¿Realmente un matrimonio arreglaría el desastre que ahora era mi vida?
Sacudí la cabeza al tiempo que sonreía temblorosamente, mirando la firmeza en sus rasgos.
—Perdone, pero no entiendo...
—¿No quieres solucionar esto? —me interrumpió con algo de severidad.
Tragué saliva de forma compulsiva, aun mirando lo grises que eran sus ojos, sólidos y decididos. Poco a poco alcé la mano y, cerrándola en un fuerte puño, me la llevé al pecho. Notaba el frío oro del anillo en torno al dedo, y me pregunté sí todos los hombres poderosos eran tan drásticos.
—¿Y... cómo le beneficiaría este matrimonio a usted, señor Bastián? —inquirí tanteando el terreno, pues no confiaba en él, era un desconocido después de todo.
Sin dejar de mirarme, él curvó un lado de la boca en una pequeña sonrisa astuta y confiada. Luego se inclinó ligeramente hasta que niveló su mirada con la mía.
—¿No cree, señorita Sagel, que, si pruebo que dormí con mi amada esposa y madre de mi hijo, y no con una joven universitaria desconocida, entonces esos absurdos escándalos que me están llevando a la ruina, dejaran de existir? —preguntó alzando ligeramente una poblada ceja—. Mi reputación en el gremio y los precios de mis acciones volverán a lo de antes, siempre y cuando la historia de esa noche desaparezca.
Y viendo directo a ese profundo y embravecido mar gris, me sentí tan tonta por no ver que todo lo hacía por él. Su propuesta era para salvarse a sí mismo, para salvar su fortuna y su impecable imagen de hombre respetable.
Pero ¿qué había sobre mí? La respuesta llegó de inmediato, cuando él pareció leerme la mente.
—Sí usted es mi esposa, nadie podrá juzgarla por haber dormido conmigo esa noche. Mantendrá su lugar en la universidad, y nadie se atreverá a criticarla por el bebé que espera. También mantendrá su beca, aunque ya no la necesitará.
¿Yo también podría salvarme?? ¿Podría seguir estudiando y nadie me criticaría por haber pasado la noche con un hombre poderoso al que no conocía? Sonaba demasiado bien.
Aunque, no era una elección fácil de tomar.
—Como ves, el beneficio es mutuo, Susan —dijo él con voz persuasiva, pronunciando mi nombre de nuevo en ese tono bajo que me calentaba la piel—. Los dos nos equivocamos esa noche, pero esta es una buena forma de arreglarlo, ¿no crees?
¿Una buena forma de arreglarlo? Habíamos cometido un error, lo sabía, pero... Yo no quería casarme. Mi vida estaba cayéndose a pedazos, pero no estaba lista para vivir en un matrimonio, menos con alguien con quién solo había dormido una vez.
Así que, meneando la cabeza, di un paso atrás y aclaré mis pensamientos. Me saqué el anillo y se lo ofrecí.
—No puedo aceptar esto —le dije cuando él tomó el anillo—. Creo que debe existir otra manera de resolverlo, una forma que no sea casarme con usted.
Durante unos instantes, me había dejado llevar por la influencia de ese hombre, por lo persuasiva y profunda que era su voz, pero ya había reaccionado y no podía casarme. No así, solo para acallar un escándalo que seguro tarde o temprano todos olvidarían.
—Señor Bastián, gracias por venir hasta aquí y ofrecerme una salida a mis problemas. Solo... lo que pasa es que yo no estoy lista para casarme de esta forma.
Ante mi negativa, lo vi apretar ligeramente la mandíbula y mirarme con exasperación, pero casi inmediatamente tomó una profunda respiración y asintió, más calmado.
Se guardó el anillo y pasó a mi lado, en dirección a la puerta.
—¿Cree que el tiempo resuelve escándalos como este? —dijo a mis espaldas, ya abriendo la puerta—. No es así, señorita, y pronto lo verá. Se dará cuenta de lo grave que es esto.
Pero yo no contesté, solo pude pensar que todo eso era una exageración, que casarnos cuando éramos desconocidos, sin duda era ir demasiado lejos, y solo por un escándalo mediático. No, nadie se casa por algo así, es excesivo.
