Ezekiel
Han pasado dos meses y la luna llena me arrastra de nuevo, como si una cuerda invisible me jalara hacia ella. Pero, en esta ocasión, es diferente a lo que estoy acostumbrado, es mucho más fuerte, insistente…, como si intentara decirme algo.
La tengo frente a mis hijos, deslumbrante con su luz fría, como un constante recordatorio de lo que he perdido. Me arrodillo ante su poder, pero no me dejo doblegar.
¡No debo!
Nadie puede ver mi debilidad, ni siquiera la madre Luna.
Mi lobo… está fuera de todo control. Aúlla dentro de mí, con una furia animal que nunca antes había experimentado, y no lo puedo calmar.
El mismo lamento de todas las noches, desde hace dos meses, se repite en mi mente en un eco tortuoso, que no sé cómo silenciar:
¡Lyra!
“¿Y ahora qué?”, me preguntó. ¿Qué hago con ella en mis pensamientos?
No lo sé, pero, por más que lo intento, no puedo dejar de pensar en su maldito rostro, en esos ojos violetas que me perseguían, que me atravesaban, que me reclamaban…
Sé muy bien por qué la rechacé, pero no puedo deshacerme de ella. No sé cómo demonios sacarla de mi cabeza. Me recorre por dentro como un veneno del que me quiero deshacer. Lo que, en su momento, me pareció tan simple, tan claro, ahora me resulta absurdo, una mentira que me arde con cada inhalación.
Frustrado, me levanto de la silla, y apoyo mis manos sobre la mesa, dejando caer la cabeza. La tormenta que se está librando en mi interior me está matando, y no puedo calmarla.
¡Es la luna! ¡La m*****a luna llena!
Es como si estuviera esperando que me desplome, que caiga de rodillas y le ruegue. Pero no, no lo haré. Hay una línea que no puedo ni quiero cruzar, una que me separa de todo lo que me hace vulnerable… Y Lyra es una de esas cosas.
Cierro los ojos, e inspiro profundo, pero ahí está, de nuevo, abarcando cada rincón de mi mente.
Aullidos lejanos resuenan en el interior de mi cabeza.
La siento cerca, a pesar de la distancia, y casi puedo jurar que la huelo.
Y, entonces… vuelvo a verla. Ella está allí, a la luz de la luna, con el cuerpo cubierto de sudor, la mirada rota, herida, llena de odio y dolor… Y mis palabras resuenan como si acabara de pronunciarlas:
“No mereces ser mi Luna. Deja de insistir, Lyra, jamás lo serás”.
Un sudor frío recorre mi espalda y me obligo a abrir los ojos. Por mucho que lo intente, ya no puedo seguir ignorándolo.
¡Es ella!
¡Me estoy volviendo loco por su m*****a culpa!
Sé muy bien qué es lo que sucede cuando rechazas a tu pareja destinada, a tu Luna, pero, a pesar de la atracción que siempre sentí hacia Lyra, jamás creí que ella, una simple omega, pudiera ser mi condena.
Suspirando, me giro hacia la ventana y vuelvo a mirar la luna llena, sintiendo como si me diera una bofetada, y, en esa luz mortecina, el lamento de mi lobo se vuelve insoportable. Puedo oír su llanto, sus aullidos desesperados, clamando por ella, por su loba, y desgarrándome por dentro. Lo noto en cada fibra de mi cuerpo, retorciéndose, agonizando…
Estoy a punto de perder la cabeza, de ser arrastrado hacia la locura. Y no sé qué me asusta más: si perder el control, o que, al perderlo, pierda todo el poder que he construido.
Mientras intento calmarme, la puerta de mi despacho se abre y Freya entra sin permiso.
El rechazo es automático, como en los últimos dos meses. Mi cuerpo entero la repele. Ya no la quiero aquí. Sin embargo, sé que no me queda más opción que tolerarla. La alianza con su familia es por lo que he estado luchando en el último tiempo y no puedo romperla. Sería el principio del fin.
