Un mes después…
Hay una actividad recreativa en la universidad, Tony para integrarse más con los muchachos, práctica con ellos actividades al aire libre, sabe que su materia, para algunos resulta muy aburrida. Ana es la primera en decir que, si a todo lo que propone, Tony se ha convertido para ella, como una especie de amor platónico.
—Ana, Ana—repite Tony dos veces su nombre—¿En qué estás pensando jovencita? —la mira con ligereza.
—En nada profe—esboza un sutil suspiro, ya que estaba pensado en él. Por lo que a veces se escapa de este mundo por un rato. Ja, ja, ja. El amor está en el aire.
Sofí se le acerca:
—Párate vamos por algo de beber, este profesor parece mas bien de educación física—protesta Sofí producto del cansancio.
Al Ana levantarse siente un fuerte mareo, su mente se nubla y no comprende el porqué, al tratar de poner firme, cae lánguidamente en el suelo.
—Ana—grita de inmediato Tony, quien va junto con los muchachos a socorrerla.
Es trasladada a la enfermería de la universidad, el paramédico encargado en darle los primeros auxilios, le recomienda que vaya a un doctor, para que la revise más a fondo, ya que está muy pálida y con evidentes signos de fatiga.
—Señorita Rodríguez le sugiero, que vaya pronto a un médico, para que le haga una revisión mas exhaustiva, puede tener alguna enfermedad que desconocemos.
—No fue nada, solo un simple mareo.
—¡Nada! —exclama Sofía—ahora mismo le voy avisar a Abel, para que entre los tres te convenzamos, para que acudas al médico.
—No me gustan los doctores—expresa Ana su negativa.
—Vamos, tienes que hacer caso y anda ahora mismo a un médico, te lo suplico—las palabras de Tony hacen, que cambie su postura de inmediato.
—Claro ahora mismo voy. Llamo a mi padre, para que acompañe, así no voy sola.
—Yo también voy contigo Ana—frunce Ana el ceño, ya que Sofía lo que quiere, es huir de la universidad.
Se alejan de la universidad, con el permiso impuesto por el profesor y llama Ana a su padre:
—Papi, tengo que ir al médico, me acabo de desmayar en la universidad.
—Dios mío santo ¿Qué tendrás hija? Tu siempre has sido muy sana.
—Si papá, pero no se me pasó.
—Vamos ahora mismo al hospital, para que te revisen y te hagan unos análisis ¿Dónde estás hija?
—En la salida del campus.
—Toma un taxi ¿Estás con Sofí?
—Si ella me acompaña.
—Perfecto, te espero en el hospital central, ya salgo para allá mi amor. Todo estará bien pequeña.
—Gracias papi—responde Ana sintiéndose todavía mareada.
Tony, no le presta atención al desmayo de Ana, por algún motivo, ya había pasado un mes desde aquel incidente, jamás tuvo noticias, ni del doctor, ni mucho menos de la mujer, que le iba prestar su vientre. Por lo que trata de olvidar todo aquel asunto y pasar la página.
Casualmente llama a otro de sus amigos, quien es su mano derecha en el periódico, Alfred Gibs quien ocupa el cargo de vicepresidente ejecutivo del periódico “Un nuevo tiempo”.
Lo llama para comentarle un asunto de trabajo:
—Alfred, necesito un favor, me acaban de enviar una información, de un suceso en el centro de Manhattan, por favor manda alguien, para que cubra la nota.
—Tranquilo, ya se envió al reportero hace rato. Te noto distraído ¿Quieres hablar?
—Voy para el periódico estoy saliendo de la universidad con mi chofer.
—Perfecto aquí te espero amigo.
*****
En el hospital…
El padre de Ana velozmente llega, para saber que tiene su hija, había quedado muy preocupado por la llamada de hace rato. Echa un vistazo en el área de espera, y estaba Sofí sentada esperando mientras atendían a Ana.
—Hola Sofí, vine lo más pronto que pude ¿Cómo está mi hija?
—No se preocupe señor Anderson, su hija está bien. Solo fue un simple mareo, Ana no está acostumbrada a hacer actividad deportiva.
—¿Ana estaba haciendo actividad deportiva? Eso sí es raro—bosqueja el padre de Ana una sutil sonrisa.
