MI VIDA EN PICADA

Estaba embarazada. 

En cuanto esa realidad me embargó, me sentí hundida, todos los planeas que había creado para mi futuro se destruyeron ante el resultado de esa prueba. Estaba esperando un bebé.

—¿Por qué...? —sollocé arrojando la tercera la prueba de embarazo al bote de basura—. ¿Por qué... tengo que ser yo?

Yo no estaba casada, ni siquiera tenía novio, pero estaba embarazada. Iba a tener un bebé, y era suyo, era del hombre de esa noche. El padre de mi hijo era un hombre tan lejano a mí, un Ceo exitoso, pero un desconocido con quién nunca había cruzado palabra.

Pensé en mi madre, una mujer estricta que no esperaba nada de mí, aunque seguramente me mataría al saberlo. Pensé en Israel, el chico que me gustaba.

Y me derrumbé. Rompí a llorar en ese baño. Un pequeño trago y una noche que no recordaba habían sido suficientes para cambiar mi vida en todo sentido.

Ese día salí temprano de clases y sin aceptar mi realidad, me dirigí a la casa de Nora. La esperé en la puerta hasta que regresó de su primer empleo, la había contratado una gran empresa y le iba bien. Ella avanzaba con el pie derecho, iba a ser exitosa, en cambio yo...

Cuando bajó de su coche y me vio sentada en su puerta, de inmediato vio que algo andaba mal y se acercó deprisa. 

—Suzy, ¿pasó algo? —preguntó preocupada—. ¿Por qué no has ido a casa?

Con la garganta contraída me abracé a su cuerpo y lloré de nuevo. Entre gimoteos le conté sobre la prueba, sobre mi embarazo. Ella me escuchó atentamente, luego entramos a su casa y me sirvió un vaso de agua para tranquilizarme.

—Todo estará bien, Suzy. Haremos algo, lo arreglaremos.

Sujeté con fuerza el vaso de cristal en mis manos, no podía creer como lo había arruinado todo, como un desliz de una noche me estaba costando tanto.

—Por cierto, ¿no has considerado...? —dejó el resto de la pregunta en el aire.

Yo alcé la vista, Nora estaba de pie frente a mí, sosteniendo una cerveza.

—¿Qué no he considerado? —inquirí sin comprenderla.

Nora hizo un gesto incomodo, luego exhaló y lo soltó.

—Hablo de... olvidarte de todo esto. Puedes hacerlo, eres joven y tienes toda una vida para intentarlo de nuevo, esta vez porque lo desees.

Continué mirándola, aun incapaz de ver lo que trataba de decirme. Con frustración ella se sentó a mi lado y lo explicó en una fría frase.

—No tienes por qué convertirte en mamá, Susan. Si no lo quieres, puedes arrepentirte y “corregir” este error.

¿Corregir? ¿Hablaba de mi embarazo? Noté la sangre detenerse en mis venas.

—Nora, yo no podría...

Ella negó y me miró con severidad.

—Puedes, de hecho, ¿por qué no? Estás estudiando y el padre de ese bebé ni siquiera te conoce. 

No encontré forma de responder, pero tampoco lo acepté. ¿Deshacerme de mi bebé? No podía.

—Piénsalo, Suzy, ¿qué dirá tu madre si sabe que estás embarazada de alguien a quien nunca antes habías visto? Te odiará. Querrá matarte.

Mi mamá ya me odiaba, me detestaba con su alma. Y eso fue lo que me hizo darme cuenta de lo qué quería. Que Nora mencionara a mi madre, me hizo ver que yo no quería convertirme en ella.

Me sequé los rastros de lágrimas de los ojos y me puse de pie. Miré a mi amiga con decisión.

—Nora, no sé cómo lo haré, pero no seré como mi mamá —le aseguré—. Voy a ... encontrar la forma de superar esto. Voy a amar a mi bebé, lo amaré como ella debió amarme a mí.

Cuando dije todo eso, lo dije de corazón. Y traté de cumplir mi palabra, fui a revisión con una ginecóloga y después comencé a ver información sobre empleos de medio tiempo. En un inicio todo parecía marchar bien, comencé a ilusionarme con la idea de ser mamá y tener esa familia que siempre había echado de menos.

