Nota curiosa: Esta vez elegí Mexico como destino de luna de miel, porque yo amo, amooooo a Mexico, aparte de que tiene paisajes de ensueño, mi sueño es conocerlo algún día y atiborrarme de tacos, jajajaja. A todas mis lectoras mexicanas, tienen un país maravilloso. Mañana seguimos con la luna de miel y los celos locos de Liana, jajaja pobre Artem le toco la más loca de todas. Un beso y las adoro. Ahhh, Fatima espero que estes complacida.
CAPÍTULO 104: EL ES MIO.—¿Ya puedo mirar? —preguntó Liana, caminando con la ayuda de Artem.—Solo un poco más, amor… —respondió él con una sonrisa juguetona mientras abría la puerta de la habitación. Con cuidado, la ayudó a entrar antes de quitarle la venda de los ojos.Cuando Liana finalmente pudo enfocar la vista, sus labios se separaron en una expresión de asombro. La habitación del hotel era impresionante. En una suite de lujo, diseñada con un gusto exquisito. El espacio era amplio, con ventanales que dejaban entrar la luz suave de la luna, con vistas al mar.Había un gran espejo de cuerpo entero al lado de la cama, cuya cabecera de terciopelo oscuro contrastaba con las sábanas de satén en tonos marfil. El suelo estaba cubierto con alfombras tejidas a mano y, en lugar de pétalos regados por todas partes, en las esquinas de la habitación se encontraban jarrones altos y elegantes, cada uno lleno de rosas rojas y blancas, las favoritas de Liana, pero dispuestas con sutileza, como si
CAPÍTULO 105: EL SABOR MÁS DULCE.—Te deseo… —murmuró Artem, su voz ronca, mientras sus labios recorrían los de Liana, ansiosos, como si cada beso fuera insuficiente. Acaban de regresar del bar, y el alcohol corria por sus sistemas. Sin embargo, eso solo sirvió para avivar el hambre en ellos. Las manos de Artem, ya intrépidas, se deslizaban por la curva de su espalda, explorando cada rincón de su piel como si fuera la primera vez.—Yo también te deseo… —respondió Liana, con un susurro cargado de sensualidad, sus palabras llenas de promesas. Mientras lo decía, sus manos se movieron hábilmente, desabotonando con destreza el pantalón de Artem. Apenas sus dedos lo rozaron, él dejó escapar un gemido, que reverberó entre los dos.Su mano se introdujo y toco su miembro duro y caliente, sacándole un gemido profundo a Artem. Él rompió el beso y la miro con la respiración agitada.—Joder, nena… ¿Qué me has hecho? —dijo con una mezcla de frustración y lujuria, sus ojos fijos en los de ella—. Es
CAPÍTULO 106: ISLA PARA DOS.Artem había terminado de aplicarse el bloqueador solar cuando vio a Liana de pie, ajustándose su traje de baño. Se acercó con una sonrisa:—¿Necesitas que te ayude, cariño?Liana lo miró por encima de su hombro, dejando que él tomara los tirantes sueltos de su bikini. Mientras los anudaba, lo hizo con una lentitud intencionada, sus dedos, acariciando suavemente la piel suave de su espalda, aprovechando cada momento para tocarla con descaro.—Oye, mantén tus manos quietas, vaquero —le dijo divertida, arqueando una ceja, aunque sin apartarse de él.—Es tu culpa, cariño… te ves… demasiado caliente con ese traje de baño —respondió Artem con una sonrisa ladina. El bikini de Liana era atrevido, ella se giró del todo, rodeándole el cuello con sus brazos y acercando sus labios a los suyos, apenas rozándolos.—Solo espera hasta la noche… —le dijo en un tono seductor—. Pero por ahora, disfrutemos de esta maravillosa isla.Habían salido temprano de Puerto Vallarta en
CAPÍTULO 107: DIVERSIÓN INTERRUMPIDA.La cena estaba preparada con una elegancia que deslumbraba. Frente al mar, donde las olas susurraban suavemente, estaba una mesa adornada con finos detalles que brillaban bajo la luz de las velas. Parecía la escena perfecta para una noche de ensueño. Todo estaba diseñado para ese momento, para ellos dos.Liana parpadeó un par de veces, impresionada por la belleza de lo que tenía delante. Sentía el calor suave de las manos de Artem en su cintura, y cuando se giró para mirarlo, lo vio sonreír con satisfacción. Esa sonrisa que la hacía sentir que era la única mujer en el mundo para él.—¡Waooo!… esto es…Artem la rodeó con sus brazos, inclinándose para besarla suavemente detrás de la oreja.—Solo para nosotros dos —murmuró él, su voz acariciando su piel como la brisa marina.En ese momento, el encargado de la cena se acercó con respeto, esbozando una sonrisa profesional pero cálida. Se inclinó levemente hacia Artem.—Señor, todo está listo para que di
