CAPÍTULO 40. PesadillasInfinitos. Largos. Terribles.Minutos. Horas. Días.Elijah era como una sombra que iba de un lado a otro de la salita de hospital, y que hubiera olido a perro muerto de no ser porque al menos una vez al día Sebastian lo empujaba hacia un hotelito cercano donde había rentado una habitación y lo obligaba a bañarse y cambiarse.Lynett había rebasado aquel paro cardiaco, pero eso no significaba que había mejorado de inmediato. La habían llevado a terapia intensiva y aquel equipo médico no se separaba de su lado tal como Elijah no quería irse de aquella salita de espera.—Oye, tienes que comer —le insistió Sebastian un par de días después—. No entiendo lo que te está pasando, pero tienes que poner de tu parte. ¿De acuerdo? ¡Jamás te había visto así!Elijah apretó los dientes y esa parte fría de su corazón intentó tomar el control.—Es culpa. Me siento culpable por no haberle creído. Solo es eso —gruñó.—Culpa. Tentación. Tienes palabras muy extremas para lo que sien
CAPÍTULO 41. Un infierno disfrazado Tres enfermeras y un médico entraron corriendo solo unos segundos después, pero por más preocupado y asustado que estuviera Elijah, no pudo dejar de reconocer que el médico tenía razón. —No está consciente —le dijo. —¿Qué? ¿Pero cómo…? ¡Ella, abrió los ojos! —exclamó Elijah—. Se está quejando, dice que le duele. —Y es inconsciente, no está despierta —replicó le médico abriendo uno de los ojos de Lynett e iluminando su pupila—. A veces los analgésicos fuertes vienen con reacciones como estas, con… algunos delirios. Está teniendo algo parecido a un “mal viaje”, por decirlo de alguna manera; pero tampoco podemos quitarle los analgésicos, así que… —¿Qué? —Vamos a tener que inmovilizarla —le explicó el doctor antes de girarse hacia una enfermera—. Por favor traiga un cinturón de sujeción y algunas correas de restricción para… —¡No! —Elijah frunció el ceño, incrédulo—. ¡No la van a amarrar a la cama! —Señor Vanderwood, es por su seguridad. Se llama
CAPÍTULO 42. El castillo de la bestia—En la casa vas a estar bien —murmuró Elijah, que lo último que quería era mantener aquella conversación delante de la doctora.—No quiero irme, todavía me duele…—Lynett no hagas un escándalo —susurró él inclinándose hacia ella y la muchacha pasó saliva, desviando la mirada—. Si la doctora dice que ya te puedes ir, entonces nos vamos a casa. Te aseguro que vas a tener de sobra quien te cuide allá.Y aunque no le creía ni una sola palabra, ¿qué más podía hacer? Lynett no tenía a dónde ir, y dudaba mucho que su madre quisiera recibirla. Ni siquiera había ido a verla al hospital y de viaje o no, estaba segura de que la noticia de su accidente había recorrido las redes ya.Bajó la cabeza porque no podía hacer más, y apretó los puños mientras Elijah empujaba su silla de ruedas fuera del hospital. El estacionamiento techado tenía la mayor privacidad posible, así que la muchacha se estremeció instintivamente cuando lo sintió levantarla.—¡¿Qué haces…?!
