MAÑANA LO FÁCIL QUE ES CAER. ¡Gracias por leer y seguir MI PERFECTO MATRIMONIO! Deja un comentario, te estaré leyendo con gusto.
Ese día después de que Danielle se fue, mi esposo tuvo una larga conversación con su madre a puerta cerrada. Y yo solo pude esperar por ellos en el pasillo, acompañada por la secretaria principal, la señora Amelia. Cuando al fin las puertas volvieron a abrirse, Beatrice salió primero y aunque me habló con amabilidad, supe que se encontraba aun molesta, y que ya sabía todo lo que había pasado entre su hijo y Danielle. —Me quedaré unos días con ustedes, Suzy, ¿no te importa? Yo sonreí y negué de inmediato, contenta de poder conocerla más. Y así fue, el señor Bastián me envió a casa junto a su madre, aunque él no nos acompañó. En casa, ambas conversamos ese día sobre mis estudios y en la cena hablamos mucho sobre mi bebé, aunque ninguna mencionó nada sobre Danielle y su relación con el señor Bastián. —Supe sobre la verdadera razón por la que se casó contigo, Suzy —fue lo único que dijo la señora Bastián sobre mi boda con su hijo—. Aunque eso no me decepciona, yo deseaba fervientem
Me miró desde la puerta de su coche, sonriendo como si estuviese feliz de verme. Yo no estaba nada feliz de verlo. —Suzy, te ves hermosa embarazada —agregó—. Seguro serás una gran mamá. No entendí su amable actitud al principio, pero después vi la puerta del copiloto abrirse y del interior salió mi amiga Nora. —¡Suzy! —exclamó dirigiéndose a mí y abrazándome con alegría—. ¡Perdóname, no hemos podido vernos en mucho tiempo! Algo confusa, yo también la abracé, pero continué mirando a Israel, parado detrás de ella, junto a su coche. ¿Estaba allí para amenazarme de nuevo? —Chicas, porque no vamos por un trago y charlamos un rato —propuso extendiendo su sonrisa y acercándose a nosotras—. Hace tiempo que no te veíamos, Suzy, sería una pena no divertirnos. Nora se alejó de mí y también sonrió, emocionada ante la idea. —Suena genial, ¿no, Suzy? Yo hice una mueca y miré en torno, rogando para que el señor Bastián apareciera. ¿Por qué aun no iba por mí? Lo necesitaba. Había dich
¿Cómo podría decirle al señor Bastián que, gracias a mi estupidez, le había contado todo sobre nuestro falso matrimonio a un traidor y ambicioso tipo, y que ahora él me amenazaba con revelar ese secreto? Se enfadaría aún más, posiblemente terminará abandonándome y destruyéndome. Después de todo, ya lo había dicho una vez antes: “... Este matrimonio es una arriesgada apuesta que hice para salvar mi empresa y reputación, por lo tanto, no puedo dejar que hagas tu gusto y vivas como te plazca. Como mi mujer, no debes cometer errores que puedan afectarme, ¿lo entiendes? ..." Yo ya había cometido un error, había fallado, y sí él lo sabía, me haría pagar por ello. —¿Y bien, vas a decirme por qué carajos te he encontrado en este sucio bar, acompañada de ese imbécil? —insistió, con la mirada cada vez más fría. Con la boca seca y el pecho agitado, solo pude volver a cerrar los labios y mantenerme quieta, de nuevo en silencio. No podía hablar, solo era capaz de pensar en la advertencia que m
Y, por último, recordé la manera en que había alucinado, creyendo haberme encontrado con Israel, cuando en realidad había sido alguien muy diferente. Alguien muy distinto, un hombre con el que ahora estaba casada y esperando un bebé. ¿Mi vida después de esa fiesta, era resultado de esa droga? —Susan, si no fue tu elección consumir esa droga, significa que alguien más te obligó a hacerlo —dijo mi marido, y fue un eco de otro temor mío—. Dime, ¿quién te ofreció esa bebida en la fiesta? ¿Quién me dio la bebida? Pensé con una exhalación, aún no era capaz de recordar mucho de esa noche. —Susan, debes decirme quién estuvo contigo en esa fiesta, antes de que tú y yo nos encontráramos. ¿Quién te acompañó esa noche? Cerré los dedos en su traje e intenté desesperadamente tratar de recordar, pero por más que lo intenté no pude lograrlo. Y finalmente él también se rindió y decidió llevarme de vuelta a casa. —Por hoy descansa, después recordarás qué pasó esa noche —dijo quitándose el saco pa
