Luego de desayunar, se fueron caminando por la orilla de la playa. Tomados de la mano. Hiro nunca había sentido tal sensación de plenitud y paz en su vida. Sin embargo, en su mente aún quedaba un aguijón de duda. Sabía que ya que estaba allí, en aquella Isla, había una visita que no podría postergar ni evitar. Su corazón retumbaba de lntro de su pecho, y no precisamente de júbilo. Se acercaba al sitio con una sensación de trepidación recorriendo sus venas. Sobre una escalinata pequeña se hallaba parada una mujer. Ella observaba a la pareja que se acercaba con una expresión divertida en su rostro. Él viento había ondular su largo y negro cabello, en el cual resaltaban ya algunas que otras canas. Hiro le tendió su mano a Aiko y poco a poco la ayudó a subir los escasos y pequeños peldaños que sabía que lo alejarían de la playo y lo acercarían al refugio paradisíaco donde vivían sus padres. — Madre...— salufoó a la mujer que los esperaba.— imagino que recuerdas a Aiko Yamamoto, mi e
Comieron el refrigerio, sonriendo y en un ambiente ameno. Aiko se sorprendió, de la cálida bienvenida que había recibido por parte de sus suegros.Había esperado que la rechazaran o negaran debido a sus antecedentes. — Bueno, no me quiero imponer, considero que lo mejor es que ustedes decidan como llamar al pequeño.— concluyó Valy, bebiendo su té. Liu sonrió, feliz de lo juiciosa que era su mujer. La conversación versó sobre muchos temas, hasta que de algún modo Aiko terminó explicándole a sus suegros los detalles de su programa de estudios en Harvard. —…sí, será un cambio muy grande para mí. Hay muy pocas mujeres con doctorados en mi rama y no había sido capaz de obtener ese nivel hasta ahora ...— tragó saliva—por falta de becas. Hiro sabía que el dinero iba a cambiar su vida, y se alegraba de haber podido ayudarla. Valery escuchó atentamente su animada explicación y evitó hacer una mueca de incredulidad. No... Si la expresión tormentosa en el rostro de su hijo era alguna in
Un par de semanas después, durante el desayuno, Hiroshi le dijo: — Necesito un gran favor tuyo, muñequita. Aiko lo miró, extrañada de aquellas palabras. Hiro le sonrió. — Tengo un primo en Italia, bueno, de hecho son tres, pero en fin...resulta que a mi primo, el mayor de los tres le han saboteando un viñedo cuya cosecha era bastante cara y me ha enviado una muestra del hongo con que hicieron el sabotaje. Ella asintió. — Comprendo. ¿Quieres que examine la muestra? — Sí, eso exactamente. Aiko arrugó el entrecejo. — Pero Hiro, no tengo lo necesario para hacer algo así aquí en casa. Para saber exactamente qué tipo de hongos se necesitaría... — Sandro dice en su mensaje que es una Botritis cinerea, ni idea de qué demonios es eso, pero le gustaría saber porqué este género destrozó su viñedo en veinte y cuatro horas cuando generalmente el hongo toma semanas en expandirse. Aiko elevó las cejas, intrigada. — Por los medios para analizarlo no te preocupes. Esta mañana después del de
Tres matones jugaban a las cartas dentro del taller de reparaciones abandonado en lo que el resto montaba guardia afuera. Caminando de un lado para otro. Aiko entornó los ojos, intentando descifrar a qué pandilla pertenecían esos hombres. La tenían atada de pies a manos a una silla y amordazada.Intentaba respirar profundamente por la boca, porque si lo hacía sucumbiría al pánico. Habían pasado veinte y cuatro horas desde que la habían secuestrado, y sin embargo aún no contactaban con Hiroshi para pactar un rescate. Intentó no ponerse nerviosa de más, pero aquello no le daba buena espina. Si los secuestradores no tenían intensión de negociar por si libertad, entonces...¿Planeaban asesinarla? Pasaban las horas, y aunque luchaba por no perder la fe, Aiko se veía cada vez más perdida. *** Por sobre el suelo de la mansión Yamamoto, roja, tibia y pegajosa, corría la sangre... Hiroshi Yamamoto caminaba descalzo por sobre ella, la expresión en su rostro una de rabia. El arma en su