—Si el profesor de Literatura, tratando de hacer la clase menos aburrida, se inventa a veces algunas actividades de grupo al aire libre.
—Bueno eso no está mal.
Sale Ana de urgencia, con el rostro palidecido:
—Hija pareces un papel ¿Tú te estás alimentando bien? Con tanto estudio tienes, que cuidar más tu salud mi amor.
—Tranquilo papi, seguro no es nada. Me acaban de hacer unos exámenes de sangre, me dijo el doctor, que esperara unas horas por los resultados. Aunque lo que me provoca es salir corriendo de aquí.
—No vayas a empezar Ana con la terquedad y mejor espera. Yo en cambio sí me voy a mi casa, te llamo luego para saber de ti.
—Gracias amiga—se despide Sofí con un beso en la mejilla, para ambos.
—Bueno nos toca esperar—Ana se recuesta en el hombro de su padre, mientras espera.
*****
En las instalaciones del periódico “Un nuevo tiempo” todo está muy agitado el día de hoy, con tantos acontecimientos en la cuidad.
Mientras tanto Tony, se hallaba en su oficina concentrado en su trabajo, enseguida llega Alfred para saludarlo:
—Hola profesor. Quien se iba a imaginar, el CEO de “Un nuevo tiempo” ahora profesor universitario, desempolvando su faceta literaria.
—Búrlate todo lo que quieras, te confieso que ser profesor me relaja bastante.
—Yo estuviera de cabeza, rodeado con tanto adolescente.
—En su mayoría son jóvenes, trabajo en el turno de la mañana.
—¿Estás bien? Llevo días viéndote distante, incluso muy distraído.
—Ya sabes el recuerdo de Micaela, el trabajo y mi madre que es muy fuerte de carácter.
—Ja, ja, ja. Si Rebecca es un pan de Dios. A ti te pasa algo mas—Sonríe Tony, por ahora no estima prudente, hablar del tema de la inseminación y menos en el periódico, donde las paredes tienen oídos.
—Vamos a ponernos de acuerdo, para salir los tres Justin, tu y yo como en los viejos tiempos.
—Wao, me alegra oírte decir eso, es bueno que ya dejes el luto. Tienes más de 5 años encerrado en tu tristeza.
—Realmente si se me ocurre algo, pero este no es el lugar para conversar—en la puerta estaba Matilde la aseadora, quién vigila los pasos de todos, para ir con el chisme luego de lo que escuchó.
—Si tienes razón y menos con Matilde suelta—menciona Alfred.
—¿Me llamaba jefe? —responde la muy imprudente.
—¿Desde cuándo estás ahí escuchando? —pregunta Albert con suspicacia.
—Estoy limpiando los vidrios de la oficina y escuche mi nombre sin querer—Alfred pone los ojos en blanco.
—No entiendo porque no la has corrido—musita Alfred en tono muy bajo.
—Ja, ja, ja. Es el alma de la oficina y siempre me mantiene al tanto de los sucesos del día.
—Debiste de contratarla, pero como reportera, con lo chismosa que es, seguro haría una buena nota de prensa—ambos se ríen de sus comentarios.
*****
Tres horas después…
En el hospital Ana y su padre esperan impacientes, por los resultados de los análisis de sangre.
—Llevamos más de tres horas en esta agonía—le murmura Ana a su padre.
—Ten paciencia mi amor. Aunque yo también me estoy desesperando con la espera.
De inmediato llega una enfermera para decirles:
—¿Usted es Ana Rodríguez?
—Si señorita.
—Vengan conmigo, el doctor le leerá los resultados de los exámenes de laboratorio.
Entran al consultorio y Ana muy nerviosa, sin motivo aparente hace contacto visual con el doctor.
—¿Qué tiene mi hija doctor es algo grave? —Tanto Ana como su padre, se quedan mirando fijamente al doctor.
¿Cómo reaccionara su padre, cuando le lean los resultados de su hija?
Descubramos todo lo que se avecina, en el siguiente capítulo de: Madre Equivocada – Inseminada por Error.
