Camila notó las primeras contracciones, que indicaban la inminente llegada de su bebé al mundo, a primera hora de la tarde. Maldijo entre dientes, porque era una tarde lluviosa, y porque su marido estaba fuera, ayudando al Alfa de la manada a cuidar de los siervos de los alrededores.
Se dirigió hacia la casa que compartía con su marido, y con su hermana pequeña, y se sentó en una silla intentando aguantar el dolor.
- Camila, ¿dónde estás? Me ha parecido escuchar el sonido de la puerta de entrada.
Camila nunca se había sentido tan feliz como ahora al escuchar la voz de su hermana pequeña. La vio entrar en el salón, y se fijó en su joven rostro ovalado, y en su cabello rojizo cayendo sobre los hombros. Su expresión dulce adquirió un tono preocupado en cuanto vio a su hermana respirando entrecortadamente, y con la cara totalmente cubierta de sudor.
- Alana, menos mal que estás en casa, casi creía que tendría que hacer ésto sola. Por favor, avisa a la partera, es hora.
Camila vio la sombra de su hermana pasar a su lado, poco después, el sonido de la puerta cerrándose, y esperó pacientemente su regreso. Mientras las esperaba, intentó relajarse, pensar en paisajes tranquilos, como los de su tierra natal, y respirar hondo. Nada de ello sirvió para calmar el dolor que la traspasaba con cada contracción.
Alana y la partera no tardaron mucho en regresar, pero a ella le pareció que habían transcurrido semanas, desde que su hermana se fue en busca de ayuda. Su pequeña hermana, con cara asustada, y el pelo alborotado por la caminata hasta la casa de la partera, se arrodilló junto a ella, le dio la mano, y apretó con confianza.
- Tranquila, hermana, todo saldrá bien.
- A ver, a ver, muchacha, retírate, que tengo que examinar a esta mujer.
A Camila no le gustó el tono de la mujer oronda que iba a ayudarla a dar a luz, pero prefirió no decir nada, en esos momentos se sentía débil, y necesitaba que la ayudaran. La mujer le subió la falda del vestido, coló su mano por su cuerpo, y sin previo aviso, la introdujo en su interior, haciendo que Camila ahogara un grito de dolor e incertidumbre.
- ¿Puede tener más cuidado? Está sufriendo mucho, y es su primer parto.
La dulce voz de Alana me ayudó a tranquilizarme después del inadecuado comportamiento de la partera, le sonreí, haciéndole saber con mi mirada que todo estaba bien, pero la mujer no dejó que mi hermana se entrometiera entre nosotras.
- Mira, jovencita, no acepto órdenes de niñas maleducadas que viven de la caridad de la buena gente de estas tierras, así que,si no te vas ahora mismo de la habitación, seré yo quien me marche, y tú ayudarás a tu hermana a traer a este bebé al mundo.
Yo sabía de sobra de lo que a partera estaba hablando al decir que hermana vivía de la caridad, ya que había sido rechazada al nacer. Cuando nuestros padres vieron el color de su pelo, y su sexo, automáticamente la desheredaron, cumpliendo así con la tradición de expulsar a las mujeres de cabello color fuego.
Era una tradición estúpida, y nunca nadie había sido capaz de demostrar que las lobas de pelaje rojo sufrieran problemas mentales, pero todos consideraban que así era. Mi hermana, mi dulce compañera de juegos, había vivido toda su vida al margen de nuestra sociedad por el color de su cabello, y cuando conocí a mi pareja, puse como condición para nuestro apareamiento, poder llevármela conmigo.
No era muy común iniciar una vida en común con otra persona, pero mi compañero nunca puso problema. De hecho, me dijo que él no creía en esas estúpidas supersticiones, y que si lo deseaba, podía vivir en nuestra casa, como un miembro más. Yo lo amé aún más por ello, y acepté que me marcara como suya.
