Fruncí las cejas, aun con su mano cubriendo mi boca. No entendía su expresión maliciosa, tampoco esa emoción desconocida que parecía crecer dentro de él. —Me gusta la expresión molesta en tu rostro, Susan, y me gusta aún más tu actitud —declaró con placer, acercando sus labios a mi boca, cubierta por su palma. Y mirándome a los ojos, sonrió, presionando su boca contra el dorso de su propia mano, como si me estuviese besando. —La forma en que exiges que te tome en serio, que te trate como si esto fuese real... Me parece atractivo y sorprendente, más viniendo de alguien como tú. Eso ultimo sonó tan ofensivo que mi ceño se profundizo de indignación, provocando en él una corta risa baja. —Nunca pensé lo mucho que podría gustarme ser reprendido por una mujer, pero ¿sabes qué? Su sonrisa se hizo pequeña hasta desaparecer por completo, siendo sustituida por una mirada limpia y demasiado penetrante. Noté mis mejillas ruborizarse, y al fin vi lo que estaba pasando. —Me ha gustado mucho
Cuando vio que no contestaba, sus labios se cerraron y dio un agresivo paso hacia mí. Se subió el cierre del pantalón, zanjando el asunto. —¿Es por él? —increpó, de repente molesto—. Deberías aprovechar y decirme quién es él para ti, preciosa. Dímelo ahora, antes de que sea demasiado tarde. De repente, nuestra discusión había cambiado de rumbo. Se había desviado hacía un peligroso camino que yo no quería pisar. Sin dejarme poner un pie en el suelo, apoyó un dedo en mi barbilla y niveló nuestras miradas. En la suya había amenaza y desconfianza, también el mismo recelo con el que había mirado a Israel cuando lo conoció. —Así como tú me pides deshacerme de mis amoríos, yo te exijo lo mismo. Hablemos de nuestro pasado, de tu pasado, preciosa. Tragué saliva con nerviosismo. ¿Cómo le hablaría sobre Israel y decirle todo lo que había pasado con él? No quería hablar de eso, no quería contarle cómo me había enamorado de un idiota y ahora él me amenazaba con revelar nuestro secreto. Pero
Los dos anillos en la caja eran anillos de matrimonio, lo sabía bien porque yo estaba casada. En mi mano derecha, mi anillo de compromiso resplandecía junto a mi anillo de matrimonio. Pero ¿qué hacían esos anillos en el vestidor del señor Bastián? ¿Por qué él los tenía? Sin tener idea de lo que pasaba, cerré la pequeña caja y la devolví a su lugar. Luego me levanté y seguí arreglándome, aparentando estar tranquila. Aunque, en mi interior había un gran caos confuso. No había razón por la que el señor Bastián, un hombre ya casado, tuviese esos anillos. Aunque... Me congelé. ¿Quizás me había equivocado y Danielle significaba algo más para él que placer? ¿Y sí ellos se querían y él iba a proponerle matrimonio? ¿Tal vez antes de conocerme, el señor Bastián pensaba casarse con ella? Eso explicaría por qué que guardaba esos anillos ocultos en el fondo de ese cajón. Expiré con desaliento, sintiendo un pinchazo de culpa y pena. Tal vez yo había arruinado su felicidad, por eso su actitud
Ese día después de que Danielle se fue, mi esposo tuvo una larga conversación con su madre a puerta cerrada. Y yo solo pude esperar por ellos en el pasillo, acompañada por la secretaria principal, la señora Amelia. Cuando al fin las puertas volvieron a abrirse, Beatrice salió primero y aunque me habló con amabilidad, supe que se encontraba aun molesta, y que ya sabía todo lo que había pasado entre su hijo y Danielle. —Me quedaré unos días con ustedes, Suzy, ¿no te importa? Yo sonreí y negué de inmediato, contenta de poder conocerla más. Y así fue, el señor Bastián me envió a casa junto a su madre, aunque él no nos acompañó. En casa, ambas conversamos ese día sobre mis estudios y en la cena hablamos mucho sobre mi bebé, aunque ninguna mencionó nada sobre Danielle y su relación con el señor Bastián. —Supe sobre la verdadera razón por la que se casó contigo, Suzy —fue lo único que dijo la señora Bastián sobre mi boda con su hijo—. Aunque eso no me decepciona, yo deseaba fervientem
