–¿Te molesta? Él hizo una pausa y la miró con gesto grave. –No. A mis padres les encantará, eso es seguro. Ella lo observó y permaneció en silencio. Hiro se apartó. — Me quedaré a hacerte compañía esta noche. A la mañana siguiente, ella confirmó sus temores. No lograba acostumbrarse al peso del anillo en su dedo. Se levantó de la cama, agradecida de que le quirasen las esposas y se fue al baño a llorar. Se sentía impotente y aterrada. Sabía que su futuro sería incierto. Después de recuperarse, se mojó la cara con agua y se enjuagó la boca. Respiró hondo e intentó calmarse. Ella vio a Hiro acercarse a lo lejos. Su corazón se sobresaltó. Hasta hacía muy pico, nunca se atrevió siquiera a soñar con casarse con él. Existían demasiados obstáculos. Una vez más, lamentó haberse metido en aquel problema. Había sido una tonta, esperanzada en que él la amara alguna vez. De momento una ráfaga de Chanel número cinco inundó sus sentidos y se encontró abrazada por Sofía de un mo
Dos días después, de regreso en Tokyo y tras llorar durante horas porque había regresado al principio, Aiko no podía soportar el descanso obligatorio que le había impuesto. Necesitaba con desesperación salir al mundo exterior. El ama de llaves frunció el ceño al verla abrir la puerta principal. –¿Va a salir? –preguntó la mujer con gesto de preocupación. Elle se giró. –Sí. El médico dice que puedo salir. Según las ecografías, todo está bien. Me vendrá bien algo de ejercicio físico. –Al señor Yamamoto no le va a gustar. –Sí, bueno, pero si no salgo un rato, acabaré volviéndome loca. Y no pretendo alejarme del jardín –dijo Aiko con firmeza. –La entiendo, pero comprenda que después que usted desapareció el señor enloqueció de furia. Se vivieron días terribles en esta casa y en toda la ciudad cundió el pánico. Aiko palideció. –¿Qué quiere decir? No comprendo. ¿Qué tiene que ver mi huída con todo eso. — Verá, señora...—El ama de llaves comenzó, pero en ese momento sonó el teléfo
Hiro miró su plato. –Te has comido toda la cena, muy bien. Me alegra que te estés comportando. Ella suspiró y señaló a su plato vacío. –Me apetecen mucho los carbohidratos. Me voy a poner como una vaca. –Serías una vaca preciosa –comentó él con voz suave. –¿Eso crees de verdad? –Sí. Aiko quiso preguntarle si la había echado de menos mientras ella estuvo en Estados Unidos y si había pensado en ella, pero temió que a él le pareciera una pregunta tonta. –¿Qué tal te ha ido el día? –preguntó ella. –Bien. Mejor de lo que esperaba. He conversado con un posible socio de negocios. Lo conocí a través de mi tío Viktor . –contestó él y se levantó de la silla. –Suena muy bien –señaló ella, esperando que le contara más cosas. –Este sujeto, el tal Augusto Cuellar tiene el mismo problema que mi tío. Hay un búlgaro tocandoles las narices y estábamos evaluando la mejor forma de... Bueno, quitarlo del medio. –indicó él y a ella la recorrió un escalofrío.– Ven arriba. Podemos darnos un bañ
Esa noche, mientras ella se acomodaba entre sus brazos, Hiroshi la notó más calmada y relajada que nunca. La sensación de su piel y su sensual aroma lo envolvían. Pero se resignó a otra noche más de frustración y cerró los ojos.Minutos después, sintió que Aiko le recorría el pecho con la mano y bajaba, acariciando su abdomen. Él la agarró justo antes de que llegara a su gran erección.–No me provoques –advirtió él con voz ronca.Ella acercó sus labios a la boca de él.–¿Y si la provocación va seguida de satisfacción?–Pensé que necesitabas tiempo…Elle deslizó la lengua por sobre sus labios. –He tenido tiempo, te deseo, Hiroshi –confesó ella–. Eso es algo que no va a cambiar.–Si estás segura…–dijo él y le soltó la mano.Al instante, Aiko le acariciaba en su parte más íntima y lo besaba como si el mañananno existiera. Hiro se preguntó si alguna vez conseguiría aburrirse de ella. Esa noche, hicieron el amor y, cuando se despertó por la mañana, se vio dividido entre su deseo de tomar
