Días después, Hannah se enfrentó a los resultados que cambiarían su vida para siempre. Al leer la palabra «estéril» junto al nombre de Fabio, un frío helado recorrió su cuerpo. La realidad se desmoronó a su alrededor y un sollozo profundo emergió de su pecho. Las lágrimas comenzaron a caer, una tras otra, como un torrente incontrolable. Se sentía atrapada entre la culpa y la tristeza, como si un peso insoportable la aplastara.
«¿Cómo he podido hacer esto?», pensó, destrozada por la traición que sentía hacia su esposo. Era una mujer buena y honesta, y ahora se enfrentaba a las consecuencias de sus decisiones. La imagen de Fabio, con su sonrisa socarrona y su amor a medias, la perseguía. Había buscado respuestas, pero nunca imaginó que la verdad la llevaría a este abismo de dolor.
La culpa la atravesaba como un puñal y cada lágrima que caía era un aviso de su deslealtad.
«¿Qué he hecho?», se preguntó, sintiendo que había traicionado no solo a su marido, sino también a sí misma. En ese momento de desconsuelo, Hannah comprendió que la búsqueda de la verdad había abierto una herida que quizás nunca sanaría. Con el corazón roto, se dio cuenta de que el camino hacia adelante sería más complicado de lo que había imaginado y de que la vida que había construido se tambaleaba al borde del abismo.
Al llegar a casa, Hannah sintió que el aire se le escapaba de entre los labios. En un gesto desesperado, hizo las maletas. Cada prenda que guardaba era un recuerdo de un matrimonio que se había convertido en una cruel prisión. La decisión de mudarse de Los Ángeles a Florida era su única salida, su única esperanza. Mientras esperaba en el aeropuerto, los recuerdos la asaltaban como una montaña rusa de emociones y, en un arrebato de liberación, tomó su móvil y lo lanzó a un tarro, dejando atrás las voces que la juzgaban. Sabía que lo hacía por el hijo que llevaba en su vientre, un pequeño ser que merecía un futuro libre de maldad y juicios. Su esposo, con su mirada fría y cruel, y su padre, que siempre había deseado un hijo varón, se habían convertido en sombras que la perseguían. En ese instante, Hannah comprendió que debía proteger a su bebé a toda costa, alejándolo de la desdicha que había marcado su vida. Con el corazón palpitante y una mezcla de miedo y osadía, subió al avión, lista para enfrentar lo desconocido, decidida a encontrar un nuevo hogar donde su hijo pudiera nacer en un mundo de amor y aceptación.
*****
—Elías, Hannah se ha ido y me ha abandonado. Se ha llevado parte de sus cosas. ¿Dónde se habrá metido? —dijo Fabio, con la voz entrecortada por la frustración.
Elías, sorprendido, sintió que la noticia le caía como un balde de agua fría. Con la prepotencia que lo caracterizaba, miró a Fabio y le recriminó:
—¿Y tú qué hiciste para retenerla? Te casaste con ella para que tuvieras las riendas de la casa y ahora la dejas escapar como si nada. ¿Por qué la dejaste estudiar y convertirse en doctora? Si las mujeres, mientras menos piensen, mejor.
Fabio, sintiéndose acorralado, intentó defenderse, pero las palabras de Elías sonaban en su mente, llenas de un machismo que no podía ignorar.
—¡David! —gritó Elías Thompson—, su voz se oyó en la oficina como un trueno. — ¡Necesito que encuentres a Hannah! No me importa cómo lo hagas, pero quiero que la localices a toda costa. ¡Búscala debajo de las piedras si es necesario!
David, acostumbrado a la intensidad de su jefe, asintió rápidamente, sintiendo la presión en el entorno.
—Sí, señor. Haré todo lo posible para encontrarla.
Elías, con una mirada fría y calculadora, continuó:
—No quiero excusas. Esta vez no permitiré que se me escape. Si es necesario, moviliza a todo el equipo. Quiero que la busquen en cada rincón del país. ¡No descansaré hasta que esté de vuelta!
David sintió el peso de la orden, pero sabía que no podía fallar.