Pero todas esas ilusiones se vieron destruidas cuando una mañana desperté y mi celular no dejaba de vibrar. Eran mensajes de compañeros de la facultad, y pronto vi de que trataba. 

Palidecí. Algunos chicos decían admirarme y otros me llamaban zorra, algunos más me tachaban de astuta y oportunista. Aunque, solo terminé de comprender del todo la situación cuando me presenté a clase y el rector me llamó a su oficina. 

Con expresión sería colocó sobre el escritorio una pantalla y la empujó hacia mí.

—Señorita Sagel, ¿estaba al tanto de esta noticia?

En la pantalla había una nota de un importante periódico empresarial. Bajo una foto del Ceo Bastián, había un título en letras negras que hablaba de la fiesta, también de mi embarazo.

Conmocionada, leí una parte de la nota, escrita justo sobre una foto mía tomada sin que yo me diera cuenta. 

“Durante una fiesta en su hotel, el Ceo Gabriel Bastián de Bussines B estuvo con una estudiante de la universidad de la que hace poco fue Padrino de Generación. Ahora ella espera un hijo de él. ¿Ellos son pareja o la chica fue solo una aventura del Ceo?”.

—¿Y bien, señorita Sagel? —inquirió el rector, quitándome la pantalla de las manos.

Lo miré sin saber qué contestar, aun paralizada por la noticia. ¿Cómo es que ese periódico estaba enterado sobre la fiesta y mi embarazo? Solo Nora y yo lo sabíamos.

—Aquí dice que usted espera un hijo del Ceo Gabriel Bastián, ¿es eso cierto?

 Jugueteé con mis pulgares, sosteniéndole la mirada al rector, buscando la manera de escapar de esa situación. Pero no encontré forma, ¿cómo aceptaría que esperaba un hijo de ese hombre, pero que no éramos pareja o siquiera conocidos? No podía.

—¿Por qué no responde? Debe entender el revuelo que esta nota ha causado en la universidad. 

Bajé la vista, avergonzada como nunca. Y no me atreví a decir nada.

—El señor Bastián es una figura importante y un estimado amigo mío, pero aun así, a la comunidad académica no le parece ético que haya tenido intimidad con una de nuestras estudiantes, y menos que ella ahora esperé un hijo suyo.

Con la mirada en mis pies, seguí en silencio. El rector solo pensaba en la reputación de su amigo, no en cómo la noticia me afectaba a mí.

—¿Realmente espera un hijo de él? Sea sincera, eso definirá su situación como estudiante.

Si me negaba a hablar, iban a expulsarme, eso era lo que quería decir. Entendí que estaba atrapada, no podía seguir evitándolo. Así que, con el corazón apretado miré al rector y acepté la verdad.

—Si, señor. Estoy esperando un bebé de... ese hombre.

El rector continuó mirándome, luego lanzó la otra pregunta, la más humillante.

—¿Y que hay sobre el resto de la nota, ustedes son pareja o solo fue una aventura?

Apenada como nunca y roja de las mejillas, volví a bajar la mirada. Yo no mantenía ninguna relación con ese hombre, ni siquiera nos conocíamos. 

—El Ceo y yo no... somos pareja —admití, deseando desaparecer—. Solo estuvimos juntos esa... noche de la fiesta.

—¿Dice que espera un hijo de un hombre al cual no conocía?

Con la cara caliente, volví a asentir.

Después de eso, no volvió a preguntarme nada más. Me permitió irme y yo arrastré los pies fuera de su oficina, tenía tantas ganas de llorar. Quería irme a casa y esconderme de todos.

Además, podía sentir los ojos críticos de mis compañeros seguirme por los pasillos, los cuchicheos, los señalamientos y las indirectas que me dirigían. Y lo peor vino cuando bajé las escaleras vacías y me topé con la peor persona de la universidad.

—Vaya perra astuta resultaste, Susan —dijo una chica de mi clase, parándose frente a mí y bloqueándome el camino—. Ser amiga de la fácil de Nora te enseñó algo, parece ser —se rió.

 Ella se llamaba Vivian y yo nunca le había agradado, desde que nos conocimos en secundaria me había hecho ver que nunca nos llevaríamos bien.

