LyraEl tiempo pierde significado cuando estás atrapada en la fina línea entre la vida y la muerte… Los días parecen disolverse en la penumbra de la habitación de Ezekiel, y cada amanecer es solo una pincelada pálida que apenas roza las pesadas cortinas. Me siento atrapada en un limbo, suspendida en un espacio donde el dolor se mezcla con el silencio, donde la realidad se convierte en un sueño febril del que no soy capaz de despertar.Llevo una semana aquí. Una semana sintiendo la presencia de Ezekiel, como si me acechara, constante y silenciosa. No me habla, ni me toca más de lo necesario. Pero está ahí. ¡Siempre está ahí!Ezekiel se sienta en la butaca que hay junto a su cama, cada vez en la misma posición, con los codos hincados en sus rodillas, con los dedos entrelazados y la mirada fija en mí.Y, cuando lo miro de reojo, veo que sus ojos son dos enormes brasas apagadas. Oscuros, profundos.Me observa fijo como si estuviera esperando a que me desmorone de una vez por todas, ya s
Ezekiel Siento como un intenso calor comienza a apoderarse de mi interior, al punto en el que me quema.Un poder, que reconozco como propio de un Alfa, se despliega dentro de mí, como un relámpago bajo mi piel, un fuego que reconozco, un fuego fatuo, antiguo, que arrasa mis entrañas. Es como si cada fibra de mi ser se tensara al máximo, como si mis huesos se hubieran convertido en brasas al rojo vivo.Pero no es solo el poder…¡Es un llamado inconfundible!Un tirón visceral, un anzuelo de luz en medio de la oscuridad.El corazón da un vuelco en mi pecho, y siento cómo el mundo se estrecha hasta convertirse en una fina y delgada que me lleva directo…¡A él!Porque no tengo dudas es él.¡MI HIJO!El lobo dentro de mí se yergue de golpe, un aullido ahogado se retuerce en mi columna vertebral. Es puro instinto, una primitiva certeza, una verdad escrita con sangre… ¡Mi sangre! Puedo sentirlo en cada latido, en cada respiración. Es una parte de mí, una chispa de mi propia vida en la distan
Zara La cabaña huele a cenizas y a ozono, un aroma electrizante que impregna el ambiente con una promesa que sabe a tormenta. En el exterior, el bosque retumba, y puedo sentir el eco de un Alfa enloquecido que se abre camino a través del bosque.¡Ezekiel!El pequeño cuerpecito de Hades tiembla entre mis brazos, cada espasmo es un latido de pura magia que chisporrotea contra mi piel. Pequeños relámpagos de energía bailan en la pálida piel del niño, como si su alma estuviese luchando por liberarse. Sus labios entreabiertos dejan escapar jadeos débiles, rotos, como un animal herido. ¡Es demasiado poder!Necesita a su madre…En la lejanía, un aullido, profundo, feroz… dominante, atraviesa la noche. Ezekiel está cerca. Su presencia es como un incendio en la distancia, como un huracán capaz de arrasar con todo a su paso.¡El hasta entonces el Alfa de los Alfas viene a por lo que le pertenece!Y yo no estoy segura de poder permitirlo, a pesar de que hace tiempo sé qué es lo que debe suceder
Ezekiel La puerta estalla en mil pedazos, mi cuerpo atraviesa la entrada con una fuerza incontenible, y de pronto mis pulmones se llenan aún más del espeso aire cargado con el aroma a cenizas y ozono…Y entonces lo huelo, con más claridad.Mi mirada recorre la cabaña y rápidamente se clava en el pequeño bulto que hay en el suelo, envuelto en mantas.Y ahí lo veo.¡Es mi hijo! ¡Mi sangre!Está dormido, hecho un ovillo, con la respiración acompasada y el rostro sereno, lleno de inocencia, a pesar de la fuerza que he notado que tiene su poder.De pronto, el alivio se estrella contra mi pecho con una fuerza brutal. Todo me indicaba que me necesitaba que estaba en peligro, pero, gracias al la Madre Luna, él está bien.Sin embargo, no me permito soltar el aire. Al menos no todavía. Porque ella está aquí. La bruja de las montañas: Zara Ravenwood, quien se interpone entre mi hijo y yo en el momento en el que intento acercarme a él.Y ese simple gesto es suficiente para que la rabia vuelva a
