30 minutos más tarde…
Ingresa a un restaurante de lujo, con finas lámparas y de mantelería exclusiva, sin mencionar la vajilla que era de plata autentica, busca con la mirada a su amigo, quien desde ya, lo espera en una de las mesas de distintivo lugar:
—Hermano—estrechan sus manos y le propina un afectuoso abrazo.
—¿Todo bien Tony?
—No Justin, a ti no te puedo mentir, tengo que confesarte algo.
—Wao así será, tu eres de lo que evitas los problemas.
—Estoy metido en uno, por mi terquedad de ser padre.
—Cuéntame, te escucho amigo.
—No sé cómo empezar a narrar este enredo, sabes que contraté un vientre en alquiler, de una chica que conocí por internet.
—¿Qué hiciste? ¿Qué? Te volviste loco, tu eres un hombre joven por favor, puedes tener tus hijos de manera natural, si tan solo dejaras descansar en paz a Micaela. Tony ella está muerta reacciona tienes, que seguir adelante con tu vida, si lo que más quieres es una familia e hijos, cásate tienes muchas mujeres a tu disposición.
—Jamás, siempre le seré fiel al recuerdo de mi amada esposa. No volveré a estar con ninguna otra mujer, pero no es del recuerdo de Micaela, que te quiero hablar. Sino de lo que me ocurrió con esta muchacha.
—Lo siento, continúa.
—Contrate a una chica para me que prestara su vientre, trate de hacer todo de manera discreta, evitando que mi madre se entere, ayer era el día de inseminación y por error el médico, que contrate para ese procedimiento fecundo a otra muchacha.
—¡Demonio!
—La chica, que había contactado por una página de F******k, jamás se presentó en el consultorio, ya el doctor tenía todo listo, pero al parecer una de las empleadas confundió los expedientes, he inseminaron con mi esperma a una joven llamada Ana Rodríguez, del cual no tengo más datos que su nombre.
—Me has dejado con el ojo bien cuadrado. Ana Rodríguez hay muchas, sin embargo, si la chica aparece y ese embarazo se logra a la primera, se pueden meter en un grave problema, principalmente el doctor por la falla.
—Si esta situación me tiene muy preocupado desde ayer, para colmo el medico abandono el país y la chica que había contratado, le pague por adelantado y se esfumo.
—Eres tonto Tony, siempre confiando en los demás. La gente es mala Tony.
—Sabes, que siempre le doy un voto de confianza a las personas.
—Pero mira, te han robado por confiado.
—El dinero, es lo que menos me importa, sino hallar a la joven en cuestión. Ana Rodríguez.
—Vaya que enredo, hasta se me quitó el apetito—comenta Justin.
*****
En casa de Ana…
Se divierte en compañía de su padre, se burlan de su hermano y de Sofí, quienes desde ya, le están dando rienda suelta a su amorío.
—Estos dos cayeron en la trampa del amor.
—Al menos espero, que esta novia le dure—expresa el padre de Ana
—Mi hermano es muy caprichoso, con tantas mujeres y se antojó de Sofí—frunce el ceño Ana.
—Esperemos que no cometan un disparate, como embarazarla, por ejemplo.
—Ni lo mande Dios papá, un hijo a nuestra edad, sería el fin del mundo para nosotras.
—Lo se cariño, gracias a Dios, que contigo no tengo esos problemas, me saliste muy lista e inteligente.
—Tengo mis prioridades papá, no quiero que nada me distraiga de mis objetivos y más que soy becada. Si fallo me quitan la beca y sin ella mis sueños se esfuman.
—Tranquila hija, que eso no pasará. Te quiero tanto, eres mi orgullo.
—Tan bello mi papi. Papá ¿No te interesa enamorarte de nuevo?
—No mi amor, con ustedes soy muy feliz.
—Si papá, pero un cariño especial no se te antoja.
—Ana, más respeto soy tu padre. Jamás hablaría de esas cosas contigo.
—Por Dios papá, vamos ábreme tu corazón.
—Mi corazón se cerró, el día que murió tu madre, y los que habitan en el son ustedes, mis hijos.
—Suena muy hermoso lo que dices. Pero no deberías estar solo, sabes que Gema la del salón de belleza, como que le puso el ojo a usted, así oí por allí.
