Hiro miró su plato. –Te has comido toda la cena, muy bien. Me alegra que te estés comportando. Ella suspiró y señaló a su plato vacío. –Me apetecen mucho los carbohidratos. Me voy a poner como una vaca. –Serías una vaca preciosa –comentó él con voz suave. –¿Eso crees de verdad? –Sí. Aiko quiso preguntarle si la había echado de menos mientras ella estuvo en Estados Unidos y si había pensado en ella, pero temió que a él le pareciera una pregunta tonta. –¿Qué tal te ha ido el día? –preguntó ella. –Bien. Mejor de lo que esperaba. He conversado con un posible socio de negocios. Lo conocí a través de mi tío Viktor . –contestó él y se levantó de la silla. –Suena muy bien –señaló ella, esperando que le contara más cosas. –Este sujeto, el tal Augusto Cuellar tiene el mismo problema que mi tío. Hay un búlgaro tocandoles las narices y estábamos evaluando la mejor forma de... Bueno, quitarlo del medio. –indicó él y a ella la recorrió un escalofrío.– Ven arriba. Podemos darnos un bañ
Esa noche, mientras ella se acomodaba entre sus brazos, Hiroshi la notó más calmada y relajada que nunca. La sensación de su piel y su sensual aroma lo envolvían. Pero se resignó a otra noche más de frustración y cerró los ojos.Minutos después, sintió que Aiko le recorría el pecho con la mano y bajaba, acariciando su abdomen. Él la agarró justo antes de que llegara a su gran erección.–No me provoques –advirtió él con voz ronca.Ella acercó sus labios a la boca de él.–¿Y si la provocación va seguida de satisfacción?–Pensé que necesitabas tiempo…Elle deslizó la lengua por sobre sus labios. –He tenido tiempo, te deseo, Hiroshi –confesó ella–. Eso es algo que no va a cambiar.–Si estás segura…–dijo él y le soltó la mano.Al instante, Aiko le acariciaba en su parte más íntima y lo besaba como si el mañananno existiera. Hiro se preguntó si alguna vez conseguiría aburrirse de ella. Esa noche, hicieron el amor y, cuando se despertó por la mañana, se vio dividido entre su deseo de tomar
Él la observaba en silencio.Su mirada la hacía sentir seductora y atrayente. De hecho, nunca se había sentido tan atractiva en su vida. La miraba como si fuera la única mujer en la tierra.Y solo sonrió, porque ya conocía si secreto.Hito llevaba el torso desnudo, pero ella se estremeció de emoción al ver que se desabrochaba los vaqueros. Los dejó caer hasta el suelo junto con sus bóxer, quedando ambos desnudos en su dormitorio.Tendiéndole la mano, lo animó a subir al colchón con ella. La cubrió con su cuerpo sin apenas rozarse. Y al besarla, Aiko apenas podía resistirse a atraerlo hacia sí. Quería estar bajo él, a su lado y que la poseyera de toda su las formas posibles.aElla arqueó la espalda, rozando con sus pezones su suave pecho. La fricción la hizo estremecerse.. Apoyó las manos en su vientre, descendiendo hasta llegar a su entrepierna.Él por su parte, estaba ocupado besándole el cuello y los hombros. La suavidad de sus labios contrastaba con sus dientes al mordisquear su p
Diez días más tarde, Hiroshi estaba tenso y tenía ganas de estrangular a alguien o más explícitamente a la metiche de su hermana.Siempre había estado absorto con sus metas, pero entonces contrató a Aiko para gestar a su bebé, y desde ese momento su brújula no apuntaba al norte, sino a ella. Había tantas cosas que debían arreglar entre ellos, pero le era imposible, porque la metiche de su hermana no los dejaba a solas.Sofía se había mudado con ellos, y acaparaba la atención de su muñequita todo el día, e incluso durante la noche. Hacía días que no cenaban juntos, porque su hermana pedía que les sirvieran la cena en la habitación de Aiko.Aquello reavivó su ira.¿Cómo podía convencer a Aiko de quedarse a su lado luego de que el contrato de surrogación terminara, si Sofía no dejaba de interponerse entre ellos?Sí, estaban casado, y sí, Aiko era su esposa legalmente, pero eso no le daba seguridad ninguna de nada.Empujó su plato, había perdido el apetito por completo.Una mujer como
