No recordaba mucho de lo sucedido; en realidad, no sabía nada de lo que pudo haber pasado, solo sabía que estaba despertando en una cama, una cama de verdad, con sábanas genuinas. Ni siquiera podía recordar la sensación de eso, pero se sentía bastante bien.
Abrí los ojos revisando mi entorno, una habitación iluminada y limpia. ¡La puerta! De pronto la puerta se convirtió en una enorme preocupación, el solo hecho de pensar que estaría atrapada de nuevo me quitó el aliento.
Miré a todas partes para ubicarla y la encontré, sentí que respiré de nuevo, estaba allí y estaba abierta. No recuerdo haberme incorporado, pero una vez segura de que la puerta no interfería con mi libertad me dejé caer en esa almohada que en serio se sentía bien.
Extrañamente tranquila, respiraba serena y profundamente, como no lo había logrado hacer en mucho tiempo. Me quedé mirando al techo luminoso, que me daba la certeza de un millón de fronteras solo para mí.
No sabía dónde estaba, ni cómo había llegado allí, pero sí sabía por qué, porque iniciaría de nuevo. ¿De nuevo? No, este sí era el inicio, un inicio real. Ahora tenía fuerzas y esperanzas, tenía una rara confianza que, si bien no me hizo sonreír, probablemente porque había olvidado como hacerlo, me dio la ligera sensación de que una pequeña parte de mi volvía a vivir.
¡Vivir! Una vida iniciando, eso era realmente excitante y prometedor.
Mis sentidos se despertaron después de su largo letargo, a mis ojos ya no les molestaba la luz, podía respirar profundo, me sentía bien en esa cama, entre esas sábanas, escuché tantos sonidos que me di cuenta que afuera había una vida también, no recuerdo haber probado bocado, pero algo sabía bien, extraña y deliciosamente bien.
Escuchar voces, algo que tantas veces me lleno de horror, ahora me daba una extraña sensación de bienestar. Los sonidos, las voces, las risas.
«¿Hacía cuanto que no escuchaba una risa, una risa de auténtica felicidad, de paz y tranquilidad?, ¿podría hacerlo yo, sería capaz de reír?, ¿acaso había reído antes?»
Más cuestionamientos que no sabía si tendrían respuesta.
¡Risas! Tantas risas había que cuando me di cuenta ya estaba pegada a la ventana, buscando el origen de ese hermoso sonido que me emocionaba hasta la médula.
Emocionada miré la más hermosa escena que jamás olvidaré, pase lo que pase y vea lo que vea. Era una pequeña niña que, brincoteando, seguía a un joven. Ambos brillaban con un ángel que me llenó el alma de paz.
Estaba tan absorta en la escena que el mundo me obsequiaba, que no me percaté de la persona que entró a la habitación en que me encontraba.
—¡Vaya! Estás viva —dijo una voz femenina sacándome de mi embeleso, estremeciéndome el alma.
Era otra persona, otro ser humano, y estaba hablando, ¡hablando conmigo!
Me quedé helada, lo único que acerté a hacer fue asentir con la cabeza, sin pronunciar palabra alguna.
Quien llegó hasta la habitación en que yo estaba era una señora de mediana edad, con la expresión más dulce que jamás antes vi, estaba frente a mí con una enorme sonrisa que apenas le permitía mantener los ojos abiertos.
Sentí envidia y paz, mucha paz.
» ¿Tienes nombre? —preguntó y solo le miré—. ¿No lo recuerdas? —Otra pregunta a la que mi cabeza respondió con una negativa—. ¿Sabes quién eres, sabes qué te pasó?
Más preguntas no era lo que quería, así que puse fin al interrogatorio negando saber lo que me preguntaba.
Pero no es que no supiera nada, era que no quería dar dolorosas explicaciones. Aunque, en realidad, había muchas cosas que no sabía, así que mi respuesta no era mentira del todo.
Una nueva sonrisa, más de compasión que de alegría, apareció frente a mí. Pero no importaba del tipo que fuera, una sonrisa era una sonrisa, y eso era justo lo que estaba necesitando.
» Saliste de la nada —dijo la mujer caminando hasta mí, tomando mi mano para guiarme a la cocina, donde me invitó a tomar asiento y comer lo que me ofrecía—, ni siquiera sentí los arbustos moverse, cuando volteé estabas en el piso, casi muerta.
«Casi muerta. Era así como había vivido por mucho tiempo, casi muerta»
Fue lo que pensé sin dejar de comer, estaba realmente hambrienta.
» Mi esposo te subió al carro y te trajimos a casa, es una lástima que no recuerdes nada, así no podremos encontrar a tu familia.
Mi familia ¿acaso yo tenía familia?
