Luna Rota: Forzada a amar al alfa enemigo
Luna Rota: Forzada a amar al alfa enemigo
Por: Lizzy Bennet
1-El destierro

Evelyn

3 años atrás.

—¡La hija de un traidor!

—¡Debería morir!

—¡No merece vivir!

El frío se clava en mis huesos como un recordatorio de lo que soy nada .

Estoy en el centro de la manada, rodeada de innumerables ojos llenos de odio. 

Sus susurros son como el siseo de serpientes, enredándose en mis oídos.

Y lo que más me aterra es el hombre frente a mí: ​el Alfa.

Su voz retumba como un trueno, llena de autoridad y crueldad.

—Nunca saldrás de aquí, Evelyn —Hace una pausa, su mirada afilada como una espada—. Pagarás con sangre la traición de tu padre.

Miro a mi lado, donde mi padre está arrodillado. 

Él fue el ​Beta de la manada, un guerrero valiente, un líder respetado. Ahora, está encadenado, con la cabeza baja, en silencio.

Su silencio me destroza el corazón.

—Papá… —susurro, temblando—, di algo…

Pero él no me mira, ni siquiera se mueve.

La sentencia del Alfa cae como un martillo, destrozando mi última esperanza.

—Por tu traición, se te destierra de estas tierras. Y como tributo por tus pecados, tu hija se queda aquí .

Mi corazón se rompe en ese instante.

—¡¡¡No…!!! —murmuro, mi voz casi se pierde en el viento—. Papá, no me dejes…

Pero él simplemente se levanta, se da la vuelta y se va, sin mirar atrás, sin despedirse.

En ese momento, lo entendí: ​estoy completamente sola.

En la actualidad.

Las brasas de la fogata crepitan frente a mí, su luz tenue ilumina mi humilde cabaña. 

Mecánicamente, coloco el conejo que cazé anoche sobre el fuego, mis dedos tiemblan por el frío.

Es la única comida que he tenido en días.

Me obligan a cazar en la oscuridad, lejos de las patrullas, lejos de cualquier posibilidad de ser vista. Como si fuera una peste que debe mantenerse oculta.

Afuera de mi cabaña, el bosque es mi única compañía. Nadie quiere estar cerca de mí, pero tampoco soy libre de irme. El Alfa jamás lo permitiría.

Para él, soy una propiedad. Un tributo. Un castigo vivo.

Mis dedos se aprietan alrededor del cuchillo que uso para despellejar el conejo, pero el temblor en mis manos me delata.

Estoy harta.

Harta de este encierro. Harta de ser tratada como una escoria. Harta de cargar con la culpa de un pecado que no fue mío .

Respiro hondo, cerrando los ojos, pero el pasado me atrapa de golpe.

Lo veo de nuevo. 

A mi padre, de rodillas, con la sangre goteando de su boca después de la golpiza. Veo la sombra del Alfa sobre él, el desprecio en sus ojos.

"Por tu traición, se te destierra. Y tu hija se queda."

"Papá, di algo por favor."

Pero él se fue.

Me abandonó en manos de aquellos que querían matarlo.

Un nudo arde en mi garganta cuando regreso al presente. 

No debo llorar. 

No servirá de nada.

El aroma a carne asada impregna el aire y me obliga a centrarme en lo único que importa ahora mismo: sobrevivir un día más.

Pero entonces…

El sonido llega.

Un Paso.

Otro paso.

Luego, múltiples pisadas que se acercan a mi cabaña.

Mi instinto me grita ¡¡¡huye!!!

Pero sé que no tiene sentido. Aquí no hay escapatoria para mí.

Me pongo de pie, apretando el cuchillo, mi corazón late con fuerza.

El fuego sigue crepitando, pero el calor no llega a mis huesos.

La puerta es golpeada con fuerza, una, dos veces, hasta que la madera se astilla y se derrumba con un estruendo.

Mi respiración se detiene.

Ahí está él.

la mano derecha del Alfa, el hombre de sonrisa cruel.

Su mirada me atraviesa como la de un depredador, su boca se curva en una mueca burlona.

—Parece que alguien no ha seguido las reglas.

Su tono de voz me da escalofríos.

Retrocedo, el cuchillo casi se me cae de la mano.

—Yo… no he hecho nada…

Mi voz tiembla, apenas audible.

Él suelta una risa fría, su voz como el veneno de una serpiente, —Dicen que te vieron cerca de la ciudad, y que trajiste presa —Su sonrisa se ensancha, aún más cruel—. Tú no tienes permitido ninguna de las dos cosas.

Mi estómago se revuelve.

—Solo… necesitaba medicina… me lastimé…

Mi voz se debilita, convirtiéndose casi en una súplica.

Pero el hombre suelta una carcajada amarga.

—Tus súplicas me importan menos que la mierd4 bajo mis zapatos.

Se gira hacia los guardias.

— Agárrenla. El Alfa la espera.

Mis latidos se disparan.

No. No otra vez.

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