Me miró desde la puerta de su coche, sonriendo como si estuviese feliz de verme. Yo no estaba nada feliz de verlo. —Suzy, te ves hermosa embarazada —agregó—. Seguro serás una gran mamá. No entendí su amable actitud al principio, pero después vi la puerta del copiloto abrirse y del interior salió mi amiga Nora. —¡Suzy! —exclamó dirigiéndose a mí y abrazándome con alegría—. ¡Perdóname, no hemos podido vernos en mucho tiempo! Algo confusa, yo también la abracé, pero continué mirando a Israel, parado detrás de ella, junto a su coche. ¿Estaba allí para amenazarme de nuevo? —Chicas, porque no vamos por un trago y charlamos un rato —propuso extendiendo su sonrisa y acercándose a nosotras—. Hace tiempo que no te veíamos, Suzy, sería una pena no divertirnos. Nora se alejó de mí y también sonrió, emocionada ante la idea. —Suena genial, ¿no, Suzy? Yo hice una mueca y miré en torno, rogando para que el señor Bastián apareciera. ¿Por qué aun no iba por mí? Lo necesitaba. Había dich
¿Cómo podría decirle al señor Bastián que, gracias a mi estupidez, le había contado todo sobre nuestro falso matrimonio a un traidor y ambicioso tipo, y que ahora él me amenazaba con revelar ese secreto? Se enfadaría aún más, posiblemente terminará abandonándome y destruyéndome. Después de todo, ya lo había dicho una vez antes: “... Este matrimonio es una arriesgada apuesta que hice para salvar mi empresa y reputación, por lo tanto, no puedo dejar que hagas tu gusto y vivas como te plazca. Como mi mujer, no debes cometer errores que puedan afectarme, ¿lo entiendes? ..." Yo ya había cometido un error, había fallado, y sí él lo sabía, me haría pagar por ello. —¿Y bien, vas a decirme por qué carajos te he encontrado en este sucio bar, acompañada de ese imbécil? —insistió, con la mirada cada vez más fría. Con la boca seca y el pecho agitado, solo pude volver a cerrar los labios y mantenerme quieta, de nuevo en silencio. No podía hablar, solo era capaz de pensar en la advertencia que m
Y, por último, recordé la manera en que había alucinado, creyendo haberme encontrado con Israel, cuando en realidad había sido alguien muy diferente. Alguien muy distinto, un hombre con el que ahora estaba casada y esperando un bebé. ¿Mi vida después de esa fiesta, era resultado de esa droga? —Susan, si no fue tu elección consumir esa droga, significa que alguien más te obligó a hacerlo —dijo mi marido, y fue un eco de otro temor mío—. Dime, ¿quién te ofreció esa bebida en la fiesta? ¿Quién me dio la bebida? Pensé con una exhalación, aún no era capaz de recordar mucho de esa noche. —Susan, debes decirme quién estuvo contigo en esa fiesta, antes de que tú y yo nos encontráramos. ¿Quién te acompañó esa noche? Cerré los dedos en su traje e intenté desesperadamente tratar de recordar, pero por más que lo intenté no pude lograrlo. Y finalmente él también se rindió y decidió llevarme de vuelta a casa. —Por hoy descansa, después recordarás qué pasó esa noche —dijo quitándose el saco pa
“... Quería vomitar, sacar todo ese alcohol de mi sistema y volver a mi casa...” Desperté en los brazos de Gabriel con una exhalación y miré a la nada por un momento, aun procesando lo que acababa de soñar, mejor dicho, de recordar. —Fue Nora —exhalé, aun mirándola ofrecerme esa bebida—. Nora me hizo beber ese trago. Pero... Entonces recordé al chico en la barra, quién preparaba los tragos para el resto, era uno de los muchos amigos de Nora y compañero de clases. Él me había guiñado un ojo y... —Y la bebida iba de su parte —completé en un susurro, hundiéndome en la cama, entre los brazos de mi esposo dormido—. Él se la dio a Nora, y ella me la ofreció sin saber qué era lo que contenía. En mi cabeza, estaba todo lo que había ocurrido en la fiesta, pero solo hasta la parte donde la bebida había comenzado a hacerme efecto. ¿Qué había pasado después? ¿Había ido directamente a la habitación del señor Bastián? ¿O tal vez había ocurrido algo más que aún era incapaz de recordar? Lo úni