Tiempo después…
Hannah se quedó paralizada, con el eco de las palabras de su compañero zumbándole en la mente. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—¿Embarazada? ¿Estás seguro?
El doctor asintió con una expresión seria, pero comprensiva.
—Sí, Hannah. La prueba es clara. Tienes pocas semanas, pero es un hecho.
Hannah sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mente se llenó de pensamientos caóticos. ¿Cómo podía ser eso posible?
«No... no puede ser», pensó, llevándose una mano al estómago, como si pudiera contener la noticia. «Justo ahora, cuando estaba lista para liberarme de mi marido...».
El doctor la miró con empatía.
—Entiendo que esto es un shock. Pero debes pensar en lo que quieres hacer. Tienes opciones.
Hannah cerró los ojos, tratando de encontrar claridad en medio de la tormenta emocional. La imagen de Fabio apareció en su mente, su risa burlona, su desprecio.
—¿Qué haré? —preguntó, abriendo los ojos y mirando al doctor. —No puedo traer un hijo a este mundo con él.
—Es una decisión difícil —respondió el doctor. —Pero recuerda, este es tu cuerpo y tu vida. Solo tú puedes decidir lo que es mejor para ti y para el bebé.
Hannah sintió una mezcla de miedo y determinación. La idea de ser madre de manera inesperada la aterrorizaba, pero también la llenaba de un nuevo propósito.
— ¡Oh, por Dios! Necesito tiempo para pensar —dijo finalmente, con más firmeza en su voz.
El doctor asintió, dándole un pequeño gesto de aliento.
—Tómate el tiempo que necesites.
Mientras salía de la consulta, Hannah sintió que, aunque el camino por delante sería complicado, había una chispa de esperanza en su corazón. Este inesperado giro podría ser la oportunidad que necesitaba para tomar las riendas de su vida, por fin.
*****
Hannah salió del consultorio de Daniel con la mente aún caótica cuando se topó con Ruby, su mejor amiga y enfermera del hospital. Al ver su rostro pálido, Ruby frunció el ceño y se acercó rápidamente.
—¿Qué te pasa, Hannah? Te ves… diferente —preguntó Ruby, preocupada.
Hannah tomó aire y, sin poder contenerse, soltó de golpe:
—Estoy embarazada.
Ruby abrió mucho los ojos y su expresión pasó de la preocupación a la emoción.
—¡Oh, Dios! ¡Eso es increíble! —exclamó, pero luego la miró con extrañeza. — ¿No es lo que siempre quisiste?
Hannah, sintiendo que el mundo se le venía abajo, tomó a Ruby del brazo y la llevó rápidamente a su consultorio.
—Ruby, espera… —dijo, cerrando la puerta detrás de ellas. —Hay algo más. Este hijo… probablemente sea de Lucas, el desconocido con quien tuve una noche de pasión hace más de un mes. No he vuelto a saber de él.
Ruby se quedó en silencio por un momento, procesando la información. Finalmente, sus ojos se llenaron de comprensión.
—Oh, oh… —murmuró, sintiendo la angustia de su amiga. —Eso es complicado, Hannah. ¿Y qué pasa con Fabio?
Hannah se pasó una mano por el pelo, preocupada.
—No estoy segura de que sea de él. La última vez que tuvimos algo fue mucho tiempo y no sé si realmente puedo confiar en que este bebé sea suyo. Pero hoy mismo voy a averiguarlo —dijo con firmeza.
Ruby la miró, preocupada, pero también admiró su valentía.
—Tienes que hacerlo, pero... ¿Estás lista para lo que eso pueda significar?
Hannah asintió con una mezcla de miedo y resolución.
—No tengo otra opción. Necesito saber la verdad.
Ruby le dio un apretón en el brazo y la apoyó.
—Estoy aquí para ti, pase lo que pase. No estás sola, amiga.
Hannah sonrió débilmente, agradecida por el apoyo de su amiga. Sabía que el camino que tenía por delante sería difícil, pero al menos no tendría que enfrentarlo sola.
*****
Hannah llegó al laboratorio de fertilidad con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era arriesgado, pero la necesidad de conocer la verdad la impulsaba. Mientras se acercaba al mostrador, su mente se llenó de recuerdos de las conversaciones con Fabio y de su negativa a someterse a una inseminación artificial en el pasado. «Si tan solo hubiera estado dispuesto a intentarlo», pensó Hannah, sintiendo una punzada de frustración. Pero ella, como doctora, había tomado la decisión de actuar por su cuenta, asegurándose de que su esposo tuviera la oportunidad de ser parte de este proceso, aunque él no lo supiera.
«Necesito saber si el problema es suyo, porque obviamente no era yo», reflexionó mientras esperaba a que el personal del laboratorio le entregara las muestras. «Este bebé podría ser de Lucas, y no puedo vivir con esta incertidumbre. Necesito respuestas, y hoy las voy a obtener. No puedo seguir en la sombra de la duda. Sea cual sea el resultado, merezco la verdad». Con esa osadía, Hannah se preparó para enfrentar lo que viniera, sabiendo que al final era la vida de su hijo y su futuro los que estaban en juego.
