— ¿Qué tal la fiesta?— interrogó en cuanto su amiga regresó a la mansión.
— Oh, ya sabes, aburridísima, madre me presentó a un montón de conocidos suyos, gente estirada y pomposa del mundo de la moda.— respondió Sofía, con desdén.— ¿Sigue empeñada en que sigas sus pasos en el modelaje?Sofía rodó sus ojos.— Peor, ella y abuela quieren que sea la directora internacional de Almaz. ¡Ja!Aiko conocía la historia de memoria. En sus tiempos, Valery Ivanova había sido la supermodelo más cotizada del mundo, sin embargo, había abandonado su carrera para dedicarse a criar a los tres hijos que había tenido con su marido, Liu.Y sí, ella conocía a los padres de su amor platónico y de su amiga, por lo tanto, sabía lo comandantes que podían llegar a ser.— Dile la verdad. Dile que eso no es lo que quieres.— susurró Aiko.Su amiga rodó sus ojos.— Como si eso fuera a convencer a la abuela Sofía. — Masculló su amiga. — Las opciones somos yo o la loca de mi prima Roxane, y lamentablemente, nadie en la familia sabe dónde está mi prima.— ¿Está desaparecida?Sofía elevó un hombro.— En fin, dejemos de lado mis problemas de princesa y vamos a averiguar si hay otra forma u otras posibilidades de financiación para lo tuyo. Me alegro muchísimo de que te hayan aceptado en Harvard, Aiko. No puedes dejar pasar una oportunidad como esa.Aiko dejó que ella la abrazara, agradecida, por el apoyo que le brindaba. Estaba a punto de preguntarle si había visto Hiroshi en la fiesta cuando unas fuertes risas procedentes del piso de abajo le hicieron dar un respingo.—Parece que Hitoshi está teniendo otra de sus fiestas. Se oye como si fueran veinte chicas. Es bueno saber que hoy está de buen humor —murmuró. —Normalmente, parece como si estuviera a punto de cometer un asesinato en masa.Sonfia sonrió.— Oh,no. Aunque no lo creas, quien está allá abajo es Hiro. Vino a traerme de casa de nuestros padres y ha montado una especie de entrevista.—¿Para qué?— Oh, ¿no lo sabías? A mi querido hermano mayor se le ha metido entre ceja y ceja tener un hijo.Aiko sintió que se le desprendía el mentón.—¿Es en serio?Sofía asintió.— No lo comprendo. ¿Por qué un hombre rico y apuesto como él estaría entrevistando mujeres para tener un hijo?Sofia se encogió de hombros.—Sabes que en esta familia no queda ya nadie en sus cabales, ¿verdad? Hiro lo oculta, pero la muerte de su esposa lo dejo profundamente traumado. Bueno, no entendí muy bien pero por lo visto, mi hermano quiere que la mujer con la que tendrá su hijo sea inteligente.Aiko miró a su amiga con curiosidad. Muy pocas veces había oído hablar de la muerte de Mei. Si había conocido a la mítica esposa de Hiroshi, pero muy poco porque por cuestiones del negocio familiar, Hiro la mantenía oculta en una de las ciudades del campo y ella, Aiko, se había relacionado muy poco con la difunta.Liberó un suspiro de tristeza. Sí.Sabía que desde la muerte de Mei, Hiroshi no había vuelto a ser el mismo. Se mantenía en un constante luto y en dos años no había vuelto a vérsele cerca de ninguna mujer.La situación era completamente ridícula, la verdad. ¿Por qué una mujer inteligente accedería a tener un bebé para renunciar luego a él?Aiko tomó su bolso, alistándose para salir, pero la mirada de Sofía se iluminó y miró fijamente a su amiga.— Espera…Aiko esperó, observando los ojos de la bonita pelirroja que la miraba como si tuviera una mosca en la frente.—¿Qué ocurre?—.Mi hermano está está ofreciendo medio millón de dólares. Podría ser lo que necesitas…***Más tarde, estaba sentada en su pequeño escritorio, garabateando apuntes e ideas en su cuaderno de notas. De momento, la única opción que tenía era rechazar su sitio en Harvard, o... miró el anuncio escrito en tinta roja en una letra genérica.Tragó saliva, intentando encontrarle sentido a lo que estaba sintiendo, y no pudo pensar que la suerte le había dado la oportunidad de conseguir todo lo que quería, pero a un precio muy grande.Si se presentaba como candidata a las entrevistas de Hiroshi, tendría que alquilar literalmente su útero durante unos meses( nueve, para ser exactos.)Y luego tendría que olvidarse para siempre del bebé. ¿ Podía hacerlo?La imagen del hombre que amaba teniendo un hijo con otra destelló en su mente y liberó un chillido de dolor. ¡No!Tenía que intentarlo. Se mordió la uña nerviosamente.Lo único que tenía que hacer era conseguir que la aceptaran, dejar que le inocularan el esperma del hombre que había amado desde que era una niña (sin intimidad de ningún tipo ) y entregar el bebé que tan desesperadamente él deseaba.A cambio, conseguiría su libertad. El dinero era más que suficiente para cubrir el coste de sus estudios en Estados Unidos.Incluso podría poner el depósito para un apartamento pequeño. Era muy arriesgado lo que estaba considerando, pero