PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 1. Una llamada telefónicaTrece años después.Ranger estaba más que feliz en medio de aquella boda, porque después de todo había puesto su modesto granito de arena… o mejor dicho, su modesta balita de plomo, para que aquellos dos locos por fin estuvieran juntos, felices y a salvo. Así que estaba disfrutando de la boda de Sebastian y Michelle, rodeado de su familia del corazón, cuando aquella llamada telefónica desde un número desconocido lo puso alerta.No reconoció la voz, porque después de tantos años era imposible, pero sí comprendió perfectamente lo que estaban diciéndole, y si era honesto, tenía que reconocer que cada una de aquellas palabras lo aterraron por completo.“Gabriella acaba de cumplir los dieciocho”, declaró la voz de una mujer con tono gélido. “Tiene que venir a reclamar su herencia y... todo lo demás. Sabe que tiene un sitio importante que ocupar, así que ya es hora de que la devuelva... señor Wallis”.—¡¿Quién demonios eres?! —gruñó mientr
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 2. Un encuentro peligrosoAquello ni siquiera podía llamarse impaciencia, Ranger daba vueltas de un lado al otro de aquel pequeño avión ejecutivo, que Max había logrado conseguirle en el último minuto, como si el hecho de que él siguiera en movimiento hiciera que el aparato fuera aún más rápido.El corazón le había subido a la garganta en el mismo momento en que había escuchado mencionar el nombre de Gabriella. Era cierto que no había tenido ningún contacto directo con ella desde que tenía cinco años, pero eso no lo hacía sentirse menos responsable por ella.—¡Demonios, demonios! —gruñó dándose cuenta de que por más que había intentado mantenerla alejada y protegida, eventualmente alguien había terminado por recordarla, alguien la estaba buscando, alguien que quería usarla como una pieza en algún juego que él todavía desconocía, pero que estaba completamente convencido de que terminaría poniendo la vida de la muchacha en peligro.No tenía idea de quién era la
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 3. Un oficial y sus… armasQuizás ese era el momento perfecto para alargar la mano y alcanzar una toalla... si hubiera tenido alguna toalla a mano. Pero aquella era una habitación de chicas, y quedaba demostrado a cada segundo que ella no era precisamente pudorosa.La verdad era que había salido del baño a buscar su ropa, y por supuesto que no estaba contando con que ningún chico, menos un hombre hecho y derecho, y menos que menos con un arma en la mano, cometiera la estúpida desfachatez de irrumpir sin siquiera llamar a la puerta.Así que ahí estaba, acabada de bañar, con el largo cabello castaño chorreando agua por todos lados, humedeciendo aquel conjunto de lencería por donde lo tocara, y en medio de una sala donde no tenía absolutamente nada con qué cubrirse.Así que si se miraba desde su perspectiva... ¡no era su culpa!—Lo siento, pero los días en que Gabriella sale con hombres maduros son los viernes, y hoy es miércoles, oficial —murmuró respirando len
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 4. Un completo desconocido.Sin embargo, por más rabia que le diera, aquella mucosa del demonio tenía razón: en el Rectorado tenían algo que él no, ¡su maldito teléfono! Porque de tanto que Ranger había intentado aislarse de ella, era obvio que el resultado había sido contraproducente, porque ni siquiera tenía lo más elemental que era un puñetero teléfono que pudiera rastrear.Así que dio gracias a que ya hubiera amanecido y corrió apresurado hacia el edificio administrativo.Poca gente había allí, pero una de las antiguas secretarias se quedó medio muda cuando vio a semejante hombre atravesar las puertas del Rectorado.Ranger le mostró su identificación oficial de inmediato y pocos minutos después irrumpía en la oficina del director del internado.—¡Señor director, esto es urgente! —exclamó la mujer abriéndole el camino y mostrándole a su vez la identificación que lo acreditaba como miembro de las Fuerzas Especiales de aquel país.—¡Mi hija está aquí, Gabrie
