Cuando regresó a la casa, específicamente a su habitación, pensó en checar algunos e-mail pendientes en su viejo y destartalado portátil, el que estaba justo donde lo había dejado, pero junto a este había un Mac. Un reluciente y precioso Mac, nuevo y con un gran lazo rojo pegado encima. —Oh, Dios mío.— Susurró, acariciándolo con los dedos. — ¿Te gusta? Escuchó que él preguntaba. Se giró y vio a Hiro a un metro de ella, sopesando la expresión de su rostro, intentando adivinar lo que estaba pasando por su cabeza.—¿ Por qué...? —¿Te gusta?— insistió él. Aiko resopló, se volvió a dar la vuelta para admirar aquella belleza que dominaba su escritorio, y volvió a girarse hacia él. —¿Es una broma? —Para nada. — Hiro… es… no puedo aceptarlo—le dijo con una suspiro, pero suplicándole con la mirada. —Claro que puedes aceptarlo. Es un regalo, uno que necesitas y que puedo hacerte. Ella abrió la boca para hablar y la volvió a cerrar. —No es justo— lo amonestó, y se recogió el cabello detr
Tres hora más tarde, Aiko estaba en la cinta de correr mientras escuchaba música en el reproductor del gimnasio, cuando lo vio llegar. Su rostro se iluminó instantáneamente. —Hola. Que pronto vuelves. Hiro cogió una toalla de la mesa que había a la entrada de su equipado gimnasio, y se dirigió a la cinta de al lado. —¿Has pasado una buena mañana? —Sí—musitó. «Por cierto, te he echado muchísimo de menos.» pensó ella. —¿Quieres salir a cenar esta noche? Aiko se mordió el labio. La última vez que le había propuesto que se quedaran en casa, habían acabado teniendo sexo en la sala de cine. Prefería morir antes que sugerir quedarse a pasar el fin de semana juntos y que él pensara que ella quería una repetición de lo sucedido aquella noche. —Me encantaría— respondió rápidamente. Hiro exploró su cuerpo con una mirada rápida, estaba enfundada en un traje deportivo ajustado, una de las cosas que la había obligado a adquirir cuando salieron de compras. Su trasero se amoldaba perfectament
Cuando llegó el lunes, Aiko comprobó que le era imposible caminar. Apoyar su tobillo inflamado le dolía horriblemente, así que llamó a su supervisor y obtuvo un permiso para trabajar desde casa. Se encerró en su habitación con su nuevo Mac porque no podía subir las escaleras hasta su oficina. Siendo completamente honesta, extrañaba los días en los que estaba obsesionada con el trabajo y nada más, y se sentía culpable por pensar que Hiroshi y lo que sentía por él era una distracción. Hiro, por su lado, estaba distraído. Su hermano lo había reprendido ya un par de veces por no estar cien por ciento alerta durante las negociaciones con los árabes. Él no lograba concentrarse, queriendo estar junto a su muñequita todo el jodido día y sientiendose frustrado por no saber nada de ella durante horas. Incluso checaba continuamente su teléfono, para comprobar si lo habían llamado alguna de las empleadas de la casa, porque por alguna razón Aiko nunca lo hacía. Tendría que apresurar sus plan
Hiroshi Yamamoto se estaba volviendo loco. Y todo porque ella no le hablaba. Hacía días no se escuchaban sus risas en la casa, había menos charlas entre ellos y ella se mantenía más enfrascada en su trabajo. Últimamente, parecía que ella siempre tenía algo que hacer. No le importaba que trabajara, lo que lo jodía era que ella no parecía interesada en pasar tiempo con él y tampoco echaba de menos su compañía. Aiko escribía sus reportes ensimismada en su portátil, parando y frotándose las sienes de vez en cuando. Hiro estaba en su mente de forma constante. ¿Hasta donde sería él capaz de llegar con tal de obtener lo que quería? Ya habían tenido sexo una vez, pero él no estaba interesado en volver a hacerlo. No parecía ser así, al menos. El principal problema era que él estaba en su casa demasiado, quizás todo el jodido tiempo y ella sabía que él no tenía por qué hacer la mayoría de las cosas que hacía. Siempre quería pasar tiempo con ella y estar cerca de ella. Además, no tenía que
