Hiroshi Yamamoto contempló el cadáver frío e inerte de su esposa con una expresión seria y retraída. Luego desvió su mirada a la mesa próxima en la morgue, sobre la que descansaba el amante de su mujer.
Otro hombre, habría sentido una furia irrefrenable, pero no él.En su pecho no había ardor alguno y en su mente no había aflicción.No los había matado él, sino el destino. Un accidente de tráfico los había hecho despeñarse y caer al río en el que habían muerto ahogados mientras regresaban de pasar un fin de semana juntos.Él lo sabía. Siempre lo había sabido.Se había casado con Mei solo por conseguir la paz entre su clan y los chinos. Desde el principio, habían acordado llevar vidas separadas y solo ponerse serios cuando fuera necesario un heredero.Lamentablemente, Mei resultó estéril. Sin embargo, para no deshonrarla, Hiro había pospuesto el divorcio entre ellos. Mientras, barajaba la posibilidad de que pudieran tener su hijo a través de un vientre de alquiler, pero Mei había terminado muriendo antes de que pudieran siquiera tomar sus óvulos.Hiroshi asintió. Reconociendo el cadáver de su esposa, y el forence la cubrió con una blanca y larga sábana, regresándola al congelador.— Mis condolencias, señor Yamamoto.— Susurró él forence, pero el líder de los Yakuza no lo escuchó porque ya se marchaba de la morgue.Dos años después:Aiko Kimura pulsó el botón del ascensor y se frotó los ojos, mientras esperaba a que la pantalla digital cobrara vida; no lo hizo, como ocurría la mayoría de las mañanas.Gruñendo, se volvió hacia las escaleras y bajó al primer piso de la amplia mansión a pie.En circunstancias normales, habría pospuesto comprobar el correo si el ascensor no funcionaba, pero la situación era grave, y la noche anterior se había acostado pronto pensando que la noche pasaría más rápido y podría recoger su correo antes.Se obligó a sonreír cuando Kai , el guapo guardaespaldas que siempre rondaba por los pasillos, le sonrió y, sin ningún tipo de reparo, la miró de arriba a abajo. Sabía que ofrecía una insólita imagen para el hombre de rostro inexpresivo ; llevaba unos pantalones muy cortos y una camiseta sin mangas.No había previsto encontrarse con nadie tan temprano, y aquella mañana no le importaba lo más mínimo. Últimamente, siempre estaba obsesionada con el correo.— Buen día, Kai- murmuró haciendo una reverencia y esperando resultar cortés; pero, al estar aún soñolienta, su saludo sonó más como un graznido. Por suerte, Kai no consideró importante seguirla.Finalmente, llegó al buzón, suspirando, murmurando una rápida plegaria, lo abrió... ¡Y allí estaba!El sobre que había estado esperando, junto con otro que en aquel momento no le importó demasiado. Se mordió el labio, pensando que todo en el mundo estaría perfecto si en él no decía: " Señorita Aiko Kimura, váyase a la m****a".Rápidamente rasgó el lateral, con la garganta seca, y sacó unas hojas de papel. El corazón le golpeaba el pecho y le dolía la cabeza, y sus manos temblaban mientras leía las primeras líneas con la adrenalina recorriendo a toda velocidad su torrente sanguíneo.«…Nos complace informarle… ha sido aceptada en el programa...»—¡Oh Dios mío!—chilló, dando saltos y apretando la carta contra su pecho, sonriendo como una idiota y sintiendo que el corazón le iba a estallar de un momento a otro.—¿Sucede algo, Aiko?Ella se giró y palideció al instante, porque frente a sí, tenía nadaas y nada menos que Hitoshi Yamamoto. El más terrible sicario de la Yakuza.Con cualquier otra persona, habría estado extasiada de tener a alguien (a cualquiera) con quien compartir su noticia, pero con aquel hombre que representaba a la misma muerte, no.— Buen día, señor Yamamoto.— susurró, haciendo una reverencia y ocultando la carta a su espalda. * * *—¡Me han aceptado para realizar mi doctorado en Harvard!