Su presencia imponente

Caroline retrocede un paso, el grito furioso de Lisandro la aterroriza, y más al ver el sufrimiento de Berenice, en cómo acaricia su mejilla y solloza con sus manos temblorosas. —Hijo, qué bueno que llegas—, corre a los brazos de Lisandro como si Caroline fuera una criminal que le fuera a hacer más daño.

—¡Esa mujer es una salvaje!—, bufó con voz nerviosa.

—¿Quién te crees para lastimar a mi madre?—, pregunta Lisandro, mirándola con desdén.

—Las cosas no son así, ella también me golpeó—, Caroline intenta defenderse, aunque en este momento se siente pequeña al lado de Lisandro y esa malévola mujer.

—¿Pero qué es este escándalo?—, Irene se acerca a ellos caminando con elegancia.

—Tenías razón, Irene, esa mujer es una salvaje, es un peligro para nosotros, la familia—, Berenice se aleja de su hijo. —Se atrevió a ponerme una mano encima.

—¿Qué carajos pasa? ¿Te damos la mano y así nos pagas?—, Irene se acerca a Caroline, quedando frente a frente.

—Lo mejor es que ella se vaya de la casa—,
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