Hannah se acomodó en el sofá y sintió el suave peso de su bebé dormido en sus brazos. A pesar de la ligera molestia que aún sentía, la alegría de tener a su pequeño en casa la llenaba de felicidad. En ese momento, Ruby entró por la puerta con una sonrisa radiante.—¡Hannah! —exclamó Ruby, dejando caer su bolso en el suelo. —No vas a creer lo que me pasó hoy en el hospital. Conocí a un paciente que se enamoró de mí.Hannah soltó una risita, con los ojos brillantes de curiosidad.—¿En serio? ¿Y qué le dijiste? —preguntó, disfrutando de la chispa en la voz de su amiga.Ruby se dejó caer en el sillón, con una expresión de dramatismo.—Le dije que estaba flirteando con el amor de su vida, pero que no podía hacer nada porque tengo que concentrarme en mi carrera. ¡Pero no podía dejar de reírme!Hannah se rió a carcajadas, sintiendo que la conversación la llenaba de energía.—¡Eres imposible! Pero, ¿quién puede resistirse a ti? —dijo, mientras acariciaba la cabeza de su bebé. —Solo asegúrate
Fabio, cegado por la intrepidez de recuperar a Hannah, confrontó a su suegro, Elías, en su oficina. La repentina hostilidad de Elías hacia su causa lo desconcertó por completo. A pesar de haber sido el artífice de su matrimonio, Elías se negaba rotundamente a apoyarlo. Con un tono desafiante, Fabio exigió una explicación, pero Elías se limitó a revelar que Hannah lo tenía bajo su control, sin entrar en más detalles. La soberbia de Elías al exigir el divorcio y acusar a Fabio de no amar a Hannah, solo sirvió para avivar la ira y la confusión del joven.—¡Elías! Necesito que me expliques por qué has cambiado tanto de la noche a la mañana. ¿Cómo puedes negarte a ayudarme a recuperar a Hannah? ¡Fuiste tú quien nos casó!—Las cosas cambian, Fabio. Hannah tiene las ideas claras ahora y yo la apoyo en su decisión —enfatizó Elías con autoritarismo.—¡Pero no me estás dando ninguna explicación! ¿Qué tiene Hannah sobre ti? ¿Por qué te comportas así?—No te incumbe. Lo único que debes saber es q
Lucas entró en su apartamento con el corazón pesado por la noticia que había recibido. Se dirigió a la señora de la limpieza, que estaba limpiando el salón.—Elena, por favor, prepare mi maleta. Tengo que viajar durante un buen tiempo. Me mudaré a Florida y quiero que mantenga todo en orden mientras estoy fuera.La señora de la limpieza asintió sin mostrar emoción alguna.—Sí, señor. Haré lo que usted dice.Mientras ella se dirigía a su habitación para preparar la maleta, el teléfono de Lucas comenzó a sonar. Era su padre, Samuel Smith.—Hola, papá. ¿Cómo estás?—Estoy bien, hijo. ¿Y tú?Lucas suspiró, sabiendo que no podía ocultar la verdad.—No tan bien. Me han despedido del hospital porque soy un mujeriego.Su padre soltó una carcajada, y Lucas pudo imaginar su sonrisa maliciosa al otro lado de la línea.—¡Ah, mi hijo! Siempre tan popular con las damas. Pero no te preocupes, todo saldrá bien.—No es algo divertido, papá. Me están enviando a Florida. No sé si podré adaptarme allí.—
Fabio se encontraba tendido en la cama, con el cuerpo agotado y la mente envuelta en un torbellino de frustración y rabia. La habitación, decorada con los ecos de sus conquistas pasadas, parecía burlarse de él mientras maldecía en silencio. La imagen de Hannah, siempre un paso por delante, lo atormentaba. Su padre, un obstáculo formidable, la protegía como un león a su presa, y eso lo llenaba de coraje. Cada pensamiento que cruzaba su mente era un veneno que lo consumía: ¿cómo había llegado a ese punto? Se sentía atrapado en una red de sus propias decisiones, incapaz de liberarse de las corrientes de su impotencia. La desesperación lo envolvía y en su pecho ardía un fuego oscuro, un deseo de venganza que lo empujaba a actuar, aunque no supiera cómo. La lucha interna lo desgastaba y, cada segundo que pasaba en esa cama, era un recordatorio de su fracaso. ¿Podría alguna vez recuperar el control de su vida o estaba destinado a ser un prisionero de sus propios y horribles pensamientos?Gi