“... Quería vomitar, sacar todo ese alcohol de mi sistema y volver a mi casa...” Desperté en los brazos de Gabriel con una exhalación y miré a la nada por un momento, aun procesando lo que acababa de soñar, mejor dicho, de recordar. —Fue Nora —exhalé, aun mirándola ofrecerme esa bebida—. Nora me hizo beber ese trago. Pero... Entonces recordé al chico en la barra, quién preparaba los tragos para el resto, era uno de los muchos amigos de Nora y compañero de clases. Él me había guiñado un ojo y... —Y la bebida iba de su parte —completé en un susurro, hundiéndome en la cama, entre los brazos de mi esposo dormido—. Él se la dio a Nora, y ella me la ofreció sin saber qué era lo que contenía. En mi cabeza, estaba todo lo que había ocurrido en la fiesta, pero solo hasta la parte donde la bebida había comenzado a hacerme efecto. ¿Qué había pasado después? ¿Había ido directamente a la habitación del señor Bastián? ¿O tal vez había ocurrido algo más que aún era incapaz de recordar? Lo úni
Después de la primera ecografía y haber escuchado el latir del corazón de nuestro bebé, las cosas entre Gabriel y yo mejoraron bastante, nuestro matrimonio se tornó en algo muy real y lleno de momentos que me hacían desear que todo siempre se mantuviese así, eternamente perfecto. Por las mañanas, despertaba junto a mi esposo y desayunábamos juntos, luego le ayudaba a ponerse el traje y él me llevaba a la universidad para después irse a la empresa. Y a mí me gustaba mucho esa rutina entre los dos, me gustaba verlo feliz a mi lado, verlo animado y sonreír cada que nos veíamos. Dejé de pensar en la droga y en el chico que me la había dado, y solo me concentré en disfrutar la vida que había resultado de ello. —Enviaré a alguien a recogerte —me decía Gabriel siempre y bajaba conmigo del Bugatti, para acompañarme hasta el campus—. No vayas a ninguna parte, por favor —se despedía dándome un beso. Parecía ser un hombre muy diferente al que conocí aquella vez en mi departamento, ya no era d
Cuando cumplí 20 semanas de embarazo (5 meses), ya creía tener la vida perfecta y el matrimonio más sólido, duradero y feliz en la tierra. Los últimos detalles de la gran casa se dieron por terminados y yo me ocupé personalmente de preparar la habitación de mi bebé, ubicada justo al lado de la recamara donde dormíamos mi esposo y yo. A unos días de acudir a mi segunda ecografía de mi segundo trimestre de embarazo, compré una hermosa cuna blanca, una mecedora y me entusiasmé llenando mi guardarropa de diminutas prendas para mi bebé. Aun no quería saber el sexo, pues quería mantener la ilusión hasta su nacimiento, pero traté de comprar lo necesario para darle la bienvenida a mi primer hijo o hija. Me emocionaba salir de la universidad para visitar tiendas de bebés junto a Gabriel, y él no dudaba en comprarme cualquier cosa que yo creyera necesaria. Así me hice de cosas para el baño, moisés, coches de paseo e infinidad de accesorios que almacené con cariño en la habitación de mi bebé.
“La primera esposa del inversionista Gabriel Bastián, un matrimonio de 6 años...” Después de leer ese título por doquier, en notas de mi universidad y revistas empresariales, salí de la cama y me arrastré torpemente hasta la habitación de mi bebé. Pero cuando quise entrar, no pude. Solo observé desde la puerta la cuna, las paredes de suave color blanco, los cojines y, en un pequeño cuadro, el primer vistazo de mi bebé en la ecografía... “... Siento algo real por ti, Susan. Me estoy enamorando de ti, y creo que dentro de poco te amaré más que a mi vida. A este paso, Susan, harás que te ame con locura. ¿Cómo has logrado eso? ...” Recordar lo que me había dicho solo un par de noches atrás dolió como nada en mi vida. Me hizo temblar y sentirme aturdida, dolida, confusa, engañada... ¿Cómo había podido creerme todo eso? ¿Cómo había ignorado el tema del penhouse y los anillos en él? “... ¿Por qué no podemos vivir allí? Había preguntado cuando me hizo vivir en una casa aun en const