Hiroshi apartó a un lado el bulto de expedientes, empujó su silla hacia atrás, y se acercó con aire decidido al amplio ventanal de su despacho. Su rostro tenía una expresión sombría; se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó mirando en la distancia.
Estaba enojado por el mísero esfuerzo de su gente y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiera ido mal desde el momento en que se decidió en ir hacia adelante con sus planes y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida.Hasta ese momento, las candidatas eran o completamente distintas a lo que él buscaba, o no le convencían.Había recibido expedientes de mujeres de todo el país, con doctorados, carreras médicas e ingenieras, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente...Había pensado que las cosas le resultartarían más fáciles. Lo único que pedía era que la madre subrogada de su hijo fuera inteligente, con buena salud y sin antecedentes de abuso de drogas.¿Acaso era demasiado pedir ese conjunto de requisitos para encontrar a la mujer que daría a dar a luz a su bebé?En su interior, él estaba buscando otra cosa, pero no sabía exactamente qué.Había aceptado, a regañadientes, al menos a diez mujeres como las finalistas, a falta de mejores opciones. Pero no avanzaba porque ninguna lo convencía, se echaba atrás incluso si su equipo médico le daba el visto bueno. Era un asunto muy serio; aquella mujer iba a pasar sus genes a su bebé, y no podía elegir a cualquiera.Lástima que no había llegado a entender la magnitud de sus propios objetivos. Por primera vez en su vida, supo que no estaba preparado para enfrentarse a los riesgos e incertidumbres de una situación desconocida.Se había dado cuenta de ello cinco semanas atrás, mientras consultaba las notas sobre sus planes y objetivos anuales (no los de su organización, sino los de su vida personal) Había estado tan absorto en expandir su poder y control sobre Asia, que no había reparado en que uno de sus objetivos personales había Sido pospuesto por más de dos años: tener un heredero.Tenía ya sus treinta años, una excelente edad para reproducirse. Quería que su hijo estuviera en la universidad cuando él se acercara a los cincuenta, no cuando tuviera setenta.Quería estar presente y activo en la educación de su hijo y, según unas investigaciones que había leído, se encontraba en la edad ideal para llevar aquello a cabo.Su implacable determinación por expandir su Imperio criminal tendría que tomarse un descanso, puesto que planeaba pasar un año enfocado en obtener su heredero. Estaba molesto, pero no se sentía desesperado aún. No había funcionado con Mei pero de seguro alguna mujer sería suficientemente competente como para darle un hijo.Tal vez por eso le estaba resultando tan difícil encontrar a la candidata adecuada, quizás estaba siendo demasiado perfeccionista. Era por naturaleza una persona a la que le gustaba que las cosas sucedieran rápido, y le desconcertaba saber que aquello era algo que podía fracasar estrepitosamente si se apresuraba.Durante la última década, los Yamamoto habían transformado su negocio familiar en una bestia imparable que arrasaba con todo. El orgullo de su abuelo y su padre eran todo para él.Los requisitos que deseaba en la mujer que fuera a dar a luz a su hijo, eran inteligencia, creatividad y fortaleza física. Tal vez hubiera otras variables que debía tener en cuenta para que la búsqueda fuera un éxito.Ademas, esperaba sentir algo por la mujer en cuestión, algo único; algo especial. No sabía lo que era, pero no iba a detenerse.Traer un bebé al mundo por medio de un vientre de alquiler iba a funcionar mucho mejor que tenerlo con una mujer con la que se casara. Aquello le otorgaba más control sobre la vida del niño, su crianza, educación, todo. Hiro Yamamoto estaba obsesionado con el control, y le venía de maravilla ser el único que tomaría decisiones sobre la vida del bebé.Tocaron a su puerta y él suspiró, regresando a su escritorio.