CAPÍTULO 41. Un infierno disfrazado
CAPÍTULO 41. Un infierno disfrazado

Tres enfermeras y un médico entraron corriendo solo unos segundos después, pero por más preocupado y asustado que estuviera Elijah, no pudo dejar de reconocer que el médico tenía razón.

—No está consciente —le dijo.

—¿Qué? ¿Pero cómo…? ¡Ella, abrió los ojos! —exclamó Elijah—. Se está quejando, dice que le duele.

—Y es inconsciente, no está despierta —replicó le médico abriendo uno de los ojos de Lynett e iluminando su pupila—. A veces los analgésicos fuertes vienen con reacciones como estas, con… algunos delirios. Está teniendo algo parecido a un “mal viaje”, por decirlo de alguna manera; pero tampoco podemos quitarle los analgésicos, así que…

—¿Qué?

—Vamos a tener que inmovilizarla —le explicó el doctor antes de girarse hacia una enfermera—. Por favor traiga un cinturón de sujeción y algunas correas de restricción para…

—¡No! —Elijah frunció el ceño, incrédulo—. ¡No la van a amarrar a la cama!

—Señor Vanderwood, es por su seguridad. Se llama
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