Al día siguiente…
Continua Ana, con su rutina va rumbo, a la universidad con su mejor amiga Sofía, ambas son inseparables, tanto así que hacen todo prácticamente juntas.
—Que fastidio hoy empiezan las clases—expresa Sofí.
—Ay Sofí tu no cambias, no entiendo como continúas viniendo a clases, si odias el estudio—la reprende Ana.
—Por mis papas, que prácticamente me obligan.
—Eres una malagradecida, todo el esfuerzo que hacen tus padres, por darte de todo y tú les pagas enamorándote de mi hermano y haciéndole caso omiso a la carrera.
—No me regañes, que suficiente tengo con el sermón de mis padres, cuando ven mis calificaciones—frunce Ana el ceño en señal de hastío.
—Mejor vamos al salón—y la toma con rudeza por la mano.
Al llegar al aula de clases, allí estaba Steven, un joven que esta perdidamente enamorado de Ana, a su manera, ya que lo único que haces es molestarla, buscando de llamar su atención.
—Huy miren a quien tenemos aquí a la chica genio.
—El bobo de la clase haciendo acto de presencia. No te cansas de fastidiar—le comenta Ana con dureza.
—Si tan solo Ana, dejaras esa rudeza a un lado y me aceptaras como novio, tal vez te deje tranquila algún día—todos en el salón silban.
—Idiotas—grita Ana y mira con enojo a Steven.
Una compañera de clases, rápidamente les tiene una información, la que es considerada como la chismosa de la clase, se llama Danielle:
—Muchachos su atención por favor, les tengo una información.
—¡O un chisme! —exclama Steven con sarcasmo.
—Tenemos un nuevo profesor de literatura, ya que el viejito que teníamos anteriormente, está hospitalizado. Como que le dio un patatús—todos bosquejan una carcajada ante la noticia.
—¿Cómo será ese nuevo profesor? —le murmura Ana a su amiga.
—Igual que todos bien aburrido, que fastidio—apunta Sofía.
—Sofí, pero estás a tiempo de retirarte y buscar un oficio que se yo. Para que te desenvuelvas en la vida.
—Lo mismo pienso yo.
—Tienes que ser sincera con tus padres amiga, así no gastan tanto dinero en vano.
—Tienes razón Ana, incluso hasta en regañarme.
—Lo lamento amiga, solo quiero tu bienestar.
—Lo sé—ambas se miran con afecto.
*****
Al otro lado de la cuidad…
Se encuentra el padre Ana y su hermano Abel, su padre se llama Anderson Rodríguez, es un hombre trabajador y bueno, enviudo hace diez años y solo ha sacado adelante con mucho esfuerzo a sus hijos. Ana es su máximo orgullo:
—Que orgulloso me siento de tu hermana, salió igual a tu madre, inteligente y bella.
—Si papá mi hermanita es lo máximo, pero lo de bella, creo que exageras—expresa su hermano con ocurrencia.
—Ay Abel, tu siempre burlándote de tu hermana.
—Es la verdad papá, tampoco es una reina de belleza. Aunque si se arreglara más, hasta le engañaría el ojo a cualquiera.
—No hables así de tu hermana muchacho. Ojalá todas las jóvenes, fueran tan juiciosas como ella.
—Mejor no, las santurronas siempre terminan sola.
—Opinas así, porque eres un donjuán, no sé a quién saliste.
—No sé, será a mi tío Benito. Ja, ja, ja a ustedes no me parezco, yo soy la oveja negra de la familia.
—Al menos lo reconoces. Pero es un buen hombre, sueño con que algún día sientes cabeza y el amor toque las puertas de tu corazón.
—No digas cursilerías papá, estamos en otra época. Quien me gusta ahorita, es Sofí la amiguita de Ana.
—Mucho cuidado Abel con esa muchacha—le advierte su padre con aprensión y él se encoje enseguida de hombros.
Abel es un joven apuesto, honesto, algo impulsivo, pero de buen corazón, su único defecto son las mujeres, se enamora de todas sin reparo alguno.
****
Retornando a la universidad…
Todos se hallaban la espera del nuevo profesor, Danielle por más que puso todo su empeño, por saber de quién se trata, no mas no lo logro:
—Danielle estás perdiendo facultades ¿Cómo no diste con la identidad del nuevo profesor? —pregunta Ana en tono de burla.
—Por más que indagué, no pude la rectora es muy misteriosa, la bruja esa.
—Es muy estricta, a mí no me traga mucho—comenta Ana.
—Seguro porque eres de origen latino, es una estúpida tu naciste en los Estados Unidos y has demostrado que eres mucho más inteligente que cualquiera—le demuestra Dianelle a Ana su solidaridad.
—Gracias Danielle.
