Mi morbo y tu curiosidad.
Aylin sintió cómo el material suave se deslizaba por su piel, dejándola casi completamente expuesta.

Sus mejillas se encendieron, tanto por la sorpresa, como por la vergüenza de la situación, y Damián pareció tan sorprendido como ella, sus ojos se abrieron de par en par, y un rubor notable se apoderó de sus mejillas, pero en ningún momento, apartó su mirada, sino que observó sin disimulo desde sus senos redondos, firmes y aparentemente suaves, adornados con unas aureolas rosadas y por unos pezones tan hermosos, que se le hizo agua la boca.

Todo quedó en silencio, y solo los latidos del corazón de Aylin resonaban en sus oídos en medio de la muda sorpresa, mientras le admiraba el vientre plano, las piernas tan femeninas que daba paso a lo perfecto y un sexo tan bien depilado, que sus manos le picaron al querer tocarlo.

—¡Damián! — exclamó Aylin, agarrando rápidamente los extremos de la toalla para cubrirse. —¡Deberías aprender a controlarte!

El calor de las mejillas a Aylin se le con
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