CAPÍTULO 31 EN SUS MANOS

EN SUS MANOS.

El aire frío de la tarde golpeaba suavemente el rostro de Alana mientras caminaba por un sendero apartado, rodeado de árboles. Había pasado todo el día sin ir a la oficina, buscando consuelo en la naturaleza, en el aire libre. Sin embargo, por más que intentara escapar de sus pensamientos, estos la alcanzaban una y otra vez, cargados de un peso insoportable. Su pecho se oprimía con cada paso, mientras las lágrimas resbalaban amargas por su rostro.

Se detuvo en seco, apoyándose en un tronco cercano, y miró hacia unos metros de distancia, donde estaban esos mismos hombres que no se despegaban de sus espaldas, haciendo como si no la miraban. Ella pasó un trago y luego miró sus manos. Allí, brillando bajo la luz tenue de la tarde, estaba el anillo de casada que a decir verdad no significaba nada para nadie. Ese anillo, era solo un símbolo de una unión surreal, incluso ahora le parecía una pesada cadena que la mantenía encerrada en una jaula invisible.

Alana hizo un puchero c
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