“... Quería vomitar, sacar todo ese alcohol de mi sistema y volver a mi casa...” Desperté en los brazos de Gabriel con una exhalación y miré a la nada por un momento, aun procesando lo que acababa de soñar, mejor dicho, de recordar. —Fue Nora —exhalé, aun mirándola ofrecerme esa bebida—. Nora me hizo beber ese trago. Pero... Entonces recordé al chico en la barra, quién preparaba los tragos para el resto, era uno de los muchos amigos de Nora y compañero de clases. Él me había guiñado un ojo y... —Y la bebida iba de su parte —completé en un susurro, hundiéndome en la cama, entre los brazos de mi esposo dormido—. Él se la dio a Nora, y ella me la ofreció sin saber qué era lo que contenía. En mi cabeza, estaba todo lo que había ocurrido en la fiesta, pero solo hasta la parte donde la bebida había comenzado a hacerme efecto. ¿Qué había pasado después? ¿Había ido directamente a la habitación del señor Bastián? ¿O tal vez había ocurrido algo más que aún era incapaz de recordar? Lo úni
Después de la primera ecografía y haber escuchado el latir del corazón de nuestro bebé, las cosas entre Gabriel y yo mejoraron bastante, nuestro matrimonio se tornó en algo muy real y lleno de momentos que me hacían desear que todo siempre se mantuviese así, eternamente perfecto. Por las mañanas, despertaba junto a mi esposo y desayunábamos juntos, luego le ayudaba a ponerse el traje y él me llevaba a la universidad para después irse a la empresa. Y a mí me gustaba mucho esa rutina entre los dos, me gustaba verlo feliz a mi lado, verlo animado y sonreír cada que nos veíamos. Dejé de pensar en la droga y en el chico que me la había dado, y solo me concentré en disfrutar la vida que había resultado de ello. —Enviaré a alguien a recogerte —me decía Gabriel siempre y bajaba conmigo del Bugatti, para acompañarme hasta el campus—. No vayas a ninguna parte, por favor —se despedía dándome un beso. Parecía ser un hombre muy diferente al que conocí aquella vez en mi departamento, ya no era d
Cuando cumplí 20 semanas de embarazo (5 meses), ya creía tener la vida perfecta y el matrimonio más sólido, duradero y feliz en la tierra. Los últimos detalles de la gran casa se dieron por terminados y yo me ocupé personalmente de preparar la habitación de mi bebé, ubicada justo al lado de la recamara donde dormíamos mi esposo y yo. A unos días de acudir a mi segunda ecografía de mi segundo trimestre de embarazo, compré una hermosa cuna blanca, una mecedora y me entusiasmé llenando mi guardarropa de diminutas prendas para mi bebé. Aun no quería saber el sexo, pues quería mantener la ilusión hasta su nacimiento, pero traté de comprar lo necesario para darle la bienvenida a mi primer hijo o hija. Me emocionaba salir de la universidad para visitar tiendas de bebés junto a Gabriel, y él no dudaba en comprarme cualquier cosa que yo creyera necesaria. Así me hice de cosas para el baño, moisés, coches de paseo e infinidad de accesorios que almacené con cariño en la habitación de mi bebé.
