Lyra
Las ramas crujen bajo mis pies, pero ni siquiera eso me detiene, tengo que dar con algo que comer. Mis fuerzas se están agotando, y, por momentos, casi puedo jurar que mi hijo gruñe en mi vientre.
Mi respiración es un eco débil en la fría mañana, cuando, de pronto, oigo un susurro detrás de mí, un susurro que no debería estar aquí. Por un momento, pienso que es alguna presa para saciar mi hambre, pero… el aire se congela en mis pulmones cuando lo oigo.
—No puedes huir por siempre, Lyra, querida.
La voz de Orion, tan suave como la seda, se cuela entre los árboles. Su tono es bajo, casi amistoso, com si estuviera conversando conmigo una mañana cualquiera. Pero sé bien qué es lo que hay detrás de esa máscara de calma, de esa tranquilidad. Es la misma que muestra al salir a cazar…, cuando está a punto de atrapar a una presa.
Pero en esta ocasión su objetivo no es un venado; soy yo.
Intento correr, pero estoy tan cansada… Mis piernas apenas me responden para esconderme detrás de una enorme roca y cubrirme de maleza, intentando que esta sea lo suficientemente espesa como para cubrir mi aroma. Sin embargo, sé que tarde o temprano dará conmigo.
El dolor de mi cuerpo es insoportable, y, aunque no quiero darme por vencida, mi fuerza se desvanece. Estoy débil, agotada.
Aprieto los dientes, mientras siento cómo las malditas lágrimas amenazan con derramarse, y contengo un sollozo.
—Lyra.
Su voz se oye mucho más cerca y el corazón se me detiene, mientras acaricio mi vientre.
Los escucho, los siento acercarse, pero no puedo pelear. No en mi estado.
Mis manos tiemblan, mis uñas están rotas, mis piernas, como varas de paja, tiemblan sin control, cuando siento que la maleza con la que me he cubierto se aparta.
En un gesto automático, alzo la mirada y allí lo veo.
Orion está parado frente a mí, observándome con esos ojos que alguna vez creí que mostraban cariño, compasión, lealtad…
No, ya no hay ternura. Ahora solo hay un vacío oscuro, negro, como la mismísima muerte.
—¿Creíst que nunca lo sabría? —pregunta, con la voz cargada de asco. La oscuridad de sus ojos se cierne sobre mí como una tormenta imparable—. ¿Creíste que podrías escapar con ese “maldito” de tu hijo?
Mientras habla no deja de avanzar hacia mí, arrinconándome contra la roca de la montaña que tengo a mis espaldas.
¡Estoy atrapada!
Quiero levantarme, quiero luchar… Pero mi cuerpo apenas responde, por lo que me arrastro con las pocas fuerzas que me restan.
Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, los cazadores, en su forma de lobos, se lanzan sobre mí, y, rápidamente, la agonía se abre paso en mi abdomen. Mi respiración se acelera, se vuelve caótica, mientras las lágrimas ruedan por mis mejillas y un aullido brota de mi garganta.
—¡No! —grito, pero mi voz se quiebra.
Una de las garras penetra mi vientre de lleno…
Sangre…
Sangre…
Siento mi piel arder, mi abdomen retorcerse…
Acto seguido, me desplomo, mi rostro rozando la tierra, mientras el viento muerde mi piel. Mis ojos se abren como platos, pero soy incapaz de ver.
¡Todo está nublado!, y siento que estoy a nada de desvanecerme, de perder la consciencia.
—No…, no… ¿Por qué, Orion? —la pregunta se escapa de mis labios, sin pensar.
—Lo sabes bien, Lyra. —La voz de Orion es suave, pero me quema. Mi corazón late frenético en mi pecho; cada latido un recordatorio de lo que he perdido…
—No, por favor… Mi hijo… Orion, por lo que más quieras…
La desesperación me consume, pero mi cuerpo ya no reacciona.
Sin embargo, en ese momento, cuando creo que ya está todo perdido, un destello de luz brillante, un resplandor dorado, corta la oscuridad como una daga.
