La sonrisa de Nika y el leve rubor que apareció en su rostro al escuchar mis palabras fueron un regalo que me revitalizó por completo. Era cautivadora. Tan increíblemente bella que deseaba poder llevarla conmigo a todos lados, protegerla de cualquier peligro que se atreviera a acercarse.—Ahora tienes que entrar en mí —declaró, esbozando una sonrisa como si fuera lo más natural del mundo. Pero no lo era. Al menos no para mí. ¿Qué se suponía que debía hacer a continuación? —Nika...—tragué saliva con dificultad, desviando la mirada hacia su centro húmedo, brillante y tentador. Mi erección volvió a endurecerse tanto que casi dolía—. ¿Qué hago ahora?Nika soltó una risita juguetona, lo que me hizo fruncir el ceño. Con mis manos apoyadas a ambos lados de su cabeza, me debatía internamente, completamente perdido. Ella no me ayudaba en absoluto. Solo lograba que me sintiera aún más torpe.—Eres un encanto —dijo entre risas, recuperando el aliento—. ¿Quieres que te dé una mano?—¿No se supon
Lothar me acariciaba el hombro suavemente con su pulgar mientras yo estaba entre sus brazos luego de haber terminado el segundo round entre nosotros. Y fue un suicidio, porque mi cuerpo quedó destruido, pero fue un suicidio bonito que valió totalmente la pena.Alcé la mirada para encontrármelo dormido. Tenía su cabello totalmente desordenado y se veía muy sexy. No entendía del todo por qué se ocultaba el rostro cuando era un hombre realmente atractivo. ¿Solo por esa cicatriz? Podría decir que hasta le daba un encanto rudo.Le acaricié aquella marca suavemente con los dedos, sintiendo la textura. Debió dolerle mucho, así como las demás que tenía por todo su cuerpo. ¿Qué le habrá pasado? Quise preguntarle antes, pero sus ojos me dijeron que no hiciera el intento.Se removió un poco ante mi toque. Se dormía con facilidad, y no quería pensar que era porque tenía problemas con el sueño. Pinché su nariz y me reí cuando frunció el ceño. Me acerqué a su rostro y besé la cicatriz, luego su nar
Evité llorar durante todo el trayecto de vuelta a la mansión de Rainer. No podía permitirme llegar con los ojos hinchados o rojos; sería como poner una señal luminosa sobre mí, atrayendo preguntas que no quería responder. Aun así, tragarme el nudo que se había instalado en mi garganta fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Sentí como si dejara atrás una parte de mí, algo que no debería haber abandonado. Lothar... mi tierna bestia. ¿Cómo describir ese dolor? Era como si hubiese dejado a un cachorro en la orilla de una carretera. Uno que esperaría, moviendo la cola con esperanza, sin saber que nadie volvería por él.Pagué el taxi y crucé el umbral de la mansión con el aire contenido en mis pulmones. Lo solté lentamente, como si al hacerlo pudiera liberar también el peso que me aplastaba el pecho. No quería que notaran nada extraño en mí, ni en mi comportamiento. Pero ¿cómo se supone que alguien actúa después de perder la virginidad? ¿Había señales visibles? Mamá jamás me habló
Rainer tiró de mi mano con brusquedad, ignorando la presencia de la figura importante que acababa de llegar. Su furia era más que notable, y temí que más tarde la descargara conmigo. Todo apuntaba a que así sería.—Ministro.El hombre se giró al escuchar el llamado y sonrió con cortesía al reconocer a Rainer, quien le ofreció la mano.—Señor Vogel —respondió el hombre estrechándosela—, me alegra que haya decidido asistir a esta celebración.—Es un honor para mí —respondió Rainer, dejando que una sonrisa maliciosa cruzara su rostro—. Le deseo un feliz cumpleaños. Su regalo ya está preparado.La mirada del ministro se desvió de Rainer y se posó en mí. Sentí cómo el aire se volvía pesado. Esto tenía que ser una broma de mal gusto.—¿Y esta hermosa mujer? —preguntó con ese tono repugnante que conocía demasiado bien, acompañado de una mirada que me hizo estremecer—. No me has presentado, Rainer.—Es mi esposa —anunció Rainer mientras colocaba su mano en mi cintura. La urgencia de arrancárs