—¿Sabes? Todos en la universidad nos preguntamos qué clase de relación tienes con un hombre como ese, Suzy. ¿Sales con él o solo fuiste una especie de una diversión casual? —aventuró con una sonrisa cruel.

Enrojecí y ofendida abrí la boca para decirle que yo no era la diversión de nadie, mucho menos de ese hombre, pero antes de poder decir nada, mi celular comenzó a sonar en mi mochila. Tragué saliva y no me atreví a contestar, porque incluso sin verlo sabía bien quién me llamaba, lo sentía en mi interior. Era mi mamá.

Vivian notó el miedo en mis ojos ante la llamada de mi madre y agudizó la mirada. Ella conocía a mi mamá, y sabía cómo reaccionaría.

—Mira que juguetear con un hombre como ese, Suzy, de verdad eres inteligente —me sonrió de manera burlona—. Y esperar un hijo suyo, ¿cómo lo hiciste?

Se acercó a mí y acarició el listón rosado que mantenía trenzado mi cabello. Lo arrancó de golpe, haciéndome apretar los dientes de dolor. Y, sin verme a los ojos, Vivian me colocó el cabello sobre un hombro y pasó sus dedos por las hebras doradas.

—Sé que eres guapa, Susan, más de un chico lo ha dicho. Eres bonita y dulce, amable con todos. Pero eres igual de estúpida, como tu madre.

Alzó los ojos hacia los míos, sonriendo.

—Todos se preguntan sí eres su novia o algo así, pero yo sé que no. Apostaría mi vida a que esa noche bebiste demasiado y terminaste en su cama, como una zorra callejera. 

Mis labios se separaron. Yo no sabía engañar, siempre para los demás era obvio lo que pensaba, y para Vivian no fue diferente. Supo enseguida que había dado en el clavo y se rió entre dientes, divertida como nunca. 

—¿Quieres un consejo, Suzy?

Jugueteó con el listón de mi cabello, riéndose de mí.

—Anda, ve y arrodíllate ante tu madre, alzó antes de que te mate a golpes por ser una perra fácil. 

Me tiró del pelo y, acercándose más, guardó mi listón en un bolsillo de mi mochila.

—Hazlo, porque sí ella se entera de que tu embarazo es producto de una noche caliente con ese hombre rico, te querrá matar.

Aun después de que Vivian subiera las escaleras y se alejara por los pasillos, yo me quedé paralizada, oyendo mi celular sonar. No quería darle la razón a alguien como ella, pero no estaba equivocada: mi madre me mataría.

Temerosa de enfrentarla, dejé la universidad y me fui a mi departamento. Al llegar al edificio donde vivía, ignoré el coche negro estacionado en la calle y subí deprisa a mi casa, solo quería esconderme y no enfrentarme a lo que venía.

Pero al doblar el pasillo y sacar mis llaves, me detuve en seco frente a mi puerta.

Recostando en la pared, había una persona. Mejor dicho, había un hombre vestido con un formal traje negro, de apariencia costosa. Al verme llegar, se sacó de los labios el cigarrillo que fumaba y lo arrojó al suelo para después pisarlo.

Luego se irguió y sus ojos me miraron a la cara, antes de estrecharse levemente. Era una mirada grisácea, metálica y demasiado intensa.

—¿Eres tú Susan Sagel?

Al oír su voz grave y profunda, al fin reaccioné y fui consiente de quién era él. Noté el castaño de su cabello y lo atractivo que era su rostro, de mandíbula marcada y tez clara. 

Al reconocerlo, mis ojos se abrieron, pero piernas perdieron sensibilidad y solo pude verlo con la garganta contraída. Él era Gabriel Bastián, el hombre de esa noche, el desconocido padre de mi bebé.

—¿U-usted? —apenas era capaz de hablar—. ¿Por qué usted...?

El Ceo me repasó de pies a cabeza e irguió la cabeza. Había algo demandante y autoritario en su postura.

—Ya debe saber porque estoy aquí, señorita —dijo sin más—. La recuerdo de esa noche. Sé que fue usted con quién me acosté en esa fiesta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo