CAPÍTULO 42. El castillo de la bestia—En la casa vas a estar bien —murmuró Elijah, que lo último que quería era mantener aquella conversación delante de la doctora.—No quiero irme, todavía me duele…—Lynett no hagas un escándalo —susurró él inclinándose hacia ella y la muchacha pasó saliva, desviando la mirada—. Si la doctora dice que ya te puedes ir, entonces nos vamos a casa. Te aseguro que vas a tener de sobra quien te cuide allá.Y aunque no le creía ni una sola palabra, ¿qué más podía hacer? Lynett no tenía a dónde ir, y dudaba mucho que su madre quisiera recibirla. Ni siquiera había ido a verla al hospital y de viaje o no, estaba segura de que la noticia de su accidente había recorrido las redes ya.Bajó la cabeza porque no podía hacer más, y apretó los puños mientras Elijah empujaba su silla de ruedas fuera del hospital. El estacionamiento techado tenía la mayor privacidad posible, así que la muchacha se estremeció instintivamente cuando lo sintió levantarla.—¡¿Qué haces…?!
CAPÍTULO 43. No me estoy volviendo locoElijah respiró profundo mientras caminaba hacia la habitación de Lynett, pero se detuvo un segundo antes de empujar la puerta. Sabía que no estaba bien escuchar conversaciones ajenas, pero aquella en particular era imposible de evitar para él.—Señora Evans, tiene que comer… ¡y tiene que salir! —intentaba convencerla la enfermera.—Lo sé, pero no tengo hambre. Como lo que puedo —respondió la muchacha—. Y en cuanto a salir… hay frío afuera, no tengo ganas.—Señora, necesita el sol y el aire fresco, si hay frío entonces…—Por favor, Lucy, no insistas. Hoy no —fue el último susurro de la muchacha antes de que la enfermera dejara escapar un suspiro de impotencia y saliera de la habitación.Elijah se llevó rápidamente una mano a los labios para que no hiciera ni un solo sonido que lo delatara, y luego tocó dos veces a la puerta antes de entrar.—Necesito que hablemos —declaró y su tono era tan neutro que Lynett no pudo evitar aquel instinto de encoge
CAPÍTULO 44. Marcas¿Ganas de ponerse tierno y meloso? Ningunas. La verdad era que Elijah no sabía ya cómo ser el hombre atento, romántico y confiado que había sido una vez. De hecho parecía que había perdido hasta la capacidad más básica para pedir disculpas, pero eso no cambiaba el hecho de que la culpa lo carcomiera y que estuviera decidido a que Lynett se recuperara.Empujó la puerta de su habitación con expresión frustrada, porque no podía creer que tuviera que arrearla hasta la cocina como a una cabrita bebé, pero en el mismo segundo en que entró en la habitación le pareció demasiado caliente.La vio acurrucada con una manta en el diván cerca de la ventana hacia la terraza, y a pesar de la calefacción se notaba que estaba temblando.—¡Oye, chiquilla…! ¡Lynett! ¡Lynett despierta! —intentó sacudirla para que reaccionara, pero apenas le puso las manos encima se dio cuenta de que estaba más caliente que la misma habitación—. ¡Maldición, estás volada de fiebre! —gruñó con impotencia
CAPÍTULO 45. Deme un mesEra extraño verla replicar. Lynett era tan callada que era extraño verla replicar, pero Elijah sabía que lo hacía desde la resignación, no porque estuviera tratando de desafiarlo.No dijo nada, solo se acercó a ella y le dio la vuelta, buscando los broches de brasier para quitárselo.—No, déjalo…—Lynett, está mojado y tienes fiebre, no voy a dejar que te regreses a la cama con ropa mojada —murmuró él.—Está bien, pero yo pudo sola.—No puedes ni mantenerte en pie sola —dijo Elijah encontrando sus ojos a través del espejo—. Además, no hay nada que no te haya visto ya. ¿No es cierto?Lynett desvió la mirada y finalmente cerró los ojos cuando sintió sus manos sobre los entremos de sus bragas, bajándolas por sus caderas y dejándolas caer al suelo.Elijah quería quedarse allí, mirándola para siempre, porque era insoportable la forma en que aquella mujer le hacía latir el corazón, pero no tardó en alcanzar un albornoz y envolverla en él con un abrazo suave y fugaz.