Pero nada fue fácil en nuestra convivencia. No con respecto a mi compañero, por supuesto, él me adoraba, y yo la amaba con toda mi alma, por lo que nos sentíamos completos en cuanto estábamos uno en brazos del otro. Pero como tardé en concebir un heredero, pronto comenzaron las habladurías. La mayoría culpaban a mi hermana de mi esterilidad, y decían que su mera presencia en nuestra casa causaba mi esterilidad. La realidad fue más cruel, pasé tres abortos, antes de completar un embarazo, pero nunca lo dije a nadie, no quería que me amargaran con comentarios aún más crueles sobre nuestra mala suerte con respecto a la descendencia.
Después de los tres abortos, dejé de tener esperanzas, incluso comencé a alejarme del lecho que compartía con mi compañero, no quería posibilitar la concepción de un nuevo ser, para luego perderlo en una riada de sangre y desilusión.
Por ello cuando confirmé mi cuarto embarazo, no lo dije a nadie, no pedí ayuda al curandero de la manada, y lo oculté mientras fue posible. En esta ocasión, los síntomas eran muy severos, y me pasé el primer trimestre de mi embarazo vomitando cada bocado que ponía en mi boca. Tuve que estar tumbada la mayor parte de esos tres meses, evitando las constantes náuseas que me revolvían el cuerpo, y cuando al fin cesaron, comprobé con ilusión y miedo, que mi cuerpo se había redondeado ligeramente en la zona del vientre.
Temí que volviera a repetirse el problema de los embarazos anteriores, aunque yo misma era consciente de que ya había superado la barrera de los tres meses, y ninguno de mis bebés anteriores lo había conseguido. Albergué esperanzas, y día a día, comprobé como mi vientre crecía, y como la alegría volvía a nuestra casa.
Hasta este momento, en el que me vi sudorosa, débil y subyugada por el dolor que marcaba el inicio del parto.
- Partera.- dije yo con mi mejor tono de desprecio.- Nadie hablará asía mi hermana en el futuro, ¿lo entiende? Ella va a quedarse aquí, y permanecerá callada, ayudando en cuanto usted pida.
La partera no dijo nada, aunque frunció el ceño, y pude ver por su expresión que estaba barajando la posibilidad de marcharse y dejarnos solas. No lo hizo, supongo que porque mi compañero había pagado con antelación por sus servicios, y lo había hecho muy generosamente, y supongo que la idea de tener que devolver ese dinero, no le agradaba demasiado.
Pasaron varias horas en las que el dolor se acrecentó, y nada más sucedió. Yo, tumbada en mi cama, rezaba continuamente para que el niño naciera sin complicaciones. De acuerdo a lo que el curandero y la partera habían dicho, se trataba de un varón, fuerte y sano, que llenaría nuestro hogar de risas.
- Empuja, Camila, el bebé está a punto de salir, necesito que empujes con todas tus fuerzas. Tú, pelirroja, sujétala por los hombros, para que pueda empujar correctamente.
Mi hermana se colocó detrás de mi, me besó la coronilla, y me dijo en un tono dulce que quedaba muy poco sufrimiento, y que pronto tendría a mi bebé entre los brazos.
Con esa idea en mi mente, empujé a pesar del dolor, y grité con más fuerza de la que nunca he tenido, deseando ver el rostro de mi pequeño.
Poco después, escuché como la partera decía que ya estaba la cabeza fuera, y me exhortaba para que hiciera un poco más de esfuerzo, y alumbrara a mi hijo. No tardó demasiado en salir de mi interior, dejándome dolorida y ansiosa por conocerlo. Escuché su llanto, fuerte, desgarrando el alba que ya comenzaba a iluminar nuestras calles, y supe en ese momento que algo no iba bien.
Alana también debió de intuirlo, pues fue la primera en hablar.
- Disculpe, señora partera, ¿está bien mi sobrino? Me preocupa su silencio.
La partera estaba lavando al niño, lo había sumergido en una enorme palangana con agua limpia, y estaba quitando de su cuerpo los rastros de sangre y suciedad.
- Me temo que no.- dijo la oronda señora.
- ¿Qué le ocurre?.- pregunté yo con la voz congestionada por el miedo que sentía en este momento.
La mujer se acercó con el recién nacido, envuelto en una suave manta blanca, y me lo tendió con descuido.
- Es una niña, y pelirroja.
En cuanto hubo pronunciado esas palabras, se fue de la sala, dejándonos a Alana y a mi solas con el bebé.