CAPÍTULO 43. No me estoy volviendo locoElijah respiró profundo mientras caminaba hacia la habitación de Lynett, pero se detuvo un segundo antes de empujar la puerta. Sabía que no estaba bien escuchar conversaciones ajenas, pero aquella en particular era imposible de evitar para él.—Señora Evans, tiene que comer… ¡y tiene que salir! —intentaba convencerla la enfermera.—Lo sé, pero no tengo hambre. Como lo que puedo —respondió la muchacha—. Y en cuanto a salir… hay frío afuera, no tengo ganas.—Señora, necesita el sol y el aire fresco, si hay frío entonces…—Por favor, Lucy, no insistas. Hoy no —fue el último susurro de la muchacha antes de que la enfermera dejara escapar un suspiro de impotencia y saliera de la habitación.Elijah se llevó rápidamente una mano a los labios para que no hiciera ni un solo sonido que lo delatara, y luego tocó dos veces a la puerta antes de entrar.—Necesito que hablemos —declaró y su tono era tan neutro que Lynett no pudo evitar aquel instinto de encoge
CAPÍTULO 44. Marcas¿Ganas de ponerse tierno y meloso? Ningunas. La verdad era que Elijah no sabía ya cómo ser el hombre atento, romántico y confiado que había sido una vez. De hecho parecía que había perdido hasta la capacidad más básica para pedir disculpas, pero eso no cambiaba el hecho de que la culpa lo carcomiera y que estuviera decidido a que Lynett se recuperara.Empujó la puerta de su habitación con expresión frustrada, porque no podía creer que tuviera que arrearla hasta la cocina como a una cabrita bebé, pero en el mismo segundo en que entró en la habitación le pareció demasiado caliente.La vio acurrucada con una manta en el diván cerca de la ventana hacia la terraza, y a pesar de la calefacción se notaba que estaba temblando.—¡Oye, chiquilla…! ¡Lynett! ¡Lynett despierta! —intentó sacudirla para que reaccionara, pero apenas le puso las manos encima se dio cuenta de que estaba más caliente que la misma habitación—. ¡Maldición, estás volada de fiebre! —gruñó con impotencia
CAPÍTULO 45. Deme un mesEra extraño verla replicar. Lynett era tan callada que era extraño verla replicar, pero Elijah sabía que lo hacía desde la resignación, no porque estuviera tratando de desafiarlo.No dijo nada, solo se acercó a ella y le dio la vuelta, buscando los broches de brasier para quitárselo.—No, déjalo…—Lynett, está mojado y tienes fiebre, no voy a dejar que te regreses a la cama con ropa mojada —murmuró él.—Está bien, pero yo pudo sola.—No puedes ni mantenerte en pie sola —dijo Elijah encontrando sus ojos a través del espejo—. Además, no hay nada que no te haya visto ya. ¿No es cierto?Lynett desvió la mirada y finalmente cerró los ojos cuando sintió sus manos sobre los entremos de sus bragas, bajándolas por sus caderas y dejándolas caer al suelo.Elijah quería quedarse allí, mirándola para siempre, porque era insoportable la forma en que aquella mujer le hacía latir el corazón, pero no tardó en alcanzar un albornoz y envolverla en él con un abrazo suave y fugaz.
CAPÍTULO 46. Un acuerdo por la supervivenciaLos ojos de Elijah se giraron bruscamente hacia Lynett y puso ver la expresión de azoro en el rostro de la muchacha.—¡Yo no tengo nada que ver con eso…! ¡Te juro que no tengo nada que ver con eso…! —exclamó aterrada y sus manos temblaron violentamente mientras sacaban el celular de su bolsillo con torpeza y se lo entregaba a Elijah como si fuera una ofrenda—. ¡Yo no…! ¡No he hablado con ella! ¡Puedes revisar, yo no he hablado con ella…!En un segundo era una persona callada y racional y al siguiente las lágrimas estaban corriendo por sus mejillas mientras el celular temblaba en su mano.Elijah se lo arrancó en un segundo pero no para revisarlo, sino para echarlo sobre el tablero y alcanzar sus dos manos, envolviéndolas en la suya.—A ver, cálmate. Lynett cálmate, nadie ha dicho nada de ti. Cálmate.La respiración de la chica era irregular y llena de ansiedad, pero la caricia y la presión de Elijah en su regazo no era agresiva, sino confort
CAPÍTULO 47. Una sola condiciónDurante un instante que pareció infinito Lynett se le quedó mirando. Había esperado amenazas, coacción, gritos, peleas, en el mejor de los casos esperaba que le ofreciera un acuerdo horrible donde ella saldría perdiéndolo todo; pero en lugar de eso Elijah no solo le estaba haciendo una oferta por sus acciones, sino que pretendía pagarle el doble solo para que ella le vendiera las acciones de la empresa de su padre.—Nunca pensé… —murmuró con los ojos cristalizados—. Nunca pensé que todo lo que mi papá me había enseñado a amar terminaría destruido, en manos de gente que nunca sabrá valorarlo.Elijah negó con impaciencia y se acercó a ella.—Lynett, si te estoy ofreciendo comprar tus acciones no es porque no valore la empresa de Frederick, ¡al contrario! ¡Es porque invertí tan fuerte en ella que no quiero verla destruida! —replicó con intensidad—. Pero no voy a poder hacerlo a menos que obtenga la presidencia. ¡Te garantizo que no voy a hacer nada para qu