Sabía que correr no era la mejor opción, pero yo debía llegar a algún lado, tenía que salir de esa situación tan pronto como me fuera posible. Corría sin rumbo, también lo sabía, pero no había mucho más qué hacer, a final de cuentas, a algún sitio debía llegar. No es posible correr por siempre sin encontrar nada en tu camino.
Algo pasaría, eso era seguro, no sabía qué y, para ser honesta, tampoco esperaba nada maravilloso. Tal vez un oscuro y desértico espacio en donde pudiera calmar mi agitado corazón, que no dejaba de pedir un respiro más profundo, y en donde pudiera tomar el tan anhelado descanso que mis piernas solicitaban.
No aguantaría mucho más, eso también era seguro, pero no podía detenerme, no podía dejarme alcanzar, sería el fin si cayera en sus manos.
Ya no me restaban fuerzas, pero seguía teniendo mucho deseo de seguir con vida, con mi vida y, por un rato, eso sería suficiente.
Corría tan rápido como me permitía mi cuerpo decadente, que a gritos imploraba compasión. Entonces fue que me di cuenta, entonces me alcancé a percatar de que, desde hacía algunos minutos, no se oía nada más que mi voz en mi cabeza y los latidos de un corazón que estaba por salirse de mi pecho.
Me detuve contra un árbol y supliqué porque no fuera una jugarreta de mi desesperación. Pero todo estaba en silencio, las pisadas que habían estado tras de mí ya no me seguían, ahora todo lo que podía escuchar era silencio, mi agitada respiración y un corazón que no lograba controlarse.
Miré de nuevo alrededor, solo habían árboles silentes y hojas secas en el piso, solo estaba yo aferrada a un árbol que sostenía mi deplorable figura.
Solté el árbol y me giré para seguir mi camino, pero no respondieron mis piernas, incluso ellas me abandonaron. Mas eso no importaba tanto, la certeza de no ser perseguida me hizo sentir un poco segura. Demasiado poco, voy a decir, pero lo suficiente como para quedarme tirada, recargada a ese árbol que me sirvió de escudo y sostén.
Miré el cielo que apenas se asomaba entre las copas de los enormes árboles que me rodeaban, y pude darme cuenta que la noche comenzaba a envolver ese bosque que me aprisionaba, que me protegía, que me miraba desvalida y temerosa, tal como me encontraba.
La noche se tornaba oscuridad pura, tan profunda que, antes de percatarme de nada, todo era eso, nada.
* *
Una fría sensación se apoderó de mi cuerpo, y de nuevo sentí mis piernas, cansadas y doloridas.
Mucha luz, era lo único que podía distinguir con mis ojos entreabiertos, mucha luz, tanta luz que me dolía el alma, un alma que hacía tiempo se había acostumbrado a las tinieblas que le rodeaban, un alma que desde hacía mucho vivía en la oscuridad que mis opresores me habían dado por hogar.
«¡Debo continuar!» La única idea en mi cabeza.
«¡Debo seguir y salir de aquí!» Pero... ¿salir de dónde? Ni siquiera sabía en dónde estaba, no sabía a dónde ir, ni sabía qué hacer y, no estaba muy segura, pero creo que tampoco tenía mucha idea de quién era yo.
Sabía quién fui alguna vez, sabía qué tiempo atrás fui un ser humano capaz de sonreír. Ahora era una pobre alma que anhelaba vivir, que esperaba poder recuperar la paz que perdió tiempo atrás.
Me incorporé tan rápido como mi cuerpo cansado lo permitió, mis piernas temblaban y suplicaban un poco más de tiempo para reponerse de la larga carrera de la tarde anterior, pero mi cabeza decía que no era seguro estar ahí.
Con el dolor de mi alma hice lo que presentí era lo mejor, seguir adelante antes de que mis persecutores dieran con alguna pista de mí.
Seguía con vida, pero, por alguna razón, no me sentía viva. Era como si fuera un muerto caminante, sin rumbo y sin destino, sin más deseo que el de volver a vivir. Y era justo ese deseo el que me tenía en donde estaba, saboreando una libertad agridulce que paso a paso, y segundo a segundo, sabía peor.
Cada paso que daba me alejaba de eso que tanto temí, de eso que tanto odié, de ese horror que hasta la tarde anterior había sido el cotidiano andar de mi vida. O al menos eso era lo que creía. ¡No! Eso era lo que debía creer para no caer en las vacilaciones que mi cabeza ponía de relieve ante mis ojos.
Cada segundo era más difícil continuar, mi espíritu fragmentado no me alentaba tampoco, pero, si lograba creer que si no me detenía llegaría a algún sitio mejor, un sitio que curara mis heridas, sería capaz de continuar.