Yo observé el bello rostro del pequeño, y comprobé que efectivamente había nacido niña, y con un gracioso matojo de pelo rojo en su pequeña cabeza. No le di importancia, porque sabía que nuestra casa no sería rechazada, ya tendría tiempo para enseñarle que las supersticiones son algo estúpido, y que no albergan ninguna verdad.
- Lo siento, Camila, sé que esperabais un niño.
- No digas bobadas, Alana, esta criatura es perfecta, sé que todos la querremos tanto, que no sufrirá por las maledicencias de unos pocos.
Pero me equivocaba, por supuesto. Lo descubrí pocos días después, cuando un grupo de siervos, alentados por la partera, y aprovechando que mi compañero aún no había podido regresar de su viaje, incendiaron nuestra casa.
Alana me despertó con un empujón fuerte, que me sacó del sueño profundo en el que estaba sumida, y solo tuvimos tiempo para coger al bebé, y unas mantas con las que cobijarnos. Salí a la calle, renqueante por los dolores del parto, que aún me molestaban ligeramente, y encontré rostros familiares en nuestra puerta. Al principio, pensé que habían acudido a ayudar, luego vi sus ceños fruncido, y supe que no era así.
- ¿Es que no vais a ayudar a extinguir este incendio?-clamé yo con los brazos en alto.
- Bastante hemos aguantado, hemos dejado que mantuvieras a esa loba de cabellos rojos, y ahora ha embrujado tu casa, la única forma de solucionarlo es con fuego.
- ¿De qué estáis hablando?.- dijo Alana.
- Lo sabes de sobra, malcriada.- dijo la partera que había asistido mi parto.- tu hermana y su compañero te acogieron por caridad, y tú has recompensado su sacrificio embrujando a tu hermana, y haciendo que dé a luz a una niña de cabello igual al tuyo.
- Yo no he hecho nada, usted estuvo presente en el parto.
- Por eso mismo.- dijo ella, levantando su mano acusadora.- tú no te moviste de su lado, y durante todas esas horas, hiciste que su heredero se transformara en esa abominación que ahora sostienes entre tus brazos.
Alana se echó a llorar, y los vecinos se burlaron de su debilidad, le gritaron, le pidieron que confesara su culpabilidad, y ella solo repetía que nunca había querido hacerme daño. Yo lo sabía, por supuesto qu era consciente de ello, pero también estaba segura de que los siervos no iban a dejarnos en paz sin cobrarse su venganza.
Ellos pensaban que Alana era una bruja, y querrían su cabeza por ello, y si las cosas seguían el ritmo que tenían ahora, eso no tardaría en suceder. Así que, decidí hacer un sacrificio que me partió el alma por la mitad.
- Es cierto.- comencé a decir en un tono lo suficientemente alto para acallarlos.- esta loba ha hecho que mi primogénito sea una hembra, y además con cabellos como el fuego, pero no creo que lo haya hecho con maldad.
- ¿Pero qué dices?.- dijo Alana.
Yo la miré con mi cara de hermana mayor, y ella bajó su voz inmediatamente, esperando a ver qué estaba tramando. Afortunadamente, su mirada mostraba que no creía mis palabras.
- Por la consideración que siempre habéis tenido a mi familia, y a la de mi compañero.- continué yo.- os pido que las dejéis irse.
- No podemos.- dijo la partera.- ha embrujado esta casa, y a saber cuantos lugares más.
- Como vosotros mismos habéis dicho, esta casa se ha purificado al ser quemada. Si le hacéis daño, podría liberar algún tipo de maldición, en cambio, si la dejáis irse con el bebé, estoy segura de que se comprometería a no volver a poner un pie en estas tierras. ¿Es así, bruja pelirroja?
Alana me contempló con el rostro cubierto de lágrimas, yo le dirgí una mirada compasiva, que esperaba que mostrara todo el dolor que en ese momento sentía. Ella me guiñó un ojo, sin que nadie la viera, y supe que comprendía mi plan.
- Es así, solo quería una compañera, si me dejáis irme en paz, prometo no hacer daño a nadie.
