#2:

— ¿Qué tal la fiesta?— interrogó en cuanto su amiga regresó a la mansión.

— Oh, ya sabes, aburridísima, madre me presentó a un montón de conocidos suyos, gente estirada y pomposa del mundo de la moda.— respondió Sofía, con desdén.

— ¿Sigue empeñada en que sigas sus pasos en el modelaje?

Sofía rodó sus ojos.

— Peor, ella y abuela quieren que sea la directora internacional de Almaz. ¡Ja!

Aiko conocía la historia de memoria. En sus tiempos, Valery Ivanova había sido la supermodelo más cotizada del mundo, sin embargo, había abandonado su carrera para dedicarse a criar a los tres hijos que había tenido con su marido, Liu.

Y sí, ella conocía a los padres de su amor platónico y de su amiga, por lo tanto, sabía lo comandantes que podían llegar a ser.

— Dile la verdad. Dile que eso no es lo que quieres.— susurró Aiko.

Su amiga rodó sus ojos.

— Como si eso fuera a convencer a la abuela Sofía. — Masculló su amiga. — Las opciones somos yo o la loca de mi prima Roxane, y lamentablemente, nadie en la familia sabe dónde está mi prima.

— ¿Está desaparecida?

Sofía elevó un hombro.

— En fin, dejemos de lado mis problemas de princesa y vamos a averiguar si hay otra forma u otras posibilidades de financiación para lo tuyo. Me alegro muchísimo de que te hayan aceptado en Harvard, Aiko. No puedes dejar pasar una oportunidad como esa.

Aiko dejó que ella la abrazara, agradecida, por el apoyo que le brindaba. Estaba a punto de preguntarle si había visto Hiroshi en la fiesta cuando unas fuertes risas procedentes del piso de abajo le hicieron dar un respingo.

—Parece que Hitoshi está teniendo otra de sus fiestas. Se oye como si fueran veinte chicas. Es bueno saber que hoy está de buen humor —murmuró. —Normalmente, parece como si estuviera a punto de cometer un asesinato en masa.

Sonfia sonrió.

— Oh,no. Aunque no lo creas, quien está allá abajo es Hiro. Vino a traerme de casa de nuestros padres y ha montado una especie de entrevista.

—¿Para qué?

— Oh, ¿no lo sabías? A mi querido hermano mayor se le ha metido entre ceja y ceja tener un hijo.

Aiko sintió que se le desprendía el mentón.

—¿Es en serio?

Sofía asintió.

— No lo comprendo. ¿Por qué un hombre rico y apuesto como él estaría entrevistando mujeres para tener un hijo?

Sofia se encogió de hombros.

—Sabes que en esta familia no queda ya nadie en sus cabales, ¿verdad? Hiro lo oculta, pero la muerte de su esposa lo dejo profundamente traumado. Bueno, no entendí muy bien pero por lo visto, mi hermano quiere que la mujer con la que tendrá su hijo sea inteligente.

Aiko miró a su amiga con curiosidad. Muy pocas veces había oído hablar de la muerte de Mei. Si había conocido a la mítica esposa de Hiroshi, pero muy poco porque por cuestiones del negocio familiar, Hiro la mantenía oculta en una de las ciudades del campo y ella, Aiko, se había relacionado muy poco con la difunta.

Liberó un suspiro de tristeza. Sí.

Sabía que desde la muerte de Mei, Hiroshi no había vuelto a ser el mismo. Se mantenía en un constante luto y en dos años no había vuelto a vérsele cerca de ninguna mujer.

La situación era completamente ridícula, la verdad. ¿Por qué una mujer inteligente accedería a tener un bebé para renunciar luego a él?

Aiko tomó su bolso, alistándose para salir, pero la mirada de Sofía se iluminó y miró fijamente a su amiga.

— Espera…

Aiko esperó, observando los ojos de la bonita pelirroja que la miraba como si tuviera una mosca en la frente.

—¿Qué ocurre?

—.Mi hermano está está ofreciendo medio millón de dólares. Podría ser lo que necesitas…

***

Más tarde, estaba sentada en su pequeño escritorio, garabateando apuntes e ideas en su cuaderno de notas. De momento, la única opción que tenía era rechazar su sitio en Harvard, o... miró el anuncio escrito en tinta roja en una letra genérica.

Tragó saliva, intentando encontrarle sentido a lo que estaba sintiendo, y no pudo pensar que la suerte le había dado la oportunidad de conseguir todo lo que quería, pero a un precio muy grande.

Si se presentaba como candidata a las entrevistas de Hiroshi, tendría que alquilar literalmente su útero durante unos meses( nueve, para ser exactos.)

Y luego tendría que olvidarse para siempre del bebé. ¿ Podía hacerlo?

La imagen del hombre que amaba teniendo un hijo con otra destelló en su mente y liberó un chillido de dolor. ¡No!

Tenía que intentarlo. Se mordió la uña nerviosamente.

Lo único que tenía que hacer era conseguir que la aceptaran, dejar que le inocularan el esperma del hombre que había amado desde que era una niña (sin intimidad de ningún tipo ) y entregar el bebé que tan desesperadamente él deseaba.

A cambio, conseguiría su libertad. El dinero era más que suficiente para cubrir el coste de sus estudios en Estados Unidos.

Incluso podría poner el depósito para un apartamento pequeño. Era muy arriesgado lo que estaba considerando, pero los beneficios eran extraordinarios.

Hacer aquello, podría solucionarle la vida como por arte de magia. Pero no podía deshacerse de aquel malestar; siempre había estado en contra de tener hijos, debido a su ambición de ser una profesional. Lo único que quería hacer era trabajar, estudiar y ser alguien importante. Tener un bebé no entraba en sus planes.

Aunque en aquella situación no tendría que quedárselo, lo que era una ventaja. Sólo se trataba de ofrecer su útero y, por supuesto, un óvulo. Sacudió la cabeza intentando aclararse la mente. No quería pensar en los tecnicismos, porque sólo hacían que todo fuera más complicado en su cabeza.

Intentó convencerse a sí misma de los pros, no era degradante, porque sería seleccionada en base a su inteligencia. Era respetable.

Pensó en llamar a Sofía y debatirlo con ella, pero se detuvo. Aquello era algo enorme.

Era una tremenda inversión, no sólo de tiempo y esfuerzo, sino de carne y hueso, literalmente, para mejorar su futuro académico. Cerró los ojos e inhaló con fuerza.

Un hijo suyo y de Hiroshi sería hermoso. Después de todo, Hiro media un metro noventa, era de anchos y marcados hombros, músculos enfundados siempre en un traje a medida que le sentaba a la perfección, de cabello grueso y oscuro, y penetrantes ojos negros.

Busco fotos de él en la web, y se quedó contemplándolo por minutos que parecieron eternos. Después, se reclinó en su asiento y, curiosamente, no sintió ansiedad ni temor ni preocupación alguna. Era la única solución.

Iba a participar en el programa, su futuro dependía de ello. Podía hacerlo. Sólo hacía falta que el líder de la Yakuza la eligiera.

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