Rápidamente el médico lee los resultados: —Señorita usted está embarazada—expresa el médico. —¿Es una broma? —reacciona Ana asombrada. —No para nada, véalo usted misma. —Debe de haber un gravísimo error. Yo no puedo estar embarazada. Ja, ja, ja, no puede ser es imposible—protesta Ana con escepticismo ante la noticia. —Bueno mientras digiere la noticia, yo me tengo que ir, tengo todavía muchos pacientes que atender. —Papá, esto es mentira. Tengo que hacerme este examen de nuevo, para dar con la falla, no es imposible que yo esté embarazada, si yo jamás he tenido intimidad con nadie. —Ya vámonos Ana—responde su padre con aprensión. —Papá usted me cree ¿Verdad? —pregunta desconcertada. —Salgamos de aquí—responde su padre con mucha seriedad Salen del hospital y antes de subirse al auto de su padre, Ana le dice: —¿Papá, usted confía en mí? —Ana, por Dios cómo pudiste. —Papá, te juro que no estoy embarazada es un error, es más paremos en la primera farmacia y me hago una prueba
Como la familia Rodríguez lo habían acordado, se dirigen muy temprano al consultorio clínico, que Ana había visitado días anteriores. —Hija ¿Cómo se llama el médico que te atendió? —John Jhetro. Se dirigen a la recepción y allí estaba la secretaria, era la única que había quedado trabajando en el lugar, entra en pánico, sin embargo, busca de esconder su nerviosismo. —Buen día señores, que los trae por acá—expresa tragando saliva. Abel hace contacto visual con ella y le guiñe un ojo. Ni en estos momentos deja al donjuán, que lleva dentro quieto. —Señorita venimos buscando al doctor John Jhetro, el trato en éstos días a mi hija y tememos, que hizo algo muy grave—la mira el padre de Ana con severidad. —El doctor no se encuentra, de hecho, ya no trabaja aquí. —El muy canalla huyo, es evidente lo que hizo—expresa Abel, quien es muy perspicaz. —Pues de aquí no nos vamos, hasta que alguien nos atiende y nos dé una explicación, de lo que le ocurre a mi hija. —Señor no sé de qué habla,
—Ana, esa mujer eres tú—Ana y su padre lo miran extrañados. Sin embrago, no prestan atención a su comentario. —Si profesor, soy yo que pequeño es el mundo. —Hija tu hermano y yo tenemos que trabajar. —Espere señor, si quiere Ana se puede quedar conmigo, claro para indagar un poco en lo que le sucedió, me comprometo ayudarlos. —Está bien Licenciado, confío en usted. Hija luego tomas un taxi hasta la casa. —De ninguna manera, mi chofer puede llevarla. —Perfecto, hasta luego y gracias nuevamente licenciado—estrechan sus manos y el padre de Ana se retira. Dejándolos solos en su oficina. —Profesor su oficina es enorme, y me gusta mucho la sala de redacción. Yo siempre soñé con trabajar en un lugar así—expresa Ana con admiración. —Las puertas del periódico están abiertas para ti, cuando te gradúes, puedes ser una reportera del staff de prensa. —¿De verdad? —Si Ana, de ahora en adelante. No me separaré de ti. Las palabras de Tony se internalizan en su mente, como una esperanza en m
En horas de la madrugada, Tony exclama un grito con preocupación: «¡Ana!» manifiesta su nombre, en medio de la penumbra, prende la lámpara de noche y toma el retrato de su difunta esposa, se torna pensativo y luego dice mentalmente: «Micaela tengo un presentimiento, algo puede ocurrirle a Ana. Cuida a la madre de mi hijo, te lo ruego, por el inmenso amor, que nos tuvimos en vida, cuida a mi hijo» Aprieta contra su pecho la fotografía. Al oír el grito su madre, llega rápidamente a su habitación y lo mira silente, con el retrato en mano: —Tony hijo mío ¿Continúas teniendo pesadillas con Micaela? —lo mira con nostalgia. —Mamá—la abraza en medio de su preocupación. Sin embargo, aún no se atreve a decirle lo que le ocurrió, ni mucho menos dirá, por ahora que será padre, de la manera menos convencional, que su madre se puede imaginar. —Tony mi amor, ya suelta el pasado. Si quieres vamos a terapia—le propone su madre. —Tranquila mamá, ve a dormir. —No puedo estar tranquila al verte as