Él la observaba en silencio.Su mirada la hacía sentir seductora y atrayente. De hecho, nunca se había sentido tan atractiva en su vida. La miraba como si fuera la única mujer en la tierra.Y solo sonrió, porque ya conocía si secreto.Hito llevaba el torso desnudo, pero ella se estremeció de emoción al ver que se desabrochaba los vaqueros. Los dejó caer hasta el suelo junto con sus bóxer, quedando ambos desnudos en su dormitorio.Tendiéndole la mano, lo animó a subir al colchón con ella. La cubrió con su cuerpo sin apenas rozarse. Y al besarla, Aiko apenas podía resistirse a atraerlo hacia sí. Quería estar bajo él, a su lado y que la poseyera de toda su las formas posibles.aElla arqueó la espalda, rozando con sus pezones su suave pecho. La fricción la hizo estremecerse.. Apoyó las manos en su vientre, descendiendo hasta llegar a su entrepierna.Él por su parte, estaba ocupado besándole el cuello y los hombros. La suavidad de sus labios contrastaba con sus dientes al mordisquear su p
Diez días más tarde, Hiroshi estaba tenso y tenía ganas de estrangular a alguien o más explícitamente a la metiche de su hermana.Siempre había estado absorto con sus metas, pero entonces contrató a Aiko para gestar a su bebé, y desde ese momento su brújula no apuntaba al norte, sino a ella. Había tantas cosas que debían arreglar entre ellos, pero le era imposible, porque la metiche de su hermana no los dejaba a solas.Sofía se había mudado con ellos, y acaparaba la atención de su muñequita todo el día, e incluso durante la noche. Hacía días que no cenaban juntos, porque su hermana pedía que les sirvieran la cena en la habitación de Aiko.Aquello reavivó su ira.¿Cómo podía convencer a Aiko de quedarse a su lado luego de que el contrato de surrogación terminara, si Sofía no dejaba de interponerse entre ellos?Sí, estaban casado, y sí, Aiko era su esposa legalmente, pero eso no le daba seguridad ninguna de nada.Empujó su plato, había perdido el apetito por completo.Una mujer como
Aiko se sentía abrumada. Por lo visto, Hiroshi tenía su propio jet y su propio yate para llevarlos a una pequeña isla en mitad del océano. Se estaba volviendo loca. Y se lo estaba pasando como nunca. Habían pasado el día caminando por la arena, comiendo manjares del lugar y explorando el pequeño mercado de la isla. Había mucha humedad y hacía calor, pero el agua era maravillosa y transparente. Él yacía sobre una tumbona, siguiendo con la mirada los movimientos de ella, que merodeaba sin rumbo fijo en las aguas poco profundas de la orilla. Con un sencillo bikini blanco, sus curvas resultaban más tentadoras que nunca, y su vientre era evidentísimo sobre la parte inferior de su bikini. La joven se dio la vuelta, sonriendo de oreja a oreja y apartándose el cabello de los ojos. El corazón le dio un vuelco a Hiro y memorizó aquella imagen, sintiéndose como un monstruo por haber interrumpido su rutina y su comodidad, pero sabiendo que no le quedaba otro remedio a menos que quisiera suf
Su habitación de hotel estaba a unos pocos metros de la playa. Ella estaba sentada en una tumbona en la cubierta, mirando las olas, cuando Hiro la llamó. Al pasar por el salón, echó un vistazo en la primera habitación, que era la suya, y su corazón dio un vuelco al ver la puerta que conducía a la de él. No le hacía ninguna ilusión dormir sola. Él apareció por el otro lado y Aiko sonrió instintivamente al verle. —¿Qué hacemos hoy? Hiro deseaba tomarla en sus brazos de nuevo. No podía sacudirse la sensación de su delicada piel bajo sus dedos, la forma en la que relucía, como si estuviera hecha de las fina porcelana. —Estaba pensando que podíamos quedarnos en el hotel. Hacer algo juntos. —¿ Algo como qué?— Su expresión flaqueó cuando él volvió a colocar la mano en su brazo. Fue un movimiento automático. Se dio cuenta de que se estaba inclinando hacia ella, y ella hacia él. —Quedarnos todo el día aquí encerrados, y pidiendo lo que querramos a servicio a la habitación, no sé... Aiko