LyraLa lluvia cae sobre mí en ráfagas furiosas, clavándose en mi piel como agujas de hielo. No veo más allá de unos pocos metros delante de mí. La tormenta lo cubre todo, difuminando los árboles y volviendo el suelo fangoso bajo mis pies. Respiro con dificultad, cada bocanada de aire es una tortura. Mi garganta arde y mis pulmones están al borde del colapso. Pero no puedo darme el lujo de detenerme a tomar aliento. No cuando el eco de sus palabras sigue desgarrándome por dentro, haciendo sangrar mi corazón.“No mereces ser mi Luna”, me dijo Ezekiel. ¡Un latigazo directo al corazón! ¡Un golpe seco en mi estómago!“Jamás lo serás”.Mis pasos se tambalean y, por un momento, me doblo, sujetando mi abdomen con ambas manos, como si de esa manera pudiera proteger a mi bebé del veneno que su padre acaba de escupir sobre nosotros.Sin poder evitarlo, un sollozo me sacude, pero no puedo llorar, no puedo parar. Si lo hago, no me cabe duda de que me alcanzarán.Y, si lo hacen…Cierro los ojo
Lyra Caigo. El mundo se quiebra en un torbellino de vacío y sombras. El aire se escapa de mis pulmones, y mi cuerpo se desploma como si me hubieran arrancado de la mismísima realidad. Un latigazo de terror recorre mi columna vertebral.¡Mi hijo!El golpe contra la dura superficie me saca un gemido de dolor. La fría piedra me roba el aliento y me deja paralizada por un eterno segundo. Todo da vueltas a mi alrededor. No sé dónde estoy, ni mucho menos cuánto tiempo ha pasado. Lo único que sé es que… ¡Estoy viva!Toso, sintiendo la garganta en carne viva, y, en contra de mi voluntad, abro los ojos, encontrándome con la oscuridad.Aunque no absoluta.Una luz parpadeante ilumina la cueva en la que acabo de aparecer. ¡Fuego! Pequeñas llamas chisporrotean en un rincón, proyectando temblorosas sombras en las paredes de piedra.Y ahí está ella. La mujer que me salvó.Se encuentra de pie frente a mí, con la espalda recta y las manos cruzadas frente a ella, observándome con sus ardientes ojos
Ezekiel Han pasado dos meses y la luna llena me arrastra de nuevo, como si una cuerda invisible me jalara hacia ella. Pero, en esta ocasión, es diferente a lo que estoy acostumbrado, es mucho más fuerte, insistente…, como si intentara decirme algo. La tengo frente a mis hijos, deslumbrante con su luz fría, como un constante recordatorio de lo que he perdido. Me arrodillo ante su poder, pero no me dejo doblegar. ¡No debo! Nadie puede ver mi debilidad, ni siquiera la madre Luna.Mi lobo… está fuera de todo control. Aúlla dentro de mí, con una furia animal que nunca antes había experimentado, y no lo puedo calmar. El mismo lamento de todas las noches, desde hace dos meses, se repite en mi mente en un eco tortuoso, que no sé cómo silenciar: ¡Lyra!“¿Y ahora qué?”, me preguntó. ¿Qué hago con ella en mis pensamientos? No lo sé, pero, por más que lo intento, no puedo dejar de pensar en su maldito rostro, en esos ojos violetas que me perseguían, que me atravesaban, que me reclamaban…S
LyraLas ramas crujen bajo mis pies, pero ni siquiera eso me detiene, tengo que dar con algo que comer. Mis fuerzas se están agotando, y, por momentos, casi puedo jurar que mi hijo gruñe en mi vientre. Mi respiración es un eco débil en la fría mañana, cuando, de pronto, oigo un susurro detrás de mí, un susurro que no debería estar aquí. Por un momento, pienso que es alguna presa para saciar mi hambre, pero… el aire se congela en mis pulmones cuando lo oigo. —No puedes huir por siempre, Lyra, querida.La voz de Orion, tan suave como la seda, se cuela entre los árboles. Su tono es bajo, casi amistoso, com si estuviera conversando conmigo una mañana cualquiera. Pero sé bien qué es lo que hay detrás de esa máscara de calma, de esa tranquilidad. Es la misma que muestra al salir a cazar…, cuando está a punto de atrapar a una presa. Pero en esta ocasión su objetivo no es un venado; soy yo.Intento correr, pero estoy tan cansada… Mis piernas apenas me responden para esconderme detrás de un