#8:
Dos semanas más tarde, Aiko se alegró de que llegara el fin de semana para quedarse en la casa nueva y organizar su habitación. Estaba arrastrando una pequeña silla cuando escuchó un grito detrás de ella.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?!

Ella se echó la mano al pecho, se giró y miró boquiabierta al origen de aquel grito. —En serio, Hiroshi, me has asustado.

Pero él no se rió, sino que frunció el ceño y la miró enfadado, como si ella acabara de cometer un crimen.

—¿Qué estás haciendo?- repitió, y Aiko se enderezó, sintiéndose confusa.

—¿Que qué estoy haciendo?

—Estás arrastrando una silla de roble. Estás haciendo un esfuerzo físico innecesario cuando guste inseminada ayer.— Masculló él.

Y ella comprendió lo que ocurría se golpe, aunque le sorprendió la furia que se reflejaba en sus ojos. Ahora que estaba más cerca, se dio cuenta de que no bromeaba y de que no estaba de humor para tonterías. — necesito poner unas cosas encima del armario y no alcanzo...

—Pues te compro un puñeter
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