—Señor, le agradezco, pero no...
Mi voz se apagó cuando miré una persona aparecer detrás de él, desde más allá de la puerta abierta. Lo reconocí enseguida, y aun así no pude creerlo.
Al ver el cambió en mi expresión, el señor Bastián giró la cabeza y observó a mi visitante con desconfianza. Pero a diferencia suya, mis pupilas se dilataron y mis labios se abrieron al ver a la figura frente a mí.
—Suzy, he regresado —dijo sonriendo.
A unos pasos de mí, estaba mi amigo Israel, a quién llevaba queriendo desde mi adolescencia. Era él con quién había alucinado esa noche de la fiesta.
—¿Cómo...? ¿Cuándo volviste?
Por su trabajo se había ido por largo un año luego de egresar de la universidad, y ahora volvía. El señor Bastián se dio cuenta de la situación y frunció el ceño.
Pero, aunque pareció molesto por la interrupción, solo dijo:
—Regresaré en un momento. Les daré privacidad.
Yo asentí y sin hablarse ambos se despidieron con un movimiento de cabeza. El Ceo se fue e Israel lo observó con curiosidad hasta que desapareció. Cuando al fin me quedé sola con mi amigo, al fin pude sonreír y decir:
—Regresaste, no puedo creerlo.
—Acabo de volver —dijo Israel con una sonrisa, pasando a mi apartamento con una maleta en mano—. Y vine directo a verte, Suzy.
Sonriendo me abrazó y me alzó en vilo para estrecharme contra sí, mientras tanto, yo seguía desconcertada y atónita por su repentino regreso. Aun no podía creer que estuviese allí, que hubiese regresado. Era igual que esa noche, cuando también pensé que había vuelto, pero cuando desperté al día siguiente...
—Pero, Suzy, he escuchado una disparada noticia de camino aquí —dijo poniéndome en el suelo y mirándome a los ojos.
Frunció el ceño y yo me puse nerviosa. Acababa de llegar y ya lo sabía todo.
—Todo mundo habla de ti y del Ceo del grupo Business B, y de una fiesta y un bebé. Dime, ¿esa es la razón por la que ha venido aquí?
¿Él lo había reconocido? Sin saber qué decir, observé su franca mirada castaña, limpia y sincera. Finalmente, mi garganta se cerró con dolor. No quería decirle lo que había hecho, tampoco lo que ese Ceo me había propuesto. No quería contarle sobre mi gran error en esa fiesta.
—Vamos, Suzy, dime qué pasa. ¿Por qué ese hombre está aquí? —insistió.
Sentí mi labio inferior temblar, también sentí unas infinitas ganas de ponerme a llorar.
—Israel, te eché mucho de menos —le dije con voz aguda y lo rodeé con mis delgados brazos—. Quería tanto volver a verte.
Él me abrazó de nuevo, palmeándome la espalda como siempre solía hacer.
—Yo también tenía tantas ganas de verte, Suzy —agregó, impaciente—. Por eso deberías contarme qué te pasó con ese hombre.
Inspiré aire y seguí callada.
—Me preocupo por ti, lo sabes, Suzy. Tú me importas demasiado.
Que dijera eso me enterneció el corazón y me hizo recordar por qué estaba enamorada de él. Israel siempre pensaba en mí, y había ido a verme, aunque acababa de volver de un largo viaje. Yo le importaba, siempre me lo decía.
—En realidad, es más que eso —agregó.
Sorprendida, alcé la mirada. Israel sonrió levemente y me acarició el cabello.
—La verdad es que no pensé que durante este año te extrañaría tanto, Suzy. Por eso deseaba tanto volver y así poder verte.
¿En qué momento la vida se había vuelto tan buena y a la vez tan mala conmigo? Al fin el hombre que amaba decía amarme también, pero yo ahora esperaba un hijo de otro.
—Así que, por favor, dime la verdad. ¿Es cierto que dormiste con ese tipo? —preguntó, separándose de mí y viéndome con intensidad—. ¿Esperas un hijo de él? Dímelo, Susan.
