Me despedí de Adam con un beso en la mejilla, agradeciéndole infinitamente su apoyo y ayuda durante tanto tiempo; y él prometió que, a pesar de todo eso que no pudo ser entre ambos, siempre me iba a guardar un sincero aprecio. Sobre si íbamos a vernos de nuevo, cuando se fue sin mirar atrás entendí que no. Se había acabado. Permanecí en el hospital con mis bebés una semana completa, mientras veía sin intervenir como Gabriel ponía a varios de sus empleados a rastrear a Nora y seguirle la pista. Ella había dejado la ciudad el mismo día que me confesó todo, y ahora investigadores privados trataban de averiguar sí había dejado el país o solo permanecía oculta. Un par de días después, aunque no fue fácil, la gente de Gabriel la encontró al norte, se ocultaba en un hotel costoso que pagaba con el dinero que había recibido al vender mis anillos. No quise saber mucho del juicio al que Gabriel la sometió y donde la culpó de múltiples crímenes; solo me lamenté de que nuestra amistad hubiese
Mareada, me deslicé por la pared y me llevé una mano al pecho, mi corazón latía rápido y frenético, parecía querer estallar. —N-Nora... —murmuré el nombre de mi amiga, mientras caminaba dificultosamente por esos solitarios pasillos. Quería encontrar la salida e irme de allí, buscar ayuda o solo respirar un poco de aire limpio. No quería seguir en ese lugar, en realidad, no había querido asistir desde un principio, pero Nora, mi mejor amiga, me había convencido. Esa noche era la última fiesta de su generación antes de la graduación, y estaban festejándolo a lo grande en un lujoso penhouse en un famoso hotel, bebiendo caras bebidas; todo como obsequio de su Padrino de Generación, un empresario extranjero. —N-Nora.... ¿Dónde estás? —parpadeé con la vista cada vez más borrosa, caminando torpemente y tropezándome con mis propios tacones. El corto vestido de terciopelo plateado acariciaba mis muslos y los delgados tirantes se deslizaban de mis hombros, a punto de mostrar mi brassier.
Estaba embarazada. En cuanto esa realidad me embargó, me sentí hundida, todos los planeas que había creado para mi futuro se destruyeron ante el resultado de esa prueba. Estaba esperando un bebé. —¿Por qué...? —sollocé arrojando la tercera la prueba de embarazo al bote de basura—. ¿Por qué... tengo que ser yo? Yo no estaba casada, ni siquiera tenía novio, pero estaba embarazada. Iba a tener un bebé, y era suyo, era del hombre de esa noche. El padre de mi hijo era un hombre tan lejano a mí, un Ceo exitoso, pero un desconocido con quién nunca había cruzado palabra. Pensé en mi madre, una mujer estricta que no esperaba nada de mí, aunque seguramente me mataría al saberlo. Pensé en Israel, el chico que me gustaba. Y me derrumbé. Rompí a llorar en ese baño. Un pequeño trago y una noche que no recordaba habían sido suficientes para cambiar mi vida en todo sentido. Ese día salí temprano de clases y sin aceptar mi realidad, me dirigí a la casa de Nora. La esperé en la puerta hast
¿Me recordaba? ¿Recordaba lo que había pasado entre nosotros esa noche? —Sé que me acosté con una chica la noche antes de la graduación, en la fiesta que yo ofrecí para los egresados —explicó el Ceo, adelantándose hasta quedar a un paso de mí. Sus ojos grises examinaron mi rostro, reconociéndome a la perfección. —Y era una universitaria, por lo que veo —agregó al verme mejor. Yo solo enrojecí y seguí muda, aun sorprendida de verlo allí, hablando conmigo. —Esa noche yo estaba demasiado alcoholizado para medir mis actos, pero recuerdo bien que una chica entró tambaleándose a mi habitación. Ella estaba tan perdida como yo. Sus ojos bajaron por mi cuerpo, hasta detenerse en mi mano derecha, donde sostenía las llaves de mi apartamento con fuerza. Sin ser brusco, me las quitó y retrocedió de nuevo. —Después de eso, terminé en mi cama con ella, pero cuando desperté al día siguiente, ella había desaparecido. Creí que había sido una aventura y nada más. Y como si esa fuese su