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 5. Una chiquilla extrañaEra un maldito volcán. Aquella condenada chiquilla era un maldito volcán en plena erupción, y lo peor de todo era que en aquel mismo momento Ranger Walllis no estaba del todo seguro de si se merecía que la nalguearan de la peor manera por darle semejante respuesta, o si se merecía que le reconociera el hecho de que no tenía ni un pelo de tonta.No le había dado su identidad ni a él, no había confiado ni en él y después de todo eso era lo más sensato, porque en algo tenía razón: tenía que ser medio idiota para reconocer su nombre frente a un tipo que llegaba buscándola con un arma en la mano. Así que definitivamente podía estar tranquilo en aquel aspecto, la niña era inteligente... El problema era que ya no era una niña.—No tenemos tiempo ahora para hacer una catarsis filial aquí —sentenció Ranger acercándose a ella—. Debiste decirme quién eras cuando te dije quién era yo.—Y lo habría hecho si lo hubiera reconocido —respondió la much
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 6. Una chica extrañaGabriella era callada, vigilante, como si siempre estuviera alerta.Ranger tenía que reconocer que era extremadamente rara la forma en que ella reaccionaba, como si nada la sorprendiera o la asustara, porque después de recibir aquella información de que uno de sus profesores estaba muerto, solo había hecho una mueca un poco fastidiada antes de preguntarle:—¿Herson tenía algo que ver con… nosotros?Ranger asintió en silencio y rodeó la propiedad a la que habían llegado, usando uno de los portones traseros para meterse sin que nadie pudiera verlo.—Será mejor que no salgas hasta que estemos en el estacionamiento techado, los cristales de la camioneta están entintados, pero con todo lo que ha pasado últimamente ya no se sabe quién pueda estar observando.Ella ni siquiera le respondió, se limitó a observar alrededor, como si quisiera asegurarse de saber por dónde quería salir. Así que si el exmilitar esperaba encontrar una chica aprensiva de
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 7. Peligrosas revelacionesGabriella respiró profundo y se llevó una mano a los cabellos, peinándolos con los dedos como si estuviera demasiado agotada después de un largo día de trabajo. Su corazón debía estar desbocado, de verdad que sí, pero en cambio solo latía con el mismo ritmo acompasado de siempre. Al final iba a resultar que era verdad todo lo que decían sobre ella.Ranger la vio caminar por toda la habitación como si necesitara espacio, o como si estuviera haciendo un esfuerzo intenso por controlarse, pero algo le decía que lo que quería controlar no era precisamente el miedo ni la angustia.—OK, OK… supongo que ahora es cuando se destapa el pozo de mierd@. ¿Vas a decirme quiénes exactamente eran mis padres? —preguntó girándose hacia él y el ex militar supo que no habría otro momento para sacarse aquello que tenía atorado entre pecho y espalda desde hacía trece años.Así que le señaló una de las butacas y la vio sentarse con los codos apoyados en la
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 8. Una pieza que mover.Y el problema era que no lo sabía. Ranger era incapaz de asegurar si de verdad la madre de Gabriella, fuera quien fuera, estaba muerta o no. Solo tenía aquella voz de una mujer en el teléfono, pero después de tantos años y sobre todo en medio de aquel ataque, era imposible que la reconociera.—No lo sé, Gabriella. No tengo idea de si tu madre logró sobrevivir o no, pero ella me pidió que te sacara de allí, me pidió que te escondiera, que te protegiera y me dijo… —el ex militar se detuvo porque estaba tratando de encontrar las palabras adecuadas sin espantarla.—¿Qué? ¿Qué te dijo? —lo increpó la muchacha.—Me dijo que aquel ataque, la gente que había matado a tu padre, me dijo que no eran los hombres de Arek Sargsyan, sino italianos —le explicó porque la verdad era que a pesar de los años que habían pasado no había podido desentrañar aquel misterio en particular—. No te voy a negar que no quise investigarlo. Le pasé el caso a otro equi