— chilló. Saltando de contento en cuanto estuvo de regreso en su habitación. Se secó una lágrima de felicidad y se dirigió al armario para buscar la ropa que se pondría.Diez años atrás, nunca se habría imaginado que pudiese acabar allí, sosteniendo aquel papel en la mano, en aquella gigantezca mansión del corazón de Tokyo, con un porvenir brillante y prometedor.Entonces, había sido la menor de dos hermanos, malviviendo en una casa minúscula que se estaba viniendo abajo, y hacían una comida diaria a base de alimentos robados.Ahora, era una estudiante con un futuro prometedor, y podria hacer su maestría gracias a los Yamamoto.Aiko tenía una insaciable sed de conocimiento, de logros, de éxitos, de todo. Cuando era pequeña, nunca había llegado a creer que fuera capaz de conseguir todo aquello. Sus padres habían sido unos rateros y estafadores de poca monta que la obligaban a ella y a su hermano a mendigar o robar en los barrios bajos y peligrosos.Pero, por azares del destino, una noche lluviosa hacía ya diez años, su vida entera había cambiado al ser descubierta hurgando en la basura por Hiroshi Yamamoto.Todo su cuerpo pareció arder ante la sola mensión de su nombre.Hiroshi...Él había sido su héroe al rescatarla de la lluvia y del hambre, llevándola a casa consigo y luego reclutando a su hermano. A su corta edad de diez, él de veinte, Hiro había sido el príncipe de brillante armadura que había compuesto su vida. Ahora que ella tenía veinte y él treinta, sus sentimientos se habían tornado mucho más carnales y menos sanos. Con decir que se le empapaban las pantys de solo verlo era suficiente.Pero él nunca se había fijado en ella como en algo más que la huerfanita de la que su hermana no se separaba.Se miró al espejo y parpadeó, contemplando sus enormes ojos negros que siempre le habían parecido demasiado grandes para su cara. Sus pestañas, fastidiosamente gruesas y largas, su pelo rizado era sorprendentemente dócil, su piel reluciente y clara, y tenía las mejillas rojas debido a la emoción. No era fea ni mucho menos, pero simplemente no era una mujer sufientemente exorbitante ni hermosa como para que él se fijara en ella.—Es un día maravilloso.— Se dijo a sí misma, sonriendo, miró el otro sobre que había recogido del buzón y vio el familiar sello. También era de la Universidad de Harvard. ¡La beca!Sintiéndose optimista, lo abrió, segura de que nada podía salir mal. Era su día. Leyó la carta, sonriendo e incapaz de entender las palabras durante unos segundos; tragó saliva.Su teléfono sonó en ese mismo momento, y se sintió agradecida por la momentánea distracción de la desdicha y el desamparo que se filtraban en sus huesos.— ¿Hola?—Me alegro de que estés despierta; quería saber cómo estabas. ¿Ya ha acabado contigo la ansiedad?Aiko rió. Su mejor amiga, Sofía, la hermana menor de su amor platónico, la estaba llamando.—Me han aceptado en el programa.— anunció.—Oh Dios mío, Imōto (hermana) . ¿En serio?- chilló Sofía, extasiada. Aiko rió de nuevo, sintiéndose mejor.—Sí, en serio. Me han aceptado, pero no me han dado la beca, lo que es un verdadero problema y …- se detuvo, con el corazón en un puño.—Ohhh.— Sofía se quedó callada. Ambas sabían que ser aceptada en el programa era inútil a menos que ofrecieran también la beca. —No pasa nada. Todo saldrá bien. Encontraremos alguna forma. Podría pedirle el dinero a mi hermano, es para algo importante. Él te lo prestaría, siempre lo hace.Aiko suspiró.—Sí, pero, no quiero endeudarme más con Hiro. ¿Sabes qué? Formaré parte del programa, aunque no me pueda permitir hacerlo por mi pésima situación financiera — rió sarcásticamente – ya es todo un logro que me aceptaran allí. Trabajaré en la cafetería de la Universidad para pagar las cuotas, algo se me ocurrirá.— ¿Estás segura? Porque Hiro...— No. No le pidas ayuda a tu hermano, por favor.— De acuerdo.Tras colgar, Aiko llevó la carta de aceptación y la de denegación de la beca a la nevera y las colgó con dos imanes. Una de ellas quedaba muy bien, ofreciéndole un futuro brillante, mientras que la otra le recordaba la realidad de su pobreza y ambición al mismo tiempo.— ¿Qué tal la fiesta?