¿Realmente un matrimonio arreglaría el desastre que ahora era mi vida? Sacudí la cabeza al tiempo que sonreía temblorosamente, mirando la firmeza en sus rasgos. —Perdone, pero no entiendo... —¿No quieres solucionar esto? —me interrumpió con algo de severidad. Tragué saliva de forma compulsiva, aun mirando lo grises que eran sus ojos, sólidos y decididos. Poco a poco alcé la mano y, cerrándola en un fuerte puño, me la llevé al pecho. Notaba el frío oro del anillo en torno al dedo, y me pregunté sí todos los hombres poderosos eran tan drásticos. —¿Y... cómo le beneficiaría este matrimonio a usted, señor Bastián? —inquirí tanteando el terreno, pues no confiaba en él, era un desconocido después de todo. Sin dejar de mirarme, él curvó un lado de la boca en una pequeña sonrisa astuta y confiada. Luego se inclinó ligeramente hasta que niveló su mirada con la mía. —¿No cree, señorita Sagel, que, si pruebo que dormí con mi amada esposa y madre de mi hijo, y no con una joven univer
Al fin comprendía la repentina visita de Israel y esa inesperada declaración de que me había extrañado, cuando ni una vez me había llamado. Al fin entendía todo, y me dolía. —Podrías hacer que yo también me vuelva alguien influyente. Sí eres su esposa y logras convencerlo, me harás muy dichoso, Suzy. Me sonrió con emoción, pero yo no fui capaz de sonreírle. Solo podía notar cómo algo se despedazaba dentro de mí. —Cásate con él y ayúdame, Suzy —insistió, aferrándose a mis manos—. Arreglemos eso ahora, incluso puedes presentármelo hoy mismo. Y cuando tengas a tu bebé, haremos que te divorcies, y entonces tú y yo... Hice que soltará mis manos. Él pareció sorprendido cuando me levanté del sofá y me sequé las pocas lágrimas que habían caído. —Quieres hacer que me casé para poder usarme y hacer negocios con el señor Bastián. Israel negó enseguida. —Suzy, no es así. Solo pido... —¡Tú sabias que yo estaba enamorada de ti! Pero solo ahora que ves forma de aprovecharte de mis se
Luego de invitarme a entrar a su penhouse y hacerme esperar sentada en su espaciosa sala, él hizo varias llamadas y no lo vi por un buen rato. Yo me acerqué a las ventanas y observé la ciudad, mientras por dentro me preguntaba sí pronto me arrepentiría de todo eso. Y, sobre todo, me pregunté sí podría encajar en el mundo de ese hombre. Un rato después, él volvió y se acercó a mí. Nos miramos un momento, yo sintiéndome extraña y fuera de lugar; y él, él me miró como si yo fuese un negocio que había cerrado con éxito. Aunque, tras su expresión tranquila, parecía algo molesto. —Primero que nada, debo saber algo sobre usted. Lo miré, algo cohibida. —¿Qué es? —Quiero saber qué tanto le gusta beber —dijo sin más y yo me puse roja de pena—. Esa noche el alcohol nos hizo cometer graves errores, y no me gustaría que sucedieran de nuevo, recuerde su condición. Ante esto, bajé un poco la mirada y sonreí con mucha vergüenza. —La verdad es que no soy la alcohólica que cree. Solo b
Había firmado un acta de matrimonio, pero ahora veía que había sido más que eso; había firmado una sentencia, donde le permitía utilizarme y aprovecharse de eso. Sentada en la cama con las piernas cruzadas, contemplé las múltiples notas periodísticas que había sobre la aclamada boda del Ceo Bastián. Era la noticia principal, la que acaparaba las páginas y de la que todos hablaban: “El Ceo Gabriel Bastián rompe los escándalos recientes al revelar su matrimonio”. “Fotos sobre la boda del inversionista Bastián han salido a la luz después del escándalo en el que se vio involucrado hace poco” Pero, por ninguna parte decía que nuestra boda fuesa una boda reciente, festejada solo un día atrás en ese penhouse. Por el contrario, bajo las fotos donde yo vestía de blanco y él de traje, donde nos sonreíamos y él colocaba el anillo en mi dedo; estaba la fecha de la boda, pero era falsa, ¡una descarada mentira! Nuestra boda supuestamente había sido dos años atrás, cuando yo tenía 19 y él 27 añ