Aunque hacerlo me rompió el corazón e incluso más, tuve que asentir y contarle todo. Israel me importaba mucho, lo amaba con el alma, y sabía que era mi deber hablarle con la verdad. No quería engañarlo y ser falsa con él, así que le dije absolutamente todo, incluso le hablé sobre la visita del Ceo y su propuesta de matrimonio.
Cuando concluí, ya era tarde y ambos estábamos sentados en la sala, él pensativo y yo avergonzada.
—Dijo que casarnos resolvería el escándalo, pero yo no quiero aceptar —dije para terminar—. No quiero casarme, y mucho menos ahora que tú...
—Deberías escucharlo —dijo con voz segura.
Tuve que alzar la cabeza y mirarlo.
—¿Qué? ¿Por qué?
Israel estaba serio, pero en el fondo de sus ojos había un ligero brillo que nunca antes vi en él.
—Ese escandalo es un gran problema, consumirá tu vida. Te echaran de la universidad, ¿y qué harás con ese hijo? —su voz era repentinamente dura.
Intenté sonreír.
—¿Por qué dices eso? Yo podré cuidar de mi bebé, además, tú estarás conmigo...
Negó.
—No podrá ser así, date cuenta, Susan —me dijo con voz dura—. No tendrás este apartamento y ningún título que te ayude a conseguir empleo. Lo mejor para ti es casarte con él. Deberías decírselo ahora mismo.
Qué él me aconsejara hacer eso, fue más que doloroso. Había creído que diría algo diferente, nunca eso. Al darse cuenta del dolor que me estaba causado, Israel pareció reaccionar y se acercó a mí para tomarme de las manos.
—Lo siento, Suzy. La verdad es que también estoy pensando en mí.
Y sonriendo un poco orgulloso, me contó que su abuelo había muerto recientemente y en su testamento le dejaba su pequeño negocio de bienes raíces a él. Le heredaba una pequeña fortuna.
—Pero, aunque un par de millones suenen bien, no lo es, Suzy —sacudió la cabeza, frustrado—. Yo quisiera amasar una fortuna mayor. Sin embargo, mi abuelo dejó un mal negocio que pronto irá a la quiebra. Lo perderé todo —concluyó apretando los parpados—. ¿Qué pensaba ese viejo al heredarme ese arruinado negocio?
Yo aun creía de 2 millones de dólares y un pequeño negocio eran maravillosos para mejorar su vida, y así quise decírselo. Pero apenas empecé, Israel sacudió la cabeza y me lanzó una extraña mirada.
—Piensa en la propuesta de Gabriel Bastián, Susan. Casarte con un tipo tan poderoso podría resolver tus problemas, y quizás también los míos.
Cuando dijo lo último, algo dentro de mí se astilló: era lo que llevaba años sintiendo por él.
—¿Casarme con el señor Bastián, te beneficiará, Israel? —le pregunté cuidadosamente, esperando que no dijera algo aún más doloroso.
Pero él asintió, y al fin vi que lo que brillaba en sus ojos era avaricia.
—Susan, sí te casas con ese tipo tan poderoso y millonario, podrías ayudarme. Siendo su esposa y madre de su hijo, tú podrías convencerlo para que se asocie conmigo e inyecté una importante suma de su fortuna en mis negocios. Bastará que me dé unas decenas de millones y yo levantaré un gran imperio.
Apretó mis manos entre las suyas, más entusiasmado que nunca. Mientras tanto, lo que acababa de astillarse dentro de mí, comenzó a caerse a pedazos. Comenzó a fracturarse y fue definitivo.
—Suzy, sí te casas con ese hombre, tendrás la oportunidad de salvarme de la quiebra. Amasaré una gran cantidad de dinero y me haré tan rico como él. Sí lo haces, esos 2 miserables millones que me dejó ese viejo, se podrían volver una verdadera fortuna.
Conformé hablaba, yo al fin comprendí porque había ido a verme, porque había sido tan amable e incluso porque había dicho esas bonitas palabras.
Realmente me dolió darme cuenta. El hombre del que había estado enamorada por años, era un tipo despreciable.
