LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 95. Un besito para hacer un príncipeTenemos que ser justas, y para eso es necesario decir que Sebastián se hartó del teatro, subió las escaleras interiores de la casa como un vikingo en plena conquista, y a punto estuvo de patear aquella puerta de la habitación de Michelle si no hubiera estado abierta ya.—¡A ver, loquita, vamos a ponernos de acuerdo! —suspiró Sebastián—. ¡Este relajo tiene que tener orden o de lo contrario a mí me va a dar algo!—¿Una explosión hormonal?—¡Un puto infarto!—¡Bueno, bueno, no hay que ponernos tan dramáticos, príncipe! —sonrió Michelle con coquetería mientras cruzaba los brazos detrás de su cuello y lo acercaba a su cuerpo—. Estoy totalmente de acuerdo con el relajo, el orden y el desorden, siempre y cuando sea contigo.El pecho de Sebastián se infló como un sapito orgulloso y no podía negarlo, lo único que quería era compartir absolutamente todas las locuras de aquella mujer. Así que hizo lo que debía haber hecho hacía se
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 96. Votos matrimonialesMichelle miró aquel vestido blanco que colgaba de una percha en su habitación. El día anterior Lynett, Blair y Heilyn habían conseguido que una modista trajera más de cincuenta vestidos solo para que ella se los probara, y dos cosas habían pasado: la primera era que la muchacha se había enamorado de todas sus cuñadas; y la segunda era que había elegido un vestido sencillo y vaporoso, y lo suficientemente largo como para poder ponerse en par de sandalias bajas, porque planeaba bailar mucho con su futuro esposo y no podía hacerlo en tacones.—¿De verdad se lo vas a dejar pasar? —preguntó Eva acurrucándose sobre la cama y tratando de que aquella carcajada que tenía atorada en la garganta no fuera demasiado evidente.—¡No sé de qué estás hablando! —respondió Michelle haciéndose la desentendida, pero bastó con que ella y su mejor amiga cruzaran miradas para que las dos estallaran en risas.—¡No puedo creer que a estas alturas Sebastián t
LA TRAMPA PERFECTA. CAPÍTULO 97. La trampa finalSiete meses después—¡Este no es sitio para tener a un bebé! ¡Mucho menos a dos! —exclamaba Sebastián desesperado porque habían hecho un último viaje a Texas antes de que nacieran sus hijos, y como si reconocieran sus raíces, los bebés habían decidido adelantar su nacimiento un par de semanas.—Lo sé, hijo, pero tienes que calmarte —lo reconvino Rufus señalando hacia una de las ventanas, al diluvio que estaba cayendo fuera de la casa—. Créeme que yo soy el primero que estoy desesperado por sacarla de aquí y llevarla a un hospital, ¡porque tu mujer es pura sangre pero no yegua! ¡Estoy de acuerdo contigo en que no debería tener a tus hijos en casa, sino en un hospital como la gente normal! ¡Pero ninguno de nosotros controla el clima, y salir afuera es ponerla en peligro!—¡Pero si nos llevamos la camioneta grande! ¡Si vamos con cuidado...! —se desesperó Sebastián porque lo único que podían escuchar de fondo eran los gritos y las amenazas
PEQUEÑA REBELDESINOPSISDe lo único que Gabriella estaba segura era de que la habían adoptado en algún momento de su infancia, pero su “padre adoptivo” se había conformado con dejarla crecer lejos de él en el mejor internado de Nueva York, así que solo lo conocía por algunas cartas y una foto que le había pedido alguna vez.Ranger Wallis, por su parte, había pasado los últimos trece años guardando aquel secreto, asegurándose de que lo más sórdido del mundo y los horrores de su pasado se mantuviera alejados de ella, hasta que aquella llamada telefónica lo cambió todo.“Gabriella acaba de cumplir los dieciocho, tiene que venir a reclamar su herencia y… todo lo demás. Sabes que tiene un sitio importante que ocupar, así que ya es hora de que la devuelvas, Ranger”.PREFACIOHay secretos que deben guardarse toda la vida. Secretos que son tan importantes que pueden costarle a un hombre incluso su alma, especialmente cuando ese hombre es lo suficientemente joven e inexperto como para tener e