CAPÍTULO 46. Un acuerdo por la supervivenciaLos ojos de Elijah se giraron bruscamente hacia Lynett y puso ver la expresión de azoro en el rostro de la muchacha.—¡Yo no tengo nada que ver con eso…! ¡Te juro que no tengo nada que ver con eso…! —exclamó aterrada y sus manos temblaron violentamente mientras sacaban el celular de su bolsillo con torpeza y se lo entregaba a Elijah como si fuera una ofrenda—. ¡Yo no…! ¡No he hablado con ella! ¡Puedes revisar, yo no he hablado con ella…!En un segundo era una persona callada y racional y al siguiente las lágrimas estaban corriendo por sus mejillas mientras el celular temblaba en su mano.Elijah se lo arrancó en un segundo pero no para revisarlo, sino para echarlo sobre el tablero y alcanzar sus dos manos, envolviéndolas en la suya.—A ver, cálmate. Lynett cálmate, nadie ha dicho nada de ti. Cálmate.La respiración de la chica era irregular y llena de ansiedad, pero la caricia y la presión de Elijah en su regazo no era agresiva, sino confort
CAPÍTULO 47. Una sola condiciónDurante un instante que pareció infinito Lynett se le quedó mirando. Había esperado amenazas, coacción, gritos, peleas, en el mejor de los casos esperaba que le ofreciera un acuerdo horrible donde ella saldría perdiéndolo todo; pero en lugar de eso Elijah no solo le estaba haciendo una oferta por sus acciones, sino que pretendía pagarle el doble solo para que ella le vendiera las acciones de la empresa de su padre.—Nunca pensé… —murmuró con los ojos cristalizados—. Nunca pensé que todo lo que mi papá me había enseñado a amar terminaría destruido, en manos de gente que nunca sabrá valorarlo.Elijah negó con impaciencia y se acercó a ella.—Lynett, si te estoy ofreciendo comprar tus acciones no es porque no valore la empresa de Frederick, ¡al contrario! ¡Es porque invertí tan fuerte en ella que no quiero verla destruida! —replicó con intensidad—. Pero no voy a poder hacerlo a menos que obtenga la presidencia. ¡Te garantizo que no voy a hacer nada para qu
CAPÍTULO 48. Necesito que recuerdes una cosaMuchas eran las emociones que Elijah había visto en el rostro de Lynett desde que la había conocido, pero sin dudas había aprendido a reconocer las malas primero, y aquella lividez en su cara solo era un indicador de que tenía miedo, de que algo estaba pasando… por suerte algo que no tenía que ver con él, porque apenas intentó tocarla la mano de la muchacha se cerró sobre la suya sin soltarlo.Estaba bastante convencido de que el instinto básico de Lynett era alejarse de él, así que el hecho de que apretara su mano de aquella forma solo podía significar otra cosa: que había alguien allí peor que él.—Tienes que decirme qué te pasa… —susurró Elijah mirándola a los ojos, pero solo vio aquellas lágrimas que no llegaban a salir.Pero Lynett no podía hablar. ¿Cómo iba a decirle delante de toda aquella gente que acababa de reconocer la voz del amante de su madre? Sabía que la había escuchado antes en la empresa, y por eso estaba segura de que ten
CAPÍTULO 49. Un sentimiento extrañoElijah habría jurado que entre todo lo que sentía por Lynett Evans, el instinto de protección no estaba presente. Pero se habría dado cuenta de que era una absoluta mentira desde el momento en punto en que vio a Florence acercársele con aquella mala intención reflejada en el rostro y su primera reacción fue ponerse delante para impedirle alcanzarla.Por un momento un recuerdo doloroso lo golpeó. Aquella expresión la había visto antes, en su propia madre, mientras le decían que todo lo que había creído heredar después de asesinar a su padre no existía. Elijah podía casi sentirlo en la piel, como si fuera una energía extraña, pero Florence Evans era la persona más parecida a Adaline Vanderwood que había conocido en su vida.Así que no pudo evitar reaccionar de la misma forma: con rabia, con asco, como decía Lynett, como un animal.—¡Quítate que esto es entre mi hija y yo! —escupió la mujer y Elijah se encogió de hombros.—Dejó de ser tu hija en el mom