Tiempo después, Hannah abrió los ojos lentamente y sintió el frío del suelo en la espalda. A su lado, Lucas estaba en vilo, con una expresión que mezclaba preocupación y confusión. Ella se incorporó con esfuerzo, sacudiendo su bata como si intentara deshacerse de una pelusa imaginaria que la rodeaba. Era un gesto nervioso que delataba su estado emocional.—¿Qué... qué pasó? —murmuró, intentando recuperar la compostura mientras su mirada se encontraba con la de Lucas. Él la observaba intensamente, como si cada segundo que pasaba aumentara la tensión entre ellos.—¿Por qué Gabriel te llama Camila? ¿Qué está pasando aquí? ¿Quién eres tú realmente? —Lucas fue directo: su voz era firme, pero temblorosa, como si cada palabra fuera un paso hacia un terreno inestable.Hannah sintió que su corazón latía con fuerza. Las preguntas la golpeaban como olas, y se sintió atrapada en un remolino de emociones.—Yo… soy Hannah —logró decir al fin, pero su voz sonó casi como un susurro. —Gabriel me prese
—¡Fabio, no puedo seguir así! Quiero un hijo, y necesito que consideres la inseminación artificial. No soy yo la que tiene el problema.—¿Y qué te hace pensar que yo tengo que hacer algo? Eres tú la que no puede quedarse embarazada. ¡Eres la única culpable de esta situación!—¡Eso no es cierto! Ni siquiera intentas entenderme. Posiblemente seas estéril y ahora me echas la culpa de todo.—¡Yo estéril, no me hagas reír! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me haga cargo de tus caprichos?—No son caprichos, son deseos. Estoy desesperada por ser madre, pero tú solo te preocupas por tu ego.—¿Desesperada? ¿Y qué has hecho para cambiarlo? Solo hablas y hablas, pero no haces nada.—¡Porque no tengo a nadie que me apoye! Solo quiero que me escuches y me entiendas. Vamos para hacerte la revisión médica, y contemplar la fertilidad artificial.—Escuchar es lo último que quiero hacer. Eres una doctora, ¿por qué no puedes arreglar esto tú sola?—No puedo hacerlo sola y no debería tener que hacerlo. Necesit
En el elegante Hotel: The Crystal Palace, Hannah se despojó de sus problemas y de todo lo que la perturbaba, como la relación hostil con su cruel esposo. Se entregó a la pasión ardiente en los brazos de Lucas, un hombre seductor que la envolvió en el bar para llevarla a la cama. Hannah olvidó por completo a su amiga y, en ese momento, estaba disfrutando de una noche erótica con el apuesto y encantador Lucas. ¡Madre mía!El deseo iba y venía, y el sexo resultó ser embriagador y profundo con Lucas. Sentía lo que nunca había sentido con su marido en los cinco años que llevaba casada. Hannah se entregó a la pasión, olvidándose de todo lo demás. Su cuerpo ardía de deseo y cada caricia de Lucas la hacía sentir más viva que nunca. Ella gritaba su nombre, envolviéndose en sus brazos fuertes y seguros.El sexo fue intenso y apasionado, con ambos amantes perdidos en el momento. La habitación se llenó de gemidos y susurros, testigos de la pasión que ardía entre ellos. Hannah se sorprendió a sí m
Tiempo después…Hannah se quedó paralizada, con el eco de las palabras de su compañero zumbándole en la mente. No podía creer lo que acababa de escuchar.—¿Embarazada? ¿Estás seguro?El doctor asintió con una expresión seria, pero comprensiva.—Sí, Hannah. La prueba es clara. Tienes pocas semanas, pero es un hecho.Hannah sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mente se llenó de pensamientos caóticos. ¿Cómo podía ser eso posible?«No... no puede ser», pensó, llevándose una mano al estómago, como si pudiera contener la noticia. «Justo ahora, cuando estaba lista para liberarme de mi marido...».El doctor la miró con empatía.—Entiendo que esto es un shock. Pero debes pensar en lo que quieres hacer. Tienes opciones.Hannah cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio de la tormenta emocional. La imagen de Fabio apareció en su mente, su risa burlona, su desprecio.—¿Qué haré? —preguntó, abriendo los ojos y mirando al doctor. —No puedo traer un hijo a este mundo co