#22:
Dos días después, de regreso en Tokyo y tras llorar durante horas porque había regresado al principio, Aiko no podía soportar el descanso obligatorio que le había impuesto. Necesitaba con desesperación salir al mundo exterior.

El ama de llaves frunció el ceño al verla abrir la puerta principal.

–¿Va a salir? –preguntó la mujer con gesto de preocupación.

Elle se giró.

–Sí. El médico dice que puedo salir. Según las ecografías, todo está bien. Me vendrá bien algo de ejercicio físico.

–Al señor Yamamoto no le va a gustar.

–Sí, bueno, pero si no salgo un rato, acabaré volviéndome loca. Y no pretendo alejarme del jardín –dijo Aiko con firmeza.

–La entiendo, pero comprenda que después que usted desapareció el señor enloqueció de furia. Se vivieron días terribles en esta casa y en toda la ciudad cundió el pánico.

Aiko palideció.

–¿Qué quiere decir? No comprendo. ¿Qué tiene que ver mi huída con todo eso.

— Verá, señora...—El ama de llaves comenzó, pero en ese momento sonó el teléfo
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