—Ezekiel, por favor —me dice con voz suave, mirándome fijo, con las cejas arqueadas, pero no tiene el poder de calmarme.
¿Qué pretende?
—No puedes seguir así. Te estás consumiendo, de a poco… ¿Crees que eso es bueno para la manada? ¿Qué clase de líder quieres ser? —me cuestiona, mientras se acerca a mí y posa sus manos sobre mis bíceps.
—No sé de qué hablas. Solo estoy un poco cansado, nada más.
—¿Seguro? —insiste, mirándome a través de sus pestañas.
Es atractiva, no puedo negarlo, pero no me enciende como a ella le gustaría.
—¡Basta, Freya! —digo, tomándola por los brazos y apartándola con suficiente fuerza como para que entienda que no estoy jugando—. Agradezco tu preocupación, pero es mi manada, y sé bien qué hacer.
—Ah, ¿sí? —Alza las cejas, inquisitiva, mientras cruza los brazos sobre su prominente pecho—. Pues no lo parece, Ezekiel Nightfall. Además, ¿tengo que recordarte nuestro compromiso? Pronto, esta manada será tan tuya como mía. No lo olvides.
—¿Qué más quieres de mí, Freya? —pregunto, alzando la voz, la cual retumba en las paredes de piedra.
El aire rápidamente se carga de tensión.
El aullido de mi lobo aumenta, mis garras quieren emerger, pero me esfuerzo por controlarme. No puedo permitirme mostrarme débil.
Freya no dice nada, tan solo se queda mirándome fijo con sus ojos negros, vacíos.
Le devuelvo la mirada, sintiendo cómo mi corazón late de manera desordenada. No sé qué esperar…
Pero Freya no se mueve. Solo se limita a quedarse ahí, observándome. Y es entonces cuando siento lo que está haciendo. Mi lobo ha tomado tanto el control, que no me doy cuenta hasta que es demasiado tarde.
¡Se ha metido en mi mente!
—Todo es por ella —dice, soltando una risa baja, tan hiriente que me dan ganas de abofetearla.
¡La odio! La odio por vulnerar mi privacidad, por violar mi confianza, por recodármela.
—Estás así por esa perra sin nombre, ¿verdad?
—¡Cállate! —grito, acercándome a ella en un abrir y cerrar de ojos y tomándola con fuerza por la barbilla.
¡No puedo soportarlo!
Un rugido de furia brota de lo más profundo de mí, pero no sirve de nada. ¡Nada sirve!
Freya se deshace de mi agarre, como si la presión que ejercía sobre ella no fuera nada, y me da la espalda. Por un momento, me siento vacío. Tan vacío que incluso mi lobo se queda en silencio, expectante.
—Piénsalo bien, Ezekiel. Piensa bien qué es lo que prefieres. Tu manada o una omega que no vale más que una bolsa de “pienso” —murmura, con el veneno fluyendo en cada una de sus palabras.
El dolor que siento en mi pecho, como si me estuvieran arrancando el corazón, ¡es insoportable! Y no puedo evitar preguntarme…
¿Es esto lo que siempre he querido?