—Entendido, haré que se activen todos los recursos. La encontraré, se lo prometo.
Elías asintió, mostrando su arrogancia en la mirada.
—Asegúrate de que así sea. No quiero que me decepciones, David.
Hannah, por su parte, había tomado un vuelo privado, lo que significaba que no aparecía en los registros de ninguna aerolínea. Consciente del poder que ejercían su padre y su marido, jugó sus cartas con astucia. Le pidió un favor a un amigo que le debía uno y, además, se cambió el nombre. Ahora se hacía llamar Sofía Martínez. Lo hacía para mantenerse alejada del alcance de sus verdugos, esperando el momento preciso para escapar del país. Sabía que, si su padre y su marido se enteraban de que estaba embarazada, su vida sería destruida para siempre. No podía permitir que su hijo creciera en un ambiente lleno de odio y maldad. También era consciente de que Fabio, su esposo, sabía que era estéril y nunca se lo había dicho, utilizando esa información como una forma de tortura emocional. Aunque era doctora, siempre le dio un voto de confianza a su marido y este simplemente la manipuló hasta no poder más.
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Florida.
Llegó a su nuevo hogar, un lugar que representaba una nueva vida llena de esperanzas y desafíos. Con parte de sus ahorros en el bolsillo, se sentía emocionada y nerviosa a la vez. Aunque Estados Unidos era vasto y lleno de posibilidades, era consciente del poder y la influencia que su padre y su marido podían ejercer gracias a su fortuna. Sabía que debía ser cautelosa y astuta en cada paso que diera, ya que cualquier error podría poner en peligro su libertad y la de su futuro hijo.
Hannah, con el corazón latiendo rápidamente, marcó el número de Ruby y esperó ansiosamente a que esta contestara.
—¡Ruby! —exclamó Hannah al escuchar la voz de su amiga. — ¡Estoy en Florida!
—¿En serio? —respondió Ruby, emocionada. — ¡No me lo puedo creer! ¿Cómo te sientes?
—Un poco nerviosa, pero lista para comenzar de nuevo. No quiero estar sola aquí, necesito tu apoyo.
—No te preocupes, no te dejaré sola. Estoy planeando ir pronto para allá. ¡Te prometo que estaré contigo!
—Eso significa mucho para mí. Quiero encontrar trabajo en un hospital, pero no sé por dónde empezar.
—Hay trabajo de sobra, Hannah. Hay muchos hospitales y siempre están buscando médicos. Te ayudaré a buscar.
—Eres la mejor, Ruby. No sé qué haría sin ti.
—Siempre estaré a tu lado, como hermanas. Juntas podemos superar cualquier cosa.
—Gracias, Ruby. Estoy tan agradecida de tenerte en mi vida.
—¡Vamos a hacer esto! Florida supondrá un nuevo comienzo para las dos.
Hannah cerró los ojos por un instante, dejando que la calidez de la idea la envolviera. Imaginó las risas de su niño corriendo por la casa y la dulzura de un abrazo que la hiciera sentir completa. En su mente, los miedos se desvanecían como sombras al amanecer y en su corazón florecía una esperanza renovada. Se vio a sí misma en un parque, empujando un columpio, mientras el sol iluminaba el rostro risueño de su hijo. Esa visión, tan viva y evidente, la llenó de una intrepidez que nunca había sentido. Era un sueño que, aunque estaba rodeado de incertidumbres, la invitaba a dar el salto y a abrazar la vida con todo lo que conllevaba. En ese instante, ser madre no era solo un deseo, era una promesa de amor incondicional y de aventuras por venir.De pronto sonó el timbre, se miró con extrañeza y fue a abrir. Sabía que no era Ruby y que tampoco llegaría tan pronto. Cuando vio quién era, Hannah se mantuvo firme; el corazón le palpitaba con fuerza mientras su padre cruzaba la puerta.—¿Qué t
