metido con su hermanastra, pero al sentir su indiferencia y que cada vez se volvia cada vez más arrogante, todo se esfumó.

Al llegar a casa, Isabel entró directamente a la ducha y no se molestó en absoluto en lo que él estaba haciendo. 

Estaba pensando en pedir algo ligero para cenar, sin embargo, el olor leve de la comida la hizo dirigirse a la cocina. 

Con una expresión de confusión y extrañeza miró a Mariano preparar lo que parecía ser la cena.

—Me disculpo por lo de hoy, tuve un día muy pesado y me temo que dije e hice cosas que no debería ni siento. ¿Me perdonas? 

Al recordar el incidente, Isabel sintió un fuerte ardor en el estómago y una gran ira arremolinándose en su interior, y ni mencionar el dolor en todo su cuerpo, las terribles marcas casi llenaban su cuerpo, de no ser porque de verdad necesitaba llevar ella misma esos asuntos, no saldría de casa para nada. 

«¿Para pedir disculpas? ¡ja! de seguro solo es por hacer sus porquerías con ella…»

Fue a cambiarse y cuando volvió, el comedor de dos personas se había transformado por completo. 

La tenue luz le daba un aspecto romántico y cálido.  

Isabel se sentó y, sin dirigirle la mirada comenzó a comer. 

Observó los alrededores y se dio cuenta de que todo era perfecto, desde las velas aromáticas, el vino, la comida y los pétalos que no había notado al principio. 

Sólo levantó la ceja, su ceño se fruncio levemente y tratando de no hacer ver más su desagrado para no discutir, continuó con lo que estaba haciendo.

«Esto es repulsivo».

Mariano al percatarse de que miraba en todas direcciones, sonrió con algo de desdén, todas las mujeres eran igual de estúpidas. 

Mientras uno hiciera una “demostración de amor” tan barata, abrirían las piernas en un santiamén con todo el gusto del mundo. Isabel percatandose de sus expresiones y casi leyendole la mente, no pudo soportarlo más.

—Supongo que a todas las mujerzuelas que frecuentas les encanta este ambiente tan insignificante y trillado. 

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