¿Cómo es que había llegado a esa situación?, ¿cómo es que había terminado de esa manera?, ¿en dónde es que el camino se tornó oscuro y gris?, y, sobre todo, ¿cuándo fue que me resigné a vivir así?
Las respuestas estaban lejos de ser obvias y, para ser sincera, ni siquiera quería conocerlas, y aun así las interrogantes no se iban, no dejaban de hostigarme.
Sabía bien que remontarme al pasado podría darme alguna idea de la causa de lo que ocurría, pero no quería recordar, no quería sumergirme en mis memorias, era demasiado doloroso, y dolor era algo de lo que no necesitaba más, ya tenía suficiente de eso.
Demasiado doloroso, recordar era así, y no porque me doliera el pasado, sino porque me dolía el hecho de que lo que fue ya no sería, que lo una vez tuve ya no estaría, que quién una vez fui no volvería.
Pensé en quien una vez fui. Eso significaba que tiempo atrás fui alguien e hice algo.
Era cierto, tiempo atrás tuve una vida. ¿Qué clase de vida habrá sido esa?, ¿habré sido feliz? Me hubiera gustado saber, pero no era tan fácil.
Hacía tiempo que lo único que yo deseaba era ser libre y vivir, esa era la idea que desde hacía mucho habitaba en mi cabeza, y no solo era una idea, era una esperanza, una meta.
Quien fui ya no importaba, lo importante era quien sería en lo delante. Aunque tampoco eso importaría si no era capaz de llegar a algún sitio.
Necesitaba centrarme en el futuro, en lo que había de venir. Precisaba llenarme de esperanzas e ilusiones. Pero no demasiadas, solo unas pocas que me mantuvieran de pie, y no tan maravillosas, solo lo suficientemente no desagradables para motivarme a seguir.
Mi fiel compañero, el cansancio, había llamado a un par de amigos, la pesadumbre y el hambre, que ahora me enlentecían un poco más.
La esperanza que había acumulado se desvanecía, se escapaba como agua entre mis dedos... Agua, también me hubiera gustado un poco de eso. Pero no había nada, solo árboles silentes y hojas secas en el piso.
Entraba la tarde cuando decidí darme por vencida, me dejé caer sobre las hojas secas y recargué mi espalda a un árbol que bien podría ser el mismo de la noche anterior. El bosque parecía igual por todas partes, y así había sido todo el día.
En eso estaba mi cabeza cuando unas voces rompieron el silencio.
¡Voces! Aún no lograba sentir emoción cuando el pánico me atrapó. ¿Y si eran ellos?, ¿y si me habían dado alcance? No podía moverme. No lo haría.
Pero tampoco podía quedarme allí, a final de cuentas, era mejor ellos que nada, era mejor un techo y comida enemigos que nada. Siempre había sido así, lo que sea es mejor que nada.
Temerosa me incorporé y seguí las voces sin importarme lo que pasaría, estaba convencida de que era lo mejor y no daría pie atrás. Eso pensé y eso hice.
Mucha luz, fue lo que de nuevo vi, mucha luz y dos siluetas que esperaba se apiadaran de mí y me ayudaran.
No recordaba mucho de lo sucedido; en realidad, no sabía nada de lo que pudo haber pasado, solo sabía que estaba despertando en una cama, una cama de verdad, con sábanas genuinas. Ni siquiera podía recordar la sensación de eso, pero se sentía bastante bien.Abrí los ojos revisando mi entorno, una habitación iluminada y limpia. ¡La puerta! De pronto la puerta se convirtió en una enorme preocupación, el solo hecho de pensar que estaría atrapada de nuevo me quitó el aliento.Miré a todas partes para ubicarla y la encontré, sentí que respiré de nuevo, estaba allí y estaba abierta. No recuerdo haberme incorporado, pero una vez segura de que la puerta no interfería con mi libertad me dejé caer en esa almohada que en serio se sentía bien.Extrañamente tranquila, respiraba serena y profundamente, como no lo había
Seguía sumergida en mis pensamientos cuando escuché una risita, la causante era la cabecita que se asomaba por el arco de la puerta. La miré, dije hola, dijo hola y volvió a reír.Una pequeña niña entró a la habitación lentamente, revisándome de arriba abajo. Lo que habría dado entonces por poder responder a su carita sonriente con una sonrisa, pero no pude hacerlo, solo la miré sonreír sintiendo envidia de la buena.Ella me miraba con unos ojos que irradiaban emoción y curiosidad, que escudriñaban cada parte de mí y que, de haber sido posible, estoy segura desearían ver más allá de lo que alcanzaba su vista. Pero, por fortuna para ella, el ver al desnudo el alma de las otras personas no es posible, y de la mía no le habría gustado lo que tendría que ver.—Me llamo Loli —dijo—, ¿t&uacut