Hiroshi se incorporó para quitarse la camisa, y ella, sollozó entrecortadamente cuando él comenzó a tironear de su vestido, para quitárselo. Cuando la tuvo desnuda, se movió hacia abajo, enterrando la boca entre sus piernas. Con un chillido, Aiko tembló ante aquella sensación tan intensa. Su sexo estaba muy sensible, y la incipiente barba de Hiro la rozaba provocándole una violenta reacción. Con la lengua de él deslizándose por su hendidura, lamiendo y degustando, e incluso penetrandola con ella, Aiko creyó que moría de placer. — Hiro... Su torturadora boca encontró su hinchado clítoris y lo chupó, para después someterlo a roces con el pulgar. — Estoy aquí, Watashi no ningyō ( mi muñeca) El apelativo cariñoso y sobre todo posesivo hizo que la recorriera una tremenda ola de felicidad. Sus palabras sonaban amortiguadas entre sus piernas. Cuando instintivamente intentó alejarse de su agresiva boca, él le clavó los dedos en los muslos para mantenerla en el sitio. Movió el pulgar sobr
— Solo hay un pequeño problema, madre. No quiero a otra mujer. Vientre de alquiler o no, solo la quiero a ella para esto. — Pero hijo...— protestó Valery.— lo más lógico y natural, sería que despidieras a la muchacha y contrarases a otra. — Estas cosas llevan tiempo, madre. — Lo sé, cariño. Pero ya van casi cuatro meses de este loco experimento tuyo y no creo que... Hiro apretó el móvil entre sus dedos, deseando furiosamente arrojarlo contra la pared más cercana. — ¿Sofía te ha pedido que intervenidas, no es así?— Masculló.— no me importa lo que haya dicho mi hermana, la chica está conmigo. Es mía ahora, ¿lo entiendes? ¡Mía! ¡Y no voy a renunciar a ella solo porque mi hermana quiere a su juguete de vuelta! Hiro colgó y de paso apagó su celular. ¿ Quien se creía que era su hermana para querer quitarle a su muñequita? ¡ No lo permitiría! Aiko era suya, toda , completa e irremediablemente suya...eso lo había sonreír como un perro satisfecho. Dejó el celular sobre la cómoda, y se f
El líder de la Yakuza, más terrible y asesino que nunca, atravesó el pasillo de aquel horrendo edificio en la Bahía Norte de San Francisco y se preguntó cínicamente cómo podría ella preferir subsistir como una andrajosa muerta de hambre a gozar de todos los lujos que él había puesto a sus pies. Sus informantes había hecho bien su trabajo y aunque él había estado ocupado asesinando pandilleros, la habían encontrado cuatro semanas justo después de su partida de Japón. Lamentablemente, ya habían pasado cuatro meses desde entonces. La muy tonta había creído que podía escapar de él. Había creído que podía ocultarse utilizando un nombre falso y cambiando su aspecto. Tan lista que era como para ser aceptada en Harvard, y sin embargo era bien cretina si creía que él renunciaría a lo que habían acordado.Ella le daría un hijo. De regreso a Japón él la esposaría a su cama y se la follaría sin compasión todas las jodidas noches hasta que ella terminase preñada.¡Había llegado el momento de la c
Le sonó el móvil y, al mirar el identificador de llamadas, comprobó que era su hermana. Rodó los ojos. Genial... Lo más probable era que Sofía se hubiera enterado después que él se lo contó a sus padres. –¿Qué quieres? –¡Eres un cabrón y un hijo de puta!– Ladró ella en seguida. — Dime algo que no sepa.— Farfulló él. — ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste abandonarla así ?, ¡ella espera un hijo tuyo, Hiroshi! Hiro se sintió un poco incómodo. Desde que su hermana se había enterado de la desaparición de Aiko se había convertido en una verdadera bruja, culpandolo a él de todo y amenzando con arrancarle las pelotas si ella no aparecía. — Me estás acusando de algo que no he hecho, Sofía. Ella fue quien me abandonó a mí. No lo olvides y ahora la llevaré de regreso a Tokyo. Cuando tomo una decisión, actúo rápido. –Ya lo creo. ¿Cuando regresas? En cuanto llegues la quiero aquí, me oyes. Me la traes de regreso a mi casa. Ya bastante le has hecho pasar a la pobre. Yo la cuidaré. Tú no te preoc