Al fin comprendía la repentina visita de Israel y esa inesperada declaración de que me había extrañado, cuando ni una vez me había llamado. Al fin entendía todo, y me dolía. —Podrías hacer que yo también me vuelva alguien influyente. Sí eres su esposa y logras convencerlo, me harás muy dichoso, Suzy. Me sonrió con emoción, pero yo no fui capaz de sonreírle. Solo podía notar cómo algo se despedazaba dentro de mí. —Cásate con él y ayúdame, Suzy —insistió, aferrándose a mis manos—. Arreglemos eso ahora, incluso puedes presentármelo hoy mismo. Y cuando tengas a tu bebé, haremos que te divorcies, y entonces tú y yo... Hice que soltará mis manos. Él pareció sorprendido cuando me levanté del sofá y me sequé las pocas lágrimas que habían caído. —Quieres hacer que me casé para poder usarme y hacer negocios con el señor Bastián. Israel negó enseguida. —Suzy, no es así. Solo pido... —¡Tú sabias que yo estaba enamorada de ti! Pero solo ahora que ves forma de aprovecharte de mis se
Luego de invitarme a entrar a su penhouse y hacerme esperar sentada en su espaciosa sala, él hizo varias llamadas y no lo vi por un buen rato. Yo me acerqué a las ventanas y observé la ciudad, mientras por dentro me preguntaba sí pronto me arrepentiría de todo eso. Y, sobre todo, me pregunté sí podría encajar en el mundo de ese hombre. Un rato después, él volvió y se acercó a mí. Nos miramos un momento, yo sintiéndome extraña y fuera de lugar; y él, él me miró como si yo fuese un negocio que había cerrado con éxito. Aunque, tras su expresión tranquila, parecía algo molesto. —Primero que nada, debo saber algo sobre usted. Lo miré, algo cohibida. —¿Qué es? —Quiero saber qué tanto le gusta beber —dijo sin más y yo me puse roja de pena—. Esa noche el alcohol nos hizo cometer graves errores, y no me gustaría que sucedieran de nuevo, recuerde su condición. Ante esto, bajé un poco la mirada y sonreí con mucha vergüenza. —La verdad es que no soy la alcohólica que cree. Solo b
Había firmado un acta de matrimonio, pero ahora veía que había sido más que eso; había firmado una sentencia, donde le permitía utilizarme y aprovecharse de eso. Sentada en la cama con las piernas cruzadas, contemplé las múltiples notas periodísticas que había sobre la aclamada boda del Ceo Bastián. Era la noticia principal, la que acaparaba las páginas y de la que todos hablaban: “El Ceo Gabriel Bastián rompe los escándalos recientes al revelar su matrimonio”. “Fotos sobre la boda del inversionista Bastián han salido a la luz después del escándalo en el que se vio involucrado hace poco” Pero, por ninguna parte decía que nuestra boda fuesa una boda reciente, festejada solo un día atrás en ese penhouse. Por el contrario, bajo las fotos donde yo vestía de blanco y él de traje, donde nos sonreíamos y él colocaba el anillo en mi dedo; estaba la fecha de la boda, pero era falsa, ¡una descarada mentira! Nuestra boda supuestamente había sido dos años atrás, cuando yo tenía 19 y él 27 añ
—Anda, Susan, mírame y dime de una vez lo arrepentida que estás de este matrimonio —me presionó, nivelando su mirada a la mía—. Dilo ahora, porque nunca más te daré otra oportunidad de hacerlo. Le sostuve la mirada, sintiendo sus dedos presionar mi brazo cada vez más fuerte. —Solo... diré que usted no merece nada de lo que tiene, nada en absoluto —le dije al fin a la cara, hablando pausadamente—. Y sí, me arrepiento de haber confiado en usted, ¡y no quiero ser su esposa, jamás lo quise! Pensé que mis palabras le harían molestar, que me miraría con ira. Pero él solo sonrió un poco y de la nada me tomó de la nunca con una mano, acercando mi rostro al suyo. —¿No merezco nada de lo que tengo, Susan? —inquirió con voz tranquila, observándome a los ojos. Aunque bajo esa aparente calma, pude ver cómo reprimía su enfado. —No, no lo merece —repetí lo de antes, haciendo caso omiso del latir rápido de mi corazón—. No merece la fortuna que tiene, ni el poder, y mucho menos merece tener
