— Un brindis, por la mujer de mi vida y la madre deis hijos... por Aiko Yamamoto, la más joven ganadora del Nobel en nuerociencia, y mi esposa— Hiro levantó su copa, proponiendo el brindis.—¡Por Aiko!— brindaron todos.Aunque se encontraba apartado en una esquina, e intentaba entretener a sus hermanas pequeñas de ocho y seis años respectivamente, Valery sabía que su nieto se sentía incómodo.Se notaba en lo tenso que se veía su cuerpo y en su expresión de pocos amigos.Al principio, había creído que su descontento se debía al anuncio de Hiro de que él su mujer esperaban otro bebé. Quizás, el joven se sentía desplazado. O quizás herido porque sus padres no habían vivido nunca con él mientras crecía, Valery sabía que ella tenía la culpa de ello. En su ciego deseo poor tener al niño a su lado y enfocarse en él en vez de en la perdida de su esposo, lo había apartado cruelmente de sus padres.Y sí, puede que muy en el fondo Herozuke se sintiera herido por el amor que notaba que sus padre
Hasta sus dieciocho años estuvo Hero repitiendo su acto de rebeldía de no quedarse en su abuela al salir de vacaciones de su internado en Suiza. Muy al contrario de lo que se esperaría, su padre no lo reprendió nunca, aunque descubrió su impertinencia. Según Hiroshi, si hijo no tenía nada en contra de sus primos y la madre de esto, solo estaba utilizando la presencia de ellos como una excusa para gamer algo de libertad y salir del férreo control que su abuela ejercía sobre él. —¿Eso crees?— lo interrogó Aiko en una ocasión. —Por supuesto. Yo tambiénn me independicé de mis padres a una temprana edad, ¿no lo recuerdas? Ella simplemente asintió, porque era la verdad. Incluso antes de que ellos se conocieran, ya él vivía apartado de sus padres. Sucedió después, que Hero se fue a estudiar administración de empresas a Estados Unidos y no regresó hasta haber cumplido los veinte años de edad. Por aquel entonces, sus padre ya habían cesado su aparentemente interminable producción de hija
Varias semanas después, se asomó a la ventana el sábado por la mañana, y vio que Lin estaba llevando un enorme pastel con otra empleada directamente a una van que esperaba. Era una tarta preciosa y muy elegante. Unas hileras de flores de caramelo unían cada piso. Recordaba a un floreciente jardín , pensó él, y se percató de que probablemente ese pastel era para la fiesta en casa de sus padres. Lin se había puesto un vestido rosa, a tono con la festividad. Y, mientras la admiraba, se lamentó de no ser él quien la acompañaba. Salió al jardín y, a través del seto, vio que los niños estaban en el arenero. Una empleada los cuidaba sentada en el banco de madera. –Hola chicos –saludó él. –Hola –saludó Liu, contento. –Hola –dijo la niña, mirándolo niñera–. ¿Quieres jugar? –La verdad es que estaba deseando hablar contigo –los interrumpió Lin, regresando de entregar la tarta. Con ese vestido se veía incluso más joven y sexy de lo que era. –¿Ah, sí? –preguntó él, sin saber qué pensar. –
Hiroshi Yamamoto contempló el cadáver frío e inerte de su esposa con una expresión seria y retraída. Luego desvió su mirada a la mesa próxima en la morgue, sobre la que descansaba el amante de su mujer.Otro hombre, habría sentido una furia irrefrenable, pero no él.En su pecho no había ardor alguno y en su mente no había aflicción. No los había matado él, sino el destino. Un accidente de tráfico los había hecho despeñarse y caer al río en el que habían muerto ahogados mientras regresaban de pasar un fin de semana juntos.Él lo sabía. Siempre lo había sabido.Se había casado con Mei solo por conseguir la paz entre su clan y los chinos. Desde el principio, habían acordado llevar vidas separadas y solo ponerse serios cuando fuera necesario un heredero.Lamentablemente, Mei resultó estéril. Sin embargo, para no deshonrarla, Hiro había pospuesto el divorcio entre ellos. Mientras, barajaba la posibilidad de que pudieran tener su hijo a través de un vientre de alquiler, pero Mei había termin