"¿Quién eres, qué quieres, quién te manda, cuál es tu propósito, qué buscas?"Unas cuantas de las muchas interrogantes con las que el señor Mateo se dirigió al agresor capturado.Me quedé helada cuando me señaló y, con una espantosa sonrisa delineándole el rostro, dijo que a mí.«¿A mí?, ¿por qué a mí?»Para ser sincera no quería saber la verdad, pero mis benefactores sí, por eso pensé en preguntar, pero su mirada inquisitiva y esa sonrisa burlona me robaron todo el valor que aún intentaba acumular.Quise huir de la verdad que se avecinaba, así que intenté salir del lugar, pero fueron sus palabras un rayo que me fulminó.—¿Te vas, princesita?Sentí el cuerpo pesado, tan pesado que no pude sostener
—¿Lograron saber algo de ese tipo? —pregunté poniendo un temor fingido sobre la malsana curiosidad que me movía a preguntar.—Nada —respondió Mateo—, después de que saliste corriendo el sujeto se mordió la lengua y murió.—¿Murió?Incredulidad pura estaba detrás de la pregunta y, ante la respuesta afirmativa de Mateo, agaché la cabeza para que no pudiera ver la expresión de mi rosto.No podía fingir no estar feliz y, después de todo, la muerte de alguien no era algo que a Meredit le causara felicidad. Pero, tal y como lo esperaba, después de que alguien como Vic apareciera, las cosas no podían más que tensarse.—¿Sabes quién era él? —preguntó Mateo provocándome un choque de emociones.Mi necesidad de quedarme con ellos y mi deseo de segu
—¿Y Vic? —preguntó alguien a mis espaldas cuando, después de cerrarla, recargué mi frente a la puerta.Era una voz desagradablemente familiar.—Si lo echas mucho de menos puedo enviarte con él, porque él no va a volver —informé girando mi cuerpo para encontrarme con un hombre alto y fornido de cabello grisáceo.Escuché una vez más esa tétrica risa que me ponía los pelos de punta, y que de verdad me hubiera gustado no haber tenido que escuchar nunca más.» Me daré un baño, estoy cansada —informé y caminé en dirección a mi habitación intentando no tener que entablar una conversación con él.—Las reglas no han cambiado —dijo sosteniendo mi mano que atrapó cuando pasé a su lado—. Aunque te pudra el hígado, nos veremos a las ocho
Después de que mi madre, la amante de Señor, muriera, éste debió hacerse cargo de mí. Me trasladé a su casa cuando yo tenía seis años de edad, ahí fue donde conocí a Ángel, el hijo legítimo de mi padre; él tenía nueve años.Viviendo juntos, todo el mundo pudo darse cuenta que Ángel y yo compartíamos muchas cosas: además del mismo padre, la madre de ninguno vivía, amábamos el aire libre, correr, el mousse de chocolate, odiábamos las fresas, adorábamos leer y, sobre todo, disfrutábamos de hacer todo eso juntos.Todos decían que junto a mí había llegado la alegría a la casa, Ángel no era más el niño solitario y apático que todos conocían, la casa no era más silenciosa e incluso el Señor había llegado a sonreír. Pero yo no cr
Pasaba de medio día cuando los golpes en mi puerta me obligaron a despertar y a salir de la cama.—Abre la puerta, María —escuché la que parecía la voz de Señor.Soportando el dolor de cabeza atravesé un departamento que me mataba con su claridad a cada paso que daba, y los golpes en la puerta me hacían incomodar mucho más.—Voy, ya voy —dije.Mi respuesta a los llamados de la puerta era casi suplica implorando silencio.Abrí la puerta y, en efecto, era Señor quien estaba delante de mi puerta, él y dos de los hombres en que más confiaba y que siempre estaban junto a él.—Te ves terrible —dijo después de entrar a mi departamento como si fuera su casa, yo solo le miré sin contestar a su halago.—¿A qué vino, Señor? —pregunté y él sonr&iacut
Llegamos a una elegante fiesta, el salón estaba iluminado en cada rincón, las damas vestían los más bellos vestidos, los hombres más pulcros, la comida más exquisita, todo era simplemente lo mejor de lo mejor, no se podía esperar menos de una fiesta llena de políticos y aristócratas.A pesar de que mi hermano y yo éramos élite social, todas esas personas no tenían idea de quienes éramos nosotros, pues, aunque nos movíamos por las mismas calles, nuestros mundos eran diferentes, ellos caminaban en la luz y nosotros en la sombra, por eso logramos pasar desapercibidos, como debía ser.Para muchos fuimos una joven pareja en un evento de beneficencia, pero para una persona fuimos el demonio reclamando su alma pecadora.¿Su crimen? Quizá estar en el camino de alguien más, de quien nos había puesto en ese magnífico escenario q