CAPÍTULO 38. Cosa del destino—Espere… doctora, espere.Elijah intentó detener a la mujer mientras estaba a punto de ingresar a uno de los salones de observación del quirófano. —Señor Vanderwood, el cirujano ya está listo y le aseguro que es uno de los mejores de este hospital, por favor mantenga la calma y le avisaré de cualquier cambio.—Lo sé, no se trata de eso, es…Toda la noche, entre el desvelo y la tensión, aquellas palabras del médico que había atendido a Lynett durante el accidente no habían dejado de darle vueltas en la cabeza. “…Es una fractura muy compleja, hay muy poco margen de tiempo para solucionar esto sin que haya consecuencias permanentes… Si no operamos ahora arrastrará esto toda su vida, quizás no podrá caminar bien nunca más…”—Escuche, cuando Lynett tuvo el accidente hace una semana, el médico que la atendió dijo que no había mucho tiempo para operar la fractura que tiene. Dijo que tenían que hacerlo lo más pronto posible, pero como creí que estaba embarazada
CAPÍTULO 39. ¡Despierta!La descripción más cercana que tenía de un momento como aquel se resumía en una sola palabra y era “pesadilla”. Durante años se había preparado para un momento así, durante años había asumido que la mujer que quería podía estar en un momento crítico y había tomado todas las precauciones posibles.Pero ciertamente no había esperado que cuando el momento llegara, no estaría peleando por la vida de Josselyn, sino de otra mujer.—¿Alguna vez me vas a decir la verdad? ¿Por qué terminaste con Joss, Elijah? ¿Por qué cancelaste la boda?La voz de Sebastian lo hizo cerrar los ojos, porque hacía mucho tiempo que no pensaba en una respuesta, pero después de todo, de sus hermanos, Sebastian era el único que podía lidiar con su carácter sin darle la espalda, así que cuando sus labios se despegaron fue para ser totalmente honesto.—Cancelé la boda porque ella quiso regresar de los despliegues —respondió—. Iba a regresar del ejército, casarse conmigo, ser feliz para siempre.
CAPÍTULO 40. PesadillasInfinitos. Largos. Terribles.Minutos. Horas. Días.Elijah era como una sombra que iba de un lado a otro de la salita de hospital, y que hubiera olido a perro muerto de no ser porque al menos una vez al día Sebastian lo empujaba hacia un hotelito cercano donde había rentado una habitación y lo obligaba a bañarse y cambiarse.Lynett había rebasado aquel paro cardiaco, pero eso no significaba que había mejorado de inmediato. La habían llevado a terapia intensiva y aquel equipo médico no se separaba de su lado tal como Elijah no quería irse de aquella salita de espera.—Oye, tienes que comer —le insistió Sebastian un par de días después—. No entiendo lo que te está pasando, pero tienes que poner de tu parte. ¿De acuerdo? ¡Jamás te había visto así!Elijah apretó los dientes y esa parte fría de su corazón intentó tomar el control.—Es culpa. Me siento culpable por no haberle creído. Solo es eso —gruñó.—Culpa. Tentación. Tienes palabras muy extremas para lo que sien
CAPÍTULO 41. Un infierno disfrazado Tres enfermeras y un médico entraron corriendo solo unos segundos después, pero por más preocupado y asustado que estuviera Elijah, no pudo dejar de reconocer que el médico tenía razón. —No está consciente —le dijo. —¿Qué? ¿Pero cómo…? ¡Ella, abrió los ojos! —exclamó Elijah—. Se está quejando, dice que le duele. —Y es inconsciente, no está despierta —replicó le médico abriendo uno de los ojos de Lynett e iluminando su pupila—. A veces los analgésicos fuertes vienen con reacciones como estas, con… algunos delirios. Está teniendo algo parecido a un “mal viaje”, por decirlo de alguna manera; pero tampoco podemos quitarle los analgésicos, así que… —¿Qué? —Vamos a tener que inmovilizarla —le explicó el doctor antes de girarse hacia una enfermera—. Por favor traiga un cinturón de sujeción y algunas correas de restricción para… —¡No! —Elijah frunció el ceño, incrédulo—. ¡No la van a amarrar a la cama! —Señor Vanderwood, es por su seguridad. Se llama
CAPÍTULO 42. El castillo de la bestia—En la casa vas a estar bien —murmuró Elijah, que lo último que quería era mantener aquella conversación delante de la doctora.—No quiero irme, todavía me duele…—Lynett no hagas un escándalo —susurró él inclinándose hacia ella y la muchacha pasó saliva, desviando la mirada—. Si la doctora dice que ya te puedes ir, entonces nos vamos a casa. Te aseguro que vas a tener de sobra quien te cuide allá.Y aunque no le creía ni una sola palabra, ¿qué más podía hacer? Lynett no tenía a dónde ir, y dudaba mucho que su madre quisiera recibirla. Ni siquiera había ido a verla al hospital y de viaje o no, estaba segura de que la noticia de su accidente había recorrido las redes ya.Bajó la cabeza porque no podía hacer más, y apretó los puños mientras Elijah empujaba su silla de ruedas fuera del hospital. El estacionamiento techado tenía la mayor privacidad posible, así que la muchacha se estremeció instintivamente cuando lo sintió levantarla.—¡¿Qué haces…?!