— ¿Qué tal la fiesta?— interrogó en cuanto su amiga regresó a la mansión. — Oh, ya sabes, aburridísima, madre me presentó a un montón de conocidos suyos, gente estirada y pomposa del mundo de la moda.— respondió Sofía, con desdén. — ¿Sigue empeñada en que sigas sus pasos en el modelaje? Sofía rodó sus ojos. — Peor, ella y abuela quieren que sea la directora internacional de Almaz. ¡Ja! Aiko conocía la historia de memoria. En sus tiempos, Valery Ivanova había sido la supermodelo más cotizada del mundo, sin embargo, había abandonado su carrera para dedicarse a criar a los tres hijos que había tenido con su marido, Liu. Y sí, ella conocía a los padres de su amor platónico y de su amiga, por lo tanto, sabía lo comandantes que podían llegar a ser. — Dile la verdad. Dile que eso no es lo que quieres.— susurró Aiko. Su amiga rodó sus ojos. — Como si eso fuera a convencer a la abuela Sofía. — Masculló su amiga. — Las opciones somos yo o la loca de mi prima Roxane, y lamentablemente, n
Hiroshi apartó a un lado el bulto de expedientes, empujó su silla hacia atrás, y se acercó con aire decidido al amplio ventanal de su despacho. Su rostro tenía una expresión sombría; se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó mirando en la distancia. Estaba enojado por el mísero esfuerzo de su gente y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiera ido mal desde el momento en que se decidió en ir hacia adelante con sus planes y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida. Hasta ese momento, las candidatas eran o completamente distintas a lo que él buscaba, o no le convencían. Había recibido expedientes de mujeres de todo el país, con doctorados, carreras médicas e ingenieras, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente...Había pensado que las cosas le resultartarían más fáciles. Lo único que pedía era que la madre subrogada de su hijo fuera inteligente, con buena salud y sin antecedentes de abuso de
Aiko hizo una pausa. En su opinión, era una pregunta injusta, pero aquello era como cualquier otra entrevista de trabajo y debía responderle. Literalmente si la aceptaban, se contratarían sus servicios a cambio de una compensación económica. Llenó sus pulmones de aire y recuperó su asiento. —Acabo de ser aceptada en un programa para obtener mi doctorado por la Universidad de Harvard, pero me han denegado la beca que solicité. Por eso estoy aquí. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para conseguir el aporte financiero que necesito para alcanzar mis metas. «Metas» Hiroshi se inclinó hacia adelante. —¿Tienes muchas metas muñequita? Ella rodó los ojos frustrada, le miró de frente y notó que por primera vez en años el la estaba viendo. No estaba simplemente mirando en la dirección general en la que ella estaba, sino que la estaba viendo en serio. Tener toda su atención y su oscura mirada encima, era alucinante y, aunque el despacho no estaba exageradamente iluminado, temió sonroja
Ella estaba nerviosa y emocionada; no sabía cuál de las dos emociones era la dominante, pero no le importaba. ¡La habían contratado! Había estado negociando los términos con los abogados de Hiroshi, algo que le dijeron que debía hacer, y el propio Hiro la había llamado para decirle que se mostrara exigente, que lo esperaba de alguien que se estaba sometiendo a un proceso tan importante para él. Así que había intentado establecer algunos términos. Era difícil pensar en algo cuando los abogados estaban empeñados en darle todo lo que quería. Pidió una oficina en casa para poder estudiar y redactar su trabajo de investigación, y le dijeron que sí. Después le preguntaron qué coche quería, y ella dijo que le parecía bien cualquiera, pero le dijeron que no, que tenía que especificar. Fue difícil, pero lo consiguió. Por alguna razón, los abogados se habían negado de manera obstinada a proporcionarle el pequeño coche que la habían obligado a especificar. Tenía la sensación de que todo aquell