—Déjate de tonterías y vamos a acercarnos más a tu hermano, no nos vayan a echar tierrita en los ojos y se escapen.
—Ja, ja, ja. Papá que cosas dices.
Abel se le acerca para decirles:
—Papá voy acompañar a Sofí hasta su casa.
—Voy con ustedes—sale Ana de inmediato.
—Ana no seas ridícula que yo la llevo.
—Abel deje que Ana los acompañe, así aprovecha para ir, por unos libros en casa de Sofí—le guiña Anderson el ojo a Ana en complicidad.
—¿Cuáles libros Ana? —pregunta Sofí con asombro.
—Unos que me tienes, que son mío, claro como no te gusta estudiar, ni sabes a que me refiero verdad—la mira Sofí con extrañeza. Desconociendo que todo, es obra del padre de Ana, para evitar que ellos se queden a solas.
Salen los tres de la casa y Abel se encuentra evidentemente molesto:
—Ana si eres ridícula, mira que prestarte para las payasadas de mi papá, no entiendo porque no me tiene confianza—Ana pone sus ojos en blanco.
—Todavía preguntas.
—Jamás le haría daño a mi novia, verdad cariño—esboza una gran sonrisa y Sofía cae rendida a sus pies.
—Nunca entendí amiga tu mal gusto, tantos hombres tan guapos, elegantes, millonarios…
—¿Así como el profesor de literatura?
—¿Qué profesor es ese? ¿Sofía a ti también te parece guapo? —las mira con recelo.
—No amor, solo tengo ojos para ti.
—Ya dejen el melado, que me empalagan.
—Te hubieses quedado en la casa, sino quieres que te coman las hormigas—y empieza Abel hacer cosquillas a su hermana, quien no para de carcajearse.
—Ya basta Abel, me voy a orinar de la risa—continúa riéndose ligeramente.
—Me fascina la relación de ustedes, se ve que se quieren, yo siempre quise tener un hermano. A lo mejor mi vida hubiese sido más fácil.
—Mi Sofí, pero la vida te dio una hermana y un novio apuesto. Hay que hacerle sus arreglitos en el cerebro, pero al menos el corazón le funciona muy bien—apunta Ana con sarcasmo.
—Gracias por lo que me toca, cerebrito—le da una ligera palmada, por la cabeza Abel a su hermana.
—Ay Abel, eso dolió—reclama Ana.
—Ya muchachos.
Esta hermosa heroína, no tiene ni la más remota idea, de lo que está a punto de sucederle, que cambiará su vida para siempre.
*****
En la Mansión Hufman…
Tony está muy pensativo, en el sofá de la sala, toda esta situación con la aún desconocida para él, Ana Rodríguez ha puesto su mundo de cabeza. Su madre Rebecca, percibe el desánimo de su hijo, como madre nota que algo anda mal:
—Mi amor ¿Qué tienes? Llevas rato con la mirada perdida.
—Nada mamá, trabajo—la besa en la frente.
—Hijo por Dios, ya deja a Micaela descansar en paz, no ganas nada con seguir viviendo como hasta ahora, preso de su recuerdo. Los años pasan y no perdonan Tony, todavía eres joven y tienes tiempo de rehacer tu vida.
—No volveré amar, a ninguna otra mujer como a Micaela. Usted no me critique mucho, que desde que murió papá, tampoco rehízo su vida.
—Es muy diferente, ya yo estaba vieja cuando murió tu padre. Tú estás en la plena flor de tu juventud.
—¿Vieja? Si eres todavía una mujer hermosa y joven mamá.
—Lo dices porque eres mi hijo.
—Solo digo la verdad mamá.
—Prométeme, que te darás una nueva oportunidad en el amor, promételo hijo—apunta su madre al sentimiento.
—Mamá—musita Tony con mucha más preocupación.
¿Le contará a su madre, lo que está sucediendo ahora en su vida?
