Como la familia Rodríguez lo habían acordado, se dirigen muy temprano al consultorio clínico, que Ana había visitado días anteriores. —Hija ¿Cómo se llama el médico que te atendió? —John Jhetro. Se dirigen a la recepción y allí estaba la secretaria, era la única que había quedado trabajando en el lugar, entra en pánico, sin embargo, busca de esconder su nerviosismo. —Buen día señores, que los trae por acá—expresa tragando saliva. Abel hace contacto visual con ella y le guiñe un ojo. Ni en estos momentos deja al donjuán, que lleva dentro quieto. —Señorita venimos buscando al doctor John Jhetro, el trato en éstos días a mi hija y tememos, que hizo algo muy grave—la mira el padre de Ana con severidad. —El doctor no se encuentra, de hecho, ya no trabaja aquí. —El muy canalla huyo, es evidente lo que hizo—expresa Abel, quien es muy perspicaz. —Pues de aquí no nos vamos, hasta que alguien nos atiende y nos dé una explicación, de lo que le ocurre a mi hija. —Señor no sé de qué habla,
—Ana, esa mujer eres tú—Ana y su padre lo miran extrañados. Sin embrago, no prestan atención a su comentario. —Si profesor, soy yo que pequeño es el mundo. —Hija tu hermano y yo tenemos que trabajar. —Espere señor, si quiere Ana se puede quedar conmigo, claro para indagar un poco en lo que le sucedió, me comprometo ayudarlos. —Está bien Licenciado, confío en usted. Hija luego tomas un taxi hasta la casa. —De ninguna manera, mi chofer puede llevarla. —Perfecto, hasta luego y gracias nuevamente licenciado—estrechan sus manos y el padre de Ana se retira. Dejándolos solos en su oficina. —Profesor su oficina es enorme, y me gusta mucho la sala de redacción. Yo siempre soñé con trabajar en un lugar así—expresa Ana con admiración. —Las puertas del periódico están abiertas para ti, cuando te gradúes, puedes ser una reportera del staff de prensa. —¿De verdad? —Si Ana, de ahora en adelante. No me separaré de ti. Las palabras de Tony se internalizan en su mente, como una esperanza en m
En horas de la madrugada, Tony exclama un grito con preocupación: «¡Ana!» manifiesta su nombre, en medio de la penumbra, prende la lámpara de noche y toma el retrato de su difunta esposa, se torna pensativo y luego dice mentalmente: «Micaela tengo un presentimiento, algo puede ocurrirle a Ana. Cuida a la madre de mi hijo, te lo ruego, por el inmenso amor, que nos tuvimos en vida, cuida a mi hijo» Aprieta contra su pecho la fotografía. Al oír el grito su madre, llega rápidamente a su habitación y lo mira silente, con el retrato en mano: —Tony hijo mío ¿Continúas teniendo pesadillas con Micaela? —lo mira con nostalgia. —Mamá—la abraza en medio de su preocupación. Sin embargo, aún no se atreve a decirle lo que le ocurrió, ni mucho menos dirá, por ahora que será padre, de la manera menos convencional, que su madre se puede imaginar. —Tony mi amor, ya suelta el pasado. Si quieres vamos a terapia—le propone su madre. —Tranquila mamá, ve a dormir. —No puedo estar tranquila al verte as
Ana se interna, muy angustiada en la oficina de la rectora, quien desde ya la mira con aprensión. —¿Qué tiene que decirme joven Rodríguez? Apúrese que no tengo tiempo. —Lo que menos quiero, es importunarla profesora, por lo que seré breve. Tengo que contarle, que estoy embarazada—lo suelta sin tapujos. —¿Qué? ¿Qué inmoralidad es esa? —No es ninguna inmoralidad, mi hijo es una bendición—se expresa Ana con firmeza. —Me temo, que no podrá continuar con la beca. —¿Por qué? Jamás he bajado mi rendimiento académico, me parece injusto, que me quiten la beca. —Son las reglas. —¿Cuáles reglas, las que impone usted? —Más respeto Rodríguez. —Respéteme usted y a la vida que crece dentro de mí. No puedo darme el lujo, de quedarme sin mi carrera. Todo por un capricho suyo y esa manía estar en contra de la comunidad latina. —Retírese joven Rodríguez, que desde ya está expulsada—Ana se mira confundida y rompe en llanto. Sale corriendo y fuera de la oficina, la esperaba su mejor amiga Sofía
