Aún si hubiera querido dejar de pensar, no lo hubiera podido hacer, mucho menos cuando estaba a punto de enfrentarme a la verdad. No sería fácil, mi abuela lo dijo:
“Te tomará tiempo, y será realmente difícil al principio. Pero si no desistes y te esfuerzas, vas a lograrlo. Después de mucha práctica será más fácil que respirar”
Más fácil que respirar. En serio que mi abuela no me conocía. Yo estaba casi segura de que la cosa más difícil que yo había hecho en toda mi vida era justo eso: respirar.
El camino a casa fue una tortura, horas y horas en las que mi cabeza giraba y giraba, en que mis desordenados pensamientos me ponían al borde de la desesperación. Pero no podía permitirme caer en lo mismo, yo había decidido que sólo volvería una vez que pudiera enfrentarlo todo, y justo recién
—¿Qué te dijo Leo? —preguntó Ángel cuando salíamos de la casa y nos dirigíamos a trabajar.Bostecé casi a propósito, pero no pude evadir la pregunta, pues el silencio de mi hermano se prolongó hasta que di una respuesta.—Nada —informé—, no le dejé hablar.—¿Qué?, ¿por qué no? —cuestionó mientras ambos entrabamos al auto.—Porque eran las dos de la mañana, yo tenía sueño y que trabajar en la mañana—excusé y mi hermano me miró con los ojos entrecerrados.—¿Solo por eso? —preguntó, provocándome suspirar.—¿Por qué preguntas lo que ya sabes? —refunfuñé apartando la vista y mirando a la ventana—. Sabes que no fue sólo eso —dije—. La verdad es qu
Pasó una semana en que no supe nada de Leo, tampoco es que quisiera saber o que tuviera tiempo de buscarlo. No podía permitirme más dudas, el fin de semana me iría a vivir con Santiago y debía dejar las cosas resueltas. No podía irme con pendiente alguno, ni dejar a mi hermano colgado con nada así que, después de una semana de intenso trabajo, hice mis maletas y me despedí de todos.Sólo necesitaba dejar de pensarlo, de amarlo, de necesitarlo y las cosas se pondrían fáciles. Pero, lamentablemente, dejar de hacer eso era lo más difícil, porque Leo estaba grabado en mi corazón, en cada célula de mi memoria, en cada poro de mi piel, estaba en mí en todo momento.Cada segundo que pasaba dudaba más haber tomado la decisión correcta. Incluso pensé que tal vez debí haberlo intentado una vez más, tal vez, esa vez, serí
Cuando abrí los ojos, me encontré tirada en mi cama, atada de pies y manos.—Buenos días, Meredith bonita —dijo Santiago acariciando mi cabeza.Él se encontraba sentado a mi lado. Yo sólo lo miré, no podía hacer mucho más. Aún trataba de entender lo que estaba pasando, pero mi cabeza no me seguía el hilo, por lo que debí esperar un poco.» ¿Pensaste en serio que te dejaría ir nada más porque sí? —preguntó burlonamente—. Tontita, tú eres mía y siempre será así.Santiago intentó besarme, pero aparté la cara, molesta.—¿Ahora soy tu perro?, ¿o porque me amarras? —pregunté sosteniéndole la mirada.Yo no era alguien fácil de intimidar. Había vivido tanto tiempo de la mano de la muerte que no temía que ese
—¿Qué has estado haciendo? —preguntó una mujer que reconocía de una fotografía.Le sonreí, a pesar de que tenía todas las ganas de llorar. Tener a mi madre frente a mí significaba solo una cosa: Había muerto.» Estás enorme y estás hermosa —dijo sonriéndome. Ella sí que era hermosa—. Ah, mi Mari bonita, de haber sabido que ibas a pasarla tan mal no te hubiera mandado con ese mal hombre.—Señor no es tan malo —aseguré—. Aunque puede que sí sea su culpa que todo terminara de esta manera. No debió ser tan complaciente conmigo.—Y tú no debiste ser tan caprichosa —señaló mi madre—. Te recuerdo muy activa, pero no tan traviesa. ¿Qué te pasó?—Tal vez el tiempo me echó a perder —sugerí sonriendo y ella
Recuerdo haber visto a mi padre, a mi hermano, a Leo y a Dan mirarme llenos de preocupación, luego de eso todos sonrieron y gritaron mi nombre, desesperados, cuando mis ojos volvieron a cerrarse.Después de eso todo había sido una inmensa y aplastante oscuridad que me asfixiaba. Todo era oscuridad y ese maldito frío que me congelaba alma y cuerpo.Sentía como si flotara en la nada, en una oscura y angustiosa nada. Cerré los ojos, no tenía caso dejarlos abiertos y, aun así, no podía ver nada. Cerré los ojos pensando que sería el fin, pero no fue así. Fue el inicio de una tortuosa situación.A pesar de haber creído, cuando me encontré con mamá, que podía volver a la vida por la felicidad que nunca tuve, me encontraba ahora en el recuento de los daños, el inventario de lo que, hasta ese momento, había vivido: lo bueno, lo malo, lo peo
Sabía que correr no era la mejor opción, pero yo debía llegar a algún lado, tenía que salir de esa situación tan pronto como me fuera posible. Corría sin rumbo, también lo sabía, pero no había mucho más qué hacer, a final de cuentas, a algún sitio debía llegar. No es posible correr por siempre sin encontrar nada en tu camino.Algo pasaría, eso era seguro, no sabía qué y, para ser honesta, tampoco esperaba nada maravilloso. Tal vez un oscuro y desértico espacio en donde pudiera calmar mi agitado corazón, que no dejaba de pedir un respiro más profundo, y en donde pudiera tomar el tan anhelado descanso que mis piernas solicitaban.No aguantaría mucho más, eso también era seguro, pero no podía detenerme, no podía dejarme alcanzar, sería el fin si cayera en sus manos.Ya no me resta
No recordaba mucho de lo sucedido; en realidad, no sabía nada de lo que pudo haber pasado, solo sabía que estaba despertando en una cama, una cama de verdad, con sábanas genuinas. Ni siquiera podía recordar la sensación de eso, pero se sentía bastante bien.Abrí los ojos revisando mi entorno, una habitación iluminada y limpia. ¡La puerta! De pronto la puerta se convirtió en una enorme preocupación, el solo hecho de pensar que estaría atrapada de nuevo me quitó el aliento.Miré a todas partes para ubicarla y la encontré, sentí que respiré de nuevo, estaba allí y estaba abierta. No recuerdo haberme incorporado, pero una vez segura de que la puerta no interfería con mi libertad me dejé caer en esa almohada que en serio se sentía bien.Extrañamente tranquila, respiraba serena y profundamente, como no lo había
Seguía sumergida en mis pensamientos cuando escuché una risita, la causante era la cabecita que se asomaba por el arco de la puerta. La miré, dije hola, dijo hola y volvió a reír.Una pequeña niña entró a la habitación lentamente, revisándome de arriba abajo. Lo que habría dado entonces por poder responder a su carita sonriente con una sonrisa, pero no pude hacerlo, solo la miré sonreír sintiendo envidia de la buena.Ella me miraba con unos ojos que irradiaban emoción y curiosidad, que escudriñaban cada parte de mí y que, de haber sido posible, estoy segura desearían ver más allá de lo que alcanzaba su vista. Pero, por fortuna para ella, el ver al desnudo el alma de las otras personas no es posible, y de la mía no le habría gustado lo que tendría que ver.—Me llamo Loli —dijo—, ¿t&uacut