Ana se interna, muy angustiada en la oficina de la rectora, quien desde ya la mira con aprensión. —¿Qué tiene que decirme joven Rodríguez? Apúrese que no tengo tiempo. —Lo que menos quiero, es importunarla profesora, por lo que seré breve. Tengo que contarle, que estoy embarazada—lo suelta sin tapujos. —¿Qué? ¿Qué inmoralidad es esa? —No es ninguna inmoralidad, mi hijo es una bendición—se expresa Ana con firmeza. —Me temo, que no podrá continuar con la beca. —¿Por qué? Jamás he bajado mi rendimiento académico, me parece injusto, que me quiten la beca. —Son las reglas. —¿Cuáles reglas, las que impone usted? —Más respeto Rodríguez. —Respéteme usted y a la vida que crece dentro de mí. No puedo darme el lujo, de quedarme sin mi carrera. Todo por un capricho suyo y esa manía estar en contra de la comunidad latina. —Retírese joven Rodríguez, que desde ya está expulsada—Ana se mira confundida y rompe en llanto. Sale corriendo y fuera de la oficina, la esperaba su mejor amiga Sofía
Rápidamente salen las autoridades universitarias y uno de los miembros de dicho comité, busca con la mirada a Ana y de inmediato se le acerca: —Buenas tardes señorita Rodríguez, lamento lo ocurrido con usted—comenta uno de los rectores. Todos enseguida se juntan, para oír de primera mano, lo está por decir. —Más lo lamento yo, que perdí mi beca y fui expulsada sin reserva—comenta Ana entristecida. —No es así, ya deliberamos y desde ahora, se puede reincorporar a las aulas de clase, aún permanece con su beca, eso sí mientras no baje el rendimiento. Debe seguir esforzándose. —¿En serio? —pregunta Ana esperanzada. —Si señorita, yo me retiro. Agradézcale al profesor Hufman, la defendió con muchas garras. Ana le esboza a Anthony, una gran sonrisa de agradecimiento, él la mira con cariño y a lo lejos celebra su triunfo. Esperará el momento oportuno, para acercársele y conversar con la dulce Ana. Todos festejan, la euforia de los jóvenes es inmensa, la profesora Roberts sale de la dire
Tony no haya, que hacer para permanecer cerca de su hijo. En el Time Square, se divierte en la compañía de Ana, después de tanto pasear se sientan en una hermosa plaza, buscando un poco de privacidad para conversar. —¿Estoy cansada? —¿Te sientes bien? —Si profesor—responde Ana retraída, por alguna razón, centra sus pensamientos en otra cosa. —¿En qué piensas Ana? —En mi hijo y en que no tengo ni un centavo. Mi padre trabaja mucho en el taller, pero usted sabe lo difícil que es la vida acá. Necesito trabajar no tengo alternativas. —¿Y tus estudios? No puedes claudicar ahora. —Tengo hacer un triple esfuerzo para estudiar, trabajar y ser madre. —Hagamos algo, ven a trabajar conmigo al periódico. Puedes hacerlo medio tiempo, yo te pagaría muy bien. —No quiero abusar de su generosidad—le contesta apenada. —Ana permíteme ayudarte, hazlo por la criatura, que crece dentro de ti. Tendrás flexibilidad para estudiar, por favor no desaproveches la oportunidad. —Está bien, acepto—accede
Días después… —Bendición papá, ya me tengo que ir, a mi primer día laboral—comenta Ana muy emocionada. —Espera un momento ¿Cómo es eso que vas trabajar? ¿Y en dónde? —frunce Ana el ceño, ante el cuestionamiento de su hermano Abel. —Abel voy a trabajar, como aprendiz en la redacción, del periódico de Anthony Hufman. —¿Ese fulano te ofreció hasta trabajo? No entiendo porque te quiere tener tan cerca, yo desconfío de ese tipo. Me hubieses dicho antes y créeme que me opongo a que trabajes con él. —Ya basta Abel, no entiendo tanto reconcomio, contra el profesor si solo ha estado allí, para ayudarme de manera desinteresada, es un caballero. Pero que vas a saber de gallardía. —Y encima me ofendes, para defender al tipejo ese. —Se callan los dos, Abel hijo serénate, el licenciado Hufman es un buen hombre, yo conocí a su padre y también nos ayudó a su madre y a mí, cuando emigramos desde México a este país. Al igual que tu hermana, creo que estás exagerando tus celos. —No son celos papá