Horas después, Hannah se sentía abrumada por la visita de su padre y los malestares propios del embarazo comenzaban a pasarle factura a su cuerpo y su mente. Sin embargo, la llegada de su amiga Ruby supuso un rayo de esperanza para su día. Ruby, siempre optimista y llena de energía, se sentó a su lado con una sonrisa radiante.—Vamos a buscar esos hospitales y a explorar las oportunidades de empleo que nos esperan, amiga —dijo, animando a Hannah a levantarse del sofá.Al salir de casa, Ruby la miró con curiosidad y le preguntó:— ¿Y qué hay de Lucas, el famoso desconocido que te embarazó? ¿Tienes algún plan para encontrarlo? —Hannah, aún consternada, suspiró y respondió:—Lo único que sé es su nombre. No tengo ni idea de cómo encontrarlo. Ruby soltó una ligera risa, intentando aliviar la tensión.—Bueno, Lucas hay muchos en la ciudad. Buscarlo sería como intentar encontrar una aguja en un pajar —bromeó, guiñándole un ojo. Hannah no pudo evitar sonreír ante el ingenio de su amiga.****
—¡Fabio, no puedo seguir así! Quiero un hijo, y necesito que consideres la inseminación artificial. No soy yo la que tiene el problema.—¿Y qué te hace pensar que yo tengo que hacer algo? Eres tú la que no puede quedarse embarazada. ¡Eres la única culpable de esta situación!—¡Eso no es cierto! Ni siquiera intentas entenderme. Posiblemente seas estéril y ahora me echas la culpa de todo.—¡Yo estéril, no me hagas reír! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me haga cargo de tus caprichos?—No son caprichos, son deseos. Estoy desesperada por ser madre, pero tú solo te preocupas por tu ego.—¿Desesperada? ¿Y qué has hecho para cambiarlo? Solo hablas y hablas, pero no haces nada.—¡Porque no tengo a nadie que me apoye! Solo quiero que me escuches y me entiendas. Vamos para hacerte la revisión médica, y contemplar la fertilidad artificial.—Escuchar es lo último que quiero hacer. Eres una doctora, ¿por qué no puedes arreglar esto tú sola?—No puedo hacerlo sola y no debería tener que hacerlo. Necesit
En el elegante Hotel: The Crystal Palace, Hannah se despojó de sus problemas y de todo lo que la perturbaba, como la relación hostil con su cruel esposo. Se entregó a la pasión ardiente en los brazos de Lucas, un hombre seductor que la envolvió en el bar para llevarla a la cama. Hannah olvidó por completo a su amiga y, en ese momento, estaba disfrutando de una noche erótica con el apuesto y encantador Lucas. ¡Madre mía!El deseo iba y venía, y el sexo resultó ser embriagador y profundo con Lucas. Sentía lo que nunca había sentido con su marido en los cinco años que llevaba casada. Hannah se entregó a la pasión, olvidándose de todo lo demás. Su cuerpo ardía de deseo y cada caricia de Lucas la hacía sentir más viva que nunca. Ella gritaba su nombre, envolviéndose en sus brazos fuertes y seguros.El sexo fue intenso y apasionado, con ambos amantes perdidos en el momento. La habitación se llenó de gemidos y susurros, testigos de la pasión que ardía entre ellos. Hannah se sorprendió a sí m
Tiempo después…Hannah se quedó paralizada, con el eco de las palabras de su compañero zumbándole en la mente. No podía creer lo que acababa de escuchar.—¿Embarazada? ¿Estás seguro?El doctor asintió con una expresión seria, pero comprensiva.—Sí, Hannah. La prueba es clara. Tienes pocas semanas, pero es un hecho.Hannah sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mente se llenó de pensamientos caóticos. ¿Cómo podía ser eso posible?«No... no puede ser», pensó, llevándose una mano al estómago, como si pudiera contener la noticia. «Justo ahora, cuando estaba lista para liberarme de mi marido...».El doctor la miró con empatía.—Entiendo que esto es un shock. Pero debes pensar en lo que quieres hacer. Tienes opciones.Hannah cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio de la tormenta emocional. La imagen de Fabio apareció en su mente, su risa burlona, su desprecio.—¿Qué haré? —preguntó, abriendo los ojos y mirando al doctor. —No puedo traer un hijo a este mundo co