Todo se congela por un instante, y mi cuerpo se sacude violentamente.
¡Es un hechizo!
¡Puedo sentirlo!
A duras penas, enfoco la vista y la veo…
¡Zara!
La sensación de alivio es casi instantánea. Mi cuerpo comienza a moverse nuevamente, aunque es como si estuviera flotando, como si no tuviera el control sobre él. El suelo se desliza debajo mi. Los omegas no saben qué hacer. Orion grita algo, pero es imposible escucharle, la fiebre me consume y mi visión se apaga.
Me caigo.
El mundo se disuelve…
Pero, antes de perderme, escucho una frase que apenas alcanza a llegar a mi mente:
—¡Está escapando!
Me despierto con un dolor inhumano.
No sé dónde estoy, no sé cuánto tiempo ha pasado. Mis manos están frías, y el aire a mi alrededor huele a tierra húmeda y a bosque. Mi cuerpo está cubierto de sudor, mi corazón late como un tambor. Intento moverme, pero el dolor me lo impide.
Mi cabeza da vueltas, pero entonces la voz de Zara, llega como un susurro.
—Lyra, ¿me oyes?
Intento moverme, una vez más, decirle que sí, que la oigo, pero ella me posa una mano sobre el pecho y me detiene.
—Espera. No te muevas.
La oscuridad se despeja, y la veo.
Zara está inclinada sobre mí, con una expresión de preocupación en su rostro. Su piel luce pálida bajo la luz tenue de una vela.
Está usando la magia, y lo sé porque puedo sentirlo en mis venas.
Pero esta vez, no es suficiente. Estoy demasiado herida.
—Lo hiciste, ¿verdad? —logro susurrar.
Zara asiente, pero su expresión es grave. El hechizo que me lanzó la ha dejado débil, tanto o más que yo.
—Tu hijo está bien. —Su voz es decidida.
Por un momento, siento un brote de alivio, que se desvanece tan pronto como llega.
—Tienes que irme de aquí. —Mis palabras salen débiles, pero las pronuncio con toda la convicción que me queda—. Llévame lejos de aquí. Pero no te quedes conmigo. Te matarán.
Zara me mira con una tristeza infinita, y en su mirada veo lo que ninguna quiere admitir.
Es demasiado tarde.
Pero entonces, con un gesto final, ella se acerca a mí, y sus palabras son como un eco de mi desesperación.
—No te dejaré sola, Lyra, ni a ti ni al niño. No solo son el futuro de los licántropos, ustedes también son mi futuro y el de todos los brujos de Darkwood.
LyraTres meses han pasado desde el último encuentro con Orion, desde que Zara nos salvó la vida, a mí y a mi hijo. La cabaña está sumida en el más completo silencio, pero en mi mente el ruido es ensordecedor. El dolor se intensifica, pero no es lo único que me consume. Estoy completamente sola. Zara se ha marchado hace un par de horas, tal vez más, en busca de víveres, agua, y todo lo que pudiera ayudarnos a sobrevivir en este lugar. ¡La magia no puede hacerlo todo!Me dijo que volvería pronto y yo le aseguré que todo estaría bien. Pero ahora no estoy tan segura.Me esfuerzo por controlar las contracciones, mientras la noche se abre paso, dando fin a un nuevo día.La cabaña, que hasta hacía unas horas me parecía un refugio, ahora se me antoja una cárcel. Las paredes agrietadas parecen susurrar y el techo cruje de manera incesante, con cada ráfaga de viento, como si estuviera a punto de derrumbarse. Y, pese a todo, tengo que ser fuerte. Tengo seguir, por él, por mi pequeño.Siento c
