Salir de la casa de la manada no fue difícil. Todos los miembros de seguridad con un mínimo de experiencia en el puesto estaban ocupados, por lo que salir de allí no fue muy complicado. Los pocos que quedaban al cargo de la manada eran muy jóvenes, e inexpertos, así que les dije como que no quiere la cosa que iba a hacer unos recados para el Alfa, y como mi cara les sonaba vagamente, me dejaron salir sin más preguntas.
No es que el Alfa nos tenga retenidos, o nos prohiba salir de este recinto, de hecho, es más bien al contrario, él está de acuerdo con que vivamos nuestra vida libremente, y salamos fuera, o incluso abandonemos la casa. Pero en estos momentos no quería dar explicaciones, ya que sé que si hubiera dicho claramente que me iba para no volver, me hubieran atosigado a preguntas, y al final hubieran llamado a algún miembro de la manada con mayor nivel de responsabilidad, que me hubiera acompañado, al menos, hasta la ciudad más cercana.
Yo simplemente me fui, caminando con paso firme y decidido, rumbo a la posada de Bri. Evidentemente no les dije eso en la garita de salida, si no, me hubieran localizado fácilmente, de hecho, nada más salir, me encaminé en dirección a la ciudad, pero en cuanto dejé de estar a la vista de todos, cambié de dirección, y seguí las instrucciones del gps de mi teléfono.
A pesar de tener una guía tan estupenda, me costó un poco orientarme. No es fácil seguir indicaciones de una brújula cuando todo lo que te rodea se parece demasiado. Pero lo conseguí. Lo supe en cuanto vi la fuente de los Cántaros. Esa fuente, que nunca en mi vida había visto, estaba a medio camino entre a casa de la manada y la posada de Bri, y mi madre (bueno, más bien mi tía), me la describió a la perfección.
Una vez llegué ahí, continué mi camino alegremente, con la tranquilidad de saber que pronto habría llegado, y podría pasar la noche resguardada.
Caminé un par de horas más, y a pesar de caminar deprisa, y sin detenerme, comencé a observar los primeros signos del anochecer. En un principio lo asumí con tranquilidad, pensando que llegaría a la posada de un momento a otro, pero cuando la noche comenzó a cerrarse, los aullidos que cruzaban el bosque comenzaron a asustarme.
Estaba demasiado lejos de ninguna zona habitada por lobos como para que fueran Lobos disciplinados, pertenecientes a una manada, que estuvieran entrenando, y también supe instintivamente, que no eran lobos comunes, ya que el sonido que rasgaba sus gargantas era diferente al de un lobo común.
Comencé a caminar a más velocidad, incluso corriendo en los tramos más despejados, pero los aullidos se acercaban, podía escucharlos cada vez más cerca, formando un círculo a mi alrededor, rodeándome, buscando aterrorizarme para que cayera en sus garras. Eché a correr en cuanto comprendí que caminar no daba la impresión de tranquilidad, sino la de vulnerabilidad. Pero el bosque estaba lleno de obstáculos, con los que tropezaba una y otra vez.
En mi loca carrera, me desvié, desesperada por escapar, y minutos después, vi una casa en la distancia, con una chimenea humeante, y ventanas iluminadas tenuemente. Supuse que se trataba de la posada de Bri, pero en esos momentos me dio igual. Encaminé mis pasos hacia allí, corriendo sin descanso, dejando que el aire que inhalaba me quemara la garganta, y decidí que aporearía su puerta se tratara de quien se tratara. Si no era Bri, ni ningún otro lobo, lo tendría más difícil para explicarme, pero en esos momentos me dio igual, ya que si no escapaba de este bosque, me atraparían en pocos minutos.
Mis zancadas largas recortaban metros, y ya no me molestaba en borrar mis rastros, ya que quienquiera que estuviera detrás de mi sabía como localizarme. A la escasa distancia a la que me ncontraba, podía distinguir los olores de la casa, escuchar ciertos sonidos atravesando sus paredes, e incluso veía sombras que deambulaban a un lado y a otro de la vivienda.
Apreté el paso, dando zarandeas más largas, y cuando ya creía estar a punto de encontrar la seguridad, tropecé con algún tocón o raíz, y caí de bruces al suelo. La caída no fue demasiado grave, de hecho solo noté unas leves laceraciones en mis manos desnudas, pero el miedo se apoderó de mi, y durante unos instantes me sentí desbordada por los acontecimientos. Me giré instintivamente, colocando mi espalda contra el frío suelo, y lo único que pude hacer fue contemplar como un inmenso ejemplar de lobo negro caía sobre mi.
Era un macho, de eso estaba segura, por su tamaño, y también por su olor, que extrañamente generó en mi cuerpo una atracción instantánea. Traté de esquivar las sensaciones que me recorrían, y las atribuí a todo lo que había sucedido en las últimas horas, pero he de reconocer, que apenas podía contener mi proopia excitación.