Había pasado tanto tiempo en ese sitio que no sabía si mis recuerdos eran reales o una fantasía.» Sé que no eres de aquí —señaló—, no tienes aires campiranos. Mi esposo es comerciante y visita varios pueblos, así que investigará si alguien con tus señas ha desaparecido recientemente —Sonrió—. Por lo pronto te quedarás con nosotros, termina de comer para que te des un baño, que buena falta de hace.
Ciertamente me hacía falta bañarme, ni siquiera era capaz de recordar la última vez lo había hecho. Y entonces caí en cuenta de que no mentí cuando dije que no recordaba nada, yo no podía recordar las últimas veces en que había hecho muchas cosas.
"El agua es vida" recordaba eso de algún lugar. Tal vez lo había soñado, aunque parecía algo elaborado para ser parte del sueño de alguien que realmente no recordaba su propio nombre. Me había llamado tantas veces "princesita" que en algún punto me apropié del seudónimo, pero dudaba que ese fuera mi nombre.
"El agua es vida" y pude sentir la vida correr de cabeza a pies por mí. Era tan fresca y tan tibia que me costó trabajo salir del cuarto de baño, pero no podía quedarme en la tina por siempre, lo recordé cuando la señora de la casa entró con una toalla y algunas prendas.
La señora Nina, ese era el nombre de ella, me dio un vestido que se ajustó perfecto a mí, y me ayudó a peinar mi cabello mientras ambas mirábamos en el espejo que estaba frente mío una cara completamente nueva, para ambas.
Cada segundo que pasaba me daba más cuenta que no había mentido al decir que no sabía nada, ahora, frente al espejo, me daba cuenta de que ni siquiera sabía cómo lucía.
» Eres hermosa —dijo y me sonrió, yo me miré en el espejo sin cambiar de expresión.
Fue extraño pero, por un segundo, desconfié de esa imagen que frente a mí veía así que, temerosa de que esta desapareciera a mi toque, acerqué la mano al reflector sintiendo la frialdad de una superficie lisa que no se fue de donde estaba. Esa chica era yo, conociéndome al fin.
Nina salió de la habitación, yo me quedé sentada en la cama, observando a la atónita chica del espejo. No me cansaba de mirarla y, no es presunción, pero podía ver en el espejo que era verdad lo que Nina decía, yo era hermosa.
No podía apartar los ojos del reflector, no terminaba de creerme que era así como lucía: cabello negro, casi tan negro como mis oscuros ojos, la piel de color arena, los labios rosa pálido, y esos brazos y piernas que emparejaban perfecto con mi torso delgado, demasiado delgado voy a agregar.
Me veía decadente y desvalida, y tal vez era así como estaba, decadente y desvalida. Pero tenía las fuerzas y las ganas de seguir. ¿A dónde? No importaba ahora que estaba bien, y de verdad que estaba bien.
Aunque algo en mi interior decía que no debería ponerme demasiado cómoda si no quería salir lastimada.
Por un segundo me cuestioné la idea de permanecer en la casa de una desconocida familia, pero esa familia le había abierto la puerta a una chica desconocida y, entre ambas, la más sospechosa era yo. Quizá por eso decidí no irme de ese lugar. Pensé que reiniciar sería bueno, y eso decidí hacer: iniciar donde ni yo me conocía.
Seguía sumergida en mis pensamientos cuando escuché una risita, la causante era la cabecita que se asomaba por el arco de la puerta. La miré, dije hola, dijo hola y volvió a reír.Una pequeña niña entró a la habitación lentamente, revisándome de arriba abajo. Lo que habría dado entonces por poder responder a su carita sonriente con una sonrisa, pero no pude hacerlo, solo la miré sonreír sintiendo envidia de la buena.Ella me miraba con unos ojos que irradiaban emoción y curiosidad, que escudriñaban cada parte de mí y que, de haber sido posible, estoy segura desearían ver más allá de lo que alcanzaba su vista. Pero, por fortuna para ella, el ver al desnudo el alma de las otras personas no es posible, y de la mía no le habría gustado lo que tendría que ver.—Me llamo Loli —dijo—, ¿t&uacut
"¿Quién eres, qué quieres, quién te manda, cuál es tu propósito, qué buscas?"Unas cuantas de las muchas interrogantes con las que el señor Mateo se dirigió al agresor capturado.Me quedé helada cuando me señaló y, con una espantosa sonrisa delineándole el rostro, dijo que a mí.«¿A mí?, ¿por qué a mí?»Para ser sincera no quería saber la verdad, pero mis benefactores sí, por eso pensé en preguntar, pero su mirada inquisitiva y esa sonrisa burlona me robaron todo el valor que aún intentaba acumular.Quise huir de la verdad que se avecinaba, así que intenté salir del lugar, pero fueron sus palabras un rayo que me fulminó.—¿Te vas, princesita?Sentí el cuerpo pesado, tan pesado que no pude sostener