“La primera esposa del inversionista Gabriel Bastián, un matrimonio de 6 años...” Después de leer ese título por doquier, en notas de mi universidad y revistas empresariales, salí de la cama y me arrastré torpemente hasta la habitación de mi bebé. Pero cuando quise entrar, no pude. Solo observé desde la puerta la cuna, las paredes de suave color blanco, los cojines y, en un pequeño cuadro, el primer vistazo de mi bebé en la ecografía... “... Siento algo real por ti, Susan. Me estoy enamorando de ti, y creo que dentro de poco te amaré más que a mi vida. A este paso, Susan, harás que te ame con locura. ¿Cómo has logrado eso? ...” Recordar lo que me había dicho solo un par de noches atrás dolió como nada en mi vida. Me hizo temblar y sentirme aturdida, dolida, confusa, engañada... ¿Cómo había podido creerme todo eso? ¿Cómo había ignorado el tema del penhouse y los anillos en él? “... ¿Por qué no podemos vivir allí? Había preguntado cuando me hizo vivir en una casa aun en const
Me abracé a su cuello y me balanceé aceleradamente sobre él, al borde del clímax, pero incapaz de detenerme. Él mantenía una mano en mí nuca y la otra en torno a mi cintura. Notaba su piel caliente y resbaladiza, igual que la mía a causa del sudor. También notaba su sexo clavarse muy profundo en mí, aun erecto y firme a pesar de las veces que ya me había hecho correrme. Sabía bien que no estábamos en los mejores términos, pero eso no quitaba en absoluto el placer que sentía desde dentro. —Veo que estabas tan necesitada como yo, preciosa —comentó con una sonrisa en la voz, a la vez que bajaba ambas manos por mi figura hasta dar con mi trasero. Jadeé en su cuello. —No sabes cómo me fascinas —susurró agitadamente. Me apretó las nalgas y me impulsó a montarlo más rápido y fuerte. Yo me apoyé en sus anchos hombros y sin dejar de ver ese rostro excitado y apuesto como ningún otro, salté sobre su sexo sin piedad, montándolo más duro y deprisa. Mis senos brincaban a la par de mi cuerpo y
Desde el interior del Bugatti y al cuidado de un empleado, observé a mi esposo y un grupo de sus hombres entrar a la casa donde se escondía Israel. Pero para mí total conmoción, esa casa era muy conocida para mí, pues había pasado varias noches en ella. Y la conocía tan bien como mi departamento. Era la casa de Nora. Israel llevaba días ocultándose en la casa de mi amiga. —Debo ir... —dije tirando de la manija de la puerta, pero estaba asegurada—. Necesito saber por qué... se ocultó aquí. El empleado me miró con preocupación. —Lo siento, pero el señor Bastián... Agité la manija, tirando de ella una y otra vez. Yo necesitaba saber, debía saber por qué él se había ocultado allí. Necesitaba ver a Nora y averiguar la verdad. —Déjame salir, necesito entrar allí... —Lo siento, señora —dijo el chico apenado, pero sin quitar el seguro—. Mi jefe me despedirá si lo hago. No puedo dejarla entra allí. Lo miré desde el asiento trasero. Sabía que él solo seguía órdenes de mi marido y
Luego de la ecografía donde se reveló que no esperaba uno, sino dos bebés, la doctora hizo que un preocupado y todavía impactado señor Bastián dejará la habitación y comenzó un examen más exhaustivo. Me hizo colocarme sobre una silla de reconocimiento ginecológico y realizó un incómodo proceso. —Relájate, Suzy, esto es para comprobar que todo está bien —dijo, insertando un alargado aparato en mi cuerpo. Minutos después, el ultrasonido transvaginal reveló que los bebés eran gemelos fraternos ya que no compartían la placenta. —No serán exactamente idénticos —me explicó ella—. Tus bebés serán distintos entre sí —sonreí, aun un poco incrédula ante la noticia, pero ya muy feliz. La doctora no pudo detectar el sexo y yo tampoco estaba ansiosa por saberlo; pues aún quería sorprenderme al conocerlos. Cuando estuvo claro que ambos bebés estaban sanos y crecían a buen ritmo, la doctora al fin permitió que mi marido entrara a la sala de nuevo. Allí pasó a explicarnos lo que implicaba es
¡Recientes rumores son reales! ¡Ceo e inversionista tuvo otra esposa! ¡Nunca hubo divorcio! ¡Matrimonio con universitaria es invalido, el Ceo Bastián sigue casado con su primera esposa! ¿Primera esposa? Eso quería decir que... ¿mi matrimonio con él... no era válido? —Susan, lo siento sí te estoy lastimando, solo quería avisarte sobre la noticia antes de que se publique —escuché decir al socio de mi esposo, Adam Blake. Su voz era amable, pero también tenía un rastro de lástima—. Sé que Gabriel no te dirá nada, pero se me hizo injusto que ni siquiera pudieras saberlo. No contesté, ni siquiera levanté la mirada. En mis manos, el celular temblaba a causa de mis propios temblores. Aunque podía leer la nota perfectamente, en mi cabeza era difícil procesar el significado. Simplemente no le hallaba sentido a lo que leía. “... El actual matrimonio de Gabriel Bastián, Ceo e inversionista de empresas Bussines B, se ha declarado inválido. Recientemente se reveló que el rumor sobre un antig