— Adelante.Necesitaba ordenar sus pensamientos. Se sentía abatido, un sentimiento al que no estaba acostumbrado. Las veinte mujeres que había entrevistado aquel día habían sido una pérdida de tiempo, y no tenía muchas esperanzas en la próxima candidata, fuera quien fuese.Cuando la mujer se acercó y le saludó haciendo una reverencia, él no levantó la mirada, pero le hizo un gesto con la mano para que tomara asiento mientras repasaba su expediente.Graduada de la Universidad de Tokyo . Ayudante de investigación en biotecnología. Impresionantes cualificaciones. Espectaculares resultados deportivos. Y entonces pasó a las últimas hojas que habían sido añadidas por su propio equipo: una comprobación de antecedentes a través del registro policial e investigadores privados. Había tenido una infancia desfavorable pero nunca había sido detenida, y no había tenido ninguna relación durante los últimos cuatro años.Todo muy bien, pero el expediente no contaba con la fotografía de la candidata. Frunció el ceño, levantó la vista, y un disparo de reconocimiento lo recorrió al observar el rostro con forma de corazón de la mujer que tenía enfrente, enmarcado con una melena de cabello oscuro y rizado que le llegaba a los hombros, tan poco pretencioso y adorable que hizo que se quedará mirándola pasmado. — Esto es una broma,¿Verdad?Ella sonrió de forma profesional y negó con la cabeza.Hiroshi depositó el informe sobre la mesa y se fijo en aquellos enormes ojos color café que parecían succionar toda la vida de su cuerpo. Sabía perfectamente quién era ella. Aquellos grandes y redondos ojos, con gruesas pestañas enmarcados en un rostro inocente lo habían golpeado de lleno una noche en que la había encontrado rebuscando en la basura justo fuera de la casa de sus padres.Habían pasado muchísimos años, pero aquella chica aún tenía la piel más brillante y delicada que él hubiera visto en sus días de vida. Su expediente reflejaba una estupenda salud y podría fácilmente ser una candidata más, pero se forzó a regresar a la realidad cuando notó que ella lo contemplaba con esa expresión de absoluta adoración, que siempre le había puesto los pelos de puntas.Carraspeó y se sintió inquieto por su propia reacción ante aquella muñequita de mirada increíblemente hermosa.— No.— sentenció, tomando el expediente de ella y entregándoselo.— ¿Cómo que no?— protestó ella con indignación, poniéndose en pie.— no puede desestimarme así, Señor Yamamoto. Soy tan buena como cualquiera de las otras candidatas.Él no estaba tan seguro, ninguna de las otras lo hacía jadear como perro sediento.— He dicho que no, muñequita. No quiero problemas con mi hermana y eso precisamente es lo que o tendré si embarazo a su mejor amiga.Ella liberó un gruñido y se cruzó de brazos.—¡Odio que me llames así! No soy un juguete, Hiroshi. Y soy un ser humano completamente independiente a tu hermana. Deberías saber que ...« Hiroshi». Su nombre salido de sus labios lo excitaba de una manera extraña y enfermiza.Por supuesto, ella no había terminado con su diatriba, hablaba y gesticulaba como loca, y mientras ella lo hacía, él se fijó en su lenguaje corporal y en el tono de su voz, y en que no apartaba la mirada de él.Le resultaba fascinante el hecho de que una chica, hija de padres criminales , que había crecido en la pobreza, se hubiera convertido en aquella sensacional mujer tan segura de sí misma. Demasiado quizás. Después de todo era una falta de respeto llamar al líder de la Yakuza por su nombre.La mayoría de las solicitantes, aunque consumadas profesionales, habían evitado su mirada, se habían comportado nerviosamente, tartamudeado y balbuceado, pero no Aiko. Ella lo miraba directamente a los ojos mientras lo reprendía.Era cautivadora.— ¿Me estás escuchando?— protestó.— Por supuesto.