TOXINAS.

El jefe asintió con los ojos cerrados, y cuando los abrió todos ellos se abalanzaron sobre Alexander que seguía sosteniendo a su omega.

Alexander dejó de agarrar a Sam y le puso bajo su enorme cuerpo protegiéndole de todo peligro.

Como Sam estaba siendo protegido por su alfa, Alexander acabó recibiendo las mordidas de los enemigos.

Sam no se dió cuenta del daño que había recibido Alexander hasta que vió cómo sangre estaba ensuciando su pelaje negro, y en esas heridas había un color verdoso que salían de los dientes de sus agresores.

Sam derramó lágrimas con los ojos abiertos mientras movía su cabeza en el pelaje de su alfa, quería saber qué le pasaba o si estaba vivo.

Alexander miró a Sam con una sonrisa.

—Todo está bien pequeño, te dije que os protegería.

Sam asintió co

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