El lobo movió su cabeza, y pude ver sus penetrantes ojos negros, que enmarcados en su peluda cabeza, eran como canicas en las que se reflejaba el infierno. Me encogí bajo su mirada autoritaria, pero no desvié la mirada. Él me contempló con descaro, apreciando cada curva de mi cuerpo humano, recorriendo con la mirada mi rostro asustado.
Acercó su morro a mi cara, y me olió como si buscara un aroma concreto. Sé que muchos otros en mi situación habrían girado el rostro, incluso habrían suplicado que les perdonara la vida, pero yo no lo hice, dejé que me olfateara, y cuando se cansó de hacerlo, volví a clavar mi mirada en su rostro.
Pensé que iba a morderme, a arrancar mi garganta, y a dejarme allí tirada, en medio de aquel lugar desconocido, donde nadie repararía en mi presencia hasta el día siguiente. Pero contrariamente a lo que yo pensaba, apartó su mirada, se retiró de encima de mi, y con un grácil movimiento se giró y salió corriendo.
Yo me levanté con el cuerpo temblando, aunque no sabría decir si era por el miedo o por la tensión, porque he de reconocer que su agradable aroma había excitado mis sentidos, y sentía mi parte femenina hinchada y palpitante. Intenté localizarlo en la lejanía, pero a la luz de la noche, su pelaje no se distinguía de la vegetación.
Cuando estuve segura de que ya estaba muy lejos, me di la vuelta, me sacudí los restos de tierra y de hierba que se habían pegado a mi ropa, y volví a encaminarme hacia la posada de Bri. Ya no corría, porque intuía que no era necesario, puesto que si el lobo que me había asaltado en el bosque hubiera querido hacerme daño, lo habría hecho minutos antes, cuando estaba bajo su cuerpo, a su merced.
Pocos metros más allá, estaba la puerta de esa posada que había buscado durante todo el día, y cuando al fin toqué la aldaba que coronaba la vistosa puerta azul marino, me sentí absolutamente agotada. La abrió una mujer; ni joven, ni mayor; ni guapa, ni fea; ni gorda, ni delgada; una de esas personas que pasan totalmente desapercibidas si no las estás buscando. Me sonrió con una de esas sonrisas que nacen en los ojos, y se materializan en la boca, y me dijo:
- Hola, soy Bri, ¿buscas alojamiento?
- Hola, Bri, no te imaginas las ganas que tenía de verte.La mujer me miró de arriba a abajo, poniendo especial énfasis en mi cara, y después de escrutarse durante un par de minutos, se colocó las manos en las caderas, y me habló con toda sinceridad.- He de decirte la verdad, no tengo ni idea de quien eres.- Tranquila, es normal que no sepas quien soy. Soy Idris, me envía Alana.Me cuesta pronunciar su nombre, y busco la mejor forma de decir que nos conocemos, sin decirle que es mi madre, porque a estas horas, ya soy vagamente consciente de que ni es mi madre, ni yo soy la misma inocente de hace unos días.- Pasa, tenemos habitaciones libres, y aunque no las tuviéramos, para los amigos de Alana siempre hay un hueco.Brizna me lleva hasta una habitación con chimenea de leña, y el hecho de que esté encendida me reconforta, porque estoy helada después d
Me revuelvo entre las sábanas de mi cama, y cuando me doy por vencido, y sé que estoy completamente desvelado, doy un puñetazo sobre el colchón. Sé de donde proviene mi frustración, y es de esa loba con la que me he cruzado hoy en el bosque.Cuando la olí por primera vez, algo en su aroma me atrajo irremediablemente, tanto es así, que abandoné la misión que mis hombres y yo estábamos llevando a cabo en esos momentos, y me dediqué a perseguirla.No sé muy bien porqué lo hice, nunca antes me había ocurrido algo semejante. Soy un solitario, y por definición, no siento mucho entusiasmo ante la perspectiva de conocer a otros lobos. Es cierto que vivo dentro de una pequeña comunidad de lobos solitarios, juntos hemos formado un campamento en la parte alta de las montañas, donde nadie puede acceder, y vivimos tranquilamente. Pero esta asociación
Aunque estaba horriblmente agotada por el día anterior, me desperté antes de que amaneciera. Miré a mi alrededor, y al encontrarme en esta habitación extraña, una sensación de pena se instaló en mi alma. Sé que no tengo derecho a quejarme, pues he sido yo misma quien ha querido escapar de su casa, y quien se ha metido en esta situación; pero ello no impide que me sienta triste y abatida.Pienso en Alana, y me siento mezquina por haberla tratado con frialdad en nuestro último encuentro. En mi mente, ella es mi madre; y aunque biológicamente no lo sea… ¿realmente importa tanto? Ha sacrificado toda su juventud para sacarme adelante, lo que sin duda tiene aún más mérito, pensando que ni siquiera soy hija suya.Siento la cabeza abotargada con todos los pensamientos que la recorren, y deseo disculparme con ella; pero