¿Cuáles son tus motivos para inscribirte en mi programa de subrogación?Aiko hizo una pausa. En su opinión, era una pregunta injusta, pero aquello era como cualquier otra entrevista de trabajo y debía responderle. Literalmente si la aceptaban, se contratarían sus servicios a cambio de una compensación económica. Llenó sus pulmones de aire y recuperó su asiento. —Acabo de ser aceptada en un programa para obtener mi doctorado por la Universidad de Harvard, pero me han denegado la beca que solicité. Por eso estoy aquí. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para conseguir el aporte financiero que necesito para alcanzar mis metas. «Metas» Hiroshi se inclinó hacia adelante. —¿Tienes muchas metas muñequita? Ella rodó los ojos frustrada, le miró de frente y notó que por primera vez en años el la estaba viendo. No estaba simplemente mirando en la dirección general en la que ella estaba, sino que la estaba viendo en serio. Tener toda su atención y su oscura mirada encima, era alucinante y, aunque el despacho no estaba exageradamente iluminado, temió sonroja
Ella estaba nerviosa y emocionada; no sabía cuál de las dos emociones era la dominante, pero no le importaba. ¡La habían contratado! Había estado negociando los términos con los abogados de Hiroshi, algo que le dijeron que debía hacer, y el propio Hiro la había llamado para decirle que se mostrara exigente, que lo esperaba de alguien que se estaba sometiendo a un proceso tan importante para él. Así que había intentado establecer algunos términos. Era difícil pensar en algo cuando los abogados estaban empeñados en darle todo lo que quería. Pidió una oficina en casa para poder estudiar y redactar su trabajo de investigación, y le dijeron que sí. Después le preguntaron qué coche quería, y ella dijo que le parecía bien cualquiera, pero le dijeron que no, que tenía que especificar. Fue difícil, pero lo consiguió. Por alguna razón, los abogados se habían negado de manera obstinada a proporcionarle el pequeño coche que la habían obligado a especificar. Tenía la sensación de que todo aquell
—Los informes están en camino. Tardarán unos minutos.Hiroshi suspiró con impaciencia y Aiko se recostó en su asiento, incómoda, nerviosa y un poco avergonzada. Aún quedaba una semana para que le viniera el período, pero le habían hecho un análisis de sangre y ahora estaban allí esperando a averiguar si estaba embarazada.Ni en sus más descabelladas fantasías (si es que alguna vez se había imaginado en una situación;en la que estuviera esperando los resultados de un embarazo ) hubiera concebido aquel panorama:Sentada allí con un médico desconocido, el hombre que la ponía a arder de ganas, y dos guardaespaldas al fondo de la consulta, mientras esperaba. Era como una película( y una película de terror.)—¿Han embalado los guardaespaldas tus pertenencias?Ella se giró ante aquel intento de conversación superficial. No le pegaba. Conocía suficiente a Hitoshi como para saber exactamente como era en realidad. —Sí, lo han llevado todo a tu casa hace cosa de una hora.Él ya lo sabía, por
Hiro carraspeó y se apartó a un lado. —Hay una cosa más que te quiero enseñar. Subieron otro tramo de escaleras y entraron a una sala ante la que Aiko se quedó sin aliento. Una de las paredes era todo cristal, con vistas a varios acres de jardines bien cuidados e iluminados y una fantástica cascada ( un enorme cascada artificial ) estaba decorada con luces de un amarillo resplandeciente. Y, allí mismo, delante de aquella maravillosa vista, había un espacioso escritorio. —¿Es en serio?- exclamó. —Esta es tu oficina, para que estudies, trabajes, o pases tiempo a solas, lo que quieras. —¡Es increíble! - susurró ella, con la mirada fija en los ventanales. Hiro se quedó mirándola, notando el asombro de su expresión, su evidente júbilo; y su corazón dio un vuelco. Era tan fácil hacerla feliz...con cualquier mínima cosa. Nada de ostentaciones ,nada de cosas vanales, solo un paisaje bonito y ya estaba al borde de las lágrimas. En silencio, la condujo al piso de abajo, al comedor, y Aik