Aiko se sentía abrumada. Por lo visto, Hiroshi tenía su propio jet y su propio yate para llevarlos a una pequeña isla en mitad del océano. Se estaba volviendo loca. Y se lo estaba pasando como nunca. Habían pasado el día caminando por la arena, comiendo manjares del lugar y explorando el pequeño mercado de la isla. Había mucha humedad y hacía calor, pero el agua era maravillosa y transparente. Él yacía sobre una tumbona, siguiendo con la mirada los movimientos de ella, que merodeaba sin rumbo fijo en las aguas poco profundas de la orilla. Con un sencillo bikini blanco, sus curvas resultaban más tentadoras que nunca, y su vientre era evidentísimo sobre la parte inferior de su bikini. La joven se dio la vuelta, sonriendo de oreja a oreja y apartándose el cabello de los ojos. El corazón le dio un vuelco a Hiro y memorizó aquella imagen, sintiéndose como un monstruo por haber interrumpido su rutina y su comodidad, pero sabiendo que no le quedaba otro remedio a menos que quisiera suf
Su habitación de hotel estaba a unos pocos metros de la playa. Ella estaba sentada en una tumbona en la cubierta, mirando las olas, cuando Hiro la llamó. Al pasar por el salón, echó un vistazo en la primera habitación, que era la suya, y su corazón dio un vuelco al ver la puerta que conducía a la de él. No le hacía ninguna ilusión dormir sola. Él apareció por el otro lado y Aiko sonrió instintivamente al verle. —¿Qué hacemos hoy? Hiro deseaba tomarla en sus brazos de nuevo. No podía sacudirse la sensación de su delicada piel bajo sus dedos, la forma en la que relucía, como si estuviera hecha de las fina porcelana. —Estaba pensando que podíamos quedarnos en el hotel. Hacer algo juntos. —¿ Algo como qué?— Su expresión flaqueó cuando él volvió a colocar la mano en su brazo. Fue un movimiento automático. Se dio cuenta de que se estaba inclinando hacia ella, y ella hacia él. —Quedarnos todo el día aquí encerrados, y pidiendo lo que querramos a servicio a la habitación, no sé... Aiko
Luego de desayunar, se fueron caminando por la orilla de la playa. Tomados de la mano. Hiro nunca había sentido tal sensación de plenitud y paz en su vida. Sin embargo, en su mente aún quedaba un aguijón de duda. Sabía que ya que estaba allí, en aquella Isla, había una visita que no podría postergar ni evitar. Su corazón retumbaba de lntro de su pecho, y no precisamente de júbilo. Se acercaba al sitio con una sensación de trepidación recorriendo sus venas. Sobre una escalinata pequeña se hallaba parada una mujer. Ella observaba a la pareja que se acercaba con una expresión divertida en su rostro. Él viento había ondular su largo y negro cabello, en el cual resaltaban ya algunas que otras canas. Hiro le tendió su mano a Aiko y poco a poco la ayudó a subir los escasos y pequeños peldaños que sabía que lo alejarían de la playo y lo acercarían al refugio paradisíaco donde vivían sus padres. — Madre...— salufoó a la mujer que los esperaba.— imagino que recuerdas a Aiko Yamamoto, mi e
Comieron el refrigerio, sonriendo y en un ambiente ameno. Aiko se sorprendió, de la cálida bienvenida que había recibido por parte de sus suegros.Había esperado que la rechazaran o negaran debido a sus antecedentes. — Bueno, no me quiero imponer, considero que lo mejor es que ustedes decidan como llamar al pequeño.— concluyó Valy, bebiendo su té. Liu sonrió, feliz de lo juiciosa que era su mujer. La conversación versó sobre muchos temas, hasta que de algún modo Aiko terminó explicándole a sus suegros los detalles de su programa de estudios en Harvard. —…sí, será un cambio muy grande para mí. Hay muy pocas mujeres con doctorados en mi rama y no había sido capaz de obtener ese nivel hasta ahora ...— tragó saliva—por falta de becas. Hiro sabía que el dinero iba a cambiar su vida, y se alegraba de haber podido ayudarla. Valery escuchó atentamente su animada explicación y evitó hacer una mueca de incredulidad. No... Si la expresión tormentosa en el rostro de su hijo era alguna in