— interrogó en cuanto su amiga regresó a la mansión. — Oh, ya sabes, aburridísima, madre me presentó a un montón de conocidos suyos, gente estirada y pomposa del mundo de la moda.— respondió Sofía, con desdén. — ¿Sigue empeñada en que sigas sus pasos en el modelaje? Sofía rodó sus ojos. — Peor, ella y abuela quieren que sea la directora internacional de Almaz. ¡Ja! Aiko conocía la historia de memoria. En sus tiempos, Valery Ivanova había sido la supermodelo más cotizada del mundo, sin embargo, había abandonado su carrera para dedicarse a criar a los tres hijos que había tenido con su marido, Liu. Y sí, ella conocía a los padres de su amor platónico y de su amiga, por lo tanto, sabía lo comandantes que podían llegar a ser. — Dile la verdad. Dile que eso no es lo que quieres.— susurró Aiko. Su amiga rodó sus ojos. — Como si eso fuera a convencer a la abuela Sofía. — Masculló su amiga. — Las opciones somos yo o la loca de mi prima Roxane, y lamentablemente, n
Hiroshi apartó a un lado el bulto de expedientes, empujó su silla hacia atrás, y se acercó con aire decidido al amplio ventanal de su despacho. Su rostro tenía una expresión sombría; se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se quedó mirando en la distancia. Estaba enojado por el mísero esfuerzo de su gente y los resultados de la búsqueda. Parecía como si todo hubiera ido mal desde el momento en que se decidió en ir hacia adelante con sus planes y no sabía por qué no podía arreglarlo como arreglaba todo lo demás en su vida. Hasta ese momento, las candidatas eran o completamente distintas a lo que él buscaba, o no le convencían. Había recibido expedientes de mujeres de todo el país, con doctorados, carreras médicas e ingenieras, pero algo no le cuadraba. No sabía qué estaba buscando exactamente...Había pensado que las cosas le resultartarían más fáciles. Lo único que pedía era que la madre subrogada de su hijo fuera inteligente, con buena salud y sin antecedentes de abuso de
Aiko hizo una pausa. En su opinión, era una pregunta injusta, pero aquello era como cualquier otra entrevista de trabajo y debía responderle. Literalmente si la aceptaban, se contratarían sus servicios a cambio de una compensación económica. Llenó sus pulmones de aire y recuperó su asiento. —Acabo de ser aceptada en un programa para obtener mi doctorado por la Universidad de Harvard, pero me han denegado la beca que solicité. Por eso estoy aquí. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para conseguir el aporte financiero que necesito para alcanzar mis metas. «Metas» Hiroshi se inclinó hacia adelante. —¿Tienes muchas metas muñequita? Ella rodó los ojos frustrada, le miró de frente y notó que por primera vez en años el la estaba viendo. No estaba simplemente mirando en la dirección general en la que ella estaba, sino que la estaba viendo en serio. Tener toda su atención y su oscura mirada encima, era alucinante y, aunque el despacho no estaba exageradamente iluminado, temió sonroja
Ella estaba nerviosa y emocionada; no sabía cuál de las dos emociones era la dominante, pero no le importaba. ¡La habían contratado! Había estado negociando los términos con los abogados de Hiroshi, algo que le dijeron que debía hacer, y el propio Hiro la había llamado para decirle que se mostrara exigente, que lo esperaba de alguien que se estaba sometiendo a un proceso tan importante para él. Así que había intentado establecer algunos términos. Era difícil pensar en algo cuando los abogados estaban empeñados en darle todo lo que quería. Pidió una oficina en casa para poder estudiar y redactar su trabajo de investigación, y le dijeron que sí. Después le preguntaron qué coche quería, y ella dijo que le parecía bien cualquiera, pero le dijeron que no, que tenía que especificar. Fue difícil, pero lo consiguió. Por alguna razón, los abogados se habían negado de manera obstinada a proporcionarle el pequeño coche que la habían obligado a especificar. Tenía la sensación de que todo aquell
