—¿Y Vic? —preguntó alguien a mis espaldas cuando, después de cerrarla, recargué mi frente a la puerta.
Era una voz desagradablemente familiar.
—Si lo echas mucho de menos puedo enviarte con él, porque él no va a volver —informé girando mi cuerpo para encontrarme con un hombre alto y fornido de cabello grisáceo.
Escuché una vez más esa tétrica risa que me ponía los pelos de punta, y que de verdad me hubiera gustado no haber tenido que escuchar nunca más.
» Me daré un baño, estoy cansada —informé y caminé en dirección a mi habitación intentando no tener que entablar una conversación con él.
—Las reglas no han cambiado —dijo sosteniendo mi mano que atrapó cuando pasé a su lado—. Aunque te pudra el hígado, nos veremos a las ocho
Después de que mi madre, la amante de Señor, muriera, éste debió hacerse cargo de mí. Me trasladé a su casa cuando yo tenía seis años de edad, ahí fue donde conocí a Ángel, el hijo legítimo de mi padre; él tenía nueve años.Viviendo juntos, todo el mundo pudo darse cuenta que Ángel y yo compartíamos muchas cosas: además del mismo padre, la madre de ninguno vivía, amábamos el aire libre, correr, el mousse de chocolate, odiábamos las fresas, adorábamos leer y, sobre todo, disfrutábamos de hacer todo eso juntos.Todos decían que junto a mí había llegado la alegría a la casa, Ángel no era más el niño solitario y apático que todos conocían, la casa no era más silenciosa e incluso el Señor había llegado a sonreír. Pero yo no cr
Pasaba de medio día cuando los golpes en mi puerta me obligaron a despertar y a salir de la cama.—Abre la puerta, María —escuché la que parecía la voz de Señor.Soportando el dolor de cabeza atravesé un departamento que me mataba con su claridad a cada paso que daba, y los golpes en la puerta me hacían incomodar mucho más.—Voy, ya voy —dije.Mi respuesta a los llamados de la puerta era casi suplica implorando silencio.Abrí la puerta y, en efecto, era Señor quien estaba delante de mi puerta, él y dos de los hombres en que más confiaba y que siempre estaban junto a él.—Te ves terrible —dijo después de entrar a mi departamento como si fuera su casa, yo solo le miré sin contestar a su halago.—¿A qué vino, Señor? —pregunté y él sonr&iacut
Llegamos a una elegante fiesta, el salón estaba iluminado en cada rincón, las damas vestían los más bellos vestidos, los hombres más pulcros, la comida más exquisita, todo era simplemente lo mejor de lo mejor, no se podía esperar menos de una fiesta llena de políticos y aristócratas.A pesar de que mi hermano y yo éramos élite social, todas esas personas no tenían idea de quienes éramos nosotros, pues, aunque nos movíamos por las mismas calles, nuestros mundos eran diferentes, ellos caminaban en la luz y nosotros en la sombra, por eso logramos pasar desapercibidos, como debía ser.Para muchos fuimos una joven pareja en un evento de beneficencia, pero para una persona fuimos el demonio reclamando su alma pecadora.¿Su crimen? Quizá estar en el camino de alguien más, de quien nos había puesto en ese magnífico escenario q
Mi abuela creía que los detalles de nuestra vida decían mucho de nosotros. Según ella, la fecha de cumpleaños, el color de ojos, la forma de los labios y cosas de ese tipo podrían definir nuestra personalidad y presagiaban nuestros destinos.Voy a suponer que todo lo que ella creía era cierto, y también creeré que no nací bajo la influencia indulgente de ninguna estrella, ya que eso bien podía justificar la vida que había tenido que soportar y el futuro que creía se avecinaba.Según me contaron, nací a las siete treinta y cuatro de la tarde, después de un tortuoso día de labor de parto. Yo no moriría a los veintiún años cumplidos exactamente, pero sí terminaría en esa misma hora lo que veintiún años atrás empezó: mi vida."Aun respirando, hay personas que no viven."
«¿Gracias?, ¿por qué agradecía?» Era tan ilógico que asumí que la situación me hacía una jugarreta. Eso debía ser una broma de Ángel para desconcertarme y hacerme retractar. Y casi lo logró.—¿Gracias? —pregunté con molestia—. ¿Por matarte? No juegues conmigo, por favor.—No es por matarme —aclaró—, es por salvarme.—A ver, genio. No voy a arrepentirme. No voy a salvarte. Vas a morir, en serio, así que deja de jugar con mi mente, porque me está desquiciando esta situación.Las palabras de Ángel en serio me estaban enloqueciendo y, cuando mi hermano sonrió, termine enfureciéndome un poco.—Te lo dije, ¿no? —habló luego de que yo le fulminara con la mirada—, tú y yo no somos tan diferentes.No enten
“Una vida solo con otra vida se paga” Convencida de eso, miré a Señor, que estaba como petrificado a un par de metros de mí.—Máteme —pedí—. ¿Qué espera?, ¡Máteme! —grité.Pero él no respondió a mi patética suplica como me hubiera gustado, solo me miró con los ojos llenos de lágrimas.—No seré yo quien pague tus estupideces —dijo—, no perderé a mis dos hijos… al menos no el mismo día.Sus palabras, lejos de darme consuelo, me llenaron de horror porque, hasta que el lo decidiera prudente, me tocaría vivir cargando toda esa culpa que me estaba carcomiendo el alma.—Máteme, por favor —supliqué una vez más, y ya ni siquiera me miró.Señor hizo una seña a alguien y ese alguien me levantó
Pasé bastante tiempo encerrada en ese horrible lugar. Al principio lo acepté, porque estaba segura de que merecía el infierno que vivía después de haber matado a mi hermano, pero me harté y quise salir de toda esa mierda que me hacía daño, salir para siempre y pagar mis culpas en un infierno que nadie controlara.En mi palacio de cristal yo no era ninguna princesa encerrada, a pesar de que no era maltratada físicamente, el aislamiento en que me encontraba era cruel, y las condiciones en las que era obligada a vivir eran deplorables; así que salir de ahí se volvió mi prioridad, pues estar ahí era mi castigo.Después de todo el tiempo que pasé encerrada, después de tanto de lo mismo, logré identificar el patrón de conducta de mis guardianes y, para el día de la huida, tenía todo perfectamente calculado.No hacía falta q
Después de ponerme el pijama me tiré en la cama, mirando ese techo que me hizo compañía en mis noches de planeación intensa, que me había visto planear la muerte de mi hermano.Había pasado mucho tiempo desde que vi ese techo que fue cómplice de mis reflexiones nocturnas. Ese techo, que pensé no volvería a ver jamás, ahora estaba sobre mí, de nuevo, recordándome que mis límites estaban más cerca de lo que quería.Me pregunté montón de cosas entonces, cosas como la manera en que señor logró llegar a donde mi hermano y yo estábamos. No entendía cómo era que él supo lo que pasaría, si éramos sólo ese techo y yo quienes lo sabíamos.Es decir, yo estaba segura de no haber dejado salir nada de mi cabeza y, de haber sido así, no habría salido de esas cuatro pared