los beneficios eran extraordinarios.Hacer aquello, podría solucionarle la vida como por arte de magia. Pero no podía deshacerse de aquel malestar; siempre había estado en contra de tener hijos, debido a su ambición de ser una profesional. Lo único que quería hacer era trabajar, estudiar y ser alguien importante. Tener un bebé no entraba en sus planes.Aunque en aquella situación no tendría que quedárselo, lo que era una ventaja. Sólo se trataba de ofrecer su útero y, por supuesto, un óvulo. Sacudió la cabeza intentando aclararse la mente. No quería pensar en los tecnicismos, porque sólo hacían que todo fuera más complicado en su cabeza.Intentó convencerse a sí misma de los pros, no era degradante, porque sería seleccionada en base a su inteligencia. Era respetable.Pensó en llamar a Sofía y debatirlo con ella, pero se detuvo. Aquello era algo enorme.Era una tremenda inversión, no sólo de tiempo y esfuerzo, sino de carne y hueso, literalmente, para mejorar su futuro académico. Cerró los ojos e inhaló con fuerza. Un hijo suyo y de Hiroshi sería hermoso. Después de todo, Hiro media un metro noventa, era de anchos y marcados hombros, músculos enfundados siempre en un traje a medida que le sentaba a la perfección, de cabello grueso y oscuro, y penetrantes ojos negros.Busco fotos de él en la web, y se quedó contemplándolo por minutos que parecieron eternos. Después, se reclinó en su asiento y, curiosamente, no sintió ansiedad ni temor ni preocupación alguna. Era la única solución.Iba a participar en el programa, su futuro dependía de ello. Podía hacerlo. Sólo hacía falta que el líder de la Yakuza la eligiera.Hiroshi apartó a un lado el bulto de expedientes, empujó su silla hacia atrás, y se acercó con aire decidido al amplio ventanal de su despacho. Su rostro tenía una expresión sombría; se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó mirando en la distancia. Estaba enojado por el mísero esfuerzo de su gente y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiera ido mal desde el momento en que se decidió en ir hacia adelante con sus planes y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida. Hasta ese momento, las candidatas eran o completamente distintas a lo que él buscaba, o no le convencían. Había recibido expedientes de mujeres de todo el país, con doctorados, carreras médicas e ingenieras, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente...Había pensado que las cosas le resultartarían más fáciles. Lo único que pedía era que la madre subrogada de su hijo fuera inteligente, con buena salud y sin antecedentes de abuso de
Aiko hizo una pausa. En su opinión, era una pregunta injusta, pero aquello era como cualquier otra entrevista de trabajo y debía responderle. Literalmente si la aceptaban, se contratarían sus servicios a cambio de una compensación económica. Llenó sus pulmones de aire y recuperó su asiento. —Acabo de ser aceptada en un programa para obtener mi doctorado por la Universidad de Harvard, pero me han denegado la beca que solicité. Por eso estoy aquí. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para conseguir el aporte financiero que necesito para alcanzar mis metas. «Metas» Hiroshi se inclinó hacia adelante. —¿Tienes muchas metas muñequita? Ella rodó los ojos frustrada, le miró de frente y notó que por primera vez en años el la estaba viendo. No estaba simplemente mirando en la dirección general en la que ella estaba, sino que la estaba viendo en serio. Tener toda su atención y su oscura mirada encima, era alucinante y, aunque el despacho no estaba exageradamente iluminado, temió sonroja
Ella estaba nerviosa y emocionada; no sabía cuál de las dos emociones era la dominante, pero no le importaba. ¡La habían contratado! Había estado negociando los términos con los abogados de Hiroshi, algo que le dijeron que debía hacer, y el propio Hiro la había llamado para decirle que se mostrara exigente, que lo esperaba de alguien que se estaba sometiendo a un proceso tan importante para él. Así que había intentado establecer algunos términos. Era difícil pensar en algo cuando los abogados estaban empeñados en darle todo lo que quería. Pidió una oficina en casa para poder estudiar y redactar su trabajo de investigación, y le dijeron que sí. Después le preguntaron qué coche quería, y ella dijo que le parecía bien cualquiera, pero le dijeron que no, que tenía que especificar. Fue difícil, pero lo consiguió. Por alguna razón, los abogados se habían negado de manera obstinada a proporcionarle el pequeño coche que la habían obligado a especificar. Tenía la sensación de que todo aquell