Los siervos se miraron entre si, extrañados, con aquella proposición que los había pillado por sorpresa, pero que parecía ser la solución a todos sus males, y pronto comenzaron a asentir, con ovillos brillantes.
- Sea así. Te marcharás esta noche, si más posesión que lo que llevas puesto, y no volverás a. Poner un pie sobre esta tierra, o en caso contrario, serás condenada a morir en la horca.
Alana me miró con una expresión indescriptible, y yo fijé mis ojos en mi pobre hija, que pocos días después de nacer, ya había comprobado la maldad que albergan algunos corazones. No pude siquiera abrazarlas, tuve que contentarme con un leve roce de nuestras manos, y una mirada profunda, y entonces, las dejé partir en busca de un futuro más prometedor que el que les esperaba en estas tierras.
Acompañé a la comitiva hasta el límite de nuestras tierras, escondiendo el dolor que cruzaba mi cuerpo de recién parida, y conteniendo las lágrimas que pugnaban por arrasar mi rostro. Cuando las vi cruzar el límite de nuestras tierras, me quedé contemplando su paso rápido hasta que no pude verlas más, y supe inmediatamente que nunca más volvería a saber nada de mi hija, y de mi hermana.
Diecinueve años despuésIdris se despertó con el sonido de un mensaje de móvil, y se incorporó en la cama con la sensación de que algo malo sucedía. Si alguien le hubiera preguntado, no habría sabido decir de qué se trataba, pero lo cierto es que la sensación le recorría las entrañas. Agarró su teléfono móvil,y vio un mensaje con una fotografía adjunta que hizo que su orgullo se partiera en pedazos. En la fotografía estaba el hombre que le había prometido fidelidad y seguridad, llevando a otra muchacha en brazos, y eso fue mucho más de lo que pudo soportar.Por supuesto, necesitaba confirmar personalmente que era cierto, por lo que salió de su cuarto aún en pijama, y bajó las escaleras a toda velocidad. No se molestó en saludar a nadie, simplemente bajó los escalones sin saludar a los prese
Mi madre se echó a llorar de una forma tan dramática, que no me quedó más remedio que acercarme a ella, y tratar de consolarla. Se fundió entre mis brazos, y me pidió que no me fuera de una forma casi demencial. Yo me mantuve firme, aunque he de reconocer que verla así me partía en dos por dentro. Yo nunca he querido otra cosa salvo una buena vida para mi, y para mi madre; pero hasta ahora, lo único que he hecho, ha sido darle trabajo y preocupaciones.- Idris.- dijo ella serenándose un poco.- si te vas a ir, no puedes hacerlo así, a lo loco, sin pensar, necesitas un plan.- Está bien, me parece razonable.- Si vas a abandonar esta casa, hay cosas que debes saber antes de irte.- ¿Qué clase de cosas? Ya sé que el mundo exterior es peligroso, pero sé cuidarme, y estoy perfectamente entrenada para vencer a cualquier lobo en batalla.- No me
Salir de la casa de la manada no fue difícil. Todos los miembros de seguridad con un mínimo de experiencia en el puesto estaban ocupados, por lo que salir de allí no fue muy complicado. Los pocos que quedaban al cargo de la manada eran muy jóvenes, e inexpertos, así que les dije como que no quiere la cosa que iba a hacer unos recados para el Alfa, y como mi cara les sonaba vagamente, me dejaron salir sin más preguntas.No es que el Alfa nos tenga retenidos, o nos prohiba salir de este recinto, de hecho, es más bien al contrario, él está de acuerdo con que vivamos nuestra vida libremente, y salamos fuera, o incluso abandonemos la casa. Pero en estos momentos no quería dar explicaciones, ya que sé que si hubiera dicho claramente que me iba para no volver, me hubieran atosigado a preguntas, y al final hubieran llamado a algún miembro de la manada con mayor nivel de responsabilidad, que me hubiera