Entra la rectora primeramente sola, seguro para anunciarles del nuevo profesor.
—Buen días muchachos, el día de hoy quiero que le den la bienvenida, al nuevo profesor de literatura, espero que se porten bien con él y lo respeten, ya que son de armas tomar.
—Siempre y cuando no nos haga padecer, como el viejo Smith, todo estará bien—menciona Steven, un comentario muy a su sátiro estilo.
—Joven Steven, más respeto o sino llamo de nuevo a sus padres, como le gusta el conflicto.
—Tranquila Señorita Roberts, no es para tanto—lo dice con ironía.
—Muy bien muchachos, démosle la bienvenida al profesor Anthony Hufman, entre profesor por favor.
¡Madre Mia! Musita más de una, al ver ingresar al salón al apuesto CEO, entre sus múltiples ocupaciones se tomará el tiempo, para impartirles clases de literatura, Anthony es un hombre de letras y muy sensible, por lo que le gusta las actividades catedráticas e impartirlas. Es una manera de sentirse útil y activo.
Tony hace cinco años perdió a su esposa Micaela, en un terrible accidente de auto y que por poco también acaba con su vida, aun el recuerdo de su amada esposa, sigue intacto en su memoria. Por lo no ha considerado hasta ahora, estar con otra mujer, le ha puesto un gran candado a su corazón. Pobrecito.
La primera en caersele la baba, es a Ana, quien de inmediato, hace contacto visual con el Tony y ambos se sonríen, por unos segundos.
—¡Dios mío! Está buenísimo el nuevo profesor—musita Sofí.
—¡Rayos! Así nadie se podrá concentrar—murmura embelesada Danielle.
—Hola muchachos buen día—se expresa Anthony acompañado de una gran sonrisa.
—Es como salido de un comercial—menciona otra de las alumnas. Y los chicos las miran a todas con recelos. Ja, ja, ja.
—Muy bien aquí los dejo con el profesor, cualquier queja de alguno de ellos, solo me la hace saber profesor—lo mira sonriente ante de salir y arregla su cabello con picardía, todos se ríen ante su gesto.
Tony toma la palabra de inmediato, para familiarizar con su el grupo:
—Hola muchachos, para los que no me conocen mi nombre, es Anthony Hufman, soy licenciado en letras y como le acabó de decir la rectora seré su nuevo profesor, quisiera conocerlo a cada uno individualmente, por lo que pasaré lista y cuando los mencione se levantan y se presentan. ¿Está bien?
—Si profesor—responden todos.
—Comienzo su atención por favor: Sofía Andueza—se levanta Sofí y se presenta con mucho nerviosismo, por lo que es acreedora de la burla de todos.
—Chicos por favor, les voy a pedir primeramente respeto para todos, tendremos momentos de relajos y situaciones serias, que sé llevarán a cabo con la materia. Así que, por favor silencio—todos se callan apenados.
—Continuo, Danielle Bert—así pasa, uno por uno, hasta que llega el turno de Ana.
—Ana Rodríguez—se espanta y la mira. Quedando atónito y callado por unos minutos. Hace contacto visual con ella muy asombrado.
—Soy yo profesor, mi nombre es Ana Rodríguez, soy hija de inmigrantes mexicanos me gusta leer…—poca atención le presta, a lo que Ana le expone, solo se centra en el nombre.
Musita mentalmente:
«¿Sera ella o es mucha casualidad que se llame así?», y queda ligeramente impactado.
Termina la clase y por alguna razón, detiene a Ana, antes de salir motivado por un impulso:
—¡Señorita! —exclama y ambos se miran fijamente. Los ojos de Ana brillan con luz propia al tener a tan apuesto caballero cerca.
—Hola profesor—reacciona Ana nerviosa.
—Su nombre es muy común.
—Si debe de haber, como un millón de Ana Rodríguez en el país.
—Si supongo—cayendo en cuenta, que ella probablemente no es la joven, que está buscando, a la que inseminaron de manera errónea.
—Adiós profesor y fue un placer conocerlo—sale Ana sonriendo del salón.
Afuera la detiene su amiga Sofí:
—¿Qué quería el profesor?
—Nada, apenas si cruzamos algunas palabras, por casualidad.
—¿Le estás coqueteando al profesor?
—Sofía por favor, no seas ridícula.
—Tu nunca has tenido novio, hasta virgen eres. Seguro es porque tienes estándares muy alto, te gustan, así como el profesor, millonarios y que te doblen la edad.
—Cualquiera es mejor mi hermano—menciona Ana con ironía.
—Como Abel ninguno—esboza Sofía un fuerte suspiro.
—Cuidadito Sofí y nos salen con alguna sorpresita.
—Ay ya, me regañas más mis padres.