—Los informes están en camino. Tardarán unos minutos.Hiroshi suspiró con impaciencia y Aiko se recostó en su asiento, incómoda, nerviosa y un poco avergonzada. Aún quedaba una semana para que le viniera el período, pero le habían hecho un análisis de sangre y ahora estaban allí esperando a averiguar si estaba embarazada.Ni en sus más descabelladas fantasías (si es que alguna vez se había imaginado en una situación;en la que estuviera esperando los resultados de un embarazo ) hubiera concebido aquel panorama:Sentada allí con un médico desconocido, el hombre que la ponía a arder de ganas, y dos guardaespaldas al fondo de la consulta, mientras esperaba. Era como una película( y una película de terror.)—¿Han embalado los guardaespaldas tus pertenencias?Ella se giró ante aquel intento de conversación superficial. No le pegaba. Conocía suficiente a Hitoshi como para saber exactamente como era en realidad. —Sí, lo han llevado todo a tu casa hace cosa de una hora.Él ya lo sabía, por
Hiro carraspeó y se apartó a un lado. —Hay una cosa más que te quiero enseñar. Subieron otro tramo de escaleras y entraron a una sala ante la que Aiko se quedó sin aliento. Una de las paredes era todo cristal, con vistas a varios acres de jardines bien cuidados e iluminados y una fantástica cascada ( un enorme cascada artificial ) estaba decorada con luces de un amarillo resplandeciente. Y, allí mismo, delante de aquella maravillosa vista, había un espacioso escritorio. —¿Es en serio?- exclamó. —Esta es tu oficina, para que estudies, trabajes, o pases tiempo a solas, lo que quieras. —¡Es increíble! - susurró ella, con la mirada fija en los ventanales. Hiro se quedó mirándola, notando el asombro de su expresión, su evidente júbilo; y su corazón dio un vuelco. Era tan fácil hacerla feliz...con cualquier mínima cosa. Nada de ostentaciones ,nada de cosas vanales, solo un paisaje bonito y ya estaba al borde de las lágrimas. En silencio, la condujo al piso de abajo, al comedor, y Aik
Dos semanas más tarde, Aiko se alegró de que llegara el fin de semana para quedarse en la casa nueva y organizar su habitación. Estaba arrastrando una pequeña silla cuando escuchó un grito detrás de ella. —¡¿Qué demonios estás haciendo?! Ella se echó la mano al pecho, se giró y miró boquiabierta al origen de aquel grito. —En serio, Hiroshi, me has asustado. Pero él no se rió, sino que frunció el ceño y la miró enfadado, como si ella acabara de cometer un crimen. —¿Qué estás haciendo?- repitió, y Aiko se enderezó, sintiéndose confusa. —¿Que qué estoy haciendo? —Estás arrastrando una silla de roble. Estás haciendo un esfuerzo físico innecesario cuando guste inseminada ayer.— Masculló él. Y ella comprendió lo que ocurría se golpe, aunque le sorprendió la furia que se reflejaba en sus ojos. Ahora que estaba más cerca, se dio cuenta de que no bromeaba y de que no estaba de humor para tonterías. — necesito poner unas cosas encima del armario y no alcanzo... —Pues te compro un puñeter
Desde aquel ángulo, la simetría de su rostro femenino resultaba abrumadoramente delicada y hermosa, con la pequeña nariz, los enormes ojos café y los rosados labios suplicando ser besados. El buen humor de Hiroshi se desvaneció y la observó, notando que ella evitaba su mirada. «Lo sabía » Había sentido como ella lo había acariciando con la mirada, no había imaginado su hambre desenfrenada y su curiosidad por él, pero esos eran sentimientos que no tenían cabida allí. De igual forma que su creciente atracción por ella tampoco era apropiada. Debía combatirla e ignorar lo que le estaba sucediendo. — Muñequita, lo último que quiero es hacerte sentir incómoda. Aiko abrió la boca para decir "no te estaba observando", pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. No podía mentir, ni siquiera para salvar su orgullo. —Estaremos juntos al menos unos meses más, ¿verdad? Voy a estar en casa. Tú estarás aquí. Y pasaremos tiempo juntos. Tenía la esperanza de que hubieran problemas
Aiko apartó el vaso de jugo tan pronto como la empleada lo puso delante de ella, y se cubrió la boca, alejándose a toda prisa de la mesa del comedor en dirección al dormitorio de invitados. Hiroshi la siguió y la encontró arrodillada en el suelo del cuarto de baño y vomitando en el inodoro. Se agachó junto a ella de inmediato, sujetándole el cabello y acariciándole la espalda. — ¿Qué sucede, te has puesto enferma? Ella negó con la cabeza, poniéndose en pie para lavarse la boca. —¿Puedes abstenerte de seguirme al baño la próxima vez? Me haces sentir terriblemente tonta. —Estoy preocupado por ti. Ella se dio la vuelta, enojada, pero se detuvo al ver su expresión. Era evidente que él estaba preocupado, tenía el ceño fruncido y una vena palpitaba en su sien. —Perdona. No me gusta que me vean así. No hace falta que estés aquí. —Sí que hace falta. Eres mi husped y esta es mi casa. Tu salud es importante para mí. ¿Qué te sucede? Aiko gimió, alejándose de él. — Algo de lo que comí debió