—Los informes están en camino. Tardarán unos minutos.Hiroshi suspiró con impaciencia y Aiko se recostó en su asiento, incómoda, nerviosa y un poco avergonzada. Aún quedaba una semana para que le viniera el período, pero le habían hecho un análisis de sangre y ahora estaban allí esperando a averiguar si estaba embarazada.Ni en sus más descabelladas fantasías (si es que alguna vez se había imaginado en una situación;en la que estuviera esperando los resultados de un embarazo ) hubiera concebido aquel panorama:Sentada allí con un médico desconocido, el hombre que la ponía a arder de ganas, y dos guardaespaldas al fondo de la consulta, mientras esperaba. Era como una película( y una película de terror.)—¿Han embalado los guardaespaldas tus pertenencias?Ella se giró ante aquel intento de conversación superficial. No le pegaba. Conocía suficiente a Hitoshi como para saber exactamente como era en realidad. —Sí, lo han llevado todo a tu casa hace cosa de una hora.Él ya lo sabía, por
Hiro carraspeó y se apartó a un lado. —Hay una cosa más que te quiero enseñar. Subieron otro tramo de escaleras y entraron a una sala ante la que Aiko se quedó sin aliento. Una de las paredes era todo cristal, con vistas a varios acres de jardines bien cuidados e iluminados y una fantástica cascada ( un enorme cascada artificial ) estaba decorada con luces de un amarillo resplandeciente. Y, allí mismo, delante de aquella maravillosa vista, había un espacioso escritorio. —¿Es en serio?- exclamó. —Esta es tu oficina, para que estudies, trabajes, o pases tiempo a solas, lo que quieras. —¡Es increíble! - susurró ella, con la mirada fija en los ventanales. Hiro se quedó mirándola, notando el asombro de su expresión, su evidente júbilo; y su corazón dio un vuelco. Era tan fácil hacerla feliz...con cualquier mínima cosa. Nada de ostentaciones ,nada de cosas vanales, solo un paisaje bonito y ya estaba al borde de las lágrimas. En silencio, la condujo al piso de abajo, al comedor, y Aik
Dos semanas más tarde, Aiko se alegró de que llegara el fin de semana para quedarse en la casa nueva y organizar su habitación. Estaba arrastrando una pequeña silla cuando escuchó un grito detrás de ella. —¡¿Qué demonios estás haciendo?! Ella se echó la mano al pecho, se giró y miró boquiabierta al origen de aquel grito. —En serio, Hiroshi, me has asustado. Pero él no se rió, sino que frunció el ceño y la miró enfadado, como si ella acabara de cometer un crimen. —¿Qué estás haciendo?- repitió, y Aiko se enderezó, sintiéndose confusa. —¿Que qué estoy haciendo? —Estás arrastrando una silla de roble. Estás haciendo un esfuerzo físico innecesario cuando guste inseminada ayer.— Masculló él. Y ella comprendió lo que ocurría se golpe, aunque le sorprendió la furia que se reflejaba en sus ojos. Ahora que estaba más cerca, se dio cuenta de que no bromeaba y de que no estaba de humor para tonterías. — necesito poner unas cosas encima del armario y no alcanzo... —Pues te compro un puñeter
Desde aquel ángulo, la simetría de su rostro femenino resultaba abrumadoramente delicada y hermosa, con la pequeña nariz, los enormes ojos café y los rosados labios suplicando ser besados. El buen humor de Hiroshi se desvaneció y la observó, notando que ella evitaba su mirada. «Lo sabía » Había sentido como ella lo había acariciando con la mirada, no había imaginado su hambre desenfrenada y su curiosidad por él, pero esos eran sentimientos que no tenían cabida allí. De igual forma que su creciente atracción por ella tampoco era apropiada. Debía combatirla e ignorar lo que le estaba sucediendo. — Muñequita, lo último que quiero es hacerte sentir incómoda. Aiko abrió la boca para decir "no te estaba observando", pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. No podía mentir, ni siquiera para salvar su orgullo. —Estaremos juntos al menos unos meses más, ¿verdad? Voy a estar en casa. Tú estarás aquí. Y pasaremos tiempo juntos. Tenía la esperanza de que hubieran problemas