—Vamos a comer algo, muero de hambre—se retiran hasta la cantina.
Tony queda pensativo en el salón, el nombre Ana Rodríguez, continúa haciendo eco es su mente. Su mejor amigo y confidente Justin lo saca de inmediato de la corriente de su pensamiento, suena su celular:
—Aló Justin ¿Cómo vas?
—Muy bien, vamos almorzar ¿Estás todavía en la universidad?
—Sí, acá me encuentro.
—¿Cómo te fue en tu primer día?
—Bien. Tengo muchas cosas que contarte.
—Nos vemos en el restaurante de siempre. Dile a tu chofer que te lleve, en 30 minutos llego y hablamos con calma.
—De acuerdo no vemos.
30 minutos más tarde… Ingresa a un restaurante de lujo, con finas lámparas y de mantelería exclusiva, sin mencionar la vajilla que era de plata autentica, busca con la mirada a su amigo, quien desde ya, lo espera en una de las mesas de distintivo lugar: —Hermano—estrechan sus manos y le propina un afectuoso abrazo. —¿Todo bien Tony? —No Justin, a ti no te puedo mentir, tengo que confesarte algo. —Wao así será, tu eres de lo que evitas los problemas. —Estoy metido en uno, por mi terquedad de ser padre. —Cuéntame, te escucho amigo. —No sé cómo empezar a narrar este enredo, sabes que contraté un vientre en alquiler, de una chica que conocí por internet. —¿Qué hiciste? ¿Qué? Te volviste loco, tu eres un hombre joven por favor, puedes tener tus hijos de manera natural, si tan solo dejaras descansar en paz a Micaela. Tony ella está muerta reacciona tienes, que seguir adelante con tu vida, si lo que más quieres es una familia e hijos, cásate tienes muchas mujeres a tu disposición. —
Un mes después… Hay una actividad recreativa en la universidad, Tony para integrarse más con los muchachos, práctica con ellos actividades al aire libre, sabe que su materia, para algunos resulta muy aburrida. Ana es la primera en decir que, si a todo lo que propone, Tony se ha convertido para ella, como una especie de amor platónico. —Ana, Ana—repite Tony dos veces su nombre—¿En qué estás pensando jovencita? —la mira con ligereza. —En nada profe—esboza un sutil suspiro, ya que estaba pensado en él. Por lo que a veces se escapa de este mundo por un rato. Ja, ja, ja. El amor está en el aire. Sofí se le acerca: —Párate vamos por algo de beber, este profesor parece mas bien de educación física—protesta Sofí producto del cansancio. Al Ana levantarse siente un fuerte mareo, su mente se nubla y no comprende el porqué, al tratar de poner firme, cae lánguidamente en el suelo. —Ana—grita de inmediato Tony, quien va junto con los muchachos a socorrerla. Es trasladada a la enfermería de l
Rápidamente el médico lee los resultados: —Señorita usted está embarazada—expresa el médico. —¿Es una broma? —reacciona Ana asombrada. —No para nada, véalo usted misma. —Debe de haber un gravísimo error. Yo no puedo estar embarazada. Ja, ja, ja, no puede ser es imposible—protesta Ana con escepticismo ante la noticia. —Bueno mientras digiere la noticia, yo me tengo que ir, tengo todavía muchos pacientes que atender. —Papá, esto es mentira. Tengo que hacerme este examen de nuevo, para dar con la falla, no es imposible que yo esté embarazada, si yo jamás he tenido intimidad con nadie. —Ya vámonos Ana—responde su padre con aprensión. —Papá usted me cree ¿Verdad? —pregunta desconcertada. —Salgamos de aquí—responde su padre con mucha seriedad Salen del hospital y antes de subirse al auto de su padre, Ana le dice: —¿Papá, usted confía en mí? —Ana, por Dios cómo pudiste. —Papá, te juro que no estoy embarazada es un error, es más paremos en la primera farmacia y me hago una prueba
Como la familia Rodríguez lo habían acordado, se dirigen muy temprano al consultorio clínico, que Ana había visitado días anteriores. —Hija ¿Cómo se llama el médico que te atendió? —John Jhetro. Se dirigen a la recepción y allí estaba la secretaria, era la única que había quedado trabajando en el lugar, entra en pánico, sin embargo, busca de esconder su nerviosismo. —Buen día señores, que los trae por acá—expresa tragando saliva. Abel hace contacto visual con ella y le guiñe un ojo. Ni en estos momentos deja al donjuán, que lleva dentro quieto. —Señorita venimos buscando al doctor John Jhetro, el trato en éstos días a mi hija y tememos, que hizo algo muy grave—la mira el padre de Ana con severidad. —El doctor no se encuentra, de hecho, ya no trabaja aquí. —El muy canalla huyo, es evidente lo que hizo—expresa Abel, quien es muy perspicaz. —Pues de aquí no nos vamos, hasta que alguien nos atiende y nos dé una explicación, de lo que le ocurre a mi hija. —Señor no sé de qué habla,