CAPÍTULO 108: LLENO DE CULPA.Artem colgó el teléfono y su rostro, normalmente relajado y lleno de amor, ahora estaba tenso, sus manos apretaban el celular como si fuera lo único que mantenía su autocontrol. Liana lo miró con preocupación, sus ojos buscando los de él, pero lo que encontró fue una mezcla de ira, culpa y dolor.—¿Qué está pasando? Él tragó saliva, sintiendo un nudo apretado en su garganta. Un torbellino de emociones lo consumía. Alexei no era solo un amigo, era el hermano que había necesitado toda su vida, la persona que había estado a su lado cuando el mundo se le desmoronaba. Y ahora, saber que su padre había sido el causante de su sufrimiento… lo llenaba de una culpa insoportable y una rabia que apenas podía contener.Liana, incapaz de soportar el silencio ni un segundo más, lo agarró de las manos con firmeza, mirándolo directo a los ojos. —Artem, por favor —exigió con suavidad, pero con urgencia—. Necesito que me digas qué está pasando.Él la miró, sus ojos ahora
CAPÍTULO 109: UNA GUERRA DECLARADA.Tatiana bebió un sorbo de agua, pero la tensión en su rostro no desaparecía. Apretó el vaso con ambas manos, como si eso la ayudara a reunir fuerzas para contar lo sucedido.—Alexei iba en su auto… con su chofer de siempre —comenzó, con la voz temblando—. Todo parecía normal. Salía de una reunión con uno de los contactos en el puerto. Iban por una avenida sin mucho tráfico, no había señales de peligro. Pero de repente… un auto negro se puso a la par del suyo. Primero no pensaron que fuera nada, pero entonces, sin previo aviso, —Tatiana cerró los ojos por un segundo, intentando calmarse—. Los disparos… llegaron de la nada. El chofer no tuvo tiempo de reaccionar. Murió al instante, y Alexei… —se interrumpió, tragando saliva— intentó cubrirse, pero lo alcanzaron… recibió dos balas. El auto chocó, y si no fuera porque la seguridad llegó rápido, no estaría vivo ahora.Artem escuchaba y cada palabra encendía más su ira. A su lado, Liana sentía la tensión
CAPÍTULO 110: PEQUEÑAS ALIANZAS.El aire en la sala pareció hacerse más pesado, y Santino, que pocas veces se veía intimidado, notó de inmediato el peligro en la postura de Artem. Sabía que la situación era grave, pero la intensidad en el rostro dejaba claro que no iba a aceptar un “no” como respuesta.Se cruzó de brazos, alzando una ceja. Él, en fondo, el respeto que sentía por Artem era real, pero también lo era la necesidad de mantener su posición.—¿Y si no acepto? —respondió con un tono neutral, aunque sabía que, en el fondo, su decisión ya estaba tomada. Artem miró a Santino con ojos fríos y serenos. Al escuchar la negativa inicial del italiano, lanzó una amenaza directa pero calculada:—Vas a aceptar, porque ambos sabemos que Alexei es importante para los dos. Esto no es solo por mí.Santino sostuvo la mirada de Artem por un momento, sopesando las palabras y la situación. Finalmente, sin decir una palabra, se dejó caer de nuevo en su silla e hizo un gesto para que Artem se sent
CAPÍTULO 111: SIGUE MI JUEGO.En el balcón de la imponente mansión, las luces de Palermo brillaban a lo lejos. André dejó salir lentamente el humo de su cigarrillo, observando el resplandor en el horizonte, aunque su mente estaba concentrada en la conversación. A su lado, un hombre anciano, de unos setenta años, sostenía un puro entre sus dedos, mirándolo con ojos agudos y calculadores. El anciano era don Salvatore Ricci, uno de los mafiosos más antiguos y poderosos de Italia, un hombre que había construido su imperio con sangre, astucia y sin miedo a hacer lo necesario para mantenerse en la cima.—Entonces —dijo don Salvatore, tras exhalar una larga bocanada de humo del puro—, me estás pidiendo que haga negocios con Santino en su cruzada por el control de los Estados Unidos. ¿Y qué gano yo con eso, ragazzo? ― sopesando cada palabra con años de experiencia y desconfianza.André lo miró a los ojos, sin perder la calma.—Don Salvatore, con su influencia en los círculos políticos de Ital