EzekielEl aire es denso, y pesa sobre mí como una maldita losa.Cada bocanada de aire que entra en mis pulmones arde como veneno, sofocándome.Corro a través del bosque, sintiendo como mi pelaje quema, mientras rujo.¡No puedo más!El vacío en mi pecho es intolerable. No puedo más con la tormenta que llevo dentro, con el fuego que arde en lo más profundo de mi ser.¡Me estoy volviendo loco!, y lo peor es que es todo ¡por mi puta culpa!Mis pasos son un eco salvaje en la tierra humedecida por la tormenta de anoche. El crujido de las ramas bajo mis patas es lo único que oigo… ¡No! ¡Miento! No es lo único.También puedo oír su voz.“Ezekiel…”Mi corazón da un vuelco, y detengo mis pasos de golpe. Mis zarpas se aferran a la tierra, mientras mis pupilas se dilatan en la oscuridad.Ella… ¿Está aquí? ¿Es su aroma… o es solo mi maldita mente jugándome una trampa?“Ezekiel…”Cierro los ojos con fuerza y un aullido surge de mi garganta. No está aquí.¡No está aquí!Pero todo mi ser ruge po
LyraLa lluvia cae sobre mí en ráfagas furiosas, clavándose en mi piel como agujas de hielo. No veo más allá de unos pocos metros delante de mí. La tormenta lo cubre todo, difuminando los árboles y volviendo el suelo fangoso bajo mis pies. Respiro con dificultad, cada bocanada de aire es una tortura. Mi garganta arde y mis pulmones están al borde del colapso. Pero no puedo darme el lujo de detenerme a tomar aliento. No cuando el eco de sus palabras sigue desgarrándome por dentro, haciendo sangrar mi corazón.“No mereces ser mi Luna”, me dijo Ezekiel. ¡Un latigazo directo al corazón! ¡Un golpe seco en mi estómago!“Jamás lo serás”.Mis pasos se tambalean y, por un momento, me doblo, sujetando mi abdomen con ambas manos, como si de esa manera pudiera proteger a mi bebé del veneno que su padre acaba de escupir sobre nosotros.Sin poder evitarlo, un sollozo me sacude, pero no puedo llorar, no puedo parar. Si lo hago, no me cabe duda de que me alcanzarán.Y, si lo hacen…Cierro los ojo
Lyra Caigo. El mundo se quiebra en un torbellino de vacío y sombras. El aire se escapa de mis pulmones, y mi cuerpo se desploma como si me hubieran arrancado de la mismísima realidad. Un latigazo de terror recorre mi columna vertebral.¡Mi hijo!El golpe contra la dura superficie me saca un gemido de dolor. La fría piedra me roba el aliento y me deja paralizada por un eterno segundo. Todo da vueltas a mi alrededor. No sé dónde estoy, ni mucho menos cuánto tiempo ha pasado. Lo único que sé es que… ¡Estoy viva!Toso, sintiendo la garganta en carne viva, y, en contra de mi voluntad, abro los ojos, encontrándome con la oscuridad.Aunque no absoluta.Una luz parpadeante ilumina la cueva en la que acabo de aparecer. ¡Fuego! Pequeñas llamas chisporrotean en un rincón, proyectando temblorosas sombras en las paredes de piedra.Y ahí está ella. La mujer que me salvó.Se encuentra de pie frente a mí, con la espalda recta y las manos cruzadas frente a ella, observándome con sus ardientes ojos
Ezekiel Han pasado dos meses y la luna llena me arrastra de nuevo, como si una cuerda invisible me jalara hacia ella. Pero, en esta ocasión, es diferente a lo que estoy acostumbrado, es mucho más fuerte, insistente…, como si intentara decirme algo. La tengo frente a mis hijos, deslumbrante con su luz fría, como un constante recordatorio de lo que he perdido. Me arrodillo ante su poder, pero no me dejo doblegar. ¡No debo! Nadie puede ver mi debilidad, ni siquiera la madre Luna.Mi lobo… está fuera de todo control. Aúlla dentro de mí, con una furia animal que nunca antes había experimentado, y no lo puedo calmar. El mismo lamento de todas las noches, desde hace dos meses, se repite en mi mente en un eco tortuoso, que no sé cómo silenciar: ¡Lyra!“¿Y ahora qué?”, me preguntó. ¿Qué hago con ella en mis pensamientos? No lo sé, pero, por más que lo intento, no puedo dejar de pensar en su maldito rostro, en esos ojos violetas que me perseguían, que me atravesaban, que me reclamaban…S