Caminamos de regreso tomados de la mano, como si no acabáramos de tensar hasta el límite esa línea difusa entre lo real y lo pactado. Alejandro no suelta mi mano en ningún momento, ni siquiera cuando pasamos entre mesas repletas de rostros desconocidos, ni cuando nos acercamos a la nuestra, donde María conversa animadamente con otra pareja que no reconozco.Nos sentamos sin decir nada. Él tira levemente de mi silla para acomodarla antes de sentarse a mi lado, y yo hago lo posible por no parecer afectada, pero lo estoy. Por dentro sigo temblando, no por el alcohol, sino por sus palabras, por la manera en que me mira como si ya hubiera ganado.La música sigue sonando, las copas siguen llenándose, pero yo estoy atrapada en un punto ciego entre su presencia y mis propios pensamientos.Alejandro se inclina hacia mí, con esa postura casual que no engaña a nadie.—¿Estás bien? —pregunta en voz baja, solo para mí.—Sí —respondo con rapidez, demasiado rápido—. Solo… no sé si debimos haber hech
No es una actuación.No hay nada de fingido en la forma en que sus labios se funden con los míos, en cómo su otra mano se apoya en mi cintura, como si necesitara asegurarse de que no me vaya a escapar.El murmullo de la sala desaparece. Las luces, la música, las mesas, todo se desdibuja. Solo quedamos nosotros.Su boca se mueve contra la mía con una mezcla de furia contenida y deseo reprimido, y me sorprende lo fácil que es olvidarme de que esto empezó como una farsa. Mis dedos se enredan en su camisa sin darme cuenta. Lo atraigo más, queriendo sentir cada parte de su cuerpo, de su fuego, de ese algo que hace que el mundo entero se derrumbe y se reconstruya con él como centro.Él gime bajo, apenas audible, y ese sonido se cuela por mi pecho como un rayo. El beso se vuelve más profundo. Más urgente. Me muerde el labio inferior como si fuera una promesa y una advertencia al mismo tiempo. Y yo… yo me pierdo. Me pierdo en su olor, en su calor, en esa forma en la que su lengua roza la mía,
El trayecto de vuelta al hotel es silencioso, pero no incómodo. La ciudad sigue su curso, las luces de los edificios parpadean a lo lejos y el ambiente sigue cargado de esa energía cálida de la noche, pero a medida que nos acercamos al hotel, algo en mí comienza a cambiar.Lo que comenzó como una noche llena de risas y momentos inusuales, empieza a tener un sabor agridulce. La idea de que todo esto es solo un fugaz sueño, una ilusión pasajera, me golpea con fuerza. Mi mente, a veces más sabia de lo que quisiera, me recuerda que la promesa que Alejandro me hizo no es real. Esta "relación" no es más que eso: un contrato, una actuación, algo que, en el fondo, ambos sabemos que no tiene futuro.Nos detenemos frente al hotel y, por un instante, no sé qué hacer.—Gracias por todo hoy —le digo.Él me sonríe, pero algo en su mirada me hace sentir que sabe lo que pasa por mi cabeza.—Ha sido un buen día —responde, aunque su tono se percibe ligeramente más serio, como si él también notara que a
«Necesito vacaciones con suma urgencia», pienso mientras realizo mi rutina matutina: ir al baño, cepillarme los dientes, darme una ducha mientras sufro porque la calefacción no funciona, tomar un té de manzanilla con pan y salir corriendo para no llegar tarde al trabajo.Después de dos autobuses y un taxi, siento que mi estrés está por alcanzar su límite. No puedo creer que llevo tres años trabajando en una agencia de viajes y aún no he tenido vacaciones.La rutina en la agencia es agotadora: atender a clientes que buscan organizar sus vacaciones soñadas, resolver problemas de reservas, lidiar con cambios de itinerarios. Todo se ha convertido en una especie de tormento diario. Además, las interminables reuniones y las exigencias de mi jefe, Alejandro, quien siempre parece estar un paso por delante y espera que todos sigamos su ritmo, no ayudan.Finalmente llego a la oficina, justo a tiempo para evitar una reprimenda.—Buenos días —saludo con una sonrisa forzada, ocultando mi falta de