LyraLas ramas crujen bajo mis pies, pero ni siquiera eso me detiene, tengo que dar con algo que comer. Mis fuerzas se están agotando, y, por momentos, casi puedo jurar que mi hijo gruñe en mi vientre. Mi respiración es un eco débil en la fría mañana, cuando, de pronto, oigo un susurro detrás de mí, un susurro que no debería estar aquí. Por un momento, pienso que es alguna presa para saciar mi hambre, pero… el aire se congela en mis pulmones cuando lo oigo. —No puedes huir por siempre, Lyra, querida.La voz de Orion, tan suave como la seda, se cuela entre los árboles. Su tono es bajo, casi amistoso, com si estuviera conversando conmigo una mañana cualquiera. Pero sé bien qué es lo que hay detrás de esa máscara de calma, de esa tranquilidad. Es la misma que muestra al salir a cazar…, cuando está a punto de atrapar a una presa. Pero en esta ocasión su objetivo no es un venado; soy yo.Intento correr, pero estoy tan cansada… Mis piernas apenas me responden para esconderme detrás de un
LyraTres meses han pasado desde el último encuentro con Orion, desde que Zara nos salvó la vida, a mí y a mi hijo. La cabaña está sumida en el más completo silencio, pero en mi mente el ruido es ensordecedor. El dolor se intensifica, pero no es lo único que me consume. Estoy completamente sola. Zara se ha marchado hace un par de horas, tal vez más, en busca de víveres, agua, y todo lo que pudiera ayudarnos a sobrevivir en este lugar. ¡La magia no puede hacerlo todo!Me dijo que volvería pronto y yo le aseguré que todo estaría bien. Pero ahora no estoy tan segura.Me esfuerzo por controlar las contracciones, mientras la noche se abre paso, dando fin a un nuevo día.La cabaña, que hasta hacía unas horas me parecía un refugio, ahora se me antoja una cárcel. Las paredes agrietadas parecen susurrar y el techo cruje de manera incesante, con cada ráfaga de viento, como si estuviera a punto de derrumbarse. Y, pese a todo, tengo que ser fuerte. Tengo seguir, por él, por mi pequeño.Siento c
EzekielEl aire es denso, y pesa sobre mí como una maldita losa.Cada bocanada de aire que entra en mis pulmones arde como veneno, sofocándome.Corro a través del bosque, sintiendo como mi pelaje quema, mientras rujo.¡No puedo más!El vacío en mi pecho es intolerable. No puedo más con la tormenta que llevo dentro, con el fuego que arde en lo más profundo de mi ser.¡Me estoy volviendo loco!, y lo peor es que es todo ¡por mi puta culpa!Mis pasos son un eco salvaje en la tierra humedecida por la tormenta de anoche. El crujido de las ramas bajo mis patas es lo único que oigo… ¡No! ¡Miento! No es lo único.También puedo oír su voz.“Ezekiel…”Mi corazón da un vuelco, y detengo mis pasos de golpe. Mis zarpas se aferran a la tierra, mientras mis pupilas se dilatan en la oscuridad.Ella… ¿Está aquí? ¿Es su aroma… o es solo mi maldita mente jugándome una trampa?“Ezekiel…”Cierro los ojos con fuerza y un aullido surge de mi garganta. No está aquí.¡No está aquí!Pero todo mi ser ruge po
Ezekiel Cinco años después… Las noches son cada vez más tormentosas, y, por mucho que intento seguir, el silencio se clava en mi piel como un puñal, a pesar del tiempo que ha pasado. Cinco años…¡Cinco putos años! Y aún no logro encontrarla… “Ella está muerta”. Las palabras de Orion resuenan aún en mi cabeza, pero yo no puedo creerlas. ¡Me niego a hacerlo! Porque sé que Lyra está viva. ¡Puedo sentirlo! ¡Mi lobo aún puede sentirla!Me encuentro de pie en el balcón de mi habitación, con el viento helado golpeándome el rostro, pero no puedo contactarla. ¡No puedo llegar a ella!Cada noche, sin importar el cansancio, alzo la cabeza hacia la luna y dejo que mi lobo la llame. Pero no recibo respuesta. Si bien sé que está viva, la conexión que tenemos se ha ido debilitando, lenta y paulatinamente; cada día, un poco más. Es como si algo la mantuviera oculta de mí.Cierro los ojos e inspiro profundo. Sé bien que el vínculo no está roto, al menos no completamente. Sin embargo, puedo s