Días después, Hannah se enfrentó a los resultados que cambiarían su vida para siempre. Al leer la palabra «estéril» junto al nombre de Fabio, un frío helado recorrió su cuerpo. La realidad se desmoronó a su alrededor y un sollozo profundo emergió de su pecho. Las lágrimas comenzaron a caer, una tras otra, como un torrente incontrolable. Se sentía atrapada entre la culpa y la tristeza, como si un peso insoportable la aplastara.«¿Cómo he podido hacer esto?», pensó, destrozada por la traición que sentía hacia su esposo. Era una mujer buena y honesta, y ahora se enfrentaba a las consecuencias de sus decisiones. La imagen de Fabio, con su sonrisa socarrona y su amor a medias, la perseguía. Había buscado respuestas, pero nunca imaginó que la verdad la llevaría a este abismo de dolor.La culpa la atravesaba como un puñal y cada lágrima que caía era un aviso de su deslealtad.«¿Qué he hecho?», se preguntó, sintiendo que había traicionado no solo a su marido, sino también a sí misma. En ese m
Hannah cerró los ojos por un instante, dejando que la calidez de la idea la envolviera. Imaginó las risas de su niño corriendo por la casa y la dulzura de un abrazo que la hiciera sentir completa. En su mente, los miedos se desvanecían como sombras al amanecer y en su corazón florecía una esperanza renovada. Se vio a sí misma en un parque, empujando un columpio, mientras el sol iluminaba el rostro risueño de su hijo. Esa visión, tan viva y evidente, la llenó de una intrepidez que nunca había sentido. Era un sueño que, aunque estaba rodeado de incertidumbres, la invitaba a dar el salto y a abrazar la vida con todo lo que conllevaba. En ese instante, ser madre no era solo un deseo, era una promesa de amor incondicional y de aventuras por venir.De pronto sonó el timbre, se miró con extrañeza y fue a abrir. Sabía que no era Ruby y que tampoco llegaría tan pronto. Cuando vio quién era, Hannah se mantuvo firme; el corazón le palpitaba con fuerza mientras su padre cruzaba la puerta.—¿Qué t
Horas después, Hannah se sentía abrumada por la visita de su padre y los malestares propios del embarazo comenzaban a pasarle factura a su cuerpo y su mente. Sin embargo, la llegada de su amiga Ruby supuso un rayo de esperanza para su día. Ruby, siempre optimista y llena de energía, se sentó a su lado con una sonrisa radiante.—Vamos a buscar esos hospitales y a explorar las oportunidades de empleo que nos esperan, amiga —dijo, animando a Hannah a levantarse del sofá.Al salir de casa, Ruby la miró con curiosidad y le preguntó:— ¿Y qué hay de Lucas, el famoso desconocido que te embarazó? ¿Tienes algún plan para encontrarlo? —Hannah, aún consternada, suspiró y respondió:—Lo único que sé es su nombre. No tengo ni idea de cómo encontrarlo. Ruby soltó una ligera risa, intentando aliviar la tensión.—Bueno, Lucas hay muchos en la ciudad. Buscarlo sería como intentar encontrar una aguja en un pajar —bromeó, guiñándole un ojo. Hannah no pudo evitar sonreír ante el ingenio de su amiga.****
—¡Fabio, no puedo seguir así! Quiero un hijo, y necesito que consideres la inseminación artificial. No soy yo la que tiene el problema.—¿Y qué te hace pensar que yo tengo que hacer algo? Eres tú la que no puede quedarse embarazada. ¡Eres la única culpable de esta situación!—¡Eso no es cierto! Ni siquiera intentas entenderme. Posiblemente seas estéril y ahora me echas la culpa de todo.—¡Yo estéril, no me hagas reír! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué me haga cargo de tus caprichos?—No son caprichos, son deseos. Estoy desesperada por ser madre, pero tú solo te preocupas por tu ego.—¿Desesperada? ¿Y qué has hecho para cambiarlo? Solo hablas y hablas, pero no haces nada.—¡Porque no tengo a nadie que me apoye! Solo quiero que me escuches y me entiendas. Vamos para hacerte la revisión médica, y contemplar la fertilidad artificial.—Escuchar es lo último que quiero hacer. Eres una doctora, ¿por qué no puedes arreglar esto tú sola?—No puedo hacerlo sola y no debería tener que hacerlo. Necesit
En el elegante Hotel: The Crystal Palace, Hannah se despojó de sus problemas y de todo lo que la perturbaba, como la relación hostil con su cruel esposo. Se entregó a la pasión ardiente en los brazos de Lucas, un hombre seductor que la envolvió en el bar para llevarla a la cama. Hannah olvidó por completo a su amiga y, en ese momento, estaba disfrutando de una noche erótica con el apuesto y encantador Lucas. ¡Madre mía!El deseo iba y venía, y el sexo resultó ser embriagador y profundo con Lucas. Sentía lo que nunca había sentido con su marido en los cinco años que llevaba casada. Hannah se entregó a la pasión, olvidándose de todo lo demás. Su cuerpo ardía de deseo y cada caricia de Lucas la hacía sentir más viva que nunca. Ella gritaba su nombre, envolviéndose en sus brazos fuertes y seguros.El sexo fue intenso y apasionado, con ambos amantes perdidos en el momento. La habitación se llenó de gemidos y susurros, testigos de la pasión que ardía entre ellos. Hannah se sorprendió a sí m