CAPÍTULO 43. No me estoy volviendo locoElijah respiró profundo mientras caminaba hacia la habitación de Lynett, pero se detuvo un segundo antes de empujar la puerta. Sabía que no estaba bien escuchar conversaciones ajenas, pero aquella en particular era imposible de evitar para él.—Señora Evans, tiene que comer… ¡y tiene que salir! —intentaba convencerla la enfermera.—Lo sé, pero no tengo hambre. Como lo que puedo —respondió la muchacha—. Y en cuanto a salir… hay frío afuera, no tengo ganas.—Señora, necesita el sol y el aire fresco, si hay frío entonces…—Por favor, Lucy, no insistas. Hoy no —fue el último susurro de la muchacha antes de que la enfermera dejara escapar un suspiro de impotencia y saliera de la habitación.Elijah se llevó rápidamente una mano a los labios para que no hiciera ni un solo sonido que lo delatara, y luego tocó dos veces a la puerta antes de entrar.—Necesito que hablemos —declaró y su tono era tan neutro que Lynett no pudo evitar aquel instinto de encoge
CAPÍTULO 44. Marcas¿Ganas de ponerse tierno y meloso? Ningunas. La verdad era que Elijah no sabía ya cómo ser el hombre atento, romántico y confiado que había sido una vez. De hecho parecía que había perdido hasta la capacidad más básica para pedir disculpas, pero eso no cambiaba el hecho de que la culpa lo carcomiera y que estuviera decidido a que Lynett se recuperara.Empujó la puerta de su habitación con expresión frustrada, porque no podía creer que tuviera que arrearla hasta la cocina como a una cabrita bebé, pero en el mismo segundo en que entró en la habitación le pareció demasiado caliente.La vio acurrucada con una manta en el diván cerca de la ventana hacia la terraza, y a pesar de la calefacción se notaba que estaba temblando.—¡Oye, chiquilla…! ¡Lynett! ¡Lynett despierta! —intentó sacudirla para que reaccionara, pero apenas le puso las manos encima se dio cuenta de que estaba más caliente que la misma habitación—. ¡Maldición, estás volada de fiebre! —gruñó con impotencia
CAPÍTULO 45. Deme un mesEra extraño verla replicar. Lynett era tan callada que era extraño verla replicar, pero Elijah sabía que lo hacía desde la resignación, no porque estuviera tratando de desafiarlo.No dijo nada, solo se acercó a ella y le dio la vuelta, buscando los broches de brasier para quitárselo.—No, déjalo…—Lynett, está mojado y tienes fiebre, no voy a dejar que te regreses a la cama con ropa mojada —murmuró él.—Está bien, pero yo pudo sola.—No puedes ni mantenerte en pie sola —dijo Elijah encontrando sus ojos a través del espejo—. Además, no hay nada que no te haya visto ya. ¿No es cierto?Lynett desvió la mirada y finalmente cerró los ojos cuando sintió sus manos sobre los entremos de sus bragas, bajándolas por sus caderas y dejándolas caer al suelo.Elijah quería quedarse allí, mirándola para siempre, porque era insoportable la forma en que aquella mujer le hacía latir el corazón, pero no tardó en alcanzar un albornoz y envolverla en él con un abrazo suave y fugaz.