Por la noche hago una videollamada con Claudia, mi mejor amiga, mientras cocino algo de arroz para cenar.—¿¡Cómo que vas a ser la esposa de tu jefe!? —repite Claudia, sus ojos abiertos llenan la pantalla de mi teléfono.—¡Su falsa esposa! —aclaro rápidamente, agitando la cuchara de madera como si pudiera dispersar la sorpresa—. Mira, lo que menos me importa es eso, yo solo quiero vacaciones… Estoy cansada del trabajo y de lo monótona que es mi vida. Además, tampoco va a ser tan difícil, ni siquiera tengo que darle besos ni dormir con él.Claudia ladea la cabeza, con expresión incrédula.—Pero ¿no te parece raro que te haya elegido a ti?—No, me dijo que es porque soy la única soltera y sin hijos de la empresa, y es cierto. También está Elena, la otra soltera, pero ya tiene sesenta años y dudo que quiera presentarle a alguien mayor a sus padres… —replico, revolviendo la comida con la cuchara de madera. Chasqueo la lengua al notar el arroz pegándose al fondo de la olla. El olor a quema
Llego a casa después del día agotador y me dejo caer en el sofá con una taza de té caliente en las manos. Mientras soplo la superficie del líquido para enfriarlo un poco, enciendo la computadora y abro mi cuenta bancaria para verificar el saldo antes de planear las compras que Alejandro sugirió.Cuando veo la cifra en pantalla, casi se me sale el corazón por la boca. Parpadeo, me froto los ojos y miro de nuevo, pero los números siguen ahí. En un acto reflejo, doy un sorbo al té y termino atragantándome. Comienzo a toser mientras intento procesar lo que estoy viendo.—¡¿Qué demonios?! —exclamo, dejando la taza a un lado mientras me llevo una mano al pecho.La transferencia reciente, con el concepto "Fondo para el viaje", ha añadido una suma tan ridícula a mi cuenta que parece irreal. Marco el número de Claudia casi sin pensarlo.—¿Qué pasa ahora, futura esposa de mentira? —me saluda con tono burlón.—¡Clau, me transfirió una fortuna! —le digo, caminando de un lado a otro como si el mov
No pude pegar un ojo en toda la noche, así que, cuando suena el despertador, simplemente lo apago y salto de la cama como si tuviera un resorte en el trasero. Hoy es el gran día, aunque todavía no entiendo cómo es que llegué a esta situación. ¿Realmente está pasando o solo es un sueño? Todo se siente extraño e irreal, como si estuviera flotando en una nebulosa. Viaje de ensueño gratis, vacaciones en una isla paradisíaca, todo a cambio de fingir ser la mujer de mi jefe. No, debo estar alucinando. Pero después de tomar una taza cargada de café, darme una ducha y pellizcarme un poco, me doy cuenta de que está sucediendo. De verdad acepté este trato. ¡Estoy loca!La idea de llamar a Alejandro y echarme atrás aparece en mi mente de una manera tentadora, pero no puedo. Necesito este viaje, el dinero y, para ser sincera, tampoco quiero enfrentar el horror de devolver todo lo que compré ayer. Así que, resignada, pido un taxi y dejo que el destino haga el resto. El conductor me ayuda a guardar
—Llegamos —dice una voz muy cerca de mi oído.En cuanto abro los ojos, me encuentro con el rostro de Alejandro a centímetros del mío, lo cual me hace sobresaltar. Él se da cuenta de nuestra cercanía y se aleja con rapidez y de manera un poco torpe.La madrugada nos recibe con una leve frescura cuando finalmente aterrizamos en Isla Nube. Me ayuda a bajar los últimos escalones del avión privado y una brisa suave acaricia mi rostro, trayendo consigo un aroma salino que me hace anticipar la cercanía del mar. La emoción y el cansancio se mezclan en mis sentimientos mientras nos adentramos en esta tierra desconocida.Alejandro me guía a través del pequeño aeropuerto de la isla, donde somos recibidos por un personal amable que nos ofrece bebidas refrescantes y toallas húmedas que acepto sin dudas.La atmósfera es tranquila y relajada, y siento cómo la tensión se disipa gradualmente de mis hombros con el primer trago a la bebida, la cual distingo que tiene ron y toques frutales. El personal n