Muy pocas veces en su vida le tembló la mano al lider de la Yakuza a la hora de disparar contra un enemigo, pero cuando llegó a aquel taller abandonado y vio a su hermano, oculto tras la máscara del demonio rojo sosteniendo un puñal , casi a punto de clavarlo en el vientre de su esposa, Hiroshi Yamamoto conoció el verdadero terror. Quería a su hermano, eso era cierto. Sus padres los habían criado para ser líder y ejecutor, solo vivían y respiraban para engrandecer a la Yakuza, cada uno a su manera, pero no podía permitir que por el motivo que fuese su propia familia dañara a la mujer que amaba. Dirigió la mirilla de su revolver al rostro del demonio rojo y disparó. *** Cuando recuperó la consciencia, se encontraba en el suelo, desatada y algo apartada de la silla donde la habían tenido prisionera. A su lado habían dos hombres muertos, dos hombres que reconocía bien, porque formaban parte del equipo de seguridad de Hiroshi. Por todos lados lados llovían los balazos y reinaba un
Cinco años después: Hiroshi frunció el ceño cuando vio que se abría la puerta de su despacho.Había dado órdenes estrictas de que no se le molestara y esperaba que se obedecieran dichas órdenes. Normalmente lo conseguía. Nadie que trabajara para él podía ignorar sus normas sin tener después que sufrir las consecuencias.Se daba cuenta de que se parecía cada vez más a su padre, Liu Yamamoto también había sido siempre muy temido.—Confío en que sea algo urgente, como que la mansión está en llamas o algo así —le dijo a su ama de llaves con frialdad al verla entrar en su despacho.Supuso que debía de ser algo muy urgente para que estuviera desoyendo sus instrucciones de esa manera.—Que yo sepa, no. No está en llamas su hogar, señor —replicó ella sin inmutarse ante su tono agresivo—. Pero aún puede estarlo …La ama de llaves, con su pelo canoso, su cara de pocos amigos y su gesto arisco, le había recordado siempre a un perro bulldog a punto de morder. Por su aspecto y también por su cará
—¿Una emergencia? —repuso él, burlonamente, al ver que su ama de llaves esperaba una respuesta—. Ella parece tener un talento especial para exagerar y convertir en emergencia cualquier tontería sin la menor importancia —agregó sin poder ocultar su irritación.Sabía que en su rígida y estricta empleada no iba a encontrar mucha comprensión, pero no le importó que lo viera enfadado, tenía que desahogarse con alguien.Además, Hiro le pagaba lo suficiente por su trabajo como para que soportará su mal humor de vez en cuando. —Para ella, por ejemplo, es una emergencia pasarse del límite de su tarjeta de crédito —agregó cada vez más enfadado.—Creo que esto es distinto, señor —respondió su empleada.Él estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba y no era precisamente conocido por tener esa cualidad. Ya estaba prestándole en ese momento más atención y tiempo a pensar en Aiko y en su matrimonio de lo que habría querido. Miró de reojo la pantalla de su ordenador. Podía ver cómo seguía
—¿Llamas para restregar en mi cara tu nominación al Nobel? —agregó irritado.Aiko no tardó en darse cuenta de que llamarlo por videoconferencia había sido un grave error. Lo supo en cuanto la imagen en la pantalla volvió a la vida.Sintió que se esfumaban de repente todo su valor y autodeterminación. Y, lo que era aún peor, también se había quedado muda de asombro. Había sido otro terrible error, uno más en su larga lista. Y todos parecían tener algo que ver con ese hombre.No había estado preparada para verlo de nuevo, para tener que enfrentarse a la frialdad de sus palabras y la belleza de su rostro. De hecho, nunca lo había estado.Hiroshi estaba allí mismo, delante de ella, en el enorme monitor de su ordenador.Después de todos esos años, volvía a verlo y era tan imponente, atractivo y misterioso como lo recordaba. Aunque se mostraba mucho más fiero.En cuestión de segundos él se había metido de nuevo en su triste y solitaria vida, llenándola con su implacable fuerza y el fuego de