—¿Lograron saber algo de ese tipo? —pregunté poniendo un temor fingido sobre la malsana curiosidad que me movía a preguntar.—Nada —respondió Mateo—, después de que saliste corriendo el sujeto se mordió la lengua y murió.—¿Murió?Incredulidad pura estaba detrás de la pregunta y, ante la respuesta afirmativa de Mateo, agaché la cabeza para que no pudiera ver la expresión de mi rosto.No podía fingir no estar feliz y, después de todo, la muerte de alguien no era algo que a Meredit le causara felicidad. Pero, tal y como lo esperaba, después de que alguien como Vic apareciera, las cosas no podían más que tensarse.—¿Sabes quién era él? —preguntó Mateo provocándome un choque de emociones.Mi necesidad de quedarme con ellos y mi deseo de segu
—¿Y Vic? —preguntó alguien a mis espaldas cuando, después de cerrarla, recargué mi frente a la puerta.Era una voz desagradablemente familiar.—Si lo echas mucho de menos puedo enviarte con él, porque él no va a volver —informé girando mi cuerpo para encontrarme con un hombre alto y fornido de cabello grisáceo.Escuché una vez más esa tétrica risa que me ponía los pelos de punta, y que de verdad me hubiera gustado no haber tenido que escuchar nunca más.» Me daré un baño, estoy cansada —informé y caminé en dirección a mi habitación intentando no tener que entablar una conversación con él.—Las reglas no han cambiado —dijo sosteniendo mi mano que atrapó cuando pasé a su lado—. Aunque te pudra el hígado, nos veremos a las ocho
Después de que mi madre, la amante de Señor, muriera, éste debió hacerse cargo de mí. Me trasladé a su casa cuando yo tenía seis años de edad, ahí fue donde conocí a Ángel, el hijo legítimo de mi padre; él tenía nueve años.Viviendo juntos, todo el mundo pudo darse cuenta que Ángel y yo compartíamos muchas cosas: además del mismo padre, la madre de ninguno vivía, amábamos el aire libre, correr, el mousse de chocolate, odiábamos las fresas, adorábamos leer y, sobre todo, disfrutábamos de hacer todo eso juntos.Todos decían que junto a mí había llegado la alegría a la casa, Ángel no era más el niño solitario y apático que todos conocían, la casa no era más silenciosa e incluso el Señor había llegado a sonreír. Pero yo no cr
Pasaba de medio día cuando los golpes en mi puerta me obligaron a despertar y a salir de la cama.—Abre la puerta, María —escuché la que parecía la voz de Señor.Soportando el dolor de cabeza atravesé un departamento que me mataba con su claridad a cada paso que daba, y los golpes en la puerta me hacían incomodar mucho más.—Voy, ya voy —dije.Mi respuesta a los llamados de la puerta era casi suplica implorando silencio.Abrí la puerta y, en efecto, era Señor quien estaba delante de mi puerta, él y dos de los hombres en que más confiaba y que siempre estaban junto a él.—Te ves terrible —dijo después de entrar a mi departamento como si fuera su casa, yo solo le miré sin contestar a su halago.—¿A qué vino, Señor? —pregunté y él sonr&iacut
Llegamos a una elegante fiesta, el salón estaba iluminado en cada rincón, las damas vestían los más bellos vestidos, los hombres más pulcros, la comida más exquisita, todo era simplemente lo mejor de lo mejor, no se podía esperar menos de una fiesta llena de políticos y aristócratas.A pesar de que mi hermano y yo éramos élite social, todas esas personas no tenían idea de quienes éramos nosotros, pues, aunque nos movíamos por las mismas calles, nuestros mundos eran diferentes, ellos caminaban en la luz y nosotros en la sombra, por eso logramos pasar desapercibidos, como debía ser.Para muchos fuimos una joven pareja en un evento de beneficencia, pero para una persona fuimos el demonio reclamando su alma pecadora.¿Su crimen? Quizá estar en el camino de alguien más, de quien nos había puesto en ese magnífico escenario q
Mi abuela creía que los detalles de nuestra vida decían mucho de nosotros. Según ella, la fecha de cumpleaños, el color de ojos, la forma de los labios y cosas de ese tipo podrían definir nuestra personalidad y presagiaban nuestros destinos.Voy a suponer que todo lo que ella creía era cierto, y también creeré que no nací bajo la influencia indulgente de ninguna estrella, ya que eso bien podía justificar la vida que había tenido que soportar y el futuro que creía se avecinaba.Según me contaron, nací a las siete treinta y cuatro de la tarde, después de un tortuoso día de labor de parto. Yo no moriría a los veintiún años cumplidos exactamente, pero sí terminaría en esa misma hora lo que veintiún años atrás empezó: mi vida."Aun respirando, hay personas que no viven."