—Ana, esa mujer eres tú—Ana y su padre lo miran extrañados. Sin embrago, no prestan atención a su comentario. —Si profesor, soy yo que pequeño es el mundo. —Hija tu hermano y yo tenemos que trabajar. —Espere señor, si quiere Ana se puede quedar conmigo, claro para indagar un poco en lo que le sucedió, me comprometo ayudarlos. —Está bien Licenciado, confío en usted. Hija luego tomas un taxi hasta la casa. —De ninguna manera, mi chofer puede llevarla. —Perfecto, hasta luego y gracias nuevamente licenciado—estrechan sus manos y el padre de Ana se retira. Dejándolos solos en su oficina. —Profesor su oficina es enorme, y me gusta mucho la sala de redacción. Yo siempre soñé con trabajar en un lugar así—expresa Ana con admiración. —Las puertas del periódico están abiertas para ti, cuando te gradúes, puedes ser una reportera del staff de prensa. —¿De verdad? —Si Ana, de ahora en adelante. No me separaré de ti. Las palabras de Tony se internalizan en su mente, como una esperanza en m
En horas de la madrugada, Tony exclama un grito con preocupación: «¡Ana!» manifiesta su nombre, en medio de la penumbra, prende la lámpara de noche y toma el retrato de su difunta esposa, se torna pensativo y luego dice mentalmente: «Micaela tengo un presentimiento, algo puede ocurrirle a Ana. Cuida a la madre de mi hijo, te lo ruego, por el inmenso amor, que nos tuvimos en vida, cuida a mi hijo» Aprieta contra su pecho la fotografía. Al oír el grito su madre, llega rápidamente a su habitación y lo mira silente, con el retrato en mano: —Tony hijo mío ¿Continúas teniendo pesadillas con Micaela? —lo mira con nostalgia. —Mamá—la abraza en medio de su preocupación. Sin embargo, aún no se atreve a decirle lo que le ocurrió, ni mucho menos dirá, por ahora que será padre, de la manera menos convencional, que su madre se puede imaginar. —Tony mi amor, ya suelta el pasado. Si quieres vamos a terapia—le propone su madre. —Tranquila mamá, ve a dormir. —No puedo estar tranquila al verte as
Ana se interna, muy angustiada en la oficina de la rectora, quien desde ya la mira con aprensión. —¿Qué tiene que decirme joven Rodríguez? Apúrese que no tengo tiempo. —Lo que menos quiero, es importunarla profesora, por lo que seré breve. Tengo que contarle, que estoy embarazada—lo suelta sin tapujos. —¿Qué? ¿Qué inmoralidad es esa? —No es ninguna inmoralidad, mi hijo es una bendición—se expresa Ana con firmeza. —Me temo, que no podrá continuar con la beca. —¿Por qué? Jamás he bajado mi rendimiento académico, me parece injusto, que me quiten la beca. —Son las reglas. —¿Cuáles reglas, las que impone usted? —Más respeto Rodríguez. —Respéteme usted y a la vida que crece dentro de mí. No puedo darme el lujo, de quedarme sin mi carrera. Todo por un capricho suyo y esa manía estar en contra de la comunidad latina. —Retírese joven Rodríguez, que desde ya está expulsada—Ana se mira confundida y rompe en llanto. Sale corriendo y fuera de la oficina, la esperaba su mejor amiga Sofía
Rápidamente salen las autoridades universitarias y uno de los miembros de dicho comité, busca con la mirada a Ana y de inmediato se le acerca: —Buenas tardes señorita Rodríguez, lamento lo ocurrido con usted—comenta uno de los rectores. Todos enseguida se juntan, para oír de primera mano, lo está por decir. —Más lo lamento yo, que perdí mi beca y fui expulsada sin reserva—comenta Ana entristecida. —No es así, ya deliberamos y desde ahora, se puede reincorporar a las aulas de clase, aún permanece con su beca, eso sí mientras no baje el rendimiento. Debe seguir esforzándose. —¿En serio? —pregunta Ana esperanzada. —Si señorita, yo me retiro. Agradézcale al profesor Hufman, la defendió con muchas garras. Ana le esboza a Anthony, una gran sonrisa de agradecimiento, él la mira con cariño y a lo lejos celebra su triunfo. Esperará el momento oportuno, para acercársele y conversar con la dulce Ana. Todos festejan, la euforia de los jóvenes es inmensa, la profesora Roberts sale de la dire