Con los labios separados y las mejillas rojas como manzanas, mantuve los ojos clavados en las formas del techo. Mientras abajo, me retorcía y jadeaba con rapidez, sintiendo un tipo de placer que no había sentido jamás. Era extraño, era increíble... Era intenso. —¿Aun crees que este sitio no es para mí, hermosa? —dijo entre mis muslos, colando otro tormentoso dedo en mi interior. Lo movió con habilidad y yo alcé las caderas, cerrando las manos y gimiendo muy alto. —Mírate, eres preciosa —musitó su voz, a la vez que subía una mano por mi abdomen y alcanzaba mis senos. Los rozó por encima del vestido, provocándome un jadeo. — Y aunque te negabas, estás gozando lo que hago contigo —agregó con las manos en mis pechos y lamiendo casi ferozmente esa parte de mí. Era la primera vez que un hombre me tocaba de esa forma tan sensual e íntima, y aunque sabía que pronto me sentiría avergonzada por dejarlo hacer eso conmigo, por ahora no podía evitar disfrutarlo. —¿Por qué... mintió
Bajé las escaleras del edificio llorando, mientras la oía gritarme desde el apartamento, llamandome por nombres horribles y ofensivos que una madre nunca debería decir a sus hijos. Pero extrañamente, no solo lloraba del dolor que me ocasionaba mi madre, también una parte de mí lloraba de alivio y esperanza, porque al fin tenía un escape y la oportunidad de hacer mi vida lejos de ella, muy lejos. Al fin estaba formando mi propia y querida familia. —Dios, ¿qué te ocurrió, Suzy? —exclamó Danielle con horror al verme entrar al coche—. ¿Estás bien? Yo quité la mano de mi frente y miré la palma, estaba teñida de sangre. En realidad, eso no era nuevo, mi madre ya me había golpeado antes. —Te llevaré con el médico del señor Bastián, porque sí él se entera que su esposa... Pero yo negué enseguida y sonreí, aun sollozando. No sonreía porque me resultase divertido que mi madre me haya golpeado, sino porque esa sería la última vez que ella pudiera golpear a su hija. Y lo sabía bien po
Sin dejarme decir nada, Israel colocó una palma en mi espalda y me empujó por la calle, caminando a mi lado. Me llevó hasta un bar, y después de hacerme sentar en una alejada mesa, pidió una cerveza. —¿Gustas algo, Suzy? Lo miré con desprecio y él sonrió. —Ah, claro, no puedes. Esperas al hijo de ese bastardo. Cuando el mesero le trajo su cerveza y él la bebió de un trago, al fin habló: —Realmente me hiciste enfadar ese día, esperaba contar contigo. Fue decepcionante y creí que habías arruinado mis planes. Exhaló y clavó la mirada en el techo. Poco a poco fue sonriendo. —Pero a los pocos días vi las fotos de tu boda por todos lados y esa m*****a mentira de que llevabas dos años casada con él. Casi me vuelto loco de la felicidad —terminó mirándome con una gran sonrisa mezquina. Y yo me pregunté cómo había estado cegada por tantos años, como me había enamorado de él y creído que era un hombre maravilloso. —Al final, Suzy, te casaste. Y no puedo desaprovechar eso. Apoy
Me llevé las manos a la cara y contuve las lágrimas de frustración, junto al dolor causado por lo que esa mujer acababa de hacerme. Ella se había ido y dejado allí, sola y a la deriva, sabiendo que nunca iba a llevarme a casa. Seguramente al día siguiente le contaría a sus amigas como se había burlado de la ingenua esposa del Ceo Bastián. Ellas se reíran de mí. Cuando me sentí un poco mejor para irme a casa, eran casi las 2 de la mañana y estaba lloviendo demasiado como para caminar o pedir un taxi. No me quedó de otra que decir mi nombre en la recepción y solicitar una llave para entrar al penhouse demi esposo. —Bienvenida, señora Bastián —dijo la chica y puso en mis manos una tarjeta dorada—. Esta es la llave del penhouse del Ceo Gabriel Bastián. Le agradecí y con los pies adoloridos por los tacones alto, subí hasta el último nivel del hotel. Estaba agotada y me sentía tan herida que solo quería dormir, además, él nunca sabría que había ido allí, pues estaba de viaje. O eso