En cuanto cruzo la puerta de la posada, Briana se acerca corriendo a mi.- Hija, menos mal que estás aquí, creí que te habían asaltado.Noto como ella me cubre con su cuerpo, y su agarre en mi brazo derecho es tan fuerte, que incluso me hace daño. Tira de mi hacia la cocina, y yo la sigo sin pronunciar palabra, pues puedo ver que no desea que lo haga. En cuanto cruzamos la puerta de la cocina, me veo inmersa en una enorme habitación con ollas borbotantes, platos sucios acumulados en la pila, y olores diversos combinándose.- ¿A qué ha venido eso, Bri?- Ay, Idris, es que acaban de llegar unos soldados de tu manada. Están preguntando a todo el que se encuentran en la sala.- ¿Y tú les has dicho algo sobre mi presencia aquí?- No, pequeña, ya te dije que cualquier amigo o familiar de Alana es bien recibido, ella me ha ayudado tanto a lo largo de e
Apenas han pasado un par de horas del encuentro en el río, y no puedo evitar pensar en la loba pelirroja. Sé que era ella, la chica de ayer, la valiente capaz de mantenerme la mirada a pesar de mi aspecto fiero.No es que a mi me guste dar miedo, pero ser un solitario me ha obligado a forjar mi cuerpo a base ejercicio y días de hambruna. No siempre fue fácil conseguir comida, y pronto aprendí que los más rápidos, y los más fuertes, eran los que más tiempo sobrevivían.Normalmente, los lobos más pequeños que yo, en especial las hembras, bajan la mirada y tratan de pasar desapercibidas, supongo que siendo un solitario, lo único que pueden pensar de ti es que eres una bestia capaz de cometer cualquier barbaridad.Pero ella no. Esa loba de inusual pelaje rojizo, ágil y bella, que se movía con movimientos gráciles en el lado contrario del río, me ha
Los dos días siguiente a mi llegada a la posada pasaron sin que me diera cuenta. Después del primer día, en el que Briana me recortó el cabello, y me lo tiñó de negro; ya no había motivo para resguardarme en mi habitación, y eso lo hizo todo más sencillo.Pude unirme al resto de huéspedes, y me sentí fascinada por las historias que me contaron. Yo nunca había salido de mi manada. Bueno, miento, lo hice en una ocasión, cuando destruyeron nuestro territorio inicial, y tuvimos que buscar un nuevo hogar. Pero ni siquiera en esos momentos nos aventuramos muy lejos. Siempre nos mantuvimos en el mismo bosque, escondiéndonos como podíamos, y visitando solo lugares conocidos.En cambio, aquí, en esta posada, cada cual tiene una historia, y todas ellas me fascinan. Me gustaría ser el hombre con la cara llena de cicatrices que ha recorrido los confines de la Tier
Me desperté con la primera luz del alba, comprobé que aún era demasiado pronto para prepararme para viajar, y decidí vestirme, y salir a correr. Me puse una malla oscura, con una enorme camiseta encima, y salí a hurtadillas de la posada.Era tan temprano, que me daba miedo que os huéspedes se despertaran si hacía ruído, y se quejaran a Briana sobre mi. Afortunadamente, no me crucé con nadie de camino a la calle, y en cuanto salí al aire libre, llené mis pulmones de aire, y sonreí feliz.Me obligué a caminar hasta la profundidad del bosque, donde los árboles proporcionaban intimidad, y era posible denudarse sin ser vista.En cuanto encontré una zona alejada de miradas indiscretas, me desvestí, doblé cuidadosamente las prendas, y me tranformé. Lo hice sin pensar, dejando que mi loba tomara el control de la situación, y en cuanto fue
Esta mañana, antes de que amaneciera, he dejado mi apacible sueño, y he bajado a la posada en la que ahora vive la pelirroja de mis sueños. No sé el motivo que me ha llevado a hacerlo, pero he sentido una necesidad salvaje de buscarla.Cuando he llegado abajo,ella estaba corriendo, no la he visto, pero la he olido,y su aroma viajaba tan deprisa en el aire, que he sabido inmediatamente que trotaba por el bosque. Me hubiera gustado correr junto a ella, ver si nuestros cuerpos se llevan bien, se compenetran y pueden moverse a la par, pero no quería asustarla, así que me he acercado sigilosamente a la posada, me he escondido y he esperado a que regresara del ejercicio matutino.La verdad es que solo aspiraba a verla de vuelta a su cuarto, necesitaba contemplar una vez más esa belleza que me deja con la boca abierta cada vez que la veo. Pero algo ha llamado mi atención.<