Dos semanas más tarde, Aiko se alegró de que llegara el fin de semana para quedarse en la casa nueva y organizar su habitación. Estaba arrastrando una pequeña silla cuando escuchó un grito detrás de ella. —¡¿Qué demonios estás haciendo?! Ella se echó la mano al pecho, se giró y miró boquiabierta al origen de aquel grito. —En serio, Hiroshi, me has asustado. Pero él no se rió, sino que frunció el ceño y la miró enfadado, como si ella acabara de cometer un crimen. —¿Qué estás haciendo?- repitió, y Aiko se enderezó, sintiéndose confusa. —¿Que qué estoy haciendo? —Estás arrastrando una silla de roble. Estás haciendo un esfuerzo físico innecesario cuando guste inseminada ayer.— Masculló él. Y ella comprendió lo que ocurría se golpe, aunque le sorprendió la furia que se reflejaba en sus ojos. Ahora que estaba más cerca, se dio cuenta de que no bromeaba y de que no estaba de humor para tonterías. — necesito poner unas cosas encima del armario y no alcanzo... —Pues te compro un puñeter
Desde aquel ángulo, la simetría de su rostro femenino resultaba abrumadoramente delicada y hermosa, con la pequeña nariz, los enormes ojos café y los rosados labios suplicando ser besados. El buen humor de Hiroshi se desvaneció y la observó, notando que ella evitaba su mirada. «Lo sabía » Había sentido como ella lo había acariciando con la mirada, no había imaginado su hambre desenfrenada y su curiosidad por él, pero esos eran sentimientos que no tenían cabida allí. De igual forma que su creciente atracción por ella tampoco era apropiada. Debía combatirla e ignorar lo que le estaba sucediendo. — Muñequita, lo último que quiero es hacerte sentir incómoda. Aiko abrió la boca para decir "no te estaba observando", pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. No podía mentir, ni siquiera para salvar su orgullo. —Estaremos juntos al menos unos meses más, ¿verdad? Voy a estar en casa. Tú estarás aquí. Y pasaremos tiempo juntos. Tenía la esperanza de que hubieran problemas
Aiko apartó el vaso de jugo tan pronto como la empleada lo puso delante de ella, y se cubrió la boca, alejándose a toda prisa de la mesa del comedor en dirección al dormitorio de invitados. Hiroshi la siguió y la encontró arrodillada en el suelo del cuarto de baño y vomitando en el inodoro. Se agachó junto a ella de inmediato, sujetándole el cabello y acariciándole la espalda. — ¿Qué sucede, te has puesto enferma? Ella negó con la cabeza, poniéndose en pie para lavarse la boca. —¿Puedes abstenerte de seguirme al baño la próxima vez? Me haces sentir terriblemente tonta. —Estoy preocupado por ti. Ella se dio la vuelta, enojada, pero se detuvo al ver su expresión. Era evidente que él estaba preocupado, tenía el ceño fruncido y una vena palpitaba en su sien. —Perdona. No me gusta que me vean así. No hace falta que estés aquí. —Sí que hace falta. Eres mi husped y esta es mi casa. Tu salud es importante para mí. ¿Qué te sucede? Aiko gimió, alejándose de él. — Algo de lo que comí debió
Estaba loco por aquella mujer. Era un cínico, un asesino y un mafioso hijo de puta, pero tenía que reconocerlo. Ella le encantaba. La tenía allí, sentada sobre sus rodillas, y la deseaba con una ferocidad tormentosa. Además, sabía que ella también le deseaba a él. El beso no era un remolino de deseo oscuro y pasional , como lo hubiera querido, era una danza delicada, suave y dulce de sus labios sobre los de ella y lo estaba poniendo impaciente. Sus dedos se deslizaron lentamente por la espalda de ella, recorriéndola y acariciándola con una lentitud enloquecedora. Para su sorpresa, Aiko no se apartó. Sino que se acercó más de forma instintiva, suspirando bajo sus caricias. En un instante, ella liberó un sollozo ahogado, tomando la iniciativa y cambiando de posición, sentándose sobre él a ahorcajadas. Sus pequeñas manos aferradas a su nuca le hicieron imaginarse otros momentos, otros escenarios y posiciones que avivaron sus ganas. Tenía los femeninos senos de ella aplastados con