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 1. Una llamada telefónicaTrece años después.Ranger estaba más que feliz en medio de aquella boda, porque después de todo había puesto su modesto granito de arena… o mejor dicho, su modesta balita de plomo, para que aquellos dos locos por fin estuvieran juntos, felices y a salvo. Así que estaba disfrutando de la boda de Sebastian y Michelle, rodeado de su familia del corazón, cuando aquella llamada telefónica desde un número desconocido lo puso alerta.No reconoció la voz, porque después de tantos años era imposible, pero sí comprendió perfectamente lo que estaban diciéndole, y si era honesto, tenía que reconocer que cada una de aquellas palabras lo aterraron por completo.“Gabriella acaba de cumplir los dieciocho”, declaró la voz de una mujer con tono gélido. “Tiene que venir a reclamar su herencia y... todo lo demás. Sabe que tiene un sitio importante que ocupar, así que ya es hora de que la devuelva... señor Wallis”.—¡¿Quién demonios eres?! —gruñó mientr
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 2. Un encuentro peligrosoAquello ni siquiera podía llamarse impaciencia, Ranger daba vueltas de un lado al otro de aquel pequeño avión ejecutivo, que Max había logrado conseguirle en el último minuto, como si el hecho de que él siguiera en movimiento hiciera que el aparato fuera aún más rápido.El corazón le había subido a la garganta en el mismo momento en que había escuchado mencionar el nombre de Gabriella. Era cierto que no había tenido ningún contacto directo con ella desde que tenía cinco años, pero eso no lo hacía sentirse menos responsable por ella.—¡Demonios, demonios! —gruñó dándose cuenta de que por más que había intentado mantenerla alejada y protegida, eventualmente alguien había terminado por recordarla, alguien la estaba buscando, alguien que quería usarla como una pieza en algún juego que él todavía desconocía, pero que estaba completamente convencido de que terminaría poniendo la vida de la muchacha en peligro.No tenía idea de quién era la
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 3. Un oficial y sus… armasQuizás ese era el momento perfecto para alargar la mano y alcanzar una toalla... si hubiera tenido alguna toalla a mano. Pero aquella era una habitación de chicas, y quedaba demostrado a cada segundo que ella no era precisamente pudorosa.La verdad era que había salido del baño a buscar su ropa, y por supuesto que no estaba contando con que ningún chico, menos un hombre hecho y derecho, y menos que menos con un arma en la mano, cometiera la estúpida desfachatez de irrumpir sin siquiera llamar a la puerta.Así que ahí estaba, acabada de bañar, con el largo cabello castaño chorreando agua por todos lados, humedeciendo aquel conjunto de lencería por donde lo tocara, y en medio de una sala donde no tenía absolutamente nada con qué cubrirse.Así que si se miraba desde su perspectiva... ¡no era su culpa!—Lo siento, pero los días en que Gabriella sale con hombres maduros son los viernes, y hoy es miércoles, oficial —murmuró respirando len
PEQUEÑA REBELDE. CAPÍTULO 4. Un completo desconocido.Sin embargo, por más rabia que le diera, aquella mucosa del demonio tenía razón: en el Rectorado tenían algo que él no, ¡su maldito teléfono! Porque de tanto que Ranger había intentado aislarse de ella, era obvio que el resultado había sido contraproducente, porque ni siquiera tenía lo más elemental que era un puñetero teléfono que pudiera rastrear.Así que dio gracias a que ya hubiera amanecido y corrió apresurado hacia el edificio administrativo.Poca gente había allí, pero una de las antiguas secretarias se quedó medio muda cuando vio a semejante hombre atravesar las puertas del Rectorado.Ranger le mostró su identificación oficial de inmediato y pocos minutos después irrumpía en la oficina del director del internado.—¡Señor director, esto es urgente! —exclamó la mujer abriéndole el camino y mostrándole a su vez la identificación que lo acreditaba como miembro de las Fuerzas Especiales de aquel país.—¡Mi hija está aquí, Gabrie