Un mes después… Hay una actividad recreativa en la universidad, Tony para integrarse más con los muchachos, práctica con ellos actividades al aire libre, sabe que su materia, para algunos resulta muy aburrida. Ana es la primera en decir que, si a todo lo que propone, Tony se ha convertido para ella, como una especie de amor platónico. —Ana, Ana—repite Tony dos veces su nombre—¿En qué estás pensando jovencita? —la mira con ligereza. —En nada profe—esboza un sutil suspiro, ya que estaba pensado en él. Por lo que a veces se escapa de este mundo por un rato. Ja, ja, ja. El amor está en el aire. Sofí se le acerca: —Párate vamos por algo de beber, este profesor parece mas bien de educación física—protesta Sofí producto del cansancio. Al Ana levantarse siente un fuerte mareo, su mente se nubla y no comprende el porqué, al tratar de poner firme, cae lánguidamente en el suelo. —Ana—grita de inmediato Tony, quien va junto con los muchachos a socorrerla. Es trasladada a la enfermería de l
Rápidamente el médico lee los resultados: —Señorita usted está embarazada—expresa el médico. —¿Es una broma? —reacciona Ana asombrada. —No para nada, véalo usted misma. —Debe de haber un gravísimo error. Yo no puedo estar embarazada. Ja, ja, ja, no puede ser es imposible—protesta Ana con escepticismo ante la noticia. —Bueno mientras digiere la noticia, yo me tengo que ir, tengo todavía muchos pacientes que atender. —Papá, esto es mentira. Tengo que hacerme este examen de nuevo, para dar con la falla, no es imposible que yo esté embarazada, si yo jamás he tenido intimidad con nadie. —Ya vámonos Ana—responde su padre con aprensión. —Papá usted me cree ¿Verdad? —pregunta desconcertada. —Salgamos de aquí—responde su padre con mucha seriedad Salen del hospital y antes de subirse al auto de su padre, Ana le dice: —¿Papá, usted confía en mí? —Ana, por Dios cómo pudiste. —Papá, te juro que no estoy embarazada es un error, es más paremos en la primera farmacia y me hago una prueba
Como la familia Rodríguez lo habían acordado, se dirigen muy temprano al consultorio clínico, que Ana había visitado días anteriores. —Hija ¿Cómo se llama el médico que te atendió? —John Jhetro. Se dirigen a la recepción y allí estaba la secretaria, era la única que había quedado trabajando en el lugar, entra en pánico, sin embargo, busca de esconder su nerviosismo. —Buen día señores, que los trae por acá—expresa tragando saliva. Abel hace contacto visual con ella y le guiñe un ojo. Ni en estos momentos deja al donjuán, que lleva dentro quieto. —Señorita venimos buscando al doctor John Jhetro, el trato en éstos días a mi hija y tememos, que hizo algo muy grave—la mira el padre de Ana con severidad. —El doctor no se encuentra, de hecho, ya no trabaja aquí. —El muy canalla huyo, es evidente lo que hizo—expresa Abel, quien es muy perspicaz. —Pues de aquí no nos vamos, hasta que alguien nos atiende y nos dé una explicación, de lo que le ocurre a mi hija. —Señor no sé de qué habla,
—Ana, esa mujer eres tú—Ana y su padre lo miran extrañados. Sin embrago, no prestan atención a su comentario. —Si profesor, soy yo que pequeño es el mundo. —Hija tu hermano y yo tenemos que trabajar. —Espere señor, si quiere Ana se puede quedar conmigo, claro para indagar un poco en lo que le sucedió, me comprometo ayudarlos. —Está bien Licenciado, confío en usted. Hija luego tomas un taxi hasta la casa. —De ninguna manera, mi chofer puede llevarla. —Perfecto, hasta luego y gracias nuevamente licenciado—estrechan sus manos y el padre de Ana se retira. Dejándolos solos en su oficina. —Profesor su oficina es enorme, y me gusta mucho la sala de redacción. Yo siempre soñé con trabajar en un lugar así—expresa Ana con admiración. —Las puertas del periódico están abiertas para ti, cuando te gradúes, puedes ser una reportera del staff de prensa. —¿De verdad? —Si Ana, de ahora en adelante. No me separaré de ti. Las palabras de Tony se internalizan en su mente, como una esperanza en m