Rápidamente salen las autoridades universitarias y uno de los miembros de dicho comité, busca con la mirada a Ana y de inmediato se le acerca: —Buenas tardes señorita Rodríguez, lamento lo ocurrido con usted—comenta uno de los rectores. Todos enseguida se juntan, para oír de primera mano, lo está por decir. —Más lo lamento yo, que perdí mi beca y fui expulsada sin reserva—comenta Ana entristecida. —No es así, ya deliberamos y desde ahora, se puede reincorporar a las aulas de clase, aún permanece con su beca, eso sí mientras no baje el rendimiento. Debe seguir esforzándose. —¿En serio? —pregunta Ana esperanzada. —Si señorita, yo me retiro. Agradézcale al profesor Hufman, la defendió con muchas garras. Ana le esboza a Anthony, una gran sonrisa de agradecimiento, él la mira con cariño y a lo lejos celebra su triunfo. Esperará el momento oportuno, para acercársele y conversar con la dulce Ana. Todos festejan, la euforia de los jóvenes es inmensa, la profesora Roberts sale de la dire
Tony no haya, que hacer para permanecer cerca de su hijo. En el Time Square, se divierte en la compañía de Ana, después de tanto pasear se sientan en una hermosa plaza, buscando un poco de privacidad para conversar. —¿Estoy cansada? —¿Te sientes bien? —Si profesor—responde Ana retraída, por alguna razón, centra sus pensamientos en otra cosa. —¿En qué piensas Ana? —En mi hijo y en que no tengo ni un centavo. Mi padre trabaja mucho en el taller, pero usted sabe lo difícil que es la vida acá. Necesito trabajar no tengo alternativas. —¿Y tus estudios? No puedes claudicar ahora. —Tengo hacer un triple esfuerzo para estudiar, trabajar y ser madre. —Hagamos algo, ven a trabajar conmigo al periódico. Puedes hacerlo medio tiempo, yo te pagaría muy bien. —No quiero abusar de su generosidad—le contesta apenada. —Ana permíteme ayudarte, hazlo por la criatura, que crece dentro de ti. Tendrás flexibilidad para estudiar, por favor no desaproveches la oportunidad. —Está bien, acepto—accede
Días después… —Bendición papá, ya me tengo que ir, a mi primer día laboral—comenta Ana muy emocionada. —Espera un momento ¿Cómo es eso que vas trabajar? ¿Y en dónde? —frunce Ana el ceño, ante el cuestionamiento de su hermano Abel. —Abel voy a trabajar, como aprendiz en la redacción, del periódico de Anthony Hufman. —¿Ese fulano te ofreció hasta trabajo? No entiendo porque te quiere tener tan cerca, yo desconfío de ese tipo. Me hubieses dicho antes y créeme que me opongo a que trabajes con él. —Ya basta Abel, no entiendo tanto reconcomio, contra el profesor si solo ha estado allí, para ayudarme de manera desinteresada, es un caballero. Pero que vas a saber de gallardía. —Y encima me ofendes, para defender al tipejo ese. —Se callan los dos, Abel hijo serénate, el licenciado Hufman es un buen hombre, yo conocí a su padre y también nos ayudó a su madre y a mí, cuando emigramos desde México a este país. Al igual que tu hermana, creo que estás exagerando tus celos. —No son celos papá
Días después… Se dirige Ana a la oficina de Tony, se anuncia de inmediato con Judith su secretaria, quien había llegado de su reposo: —Buen día señora, ¿Estará disponible el licenciado Hufman? —pregunta Ana. —Déjeme anunciarla—la mira fijamente—muchacha, ¿Tú viniste el otro día con tu padre, por un problema personal? —Si señora, ahora trabajo aquí, como aprendiz en la sala de redacción, estudio periodismo—le expresa Ana con grácil timidez. —Bienvenida—la trata Judith con cortesía—puedes pasar. —Gracias señora. —Mi nombre es Judith—se presenta ante Ana. —Y el mío Ana—ambas esbozan una sutil sonrisa. —Ana ¿Todo bien? —pregunta Tony al abrir la puerta. —Hola profesor, que amable es su secretaria. —Sí, Judith tiene mucho tiempo trabajando con nosotros. Esta pronto por jubilarse, Cuéntame ¿Necesitas algo? —Si profesor, quiero pedirle un permiso, para ausentarme el día de mañana, es que quiero hacerme una ecografía, para ver cómo está el bebé. —Claro, es más si quieres te acompa