- Hola, Bri, no te imaginas las ganas que tenía de verte.La mujer me miró de arriba a abajo, poniendo especial énfasis en mi cara, y después de escrutarse durante un par de minutos, se colocó las manos en las caderas, y me habló con toda sinceridad.- He de decirte la verdad, no tengo ni idea de quien eres.- Tranquila, es normal que no sepas quien soy. Soy Idris, me envía Alana.Me cuesta pronunciar su nombre, y busco la mejor forma de decir que nos conocemos, sin decirle que es mi madre, porque a estas horas, ya soy vagamente consciente de que ni es mi madre, ni yo soy la misma inocente de hace unos días.- Pasa, tenemos habitaciones libres, y aunque no las tuviéramos, para los amigos de Alana siempre hay un hueco.Brizna me lleva hasta una habitación con chimenea de leña, y el hecho de que esté encendida me reconforta, porque estoy helada después d
Me revuelvo entre las sábanas de mi cama, y cuando me doy por vencido, y sé que estoy completamente desvelado, doy un puñetazo sobre el colchón. Sé de donde proviene mi frustración, y es de esa loba con la que me he cruzado hoy en el bosque.Cuando la olí por primera vez, algo en su aroma me atrajo irremediablemente, tanto es así, que abandoné la misión que mis hombres y yo estábamos llevando a cabo en esos momentos, y me dediqué a perseguirla.No sé muy bien porqué lo hice, nunca antes me había ocurrido algo semejante. Soy un solitario, y por definición, no siento mucho entusiasmo ante la perspectiva de conocer a otros lobos. Es cierto que vivo dentro de una pequeña comunidad de lobos solitarios, juntos hemos formado un campamento en la parte alta de las montañas, donde nadie puede acceder, y vivimos tranquilamente. Pero esta asociación
Aunque estaba horriblmente agotada por el día anterior, me desperté antes de que amaneciera. Miré a mi alrededor, y al encontrarme en esta habitación extraña, una sensación de pena se instaló en mi alma. Sé que no tengo derecho a quejarme, pues he sido yo misma quien ha querido escapar de su casa, y quien se ha metido en esta situación; pero ello no impide que me sienta triste y abatida.Pienso en Alana, y me siento mezquina por haberla tratado con frialdad en nuestro último encuentro. En mi mente, ella es mi madre; y aunque biológicamente no lo sea… ¿realmente importa tanto? Ha sacrificado toda su juventud para sacarme adelante, lo que sin duda tiene aún más mérito, pensando que ni siquiera soy hija suya.Siento la cabeza abotargada con todos los pensamientos que la recorren, y deseo disculparme con ella; pero
En cuanto cruzo la puerta de la posada, Briana se acerca corriendo a mi.- Hija, menos mal que estás aquí, creí que te habían asaltado.Noto como ella me cubre con su cuerpo, y su agarre en mi brazo derecho es tan fuerte, que incluso me hace daño. Tira de mi hacia la cocina, y yo la sigo sin pronunciar palabra, pues puedo ver que no desea que lo haga. En cuanto cruzamos la puerta de la cocina, me veo inmersa en una enorme habitación con ollas borbotantes, platos sucios acumulados en la pila, y olores diversos combinándose.- ¿A qué ha venido eso, Bri?- Ay, Idris, es que acaban de llegar unos soldados de tu manada. Están preguntando a todo el que se encuentran en la sala.- ¿Y tú les has dicho algo sobre mi presencia aquí?- No, pequeña, ya te dije que cualquier amigo o familiar de Alana es bien recibido, ella me ha ayudado tanto a lo largo de e
Apenas han pasado un par de horas del encuentro en el río, y no puedo evitar pensar en la loba pelirroja. Sé que era ella, la chica de ayer, la valiente capaz de mantenerme la mirada a pesar de mi aspecto fiero.No es que a mi me guste dar miedo, pero ser un solitario me ha obligado a forjar mi cuerpo a base ejercicio y días de hambruna. No siempre fue fácil conseguir comida, y pronto aprendí que los más rápidos, y los más fuertes, eran los que más tiempo sobrevivían.Normalmente, los lobos más pequeños que yo, en especial las hembras, bajan la mirada y tratan de pasar desapercibidas, supongo que siendo un solitario, lo único que pueden pensar de ti es que eres una bestia capaz de cometer cualquier barbaridad.Pero ella no. Esa loba de inusual pelaje rojizo, ágil y bella, que se movía con movimientos gráciles en el lado contrario del río, me ha