En horas de la madrugada, Tony exclama un grito con preocupación: «¡Ana!» manifiesta su nombre, en medio de la penumbra, prende la lámpara de noche y toma el retrato de su difunta esposa, se torna pensativo y luego dice mentalmente: «Micaela tengo un presentimiento, algo puede ocurrirle a Ana. Cuida a la madre de mi hijo, te lo ruego, por el inmenso amor, que nos tuvimos en vida, cuida a mi hijo» Aprieta contra su pecho la fotografía. Al oír el grito su madre, llega rápidamente a su habitación y lo mira silente, con el retrato en mano: —Tony hijo mío ¿Continúas teniendo pesadillas con Micaela? —lo mira con nostalgia. —Mamá—la abraza en medio de su preocupación. Sin embargo, aún no se atreve a decirle lo que le ocurrió, ni mucho menos dirá, por ahora que será padre, de la manera menos convencional, que su madre se puede imaginar. —Tony mi amor, ya suelta el pasado. Si quieres vamos a terapia—le propone su madre. —Tranquila mamá, ve a dormir. —No puedo estar tranquila al verte as
Ana se interna, muy angustiada en la oficina de la rectora, quien desde ya la mira con aprensión. —¿Qué tiene que decirme joven Rodríguez? Apúrese que no tengo tiempo. —Lo que menos quiero, es importunarla profesora, por lo que seré breve. Tengo que contarle, que estoy embarazada—lo suelta sin tapujos. —¿Qué? ¿Qué inmoralidad es esa? —No es ninguna inmoralidad, mi hijo es una bendición—se expresa Ana con firmeza. —Me temo, que no podrá continuar con la beca. —¿Por qué? Jamás he bajado mi rendimiento académico, me parece injusto, que me quiten la beca. —Son las reglas. —¿Cuáles reglas, las que impone usted? —Más respeto Rodríguez. —Respéteme usted y a la vida que crece dentro de mí. No puedo darme el lujo, de quedarme sin mi carrera. Todo por un capricho suyo y esa manía estar en contra de la comunidad latina. —Retírese joven Rodríguez, que desde ya está expulsada—Ana se mira confundida y rompe en llanto. Sale corriendo y fuera de la oficina, la esperaba su mejor amiga Sofía
Rápidamente salen las autoridades universitarias y uno de los miembros de dicho comité, busca con la mirada a Ana y de inmediato se le acerca: —Buenas tardes señorita Rodríguez, lamento lo ocurrido con usted—comenta uno de los rectores. Todos enseguida se juntan, para oír de primera mano, lo está por decir. —Más lo lamento yo, que perdí mi beca y fui expulsada sin reserva—comenta Ana entristecida. —No es así, ya deliberamos y desde ahora, se puede reincorporar a las aulas de clase, aún permanece con su beca, eso sí mientras no baje el rendimiento. Debe seguir esforzándose. —¿En serio? —pregunta Ana esperanzada. —Si señorita, yo me retiro. Agradézcale al profesor Hufman, la defendió con muchas garras. Ana le esboza a Anthony, una gran sonrisa de agradecimiento, él la mira con cariño y a lo lejos celebra su triunfo. Esperará el momento oportuno, para acercársele y conversar con la dulce Ana. Todos festejan, la euforia de los jóvenes es inmensa, la profesora Roberts sale de la dire
Tony no haya, que hacer para permanecer cerca de su hijo. En el Time Square, se divierte en la compañía de Ana, después de tanto pasear se sientan en una hermosa plaza, buscando un poco de privacidad para conversar. —¿Estoy cansada? —¿Te sientes bien? —Si profesor—responde Ana retraída, por alguna razón, centra sus pensamientos en otra cosa. —¿En qué piensas Ana? —En mi hijo y en que no tengo ni un centavo. Mi padre trabaja mucho en el taller, pero usted sabe lo difícil que es la vida acá. Necesito trabajar no tengo alternativas. —¿Y tus estudios? No puedes claudicar ahora. —Tengo hacer un triple esfuerzo para estudiar, trabajar y ser madre. —Hagamos algo, ven a trabajar conmigo al periódico. Puedes hacerlo medio tiempo, yo te pagaría muy bien. —No quiero abusar de su generosidad—le contesta apenada. —Ana permíteme ayudarte, hazlo por la criatura, que crece dentro de ti. Tendrás flexibilidad para estudiar, por favor no desaproveches la oportunidad. —Está bien, acepto—accede