POV: Rainer Vogel —Lo lamento, Rainer, pero tengo un vuelo esta noche hacia Moscú —informó el ministro con incomodidad, haciéndome hervir la sangre—. Ponte en contacto con mi secretaria y, sobre tu "regalo"… —se aclaró la garganta, su tono cambiando a uno más frío—. Después de lo que ocurrió anoche en la celebración, he decidido desistir. No quiero verme involucrado en ningún escándalo. Adiós.El clic del teléfono al colgar me dejó paralizado un segundo antes de que la rabia explotara. Con un grito gutural, lancé el móvil contra la pared. El impacto no solo destrozó el aparato, sino que dejó un hueco en el concreto.—¡Maldición! —gruñí entre dientes, sintiendo el veneno de la frustración recorrerme las venas. Nada estaba saliendo como planeaba, y todo por culpa de esa maldita mujer.Si Annika hubiera hecho lo que le pedí, si hubiera mantenido la compostura, nada de esto habría ocurrido. En cambio, me dejó en ridículo frente a toda la alta sociedad. Su desmayo fue un espectáculo patét
POV: Annika KleinAbrir los ojos nunca me había resultado tan difícil como ese día. Sentía un ardor insoportable, como si tuviera arena incrustada en los párpados, pesados y ásperos. Enfocar la vista era un desafío aún mayor; la luz se clavaba en mis retinas como ácido sobre piel desnuda.Cuando reuní fuerzas para incorporarme, un grito seco de angustia brotó de mi garganta antes de que el dolor me arrastrara de nuevo al colchón.No sé cuánto tiempo llevaba postrada allí. El paso de los días era un concepto borroso, irrelevante; todo lo que sabía era que, por más que lo intentara, no conseguía levantarme.—Señora —una joven, a quien nunca había visto entre el personal de Rainer, entró en la habitación—. No se levante, aún está en estado crítico.Tenía el cabello corto, que le rozaba a la altura del cuello; sus ojos, de un marrón cálido, estaban salpicados por pecas sobre las mejillas. Llevaba el mismo uniforme que el resto del servicio.—¿Quién eres? —pregunté con cautela.—Quien cui
No iba a ponerme algo extravagante solo para darle el gusto. Le pedí a Lena que buscara algo sencillo, nada llamativo, pero que aún reflejara mi estilo.Frente al espejo, el vestido que terminaba cubriendo mi cuerpo era color burdeos, con un corte suelto y diseño halter que dejaba los hombros al descubierto, cayendo justo por debajo de las rodillas. No tenía más opción. Todo lo que colgaba en mi clóset había pertenecido a Jessica o alguna otra mujer que Rainer había tenido antes. No se molestaba en comprarme nada propio. Cada prenda que usaba ya había sido usada. ¿Y así pretendía que lo amara?—¿No has notado nada extraño, Lena? —pregunté, observando su reflejo detrás de mí.—Nada, señora. Todo siguió igual durante el día. El señor Rainer apenas llegó del trabajo. Vigilé a Lavinia y continuó con sus labores habituales. La señorita Jessica ha estado en su habitación, descansando por los malestares del embarazo.Jessica se había mantenido tranquila durante las últimas semanas. No vino a
Los días seguían siendo eternos e infernales. Tal como Rainer había dicho, la seguridad se reforzó, y yo permanecía confinada en mi habitación.Aunque podía salir al jardín o a cualquier rincón de la mansión, no lo hice ni una sola vez. No bajé al comedor, ni me molesté en intentar socializar. Pero a Rainer no le importaba. Lo único que parecía preocuparle era que comiera bien y mantuviera una vida sana, como si él mismo no fuera el veneno en mi vida.Lo realmente extraño era su ausencia en las noches. No volvió a forzarme. Cada noche, me acostaba esperando el sonido de la puerta abriéndose, el horror anticipado de sus pasos acercándose, pero nunca ocurrió. Lena decía que regresaba tarde del trabajo, pasaba tiempo con Jessica, probablemente calentaba la cama de Lavinia y luego se encerraba en su habitación hasta el amanecer.Pensé que el encierro tenía como propósito facilitar sus visitas diarias para drogarme o violentarme, pero esos temores no se materializaron. No hasta hoy.Aun as