Aiden (Omega de Ezekiel)El destino tiene una jodida forma de ponerte las cosas delante de tu hocico cuando menos lo esperas.Estaba en esta aldea de mierda solo para conseguir un poco de alimento, antes de seguir mi ruta hacia Nightfall. Nada fuera de lo acostumbrado: la gente apesta a sudor, la tierra es húmeda y el aire tan espeso como solo los humanos saben crear con sus miserias. Pero, entonces, algo cambió…Primero fue la sensación. Ese cosquilleo que se cuela por debajo de la piel, que te hace erizar el lomo. La advertencia de que algo no estaba bien, seguida a los gritos que comenzaron a soltar los aldeanos. Y, un segundo después, lo veo… ¡Un niño! Corre entre los puestos del mercado, con el cabello negro enmarañado y los ojos grises, que brillaban como dos diamantes, como la luna misma. Parecía un crío cualquiera, sin más… ¡Hasta que su esencia llega a mí! ¡Alfa! ¡Es un Alfa! Pero no cualquiera… Su aura era… intensa, salvaje. Algo que no encajaba con su imagen infanti
Lyra Sabía bien que este día llegaría.Desde que Ezekiel me rechazó y decidí huir, supe que nunca me dejaría del todo. No sé por qué, porque él fue el que me dejó en claro que no quería nada conmigo, pero la certeza no ha desaparecido en ningún momento.Por eso, después de lo que pasó en la aldea, cuando sentí su presencia acercándose, supe lo que debía hacer, aunque Zara insistiera en no querer dejarme sola. —Zara, por favor. Tienes que irte, ¡ahora! —le susurré con urgencia, sintiendo el temblor en mis propias palabras.Ella dudó, con sus ojos esmeralda ardiendo con intensidad, debatiéndose entre hacerme caso o desafiarme. —Lyra, yo… —No hay tiempo, Zara. Ve con Hades y cuida de él. Yo me encargaré de distraer a Ezekiel y al resto. Tú solo ocúpate de esconderlo. Zara apretó los labios, con el ceño fruncido. Sabía bien lo que significaba, sabía que me estaba metiendo en la boca del lobo, y nunca antes mejor dicho… Pero no tenía otra opción. Era yo o mi hijo… y yo jamás dudé de l
LyraEl frío y la humedad de la celda me calan hasta los huesos, pero no es solo por la piedra helada ni por el espeso aire que se estanca en cada rincón. Es por la maldita sensación de estar atrapada.De estar bajo su poder…No debería sorprenderme, ya que siempre ha sido así, pero no puedo evitarlo.Su sombra, su presencia, el peso de su dominio…Nunca imaginé volver aquí.Cuando me rechazó frente a toda la manada, cuando escupió mi nombre con desprecio, cuando dejó claro que no era digna de ser su Luna… yo me rompí.Tuve que juntar los pedazos de mí misma con las manos ensangrentadas y huir, con la esperanza de que el tiempo me permitiría olvidar.Pero no lo hizo.¡Jamás lo hizo!Y ahora, después de cinco años, me encuentro de vuelta en su territorio, encerrada en su fortaleza, bajo su mirada dominante y cruel.Y lo odio.Lo odio con cada fibra de mi ser.¡Lo odio más que nunca!Pero lo peor de todo…Es que también lo siento.Incluso ahora, después de todo lo que me hizo; incluso c
Zara El aire en el interior de la cabaña está completamente cargado de magia.Puedo sentirlo vibrar en cada rincón, en cada una de las sombras que se alargan en las paredes con la tenue luz de las velas.Y sé que algo no está bien.Algo está cambiando.Puedo reconocerlo…Con el ceño fruncido, miro a Hades, preocupada.El niño está sentado en el suelo, con las piernitas cruzadas y la mirada perdida en el fuego de la chimenea.Está demasiado callado…Demasiado inmóvil.Y eso no me da ningún buen augurio.Conozco extremadamente bien la magia y a este pequeño como para saber que esto no es normal.Porque sí, Hades no es de los niños que suelen quedarse quietos.Siempre está preguntando, buscando respuestas… Es inquieto, curioso, un niño que apenas puede ser contenido.Sin embargo, esta noche es totalmente diferente.—¿Hades? —lo llamo en voz baja y cautelosa.Pero él no responde.Sigue con la mirada perdida en las llamas, como si en ellas pudiera ver algo que yo no.Me arrodillo junto a